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Mezquita de Córdoba.
Foto de Tímor Espallargas. Wikipedia |
Ante la tremenda situación en la que nos encontramos, intervenidos por
Europa y atrapados en una vorágine de decisiones y de hechos consumados que nos
caen encima con implacable fatalidad, decido ir a la playa para encontrarme con
mis dos amigos futurólogos. Aunque sus opiniones a veces resultan chocantes,
suelen acertar bastante más de lo que podría esperarse de dos ancianos que
pasan ya de los setenta y cinco años. Pero sobretodo aprecio en ellos un
optimismo incorregible que no deja de ser sorprendente en los tiempos que
corren.
- ¿Cómo os sentís, tras los últimos anuncios de Rajoy? -les pregunto a
bocajarro.
- Mal, por supuesto. Nadie puede estar contento con los políticos que nos
gobiernan. La vergüenza es mayúscula y lo que nos cae encima, de aúpa.
Lo dice Bastides, el más visionario de los dos amigos, pero también el más
realista. Tal vez a causa de su profesión de zapatero: trabajar con los
vestidos del pisar es de alguna manera estar en una constante toma de tierra.
Mercadal, que suele explayarse más en sus intervenciones, también quiso dar su
opinión:
- Ciertamente, las cosas se están poniendo negras. Son unos nubarrones
históricos que vienen cargados, eso es indudable, y a quién coja al
descubierto, de poco le valdrá echarse a correr, a no ser que corra mucho,
claro. En estos casos, algunos piensan que hay planes ocultos y que ciertos
cerebros poderosos lo están controlando todo. Una tesis que no comparto. Claro
que hay cerebros que están detrás de los acontecimientos, muy convencidos ellos
de que están al mando de la Historia, pero ¡cómo se equivocan! Los que creen
controlar, son los que menos controlan. Y no hablo por hablar, Rumbau. Fíjate
que las mismas leyes de la física, hoy tan de moda, me dan la razón: quién se
implica en los acontecimientos, acaba arrastrado por ellos. Y cuánto más
intentas controlarlos, más te engañas y más te envuelven sus efectos. Todo eso
lo digo porque cuando se trata de observar la realidad afín de comprender un
poco lo que ocurre, lo mejor es dejarse de actitudes paranoicas e intentar acercarse
desde una sana y distante indiferencia. Eso no quiere decir que no nos apasione
nuestro trabajo de observadores indiferentes, qué duda cabe, pero es un
apasionamiento más de la tercera edad, de longitudes estiradas de onda, por
decirlo de alguna manera. Es difícil que nos entiendas, pues todavía eres
joven, pero es la única manera de dar con un mínimo de objetividad...
Aunque Mercadal se acerque a los ochenta, no deja de ser extravagante que me
llame joven, yo que paso de los sesenta...
- Pero bueno, lo que parece innegable es la gravedad de la situación... -les
digo para excitarles a hablar. Bastides, muy callado y circunspecto, interviene
con su voz grave y más bien apagada:
- En verdad en verdad os digo, que la gravedad es suma, como bien dices,
Rumbau. E incluso me atrevería a decir que hay un antes y un después a estas
fechas fatídicas que establecen casi un punto cero de no retorno. Las cuerdas
sociales y políticas se están tensando por todas partes, lo cual no es cosa de
unos pocos, sino un impulso de la mayoría, de la que, evidentemente, no podemos
excluir a los poderosos. Y si todo el mundo tensa, los poderosos tensarán más y
mejor, según sus intereses y provistos de grandes medios. Es como si la
Historia hubiera entrado en una catarsis gigantesca, algo que venimos oliendo
desde hace tiempo, pero nunca imaginamos que ocurriría tan pronto y que sus
efectos fueran a ser tan espectaculares. A esos momentos yo los llamaría
"sacudidas", como una especie de grandes terremotos de la sociología,
como si el espíritu humano hubiera decidido desentumecerse. ¡Fuera lastres!,
parece decir, y a cada grito caen víctimas y más víctimas por las cunetas del
tiempo. Y lo explico así para indicar el alto grado de fatalidad que existe en
lo que nos ocurre. Me refiero a la gran dificultad existente para dar hoy con
respuestas racionales y operativas capaces de enfrentarse a las fuerzas que nos
empujan al desfiladero. Es obvio que unos grupos de grandes intereses pretenden
someter todo el sur de Europa, arruinarnos con la deuda y tenernos a su merced
para unos cuantos lustros. Pero lo malo para nosotros es que lo hacen cuando ya
nadie cree en respuestas colectivas, y cuando éstas, al nacer, se levantan ya
heridas de muerte. Este es el drama, Rumbau, nuestras sociedades del sur que se
creen tan espabiladas, en realidad son aún rebaños impotentes que carecen de la
suficiente autonomía individual para enfrentarse a los poderes financieros y
especulativos del norte.
