Las elecciones se acercan. Los políticos andan albarotados y los ciudadanos no lo están menos, excitados por la campaña y sus excesos. Es una situación que conozco bien y en la que me gusta guardar distancias para no caer en las calenturas del día. Y para ello, nada mejor que reunirme un rato con mis amigos de la playa. Pasear con ellos por la orilla del mar es una de mis distracciones favoritas: me relajo y me sitúo respecto al Tiempo, pues a no otra cosa incitan estos dos futurólogos que conozco desde hace años y que siempre me sorprenden y maravillan.
Algo preocupado por la temperatura –cuando hace frío, no es tan agradable ir descalzo por la arena mojada donde rompen las olas–, los acabo encontrando y decido entrar en materia lo antes posible.
- ¿Cómo veis la campaña?
- Pues mira, Rumbau, a pesar de los ruidos y de las banalizaciones de estos días, creo que nos encontramos en una etapa decisiva. Aquí nos vamos a jugar los próximos años, que serán duros y cambiantes, pues no está el horno para bollos.
- ¿A qué te refieres? –le pregunto al doctor Mercadal, médico jubilado que junto con Bastides constiuyen el dúo de pensadores del futuro más heterodoxos que pueda imaginarse.
- Al momento en el que nos encontramos, de cambio total. Ya sabes que siempre lo hemos visto así y que hace tiempo que insistimos en este asunto, pero es que ahora las velocidades se han disparado. Fíjate que lo que ayer servía, y me refiero al ayer mismo, a la mañana siguiente, o sea hoy, ya está en desuso. La situación es tan grave, que se entiende que los políticos, que no saben adonde agarrarse, se inventen cualquier tontería para tener algo que decir. Y cuando hay tanta inseguridad, lo único seguro que funciona son las banalidades. Con ellas es difícil equivocarse. ¡Fíjate, si se están comportando como simples publicistas! Aunque no todos hacen lo mismo, por supuesto.
- Pero esto está provocando mucha desazón y cada día oigo más personas decir que esta vez van a abstenerse.
- Claro, pero eso ocurre porque estas personas creen que hay que escuchar a los políticos, un grave error. Hay que escucharlos, sí, pero de reojo, es decir, a medio oído y con música de fondo. Fíjate en lo que te digo: es tal el desbarajuste, que quién gane es lo de menos.
- ¡Ahora sí que me dejas patitieso!
Bastides, que escuchaba con atención lo que decía su compañero de paseo, intervino entonces:
- Lo que quiere decir Mercadal, y estoy totalmente de acuerdo con él, es que el margen es tan estrecho, que gane quién gane, tendrán que hacer las mismas cosas. Fíjate en Zapatero, como ha pasado por el aro. No, lo que importa ahora no es el día antes, sino el día después: ¿qué hará y cómo lo hará el que gane? Y eso no lo podemos saber hasta que las urnas hayan hablado y el agraciado (o más bien el “sacrificado vencedor”) empiece a actuar según parámetros y condicionantes que desconocemos. Sí, los grupos políticos se pelean porque detrás de las listas hay muchos intereses y sueldos a defender, pero pasada la tempestad, deberán enfrentarse a la situación. Y si no lo hacen con un mínimo de coherencia, un vendaval aciclonado se los llevará de un plumazo. Así están las cosas, Rumbau.
- Caramba… O sea que todo esta movida de las elecciones la encontráis una pédida de tiempo…
- ¡En absoluto, jamás defenderemos algo así! –salta Mercadal– La democracia se hace y se defiende votando, aunque sea cada cuatro años. Ya vendrán tiempos mejores y frecuencias distintas. Ya sabes que nosotros hemos pronosticado unos rtimos superiores de participación democrática, cuando existan varios parlamentos y senados trabajando todos en paralelo y al mismo tiempo. Eso ocurrirá cuando se haya proclamado la FEAA (la Federación Española de Autonomías Autodeterminadas). Pero por algo hay que empezar. El voto, por ahora, es soberano, nadie nos obliga a nada, y eso es importante. Pero esto no quita que sirva para poco desde el punto de vista operacional. Digamos que es más una necesidad de forma que de contenido. Pero las formas son fundamentales, y cada día lo serán más…
- Así es, lo has dicho muy bien, las formas son básicas, y aquí nos diferenciamos de los países que no aceptan la democracia. Allá ellos, así les van las cosas… Dirán que no sirve para nada, pero cómo se equivocan… Y en eso la religión católica nos ha sido útil: al encarnar la continuación del Imperio Romano, nos ha legado las armas legales para organizarnos según derecho, que es lo que Roma mejor hizo. Por eso la visita de Ratzinger ha descolocado a tanta gente: con su insistencia en recordarnos lo que está bien y lo que está mal, el rigor formal legislativo de los derechos y los deberes nos ha cogido por sorpresa a los que ya sólo pensábamos en el “viva la Pepa”. Fíjate en lo que dijo: verdad y libertad van juntas. ¿Quién usa hoy estas palabras? Desde luego, no la izquierda…
- Pero bueno, no me estaréis defendiendo al Papa ahora…
- Debo reconocer que he cambiado de parecer en este tema –dice Bastides muy serio.– No porque me haya vuelto católico ni religioso, sino por el sentido institucional y simbólico que puede llegar a ocupar la Iglesia, en su estructura apostólica y romana. Fíjate en lo que te digo: ¡romana!
