Impresionado aún por las imágenes
de los bisontes, con sus jorobas peludas y sus siluetas que nos transportan a
épocas antiquísimas de la humanidad, tropiezo con un cartel que dice ‘Terrario’.
Hum, pienso, aquí debe hacer más calor, y con ganas de protegerme un poco del
frío (esta visita se hizo en invierno), entro en un recinto oscuro, húmedo y cálido. De repente, me siento
transportado a una geografía tropical, tanto por el olor, que nos hace pensar
en una atmósfera putrefacta de selva, como por la acústica, ya que unos
altavoces escondidos emiten una banda sonora de pájaros y chillidos selváticos.
También noto enseguida la picadura de algún mosquito...
Veo un pasillo y, a ambos lados, una serie de vitrinas donde algunos niños y papás se detienen para observar su interior. Me acerco a una de las ventanas y, asombrado, veo un animal que parece salido de un agujero del tiempo. ¿Pero qué es esto?, me pregunto. Miro arriba y leo: Iguana Negra, América Central. ¡Una iguana! Ya no me acordaba de estos animales que son unos de los más extraños y curiosos que hay en la Tierra. ¿De qué época proceden?... Pregunta que se explica por su estampa arcaica, digna de figurar en un diccionario de bestias inventadas por ilustradores neogóticos amantes de la ciencia ficción. Son reales, sin embargo, y coexisten con nosotros, arrastran con sus cuerpos millones de años de historia del Planeta. Realmente, ¡qué reliquia de nuestra escalera evolutiva es este tipo de lagarto con cresta que parece un dragón, de piel arrugada como si llevara un traje viejo que le viene grande, capaz de llegar a los dos metros de longitud y de vivir hasta los 40 años!
Busco en las enciclopedias y me entero de que en toda Latinoamérica, la Iguana es un animal codiciado por la buena calidad de la carne y por el exotismo de la piel: constituye un plato regional de los más sofisticados en algunos países, y su cacería, prohibida en muchos lugares, los ha puesto en peligro de extinción. Y no sólo peligran por la cacería: cada vez disponen de menos hábitats adecuados para vivir, debido a la urbanización y a la deforestación galopante de estos países. ¿Tan importante es la iguana?, preguntarán algunos escépticos. Yo creo que sí. Unos animales tan antiguos, salvajes y tranquilos, que pueden convivir con los humanos y con otros compañeros de Reino (gatos, perros, monos, gallos...), que muestran un talante abstraído, distante y pacífico, independientes y concentrados en su mundo, no hay duda de que constituyen un modelo de comportamiento de lo más interesante e inspirador.
De hecho, en muchos hogares de la clase media americana la Iguana se ha convertido en un animal de compañía o "pet" estándar. El problema es que la mayoría viven encerrados en pisos y rodeados de niños mal educados y otros "pets" de lo más impertinentes que les hacen la vida imposible. Parece ser que cuando empiezan a crecer -ya se ha dicho antes que las iguanas pueden llegar a medir hasta dos metros-, devienen seres engorrosos que ocupan demasiado lugar, de modo que sus deshumanizados "papis" acaban lanzándolos a las cloacas o abandonándolos en cualquier esquina -esto si antes no lo han despachado de un tiro y se la han zampado.
Veo un pasillo y, a ambos lados, una serie de vitrinas donde algunos niños y papás se detienen para observar su interior. Me acerco a una de las ventanas y, asombrado, veo un animal que parece salido de un agujero del tiempo. ¿Pero qué es esto?, me pregunto. Miro arriba y leo: Iguana Negra, América Central. ¡Una iguana! Ya no me acordaba de estos animales que son unos de los más extraños y curiosos que hay en la Tierra. ¿De qué época proceden?... Pregunta que se explica por su estampa arcaica, digna de figurar en un diccionario de bestias inventadas por ilustradores neogóticos amantes de la ciencia ficción. Son reales, sin embargo, y coexisten con nosotros, arrastran con sus cuerpos millones de años de historia del Planeta. Realmente, ¡qué reliquia de nuestra escalera evolutiva es este tipo de lagarto con cresta que parece un dragón, de piel arrugada como si llevara un traje viejo que le viene grande, capaz de llegar a los dos metros de longitud y de vivir hasta los 40 años!
