No podía haber empezado mejor la nueva temporada del teatro La Puntual: una representación del famoso Pulcinella de Nápoles a cargo de uno de los jóvenes titiriteros que se encargan actualmente de pasearlo por el mundo: Gianluca Di Matteo.
Fui a ver la obra el día del estreno (sábado 6 de septiembre) y la verdad es que disfruté de lo lindo. El teatro estaba lleno hasta los topes y el ambiente era propicio para este tipo de espectáculo, que requiere de un público mixto de niños y adultos, y una buena asistencia para garantizar la participación del respetable.
Gianluca Di Matteo es un brillante titiritero formado en la escuela napolitana de Bruno Leone y Salvatore Gatto, ambos maestros indiscutibles del género polichinesco. Una referencia de partida que obliga a mucho, pues es difícil superar el arte de estos dos virtuosos manipuladores. Pero tras ver el espectáculo, puede decirse que Gianluca sale muy airoso del reto, con un dominio extraordinario del ritmo y de las rutinas clásicas de Pulcinella. Todo un alarde de brillantez ejecutora.
Los personajes son pocos: Pulcinella y su amada Teresina –con cuyos bailes abre y cierra el espectáculo–; el perro que a diferencia del Punch and Judy aquí es “malo” y cumple con las mismas funciones del cocodrilo inglés; un señorito urbano que gustra cobrar en dinero y que recibe su paga merecida; y la Muerte con su caja de muertos. Con estos simples elementos, Gianluca Di Matteo urde cincuenta minutos de acción disparatada y de ritmo trepitante en los que los típicos juegos de Pulcinella se entrelazan con fluidez y suma gracia. Destaca un uso dulce y mesurado de la lengüeta, propio de la tradición napolitana, y el extraordinario dominio del ritmo, que convierte las diferentes secuencias de manipulación en verdaderas piezas de percusión sonora, lo que da un tempo al espectáculo ágil, eficaz y muy atractivo.
(Pulcinella en La Puntual)
Me gustó mucho la simplicidad del retablo, de tipo abierto, con una tela central y dos laterales, sin fondo alguno. Por encima del borde dónde está el escenario propiamente dicho del teatrillo, se levantan dos postes laterales de madera que sintetitzan la clásica boca de los retablos tradicionales, indispensables para el juego de golpes y persecuciones de los Guaratelle. En la representación del sábado, estos laterales fueron correctamente castigados por el típico sinfín de golpes que hizo que una de las cejas de Pulcinella acabara volando por los aires. Preguntado sobre cuán largo vivían sus títeres, el titiritero nos dijo que no más de cuatro años. Por si las moscas, detrás había un segundo polichinela a punto de suplir al maltrecho primer actor de madera, en caso de que los males fueran a mayores.
El contraste entre la sobriedad del retablo más la sencillez esquemática de los personajes, con el rico juego rítmico y musical-percutivo de la acción, dio alas al espectáculo, que encandiló a mayores y chicos. Felicidades pues a Gianluca Di Matteo y a La Puntual, por el acierto de programarlo.