Organizado por la compañía A Tarumba (con Luis Vieira y Rute Ribeiro en la dirección artística), la verdad es que el Festival ha sido una delicia. No sólo por el marco del mismo, con la siempre magnífica ciudad de Lisboa de fondo –los espacios han sido el Centro de Artes da Marioneta Convento das Bernardas, el Museu da Marioneta, el Teatro Maria Matos, el Centro Cultural de Belém, el Museu do Oriente y el Teatro da Trinidade– sino también por una programación de lujo, con espectáculos de altísima calidad.
Pero antes de hablar del Festival en si, debo decir que la experiencia del curso que impartí fue placentera en grado sumo, a causa de la calidad artística y humana de los participantes que se apuntaron. Actores, maestros, incipìentes titiriteros, bailarinas, escenógrafos, escultores… La gama era increíblemente rica, lo que se tradujo en la calidad de los trabajos del último día, brillantes y ocurrentes, cada uno según su propia particularidad e idiosincracia. Una experiencia grata para mi y para todos, y que me anima a continuar por estos derroteros.
Vayamos ahora a los espectáculos.
Aunque no vi los de la primera semana, habría que destacar la presencia de compañías como la del Teatro de Marionetas do Porto, con Joao Paolo Cardoso, viejo amigo, que recuperó para la ocasión su famoso “Capuchinho Vermelho XXX” –una Caperucita Roja alucinante en la que el lobo es el cadáver de un pollo desplumado… –, o compañías tan afamadas como Hotel Modern de Holanda (que presentó Kamp) o el Buchinger’s Boot Marionettes, de Francia, con un título de impacto cómo “The Armature of the Absolute” –que, por desgracia, desconozco.
El primer espectáculo que vi la noche del lunes 19 fue el de una compañía portuguesa formada por Joao Calixto y Tiago Viegas. ¡Una maravillosa sorpresa! Con el título de “As pequenas cerimónias”, estos dos jóvenes actores mostraron una manipulación contenida, precisa y virtuosa, con números y gags marcados por una gestualidad impecable, muñecos de una sencilez impactante, y un humor brillante e inteligente. Con la única presencia de una mesa, dos taburetes y un mueble que escondía una cocina con su cocinero y un horno, la obra seguía un hilo conductor libre y a la vez bien armado por la presencia de los dos camareros manipuladores. La figura de un impresionante cliente en silla de ruedas desató los delirios surrealistas de los dos camareros titiriteros. La obra tiene momentos realmente memorables –como la borrachera de los dos personajes definidos por unas simples cuerdas y dos cabezas apenas dibujadas con alambre– o algunas de las apariciones hilarantes del cocinero cuya cabeza… es la simple mano de uno de los titiriteros.
Joao Calixto, autor de los artilugios y muñecos, junto con el actor cómico Tiago Viegas, constituyen ambos una pareja de actores-titiriteros de muchísima calidad, algo que no siempre ocurre, pues por lo general los buenos actores no tienen porque ser buenos manipuladores, ni los constructores dotados y ocurrentes, buenos actores. Jóvenes valores sin duda de prometedores futuros, de los que cabe esperar que la suerte y las ocasiones propicias les mimen y acompañen.