Busco en las enciclopedias y me entero de que en toda Latinoamérica, la Iguana es un animal codiciado por la buena calidad de la carne y por el exotismo de la piel: constituye un plato regional de los más sofisticados en algunos países, y su cacería, prohibida en muchos lugares, los ha puesto en peligro de extinción. Y no sólo peligran por la cacería: cada vez disponen de menos hábitats adecuados para vivir, debido a la urbanización y a la deforestación galopante de estos países. ¿Tan importante es la iguana?, preguntarán algunos escépticos. Yo creo que sí. Unos animales tan antiguos, salvajes y tranquilos, que pueden convivir con los humanos y con otros compañeros de Reino (gatos, perros, monos, gallos...), que muestran un talante abstraído, distante y pacífico, independientes y concentrados en su mundo, no hay duda de que constituyen un modelo de comportamiento de lo más interesante e inspirador.
De hecho, en muchos hogares de la clase media americana la Iguana se ha convertido en un animal de compañía o "pet" estándar. El problema es que la mayoría viven encerrados en pisos y rodeados de niños mal educados y otros "pets" de lo más impertinentes que les hacen la vida imposible. Parece ser que cuando empiezan a crecer -ya se ha dicho antes que las iguanas pueden llegar a medir hasta dos metros-, devienen seres engorrosos que ocupan demasiado lugar, de modo que sus deshumanizados "papis" acaban lanzándolos a las cloacas o abandonándolos en cualquier esquina -esto si antes no lo han despachado de un tiro y se la han zampado.
Creo que la iguana, como el
asno, la tortuga o el mismo cabrón, es un inmejorable animal de compañía, pero
para una época futura de la humanidad, no en las actuales condiciones de
estupidización masiva de las poblaciones. Su función básica será suministrar a
los compañeros de convivencia sofisticados modelos de embeleso, de
concentración y de lentitud vital, sobre la base de una emotividad finísima
propia de los animales de sangre fría. Se le puede considerar también como un
clásico catalizador para la práctica meditativa que busca la conciencia del
tiempo: la iguana, por su condición de fósil vivo de las primeras etapas de la
evolución, es una imagen arquetípica del tiempo que pasa y no pasa, tiempo que
deja su huella en los cuerpos de seres que nacen y mueren a lo largo de los
siglos, cuya piel muestra los rastros de su surcar los milenios. Desde el punto
de vista meditativo, la iguana nos habla también del vacío esencial lleno de
todo: su legendaria inmovilidad se puede romper en cualquier momento por un
gesto o un movimiento rápido y enérgico lleno de vitalidad. Su mirada, asimismo,
que parece perdida en los espacios de la memoria genética del Tiempo, está
cargada de una extraña potencialidad siempre a punto de explotar. En este
sentido, responde a unos mecanismos que tienen que ver con los movimientos
telúricos de la tierra, sísmicos y volcánicos, de los que nunca se sabe cuándo
se pondrán en acción.
Trazas y arrugas convierten a la iguana en un exotismo filosófico que nos mira con los ojos húmedos de los saurios. Bajo su capa de piel arrugada y todoterreno, ¿qué pensarán? Poca cosa, seguramente, pero la profundidad de esta "poca cosa" debe ser abismal. Conseguir hablar con una iguana, se entiende que en su condición no libre sino de cautiverio, que es cuando los animales hablan, debe ser una de las experiencias más apasionantes del futuro que nos espera. Debido al vidrio grueso que nos separa de ellas, en el Terrario no pude establecer ninguna conversación digna de este nombre, más allá del buen día y del adiós muy buenas. Más que hablar, tal vez se trate de aprender a pensar como ellas...
