Siempre que ocurren cosas interesantes en la ciudad, intento hablar con mis dos amigos de la playa, los señores Bastides y Mercadal, futurólogos y dotados de un sentido común fuera de lo normal. Es lo que hice ayer, para tratar el tema de la manifestación del sábado anterior, convocada para expresar el malestar ciudadano respecto a los trenes de cercanías, pero en la que se defendieron también posturas independistas.
Yo no fui porque no comparto estos sentimientos de indignación colectiva que se viven desde la sensibilidad nacionalista. Me parece que hay una impostación interesada en atacar al gobierno central para distraer la atención del público respecto a clarísimas responsabilidades locales. De todas formas entiendo que exista indignación, en especial en los directos perjudicados por el desbarajuste de Cercanías. Por eso nada hay que decir en contra de la manifestación, si ha servido para que estos afectados puedan desfogarse y reclamar soluciones.
Expuse mis opiniones y dudas a los amigos futurólogos y ambos me escucharon con atención. Al cabo, dijo Mercadal:
- Mira, Rumbau, tienes mucha razón en lo que dices. Es evidente que a la gente le gusta manifestarse y expresar su indignación, aunque no siempre haya razones objetivas para ello. Piensa que eso es sano y que deberíamos estar agradecidos a quiénes consiguen indignarnos, pues gracias a ellos, reaccionamos y salimos a la calle, aunque sea sólo para desentumecerse y compartir un poco de aliento colectivo. Y digo eso porque yo mismo así lo sentí el otro día.
- ¿Pero acaso fuisteis vosotros a la manifestación? –les pregunto soprendido, pues no son personas que me las imagine en estos escenarios.
- Pues la verdad es que si –repuso muy serio el exdoctor y astrólogo Mercadal–, insistió tanto mi sobrina, que hubiera sido de mala educación no ir. Piensa que cada domingo me invita a comer a su casa. En realidad, fue muy interesante asistir, hacía años que no íba a una mani, como antes se llamaban.
- ¿Y qué te pareció?
- Interesante en grado sumo. Muy tranquila y pacífica. Parecía una romería de esas de montaña, pues además escuché acentos rurales de los que se hablan fuera de Barcelona. Y vi mucho entusiasmo juvenil y adulto, con profusión de tambores y chirimías. También vi muchas banderas catalanas, sobretodo de las independistas que se ven en el Camp del Barça, creo que incluso fue el President del Club. Un gran acontecimiento, desde luego.
Bastides, que escuchaba con atención, intervino para decir:
- Es verdad lo que dices, Mercadal. Aunque por el talante de lo observado, veo los procesos autodeterminativos de Cataluña todavía muy lejos en el tiempo. Ya sabes que nosotros hemos anticipado la FEAA, que es el nombre que tomará España a mediados del siglo XXI, una vez todas las autonomías se hayan autodeterminado y vuelto a unir para crear la Federación Española de Antonomías Autodeterminadas (FEAA). Pero claro, para alcanzar este estadio evolutivo, es necesario que antes hayamos comprendido y aceptado el principio del llamado Consenso Contradictorio, y la manifestación del otro día me pareció totalmente a la contra de este principio.
Alguna vez les había oído hablar de este tema, pero nunca de un modo tan directo y práctico como ahora. Decidí indagar más sobre la cuestión.
- ¿Me podéis explicar eso del Consenso Contradictorio?...
- Con mucho gusto, Rumbau –contestó Mercadal, de los dos sin duda el más hablador y elocuente–. Se trata de aceptar la razón contradictoria de las cosas, única posibilidad de que en un mundo dotado de tanta complejidad y de tantas oposiciones como es el actual, se pueda llegar a algún tipo de consenso práctico, o más bien operativo.
- Comprendo lo que dices –contesté divertido por la ocurrencia de mis amigos–, pero ¿podrías ponerme un ejemplo?
