domingo, julio 25, 2021

¿Un país sin solución, o la solución sin solución del no-consenso consensuado a la vuelta de la esquina?


Playa de la Barceloneta
Playa de la Barceloneta

Estimado amigo bloguero, a pesar de lo que me recomendaron mis amigos de la playa en nuestro último encuentro (decían así: ‘Llegan tiempo de euforia. Es la hora de callar’), no puedo resistir la tentación de no quedarme callado, tales son las cosas que pasan o, mejor dicho, que no pasan. En efecto, ¿dónde está la euforia? Con la llegada de esta quinta ola del COVID, en ninguna parte. Más bien regresa el pesimismo. Dicen los periódicos: ‘Hombre, ¡pero si en España está a punto de caer una lluvia de millones!’. Dudo que a los seres normales nos caiga una gota de estos millones.

Voy a la playa y ataco a los futurólogos, en la persona de Bastides, pues Mercadal se ha ido unos días con su sobrina a la casita de la costa.

—¿Cómo lo ves Bastides? ¿Crees que este país tiene solución?

Se queda pensando un rato, la mirada puesta en el horizonte del mar, el lugar por donde suelen llegar sus visiones.

—La tiene poca, Rumbau, pues hoy en día nadie se entretiene en buscar soluciones, sino en crear problemas y vocear las diferencias. Y la razón es de peso: por mucho que uno se esfuerce, las soluciones deben ser compartidas y bien sabemos que lo propio del momento es que las soluciones sean particulares, es decir, distintas y por lo general opuestas a las contiguas, de modo que no hay manera de consensuar solución alguna, pues todos tienen muy claros sus objetivos y sus soluciones, que siempre son distintas, verdaderas e irrenunciables.

—Pero no deja de ser ridículo que nadie baje de burro para hallar los puntos comunes de cualquier tema. Es infantil.

—Tú lo has dicho. Ni siquiera cuando hay emergencias graves se ponen de acuerdo. Fíjate en lo del COVID, cada uno peleando por su cuenta.

—Porqué todavía no ha llegado una crisis grave de verdad. Ya verás cómo las cosas cambian cuando esto suceda.

—Es verdad, nos estamos acercando a este punto, y las sociedades ya tienen previstos los mecanismos: estados de excepción y manu militare.

—Pues si que vamos bien…

—De todas formas, Rumbau, a veces hay que mirar las cosas desde su lado positivo, que siempre lo hay. Fíjate que esta situación de imposible consenso, de que todo el mundo vaya a la suya, es algo que venimos pronosticando desde hace tiempo. Estamos en una época de fragmentación, en la que nadie se pone de acuerdo con nadie. Todos tienen razón, la suya, claro, y nadie baja del burro. ¿Es esto negativo? Sí, si nos empeñamos en verlo como un problema a solucionar. No, si aceptamos que es imposible ponerse de acuerdo. Se trata de cambiar el chip, como dicen los jóvenes. En vez de verlo como algo negativo, lo podemos mirar como algo positivo: que cada uno crea lo que quiera y viva la pepa. Cuidado, no es cosa de risa. Si todo el mundo exalta sus verdades que son siempre distintas a las demás, al final el peso de estas verdades quedará forzosamente relativizado, y entonces, sin necesidad de llegar a acuerdos, se alcanzará el consenso del no consenso.  Una situación de stand by, que dirían los técnicos, este estado de parada forzosa de los aparatos para no gastar energía.

—Pues no lo veo como una gran solución, francamente…

—Es el futuro que nos espera. Y lo mejor que podríamos hacer es institucionalizarlo: aceptarlo como algo inevitable y valorarlo en positivo. De ahí que nosotros hayamos visto como lo más viable la solución polimonárquica: todos monarcas de sí mismos, cada uno con su especialidad temática. Las coronas siempre tienen algo de absoluto, con lo que se respeta el principio de la verdad universal de cada una, pero al haber miles de cabezas coronadas, se acepta también la pluralidad de las mismas como algo incontestable. Sin renunciar a lo absoluto, se acepta su radical relativización, y para manejarse entre tantas cabezas coronadas, lo mejor es regular de algún modo esta multiplicidad de absolutos. De ahí que hayamos visto los nuevos parlamentos polimonárquicos, así como la figura del Rey de Reyes que corresponderá a los monarcas de la vieja usanza, que ahora verán a su alrededor un guirigay creciente de nuevas coronas a las que tendrán que aceptar y reconocer.