Saurios... También nuestro querido lagarto pertenece al suborden de los saurios, a pesar de no tener los vistosos atributos de arcaísmo que tienen los iguánidos. Nuestra lagartija mediterránea no es lo suficientemente exótica como para merecer una residencia en los zoológicos. Y, sin embargo, contemplarlas mientras toman el sol por la mañana, medio dormidas aún, es una de las experiencias más placenteras y extrañas que tenemos los que nos gustan estas cosas. Las veo encima de una piedra cambiando repentinamente de posición, y se diría que son segmentos de la piedra que han tomado vida y se mueven empujados por el calor del día. La finísima cola les da además una tonalidad grácil y sutil, de refinada elegancia. Tienen los reptiles, por su proximidad con el suelo sobre el que se mueven, una apariencia exterior que parece hecha de piedra, arena y pigmentos minerales. Debe tratarse de un efecto de mimetismo con el entorno, que los pinta con los colores y la textura apropiada para sentirse cómodos. Es lógico que estos animaluchos, que deben ser de los primeros que emergieron de los mares y empezaron a arrastrarse por el suelo, se hayan reflejado profundamente en su hábitat, como más adelante hicieron algunos que empezaron a trepar por los árboles y por las hojas adquiriendo el color verde. Cocodrilos, tortugas, lagartos, camaleones, iguanas... Los saurios, silenciosos y ectotérmicos, son, por lo general, una familia de animales fríos y distantes, pero entrañable para los humanos -salvo los cocodrilos, que a más de alguna señorita y señorito se han tragado-. Quizás no tienen muy buena prensa, pero los entendidos en animalidad conocen de sobra los valores silenciosos y más bien ocultos, por no decir ocultistas, de estas bestias, ¡que además cazan mosquitos! Para nosotros, unos vecinos a los que se les puede dejar la puerta abierta.
Trazas y arrugas convierten a la iguana en un exotismo filosófico que nos mira con los ojos húmedos de los saurios. Bajo su capa de piel arrugada y todoterreno, ¿qué pensarán? Poca cosa, seguramente, pero la profundidad de esta "poca cosa" debe ser abismal. Conseguir hablar con una iguana, se entiende que en su condición no libre sino de cautiverio, que es cuando los animales hablan, debe ser una de las experiencias más apasionantes del futuro que nos espera. Debido al vidrio grueso que nos separa de ellas, en el Terrario no pude establecer ninguna conversación digna de este nombre, más allá del buen día y del adiós muy buenas. Más que hablar, tal vez se trate de aprender a pensar como ellas...
Saurios... También nuestro querido lagarto pertenece al suborden de los saurios, a pesar de no tener los vistosos atributos de arcaísmo que tienen los iguánidos. Nuestra lagartija mediterránea no es lo suficientemente exótica como para merecer una residencia en los zoológicos. Y, sin embargo, contemplarlas mientras toman el sol por la mañana, medio dormidas aún, es una de las experiencias más placenteras y extrañas que tenemos los que nos gustan estas cosas. Las veo encima de una piedra cambiando repentinamente de posición, y se diría que son segmentos de la piedra que han tomado vida y se mueven empujados por el calor del día. La finísima cola les da además una tonalidad grácil y sutil, de refinada elegancia. Tienen los reptiles, por su proximidad con el suelo sobre el que se mueven, una apariencia exterior que parece hecha de piedra, arena y pigmentos minerales. Debe tratarse de un efecto de mimetismo con el entorno, que los pinta con los colores y la textura apropiada para sentirse cómodos. Es lógico que estos animaluchos, que deben ser de los primeros que emergieron de los mares y empezaron a arrastrarse por el suelo, se hayan reflejado profundamente en su hábitat, como más adelante hicieron algunos que empezaron a trepar por los árboles y por las hojas adquiriendo el color verde. Cocodrilos, tortugas, lagartos, camaleones, iguanas... Los saurios, silenciosos y ectotérmicos, son, por lo general, una familia de animales fríos y distantes, pero entrañable para los humanos -salvo los cocodrilos, que a más de alguna señorita y señorito se han tragado-. Quizás no tienen muy buena prensa, pero los entendidos en animalidad conocen de sobra los valores silenciosos y más bien ocultos, por no decir ocultistas, de estas bestias, ¡que además cazan mosquitos! Para nosotros, unos vecinos a los que se les puede dejar la puerta abierta.
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