En estos
días de tensión en Cataluña, con la amenaza sobre nuestra cabezas de una Declaración
Unilateral de Independencia el próximo lunes, decidí que para establecer una
distancia con los dramáticos augurios, lo mejor era ir a la playa para charlar
con mi amigo Romà Bastides, el futurólogo de la Barceloneta. Lo encontré cuando
venía del Hotel Vela, en dirección al Puerto Olímpico, paseando como siempre
por la orilla del mar.
- ¿Has visto
cómo está el mono-tema, Bastides? Yo, francamente, cada día estoy más
preocupado.
- Y tienes
razón de estarlo, Rumbau. Es curioso haber comprobado como las sociedades
necesitan tensarse de vez en cuando, para situarse en posición de filo de la
navaja y sentir la catarsis irresistible de lanzarse al abismo. Unos saltarán
pensando que suben a las nubes del cielo independentista, los otros lo harán
directamente al infierno de la represión, felices todos de cumplir con los
papeles que les ha designado la pequeña historia humana de las pasiones. No
saben que en el Gran Teatro del Mundo son simples figurantes de tercer orden,
pura carnaza para contentar a los monstruos que cada tantos años necesitan
cobrar sus peajes.
- Pero aquí
todos ocupamos este fatídico lugar de los figurantes, Bastides...
- Sí y no.
Por supuesto que en una situación de desbarajuste social todos formamos parte
del sofrito histórico, aunque cada uno es libre de vivirlo a su manera. Piensa
que la sal, el aceite y los tomates de este guiso son las emociones desatadas y
enfrentadas. Por lo tanto, si quieres escapar de esta queimada catalana, la
única manera es escapar de las emociones.
- Estoy
totalmente de acuerdo, pero ¿cómo hacerlo cuando el incendio es generalizado?
- Aquí
tienes que aplicar tus teorías de la marioneta que tan bien conoces y que tantas
veces me has explicado: distanciarse e interiorizar las polarizaciones. El
peligro es cuando la polarización de vive socialmente, es decir, cuando se proyecta
uno de los dos polos fuera y te quedas con el otro. El contenido del polo es lo
de menos, pues aquí lo que cuenta es la tensión que se establece entre uno y el
otro. Cuando ello ocurre, ya está todo a punto para que estalle la chispa y se
prendan los fuegos. Ya se encargan para que ello suceda los pirómanos
profesionales con sus cerillas y sus incendios provocados.
- En esto
tienes toda la razón del mundo, Bastides.
- Fíjate que
si la polarización se traslada al interior, uno se lo puede pasar mal al
principio, pues vive el desgarro del conflicto en su propia persona, pero tras
los primeros instantes de desasosiego, y una vez se ha conseguido soportarlo,
la contradicción interna de convierte en una rica y dinámica paradoja de la que
hay que aprender a sacarle todo el jugo.
- Es verdad que lo que cuentas ocurre de alguna
manera con el teatro de marionetas, con una diferencia: en vez de interiorizar
la contradicción de las polaridades emocionales, el titiritero las exterioriza
y las encarna en los muñecos y en la escena. Se libera pues de ellas y, a la
vez, libera de las mismas al público. Situar la dinámica emocional de los polos
en conflicto fuera de uno a través de los títeres es como poner sobre una mesa de
disección las propias angustias, convertidas en objetos de madera que son y no
son, para así verlas, distanciarse de ellas, analizarlas y entenderlas para
quizás resolverlas.
- Muy bien
explicado, Rumbau. Y yo añadiría que para los que no somos titiriteros, a la
interiorización de la paradoja de la oposición irresoluble le falta un paso
todavía, que es el gesto creador de dar con algo nuevo que emerja de la
paradoja. Y aquí, cada uno lo hace a su manera, como diría Sinatra con su
famosa canción. Nosotros lo hacemos a través del futuro que vemos salir del
horizonte del mar, cuando paseamos por la playa, al practicar la futurología.