- ¡Mercadal, estoy alucinando! –digo soltando una risotada al oir esta defensa del Vaticano.– Pero si vosotros mismos en vuestras predicciones ya lo habíais convertido en un museo y a la Basílica de San Pedro en un hotel para millonarios chinos y coreanos…
- Y lo acabará siendo, no temas, pues también ellos deberán financiarse, pero ha habido un cambio: el Vaticano, a través de este papa, ha descubierto la manera de perpetuarse. Ha encontrado una función adaptada al s.XXI: convertirse en una institución de referencia legislativa respecto a lo que está bien o está mal. ¿te parece poco? Por eso mantiene los ritos a rajatabla. Fíjate en los avances de la ciencia: la ingeniería genética está disparada, la nanotecnología vuela, la economía manda sin criterio, las televisiones insisten en su basurización, todo el mundo habla de nuevas especies, de países colapsados y de saltos evolutivos, y nadie piensa en el disparate caótico de un mundo tan desmesuradamente desregulado. La institución vaticana, aliada con posiciones de racionalidad democrática más otras religiosidades paralelas, buscará imponerse como paradigma de autoridad legislativa del mundo occidental.
- Pero bueno, ¿cómo va a ser un referente para las personas que ya no se sienten católicas, que cada vez son más? El divorcio de la Iglesia con la gente es abismal, lo dicen todas las encuestas.
- No será algo que se vaya a imponer, claro, sino que vendrá por si sola, ante la necesidad de unos referentes. Algo muy sintomático nos dice que las cosas están cambiando en esta dirección: el actual acoso del mundo anglosajón contra el Vaticano. De pronto, se levanta la veda para cazar a los curas pederastas. Una realidad archisabida (los párrocos con sobrina son un clásico bien asumido), que tradicionalmente ha sido encubierta por los poderes, de pronto se hace pública. Ya me parece bien, pero ¿no lo encuentras sospechoso? Es el mundo de la ciencia, de la economía, de los llamados “mercados” y de la tecnología el que descubre de pronto un enemigo que aparentaba ser amigo, la vieja Roma, con sus ritos paganos y sus ambigüedades morales, religiosas y teologales. Demasiada complejidad arcaica para estos representantes del pensamiento simple. Y fíjate, barrida la inteligencia de izquierdas que teóricamente era la que debería haber opuesto complejidad y madurez contradictoria al simplicismo anglosajón, tropiezan con quién menos se lo esperaban: ¡los curas del incienso, del latín y la sotana! Un mundo lleno de ambigüedades que se opone a la unidireccionalidad expeditiva de lo anglosajón.
- Pero, Bastides… ¡Eso es un giro a la derecha de mucha envergadura!
- ¿Derecha? Bueno, si lo quieres llamar así... Creo que por ahí vamos. Pero cuidado, porque los conceptos de derecha e izquierda están cambiando a marchas forzadas, y parece que es la izquierda quién todavía no se ha enterado… ¿Son los científicos y los especuladores de bolsa, los ingenieros genéticos y los informáticos de la telecomunicación, los investigadores farmacéuticos y los especialistas privados en seguridad, las fuerzas progresistas del mundo? Para la izquierda oficial, parece que sí. Nada oponen a estas fuerzas, al contrario, la entrega es total y absoluta. Las utopías de las redes sociales encantan a las juventudes que se sienten muy libres, que prefieren que soldados profesionales hagan el trabajo sucio en defensa de sus niveles de vida, aceptamos a los bancos como dipositarios de nuestros destinos y las felicidades de la farmacopea moderna conquistan los mercados sin oposición alguna. ¿Qué pintan aquí las izquierdas? Poca cosa. Pero en cambio, lo que sí cuenta y mucho es diferenciar el pensamiento complejo del pensamiento simple. La simplicidad, que no exige mucho esfuerzo y que sirve para el negocio rápido, nos lleva rápido al desastre. La complejidad es el único camino que nos queda. Y en este camino, lo que cuentan son las exigencias y las responsabilidades. Y el derecho penal para quiénes las incumplen.
- ¿Pero acaso os queréis oponer al progreso tecnológico y científico del mundo?
- Al contrario, somos unos impenitentes defensores del mismo, pero cuidado porque con los avances deben asumirse sus implicaciones, que son muchas y nos remiten a problemáticas complejísimas. La complejidad, Rumbau, es lo que importa.
- Hablas de complejidad, me parece muy bien. Pero el político debe gobernar, decidir, optar y ejectuar. ¿Cómo va hacerlo si todo es tan complejo? ¿No ves el peligro de que esta exigencia tuya sea más bien un impedimento a la acción y al gobernar?
- Has dado en el clavo. Pues en esto consiste el arte de la política: en ser capaz de pasar de la complejidad a la ejecución con responsabilidad. Es lo más difícil, no digo que no, pasar de la complejidad a la síntesis, pero para esto existe la profesión de los políticos. Y cada día se crean nuevos modelos. La industria no regatea esfuerzos en logarlo: mira los redenadores y los móviles, cada vez más pequeños y con más capacidades. Pues la política debe hacer mismo. Ya organizar una ciudad es un ejercicio tremendo, y de ahí la importancia de los alcaldes y de los gobiernos municipales. El problema son esos políticos que con cuatro ideas van directos a la ejecución, es decir, al fracaso seguro...