Otra sorpresa –al menos para mi, que no conocía a este grupo: “
En el vestíbulo del Teatro María Matos, dos divertimentos titiritescos a modo de instalaciones para públicos selectos, exigentes y “voyeurs”: el “Marvellous Box of Peeps & Delights”, una caja con un par de agujeros para mirones dónde los ingleses Victoria Andrews y Dik Downey (del Piklef Image) han puesto a una marioneta, Dolores the Divine, en toda su esplendorosa y escabrosa desnudez. Para públicos exclusivamente adultos de todas las edades…
Por su parte, A Tarumba presentó, en otra esquina del ambigú del teatro, una caja de autómatas dotada de varios agujeros para mirar y que contenía… ¡una orquesta entera de jazz, con su batería, sus trompetas, sus saxofones…! Y todo en movimiento constante, con una maquinaria muy bien urdida y unos muñecos que llevan la marca de calidad Tarumba. Arriba, un video mezclaba imágenes de históricas orquestas de jazz con los mismísimos músicos de cartón piedra metidos en la caja mágica de abajo…
El miércoles debutó uno de los platos fuertes del Festival: el Quanzhou Marionette Troupe, la famosa compañía de marionetas de hilo de la ciudad china de Quanzhou, situada frente a las costas de Taiwán, en la provincia de Fujian. De hecho eran viejos conocidos míos, pues asistí con
Verdadera ópera de marionetas a la manera china, con una manipulación virtuosística que roza lo imposible, con figuras de una complejidad apabullante sujetas algunas por más de cincuenta hilos colgados todos ellos… ¡de una simple pala de madera! Un arte manipulador que se hace con las manos, con la voz que le da el aliento vital, pero también con el cuerpo entero, como pudimos comprobar al ver a los titiriteros actuar a la vista. Y mientras las marionetas cantaban, bailaban o luchaban entre si, otro espectáculo de exquisita coreografía tenía lugar algo más arriba, allí dónde las manos de los manipuladores ejecutaban su peculiar danza con los hilos, manos que se cruzaban entre si, que volaban como “almas sutiles” de las marionetas… Aquel baile de las manos superpuesto al de las marionetas era de una rara exquisitez, imagen de la más refinada quintaesencia poética del arte titiritil, que los de Quanzhou ejecutaban con pasmosa y sencilla maestría.
Al acabar la función de los chinos, en una sala contigua del Museu do Oriente actuó en solitario el titiritero del Rajastán (India) Prakash Bhatt. Presentó varios números clásicos de esta rica tradición titiritil acompañándose de música grabada, lo que siempre resta fuerza al espectáculo, sobretodo actuando tras una función en la que se gozó de orquesta entera. Sin embargo, el oficio de Bhatt es realmente excepcional, y con la ayuda de la chillona lengüeta que suele usarse en esta tradición, encandiló al público con unos números de baile y de “cabaret oriental” llenos de energía y vitalidad. La bailarina del vientre, la serpiente encantada, el caballero y su caballo, los malabaristas… Con sólo dos hilos en cada marioneta y a veces con un alambre, las manos del titiritero rajastaní conseguieron dar vida y veracidad a las pequeñas criaturas de su compañía. Un trabajo que fue premiado con clamorosos aplausos.
Al día siguiente, en la magnífica capilla del Museu da Marioneta, vi otro de los platos fuertes del Festival: la compañía francesa
El último espectáculo fue el presentado por la pareja inglesa Victoria Andrews y Dik Downey, ya antes citada, del grupo Pickled Image, con el título de “Houdini’s Suitcase”. Una obra de gran escenario (se vio en el Teatro María Matos), con una rica escenografía compuesta básicamente de maletas, que sirven a los dos actores-titiriteros para desarrollar una temática de corte nostálgico dotado de un cierto “malditismo” y muchas dosis de humor negro. Una vida circense de éxitos y fracasos, los que da el tiempo y el trabajo, con más oscuridades que luces, amargos recuerdos y angustias de escenario. La obra mostró con esplendidez cómo a través del teatro de marionetas es posible crear un mundo doble en el que la imaginación y los recuerdos se alzan como sus motores de desarrollo. Un mundo de maletas y de estaciones, de trenes que parten y nunca acaban de llegar, dónde el Tiempo abre y cierra sus espacios enquistados en sórdidas cajas y baúles, y en los que la vida de los artistas ambulantes parece haberse enroscado cuál espantajos de pesadilla. El espectáculo fue muy aplaudido por un público que valoró la interpretación del actor-titiritero Dik Downey así cómo el esfuerzo de recreación imaginaria desplegado en el escenario.