Tú lo haces con los títeres. El músico compone una partitura. El novelista
escribe una novela. Y a quién le gusta cocinar, lo hace con un guiso gustoso.
Pero fuera de estos procedimientos, no veo otros para resolver este tema, que
yo sepa.
- Creo que
tienes toda la razón del mundo, Bastides. Pero tendrás que reconocer que estos
procedimientos no son generalizables.
- ¿Por qué
no? Tendemos a pensar que la gente es tonta y yo cada día pienso lo contrario,
al menos con la que me codeo a diario. Fíjate aquí en la playa, todas estas criaturas
que vienen a pasar unas horas o la mañana entera a la playa, con su toalla y
con la única compañía del sol. Uno diría que hay aquí banalidad, indiferencia e
ignorancia. Y es todo lo contrario. Aquí se viene a vivir unas horas de vacío,
con el sol achicharrando nuestros conflictos emocionales, que no proyectamos
sobre nadie sino al mismo sol que nos quema, pues por algo es la hoguera original
de todos los fuegos, de modo que con un poco de paciencia y de vacío, uno
exterioriza sus emociones en nuestra estrella para que el sol las queme y así
nos dejen en paz. Yo, a los que se dejan poseer por las emociones de estos
días, les aconsejaría que fueran a la playa a tomar el sol y un baño, pues
además de quemar sus furores, disfrutarán de un día al aire libre y del agua
del mar, muy importante para la salud y las varices, Rumbau.
- Es una
buena idea, aunque dudo que nadie te haga caso.
- Lo sé, lo
sé, pues cuando uno se deja achicharrar por las grandes emociones de la
política y por los grandes momentos del "ahora o nunca", no hay quien
los detenga de lanzarse de cabeza al fuego. Pero qué le vamos a hacer, Rumbau,
si los humanos somos así.
- ¿Pero cómo
explicas esta necesidad tan irresistible que tiene la gente de polarizarse?
- No lo sé,
pero algo tendrá que ver la caída de las grandes verdades colectivas. Hace
apenas un siglo, todo el mundo vivía con la seguridad que daba el colchón
social y metafísico de la religión, que sustentaba el edificio entero. Con la
caída de este sostén, Occidente propuso primero los delirios del progreso, y tras
las dos guerras mundiales, el bienestar y los encantos del consumo, que
consiguen contentar o más bien atontar a todo el mundo. Pero fíjate que con la
crisis y la deriva actual de nuestras sociedades hacia la precariedad de las
clases medias y bajas, el colchón del bienestar también amenaza con irse abajo,
si no entero sí buena parte de él. Y de algún modo hay que llenar este vacío.
Lo ideal es partir del vacío que es el punto correcto e indispensable para
vivir en libertad, con las polarizaciones dentro utilizadas como trampolines o como
los nuevos generadores de energía y de vitalidad, como hemos dicho antes. Pero
el mundo está lleno de emprendedores dedicados a lo ajeno, convencidos de sus
verdades y que pretenden colonizarnos por dentro con sus sofisticadas técnicas
de márketing, ya sea con sus productos plásticos de usar y tirar, ya sea con
sus ideas colectivas que prometen solucionarlo todo.
- Eso que
llaman populismo...
- Supongo,
aunque esta palabra no me gusta nada. Con Mercadal preferimos hablar de
colonización mental. Y es que pasa una cosa, Rumbau, si uno no tiene una idea
propia, otro te la da o te la impone. De ahí lo importante de disponer de un
mínimo de vacío interior capaz de convertirse en un poco de espacio de libertad
para desde ahí lanzarse al arrojo de tener ideas propias.
- Ideas... Es
verdad que no abundan. Y quizás esto explique que cuando surge una con fuerza,
se implante en las mentes con facilidad. La independencia...
- Has dado
en el clavo, Y de ahí que me atreva a pronosticar que cuando una idea encarna
en una colectividad con tanta fuerza, la cosa se pone fea de verdad...
Me despedí
alejándome pensativo de regreso al Club, dejando que las olas del mar me refrescaran
los pies, la mente y el cuerpo entero.
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