Cada vez más inspirado, Bastides, que se ha detenido frente al mar dejando
que su mirada se pose en el horizonte, continúa hablando del siguiente modo:
- El desfase es evidente. La matemática se ha impuesto, y el reino de lo
abstracto se ha apoderado del planeta. La mecanización del mundo es imparable,
a ella todos hemos sucumbido, porque tal es la dirección que nos empuja. Los
mediterráneos estamos todavía en fases infantiles de la historia: nos gusta
comer, beber, fumar puros, ir a los toros, hacer la siesta, regatear y
trapichear con los impuestos. Confiados en los créditos, nos hemos dejado
endeudar sin sospechar la trampa en la que nos metíamos. ¿Significa esto que
todo está perdido? Sí y no. A corto plazo, la derrota es aplastante. Los
números cantan y hoy mandan, y nadie con dos dedos de frente se atreve a salirse
de las matemáticas. Dos y dos son cuatro, aquí y en Helsinkí. Pero a la larga,
es evidente que el partido de las matemáticas lo tiene más crudo. Hoy manda la
aritmética, pero otras matemáticas más acordes con nuestra psicología latina,
esas matemáticas que se atreven a hablar de caos y que aceptan tan campantes
las contradicciones, éstas se acercan más a nosotros. Nuestro problema es que
siempre hemos sido pueblos de letras y que nos contentamos con las primeras
reglas de la aritmética. Somos incapaces de entender los sofisticados
algoritmos de las finanzas, que sin embargo se basan en el dos más dos igual a
cuatro, es decir, en el burdo principio de la propiedad privada. ¡Cada uno con
su pisito! Qué bajo hemos caído...
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Azulejo de Lacería. (Wikipedia) |
- ¿Tan mal lo ves? -le pregunto, asombrado de la dirección que ha tomado su
pensamiento.
- No a la larga. Hoy nadie da dos duros por los pueblos del Norte de África.
Esos musulmanes parecen estar fuera de la Historia. Y si los del norte europeo nos
miran a nosotros con la sonrisa irónica del vencedor, a los de más abajo
simplemente los despachan con desprecio. Mal haríamos nosotros en imitarles. ¿Y
sabes por qué? ¡Por las matemáticas, claro! Fíjate que los pueblos del Islam son
los que inventaron el cero y el cálculo moderno. El carácter iconoclasta de
estas culturas les abre las puertas de lo abstracto. No se distraen en el arte
figurativo sino en simetrías geométricas. Por eso el Occidente dominante ha
procurado mantenerlos siempre a raya con el analfabetismo y la incultura. Saben
los anglosajones que si se les dejara estudiar, podrían llegar a competir con
ellos. Por eso mantienen el régimen feudal de Arabia Saudita, que financia la
paralización evolutiva de los pueblos de la región. Fíjate como se han apresurado los salafistas a inundar de dinero
las nuevas democracias surgidas de la Primavera árabe. Y la guerra que están
cocinando en Siria con Irán de fondo no busca más que eternizar el atraso
entero de la región. Pero el hundimiento de España, Italia y Grecia, será muy
importante al producir un interesante acercamiento de estos pueblos con sus
vecinos del otro lado del Mediterráneo. Empezará entonces el desarrollo de la
cuenca mediterránea en su conjunto, de un modo lento pero imparable, bajo la
tutela turca, si esta potencia consigue salvar los escollos de las trampas guerreras
a las que se verá sometida. Un desarrollo que será distinto al actual, centrado
evidentemente en el turismo, pues tal es el destino de nuestros pueblos, pero
no por ello menos interesante, al propiciar curiosas emergencias aparentemente
muy anodinas pero de profundo alcance interseccionista y revolucionario. Me refiero
a los nuevos procesos autonomistas de carácter neomonárquico que desde hace
tiempo venimos postulando, como muy bien sabes…
- ¿Quieres decir que el Mediterráneo tendrá entonces un mayor protagonismo?
- Su aportación será indirecta. Gracias a la iconoclastia musulmana y al
contagio de lo abstracto, pero desde las profundidades hedonistas de la
complejidad latina, siempre tan cargada de dualidades y contradicciones, nacerá
aquí una nueva matemática que será escrita con números pero también con gestos
vitales, un nuevo lenguaje de la complejidad que aquí tendrá un uso aplicado básicamente
al turismo. Esta será nuestra aportación. Fruto de ella procederá el renacer de
la Corrida de Toros que tanto hemos anticipado, los neomonarquismos de la Cocina,
la Ópera y los Placeres, cuyo epicentro será por cierto la tierra catalana… Pero
hasta que los chinos y sobretodo los rusos no nos mimeticen y asimilen estas
nuevas modalidades de formulación vital y matemática, no se empezará a
resquebrajar el aplastante fundamentalismo de lo abstracto que los anglosajones y el norte europeo
imponen sobre el planeta.
Mercadal, que escuchaba entregado las palabras de su amigo, no pudo
contenerse más y exclamó:
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Caligrafía tuluth. Meknes, Marruecos.(Wikipedia) |
- ¡Genial, Bastides, genial, te has explicado como un libro!
Bastides, que parecía no escuchar a nadie, se quedó mudo y absorto, como si
en el horizonte del mismo mar Mediterráneo objeto de sus visiones estuviera contemplando
con nitidez las imágenes que le habían llegado del futuro: las nuevas
matemáticas latinas que habrían de dar al traste con el dominio del mundo
anglosajón.
- ¿Y sabes qué te digo? Pues que si la Historia se apresura un poco, todavía
llegaremos a verlo, Rumbau, todavía llegaremos a verlo…
¡Extravagantes futurólogos! Risueño, pero inquieto e intrigado por las
palabras que acababa de oír, me despedí de ellos para regresar cabizbajo a la realidad
oscura de nuestro país intervenido…