- Por supuesto. En el caso que nos atañe (me refiero a la dicotomía Cataluña/España, oposición que canaliza todos los sentimientos y las posturas nacionalistas, de uno y otro bando), el Consenso Contradictorio consistiría en aceptar la oposición no como una maldición que sólo puede resolverse mediante la separación o la imposición del uno sobre el otro, sino como una bendición que da alas a soluciones pactadas y solidarias de aceptación de las diferencias.
- ¿Ah sí?... –repuse algo perplejo.
- Recuerda la imagen del arco y la lira de Heráclito, para quién el conflicto es la base y el motor de todo lo que existe. Dos maneras de resolver el problema de los extremos. La guerra está representada por la flecha que sale disparada por la tensión de los extremos. Y la cultura lo está por la música que surge de la tensión vibratoria de la cuerda estirada en sus extremos.
Hizo una pausa para mirar el mar, como buscando inspiración en las aguas azules del Mediterráneo, y continuó:
- La solución clásica, es decir, la nacionalista que conduce al exclusivismo y a la separación (o al engullimiento y la sumisión), es la del arco y la flecha, que en este caso representa el enfrentamiento irreconciliable. La del Consenso Contradictorio sería más parecida al sonido de la música que surge del conflicto de los extremos. Pero para que haya música, tiene que haber armonía, ¡pero ojo!, armonía entre los opuestos, es decir, defensa de lo contradictorio, para llegar a un consenso que se aproveche de las fuerzas puestas en colisión y las lance hacia el futuro, que por necesidad es siempre compartido por los extremos opuestos.
- ¡Pero ésto es una utopía, Mercadal! –contesté ante las extravagantes ideas del doctor jubilado– El problema de los opuestos en conflicto es que parten de bases distintas e irreconciliables, de modo que son incompatibles entre si.
- Estás en lo cierto cuando dices que “parten” de bases distintas, pero otra cosa es si en vez de plantear el asunto desde posturas de pasado, se plantea desde posturas de futuro. O sea, en vez de “partir de”, “ir hacia”. Fíjate la diferencia: los opuestos que se sustentan sobre bases distintas e irreconciliables “van” o “se dirigen” hacia perspectivas comunes de futuro. Es la flecha que sale del arco: antes servía para matar, ahora indica la dirección del futuro. Y el futuro establece un recorrido, un “relato” que junta las diferencias, es decir, establece un consenso entre lo contradictorio.
- O sea que, según vosotros, todo depende de ver las cosas en función del pasado o del futuro...
- Sí y no. Es evidente que el pasado no se puede borrar. Si de algo sirve, es precisamente para no repetir las mismas irracionalidades generación tras generación. Lo que hace falta para alcanzar el Consenso Contradictorio, es la perspectiva del futuro, el aliento imaginativo y creador que nos lanza hacia lo nuevo. Piensa en la flecha de Sagitario...
- Pero siempre en la historia los pueblos se han movido por relatos que se miran en el pasado pero también van hacia el futuro... –les increpo.
- Tienes razón, pero fíjate que antes, los mitos marcaban el camino pero para seguir los ejemplos del pasado. Hoy en día, los pueblos y los individuos sólo ven soluciones a largo plazo, es decir, en el futuro, jamás en el pasado, que saben está lleno de sangre y de conflictos sin fin. Las sociedades que quieran avanzar deben sustentarse en proyectos de futuro, y si no lo hacen, encallan y se embarrancan. Mira el caso de Israel y los Palestinos. Cuando miran al frente, ambos están de acuerdo. A la que se giran un poco, los rencores y los contenciosos se disparan y lo frenan todo.
- ¿Y vosotros creéis que en la manifestación del otro día se miraba más hacia el pasado que hacia el futuro? –les pregunto para volver al tema que me interesaba tratar con ellos.
