Dos escarabajos peloteros. Foto de Hectonichus. Wikipedia. CC BY-SA 3.0 |
Conviene en este capítulo de nuestra visita al Parque Zoológico hablar del escarabajo pelotero también llamado sagrado. Extraño, pensará alguien con razón, los Zoos no acostumbran a exhibir este artrópodo antenado de la clase de los insectos. En efecto, no se exhibe pero eso no quiere decir que no esté. Centrémonos, ante todo, en lo que, según el diccionario, se entiende por escarabajo pelotero: "Insecto coleóptero, de antenas con nueve articulaciones terminadas en maza, élitros lisos, cuerpo deprimido, con cabeza rombal y dentada por delante, y patas anteriores desprovistas de tarsos, que busca el estiércol para alimentarse y hacer bolas, dentro de las cuales deposita los huevos."(Diccionario de la Real Academia Española).
Sí, se alimenta de excrementos, ¿y qué?, eso no lo hace ni asqueroso ni despreciable, sino todo lo contrario, lo convierte en un insecto utilísimo y muy trabajador, indispensable para el equilibrio ecológico y provisto de una variabilidad extraordinaria. Pero la razón de traerlo a estas páginas no se explica sólo por su utilidad, sino por una particular y bien reconocida personalidad de insecto "noble y señor", siempre "muy bien vestido de traje negro y brillante", y dotado de un andar elegante, pausado y filosófico. Para decirlo de modo raso y sencillo, sólo le falta el bastón y la corbata.
¿Quién no se ha encontrado yendo un día de excursión con un escarabajo pelotero que cruza el camino, y no se ha detenido para saludarle y darle los buenos días mientras lo dejas pasar sin importunarle? Así lo hacía siempre mi padre, que incluso se quitaba el sombrero, mientras nos explicaba, a mí y a mis hermanos, las virtudes y el carácter secreto de este artrópodo escarabeo. Desde entonces, siempre que tropiezo con uno de estos seres mágicos, me paro, lo saludo y le doy los buenos días mientras observo como avanza despacio, fatigado pero ágil a su manera, arrastrando su cuerpo maravilloso que debe pesar bastante, aún sabiendo que el día que se le acaben las fuerzas, será implacablemente devorado por una multitud de insectos ávidos y menores, como tantas veces he visto yo con tristeza por los caminos, o tragado por algún pájaro avispado.
Existe mucha mitología y muchas historias en torno a los escarabajos. De entrada, hay que decir que, en términos generales, los coleópteros son el orden de los animales con un mayor número de especies, no sólo en la clase de los insectos, sino en todo el Reino Animal. Al menos, una cuarta parte de las especies animales de nuestro planeta son escarabajos. No es ninguna bobada, eso. Pero atención, según dicen los especialistas, muchas de estas especies están desapareciendo una tras otra. La polución atmosférica mata a estos animales, muchos de los cuales necesitan el aire puro para sobrevivir. Una pérdida terrible, teniendo en cuenta la imperiosa necesidad actual de conservar, estudiar y copiar modelos de vida lentos y raros.
Quizás uno de los aspectos más impresionantes del escarabajo es que su estricta animalidad (su pulsión de moverse en libertad) se ve obligada a producirse desde unas condiciones de movilidad poco o nada óptimas (se entiende que no estamos hablando de los coleópteros voladores). Sin embargo, y a pesar de sus limitaciones, vemos como sigue haciendo su camino, con una tenacidad a prueba de bombas, balas y pies, casi siempre solo, responsable de sí mismo y de su bola, empujándola o buscando nuevos alimentos excrementales. ¡Qué ejemplo para el actual animal humano, incapaz este de mantener dos horas seguidas la voluntad fija, atrapado como está por miles de distracciones y de simplezas!
Sin duda son los egipcios los primeros que dieron un carácter mítico y sagrado al escarabajo. Se trata del conocido escarabeo que representaba al dios Khepri, con cabeza de escarabajo, que ellos asociaban al Sol en el momento de nacer (el escarabajo era el encargado de llevar el sol en el horizonte, empujándolo con sus patas ) y que se convirtió en uno de los amuletos más queridos y reproducidos de la historia, ya que incluso en la actualidad existe una industria impresionante de escarabeos que los turistas compran y los mismos egipcios no dudan en utilizar, mezclando épocas y creencias. Empujar el astro solar, él solo, ¡qué responsabilidad más grande! ¡Y no poder fallar ni un solo día!
Scarab beetle in Tomb KV6, Valley of the Kings, Luxor, Egypt. Photo taken by Hajor, Dec. 2001. Released under cc.by.sa and/or GFDL. Wikipedia |
Dada su presencia en todo el planeta, se entiende que todas las culturas se hayan referido a los escarabajos. A recordar una de las fábulas de Esopo, en la que un escarabajo escarnecido por un águila orgullosa, consigue, con la paciencia y la astucia del pequeño, hacer tambalear el poder no sólo del águila, sino del mismo Zeus...
Como decía, el escarabajo pelotero no se exhibe en el Zoo, pero seguro que cumple con su trabajo secreto entre los excrementos de muchos de los mamíferos residentes. Ejercen pues de basureros invisibles, junto a otros empleados municipales, y sin cobrar un duro, por lo que salen gratis al Ayuntamiento. Creo que merecerían recibir un reconocimiento público del alcalde que podría ser la escultura de un escarabajo con su bola de estiércol y con algún detalle solar para contentar a los nostálgicos de la mitología, escultura que debería estar bien puesta en un lugar vistoso de la ciudad (la Plaza Cataluña, por ejemplo), ni que sea para que las futuras generaciones, cada día más analfabetas como no se cansan de repetir los periódicos, conozcan la importancia y las virtudes de este entrañable coleóptero.
Siempre recordaré la última, primera y única vez que hablé con un escarabajo pelotero. Fue durante mi infancia, lo que explica sin duda la excepcionalidad del caso, ya que si es difícil hablar con animales de tamaños y familias cercanas a nosotros, como es el caso del mono, de la cabra o del burro que tantas palabras nos han dirigido durante los siglos por no decir milenios de íntima convivencia, aún lo es más que nos dirija la palabra un coleóptero de la rama de los peloteros, falto no sólo de cuerdas vocales sino también de cerebro a la manera de los mamíferos y de una boca capaz de articular sonidos comprensibles. Ya se sabe, sin embargo, que la infancia es una época excepcional en todos los sentidos, y no lo podría ser menos en un aspecto tan esencial como es el de la convivencia con los animales. Dijo aquel escarabajo, dirigiéndose por mi nombre de familia: "En verdad, en verdad, Rumbau, que habrá un día que hablarás de mí con más conocimiento de causa de lo que ahora haces. Que los humanos nos ignoren y nos condenen a la extinción ya es de por sí bastante grave, pero que además nos pisen siempre que nos encuentran por el camino, esto no tiene ninguna explicación -se refería sin duda a los cadáveres que había a su lado de escarabajos aplastados por las botas de los excursionistas que solían pasar por aquel camino-. Fíjate, sin embargo, que nosotros tenemos una memoria y un conocimiento de las cosas de la tierra que los humanos apenas sospechan. No crees que valdría la pena pactar con nosotros y adquirir así un poco de nuestra pequeña sabiduría?... "
Entonces no lo terminé de entender, pero ahora que me he enfrascado en la temática de los animales, comprendo el sentido profético de sus palabras. Una carencia, la nuestra, que aquel animal del campo entonces me recordaba, y que ahora intento paliar con la redacción de estos párrafos.
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