—Caracoles, Bastides, lo has explicado muy bien pero no sé qué pensar sobre el asunto…

—No hay nada que pensar. Se acepta o no se acepta. Y si se acepta, dejas abiertas las puertas del futuro, para encauzar la multiplicidad, exaltar las diferencias y promover la creatividad exultante de tantas cabezas coronadas. ¡De cajón, Rumbau!

—¿Y las soluciones? Porque los problemas seguirán existiendo.

—Deberán encontrar sus modos de resolución en el nuevo contexto polimonárquico.

—Pero con este guirigay de miles de palos monárquicos, no habrá quién se entienda…

—Es justo lo contrario: lo difícil es que dos se pongan de acuerdo. En cambio, si son muchos, entonces hay que recurrir a complejos logiciales capaces de alcanzar una respuesta a la pregunta planteada. Desde luego se necesitará práctica y hasta que no se forme una nueva casta de funcionarios, salidos de las escuelas de gobernanza polimonárquica de Alcañiz y Reus, los cuales, por sus capacidades creativas dejarán de llamarse funcionarios —todos tendrán titulaciones de doctor para arriba—, no se podrá avanzar en estas importantes cuestiones. El nombre popular con el que serán llamados estos avanzados creativos de la organización social será el de Los llampecs de Reus, tal será su velocidad de acción resolutiva y la síntesis a la que habrán llegado.

—¡Admirable, Bastides!

—Lo es, Rumbau, aunque falta mucho para alcanzar estos estados avanzados de civilización. Cuatro o cinco décadas como mínimo.

—Y entretanto, ¿qué pasará con Cataluña y su Independencia?

—Pues lo de siempre: el stand by del que te hablé antes. El choque perenne contra la pared de lo imposible. Décadas de parón y decadencia. Tendrán que esperar a la emergencia polimonárquica que tendrá lugar en Valencia y Murcia, y solo entonces veremos como el nacionalismo a la vieja usanza, ese ‘nosotros’ inamovible de los creyentes en la patria catalana, se irá deshaciendo como un terroncillo de azúcar, mientras se va implantando el nuevo sistema de la soberanía individual o grupal de las cabezas coronadas: independientes, sí, pero uno a uno, y desde intereses temáticos particulares, compitiendo todos con todos en el conjunto peninsular, lo que activará el intercambio y la colaboración competitiva entre ciudades, comarcas, pueblos y regiones. Reyes, príncipes, princesas y pajes se intercambiarán entre los distintos linajes, afín de alcanzar más notoriedad y buscar sinergias acentuadas de colaboración, con lo que se despertará ese nuevo concepto geográfico del Mosaico Ibérico, que superará de una vez por todas las viejas rencillas, las deslealtades independentistas y toda la sinrazón separatista de los separadores, sean de uno u otro lado.

Realmente, tenía Bastides uno de sus días inspirados y quedé admirado de sus explicaciones. Para quien quiera saber más sobre el Polimonarquismo y sus extravagantes ideas, puede ver el blog sobre el Futuro donde se han publicado algunas de sus cartas (ver aquí)

Lo dejé a la altura del Hotel Vela y regresé a las duchas del Club, mientras sus ideas seguían dando vueltas en mi cabeza. ¿Estábamos realmente condenados al no-consenso consensuado de tantas verdades irrenunciables como cabezas coronadas habrá en el mundo?

1 comentario:

Anónimo dijo...

Debo confesar, que en esta ocasión me han gustado los argumentos de su amigo Bastides, Nunca había entendido qué era eso del polimonarquismo y ahora comprendo que en realidad no es más que un eufemismo para hablar de esta tendencia narcisista y de autoexaltación que acosa a nuestras sociedades. De algún modo,sería como una superación institucionalizada de este nuevo individualismo libertario y narcisista que seduce a tantos jóvenes y no tan jóvenes. Aunque me pregunto, ¿será capaz esta institucionalización de la pluralidad individualista de relativizar no solo el absoluto de sus verdades sino el narcisismo que los caracteriza? Quizás sí, y esas ideas de bombero del señor Bastides nos ilustren buenamente sobre las pintorescas realidades de un futuro que se parodia a sí mismo...
Gracias por su blog, tan curioso en tantos aspectos
Peter González