- Desde luego. Para empezar, el tema de cercanías, un claro tema de pasado. El presente ya está superando los problemas de paros y retrasos, pues aunque no funcionen los trenes todavía, se está trabajando para que ello suceda, de modo que es absurdo pedir lo que ya se hace. De todas formas, ya te dije que comprendía el asunto psicológico de la indignación, lícito y lógico. Y exigir responsabilidades es justo. En cuando al “Dret a decidir”, se trata de una reivindicación algo rara, pues es evidente que todo el mundo quiere tener este derecho. ¿Pero acaso no se dispone? Se dirá que no podemos ser independientes, pero si realmente el ochenta por ciento de la población lo quisiera de verdad, estaríamos a un paso de serlo. Creo que aquí hay más demagogia que realidad. Porque el derecho a decidir no se pide, se ejecuta y ya está.
Miro a Bastides, muy silencioso esta tarde, y lo veo asentir las palabras de su amigo de paseo.
- Es verdad lo que dices, Mercadal –apunta–. Fíjate Rumbau que a los nacionalistas les gusta mucho pedir lo que ya tienen, porque en el fondo no les interesa lo que está por llegar. Por eso insisten tanto en el tema de las identidades, que no deja de ser una redundancia. ¿Porqué esta fijación en la identidad? Lo importante no es quedarse en ella, sino salir de ella en dirección al futuro. Transformación, eso dice el President Montilla, ponerse a trabajar, para dirigir el país hacia el futuro.
Ya les había oído hablar bien del actual presidente, cordobés de nacimiento como Bastides.
- Se dice que aburre a Cataluña... –les digo para sacarles de la lengua.
- ¡Pero si es lo que necesita este país! –exclama Mercadal–. ¡Estamos tan acostumbrados a las grandes palabras, esas que retumban en los grandes salones del pasado y sus glorias inventadas, que cuando se habla con palabras de futuro, que aún no tienen eco porque ni siquiera han nacido, se dicen aburridos y desengañados! Aburrimiento, Rumbau, eso es lo que necesita Cataluña. Menos teatro y más imaginación y proyectos en marcha. Y los proyectos no nacen en los escenarios, sino en los laboratorios y talleres dónde las ideas se cuecen al fuego lento, tras muchas horas de paciencia y de trabajo.¡Imaginación y creatividad! Así se expresa el Consenso Contradictorio, Rumbau, ¡lanzando la flecha hacia el futuro!...
- Sí señor –puntualiza Bastides–, y para que salga con fuerza la flecha, es necesario el Consenso Contradictorio, el diálogo y consenso de dos opuestos irreconciliables.
Pensé que tenían buena parte de razón, pero les dije que también es importante hacer atractivo el futuro, para generar los entusiasmos necesarios que garanticen su realización.
- Tienes razón, y se comprende que lo digas tu, que eres persona de teatro, más entendido en estos menesteres de la psicología social. Es posible que aquí nos falte visión estratégica, pues ya somos mayores y vemos poco la televisión. Pero si buscas entusiasmo y que éste sea operativo, deberá partir de la fuerza de los opuestos, es decir, de los dos extremos del arco. España y Cataluña, ésta es la cuestión. El consenso en la tensión para disparar la flecha hacia el futuro. Si eliminas uno de los extremos, la flecha saldrá torcida y puede que se te clave en el pie...
Habíamos llegado ya al final de la playa y por los altavoces del club sonaba el himno de las dos. Automáticamente, sentí el run run del hambre en el estómago. Me despedí y quedamos en vernos la semana próxima.
Me alejé muy satisfecho de nuestra charla. Desde la ventana de las duchas, los vi a lo lejos seguir su paseo por la arena mojada, allí dónde rompen las olas. Dos puntitos diminutos confundidos entre los bañistas. ¡Qué suerte hablar con ellos, pensé, admirado de la vitalidad de aquellos dos ancianos de la Barceloneta, tan distintos y tan amigos, el uno culto y refinado, el otro autodidacta y popular! Desde luego, la visión del futuro que compartían los unía. ¿Serían acaso un ejemplo vivo de Consenso Contradictorio?...