En efecto, llegó este año curioso, por sus resonancias
históricas y por su pretensión de ser un año bisagra, en el sentido de querer ser
el fiel donde la balanza de la crisis se incline hacia la recuperación, y por
ser un año decisivo en el pulso soberanista catalán.
Me dirijo a la playa para charlar con mis dos viejos amigos
futurólogos, muy entendidos, como es lógico que así sea por su dedicación, en
estos asuntos.
- ¿Qué podemos decirte de la crisis, Rumbau? Creo que todo
el mundo está de acuerdo en eso: los que se creen el cuento de la recuperación
son los que sienten irrefrenables deseos de que les sigan estafando con la
misma alegría de siempre. Ésta es la recuperación, la de los bancos y la de las
cifras macro-económicas. Piensa que escuchar cuentos y creérselos es muy
humano, sobre todo cuando las cosas están mal. Y las nanas son muy bien
recibidas por quiénes están cansados.
¡Caramba con Mercadal!, nunca lo había visto así…
- Pero todo eso es normal, los poderes son los poderes, y
hoy los vientos soplan por la popa, lo cual no es malo en sí: la aceleración
del tiempo acelera la historia y los procesos, y a más velocidad, más fuertes
son los castañazos que se pegan los conductores. De modo que la próxima crisis
está más cerca de lo que nos pensamos, como es lógico que ocurra. Y eso siempre
despertará nuestro interés, por supuesto.
- Y del proceso catalanista ¿qué me decís?
Sigue contestando Mercadal, pues Bastides lleva ya una
temporada más bien callado y meditabundo. Sin duda procesando visiones del
futuro que le llegan a raudales.
- Buena pregunta… Pienso que la afirmación soberanista ha
conectado con algo que es muy de esta época, o mejor dicho, de la época en la
que nos estamos metiendo. Me refiero a esta fuerza de un extraño individualismo
que algunos han dado en llamar Sujeto, cuando éste se empeña en querer salirse
con la suya. Aquí nos alejamos del viejo nacionalismo de siempre, el que responde
a afirmaciones de raíces colectivas siempre ancladas en el pasado y que se
caracteriza por su voluntad de excluir las diferencias. El soberanismo catalán
que está despuntando mira más hacia el futuro, incluso diría que quiere
anclarse en él. Claro que lo viejo sigue pesando, y que hay tendencias
retrógradas que sólo piensan en el pasado. Pero la determinación de inventarse
un futuro distinto y propio es la gran característica de este nuevo catalanismo
que se postula como sujeto político, lo cual encaja con una tendencia muy
propia de nuestra época y a la que es muy difícil resistirse. De ahí el susto
cotidiano que se están llevando los que creen en una España eterna e indivisible.
- ¿Pero tú crees, Mercadal, que no estamos ante el
nacionalismo de toda la vida?...
- Sí y no. Yo diría que existe una base muy sustancial de
viejo nacionalismo del tipo que desprecia e ignora lo español. Pero junto a él,
despunta y parece llevar la delantera ese llamado “soberanismo” que es muy consciente
de que sólo puede triunfar si acepta como principio de partida y de llegada la
inclusión de lo diferente. Es decir, si acepta la alteridad en su seno. ¿Y qué
mayor alteridad puede tener el catalanismo que lo español? Exquisita paradoja,
desde luego, pues la condición indispensable para que la apuesta catalana tenga
éxito es que acepte su doble condición española, algo que a muchos les va a
costar lo suyo…
- Ya una vez dijisteis algo parecido, y me parece difícil por
no decir utópico que el nacionalismo catalán acepte que su alteridad sustancial
sea lo español, con todo lo que ello representa…
- Ya he dicho que era una paradoja, exquisita y difícil,
pero fíjate que sólo así la apuesta catalanista encontrará la fuerza necesaria
para que tenga éxito. Por de pronto, si no afirma su dualidad intrínseca
española, pierde la mayoría social, es decir, la mitad automática de los votos.
Pero es que además, sólo llegará a entusiasmar a las nuevas generaciones, a las
de adentro y a las de afuera, si la apuesta es seria de verdad respecto al tema
de la diversidad: es decir, el catalanismo como garantía de respeto de lo
múltiple y de la diferencia. Si el soberanismo catalán se sustenta sobre estos
principios, ten por seguro que arrasa en sus pretensiones. Por eso desde Madrid
buscan despertar, con sus constantes provocaciones, al nacionalismo de siempre,
que conocen muy bien y con el que es muy fácil lidiar…
- Leía el otro día un magnífico artículo de Antoni Puigverd
en La Vanguardia, creo que se titulaba “Bajo los tilos”, en el que citaba a
Gaziel con una célebre frase suya que dice que cuando el catalanismo se
calienta, encoge, en el sentido de que pierde fuelle y base social.
- Y tienen toda la razón del mundo Gaziel y Puigverd, por
eso es tan importante que la respuesta a los ataques fogosos del centralismo no
sean los típicos calentones centrados en los agravios comparativos recientes o
pasados, que producen encogimiento, malos modos y separaciones, sino que sus
reacciones deberían ser una apuesta rotunda por el futuro y por la diversidad,
incluida la más difícil de todas, que es la referida a la alteridad más íntima
de lo catalán: lo español.
- Por eso decíais el otro día que el retorno de los toros en
Cataluña sería una jugada maestra, ¿verdad?
- En efecto, así es, aunque tanta sutiliza política no la
veo hoy por hoy.
- Muy difícil lo estáis poniendo, Mercadal…
- Lo veremos muy pronto, y de ahí el gran interés de la
época que nos ha tocado vivir. Si el catalanismo se sustenta realmente sobre
este llamado “soberanismo” de nuevo cuño, basado en el deseo de convertirse en un
sujeto político que ancla sus referentes en el futuro y en el respeto absoluto
a lo múltiple y a las diferencias, creo que acabará saliéndose con la suya. Si,
por el contrario, sólo habita en él el viejo nacionalismo de siempre y se deja
calentar como decía Gaziel por las grandes contiendas a las que deberá enfrentarse,
puedes dar por seguro que terminará vencido y mal.
- Pero eso iría en contra de vuestras predicciones de
futuro, que veían a todas las Comunidades Autónomas del país auto-determinadas…
- No lo creo, sólo sería un retraso de algo que se acabará
imponiendo por el peso de los hechos. ¡Tiempo al tiempo! La descomposición de
España es una evidencia innegable, y lo que estamos viendo ahora es una
aceleración súbita producida por la crisis y por determinados destellos
visionarios de algunas personas adelantadas. Pero si fracasa el “proceso”, como
lo llaman algunos, no significa que no vuelva a haber otro después, que
seguramente se iniciaría en otro lugar del mapa, lo que daría un descanso al
catalanismo y le permitiría madurar hacia posiciones más adelantadas…
Aturdido, decidí dejar la conversación en este punto,
vencido por la extraña lógica de mis amigos futurólogos, para los que el tiempo
parece serles tan amigo, ansioso como está en que todo vaya rápido y a lo loco,
para regodeo de los mismos.