Boa Argentina. Wikipedia. |
Aprovechando que ya estamos en
la zona de los seres de sangre fría (ver el capítulo anterior sobre la Iguana),
creo que es el momento indicado de centrarnos en las serpientes, estos animaluchos
que tienen tan mala prensa y que durante la larga historia de las culturas
humanas han sido objeto de poderosísimas proyecciones arquetípicas.
Basta con mirar cualquier diccionario de simbología y fijarse en la palabra "serpiente", para darnos cuenta de la tremenda carga simbólica que arrastran estos animales. De entrada, es importante recalcar el profundo sentido primigenio que siempre se les ha dado, al tener la mayoría de las cosmogonías existentes a la serpiente colocada en el origen del mundo y de los primeros dioses. Asociada a las Aguas del Caos, de la serpiente proviene del Huevo primigenio o simplemente vomita las primeras divinidades que acabarán sus días engullidas por la misma serpiente. Origen y fin del mundo, principio por tanto de vida y de muerte, de regeneración, de cambio y de mutación, se comprende que la encontremos enroscada en el bastón del caduceo, símbolo de la medicina, o que se la represente comiéndose su propia cola en la figura del uróboros, símbolo de la circularidad temporal y del eterno retorno. Para los psicoanalíticos modernos, representa la libido y los principios más básicos del instinto animal que nos conforma.
Busco por entre las ventanas del Terrario del Zoo y finalmente la encuentro. En realidad, lo que encuentro es el nombre, ya que me cuesta descubrir dónde se esconde el ofidio. Por fin la veo en un rincón. Una especie de cuerda hecha de una piel adornada de preciosas simetrías de colores apagados que yace enroscada, aparentemente inmóvil. Pero cuando me fijo un poco, me doy cuenta de que en realidad su cuerpo grueso y plegado se infla y se desinfla, casi imperceptiblemente, como una especie de ensaimada que se dilata y se encoge. ¿Respira o sólo está haciendo la digestión? Todo es un misterio en el animal que contemplo. Su indiferencia respecto a nosotros, los que la observamos, es fantástica y desconcertante. A su lado, las iguanas son animales histéricos que no paran de bailar y de charlar con nosotros. Lentitud y sinuosidad. Y una majestad insondable, al menos en los ejemplares más grandes. Supongo que en su existencia diaria y salvaje deben mostrar más actividad, pero aquí encerrados en la jaula de cristal del Zoológico, manifiestan el más profundo desprecio hacia la civilización de los humanos, de la que siempre han sido simbólicos saboteadores.
Estos reptiles del suborden de los ofidios provienen de épocas inmemoriales, cuando todavía los mamíferos eran un proyecto a medias de los primeros sinápsidos, de donde salieron tanto los reptiles como nuestros más antiguos antepasados de sangre caliente. Los científicos fechan la aparición de los ofidios hacia el Cretáceo, en una época en la que ya había un buen muestrario de dinosaurios esparcidos por los continentes que comenzaban a separarse. ¡Qué maravilla sería dar un vistazo a aquellas épocas arcaicas, de plantas exuberantes y de animales que parecen surgidos de una imaginación enloquecida y truculenta, pero inagotable. Fíjense en la increíble variedad de formas que los resucitadores oficiales de especies extinguidas nos dibujan o incluso dan vida a través de simulaciones o de los efectos especiales: ¡son de una originalidad abrumadora! ¿Pero quién lo ha inventado todo esto?, me pregunto asustado. No es el dibujante que lee la morfología de los huesos u otros restos fósiles, sino la misma naturaleza, pletórica de creatividad, la que nos maravilla por la riqueza de una tal diversidad de formas y estilos de vida.
Basta con mirar cualquier diccionario de simbología y fijarse en la palabra "serpiente", para darnos cuenta de la tremenda carga simbólica que arrastran estos animales. De entrada, es importante recalcar el profundo sentido primigenio que siempre se les ha dado, al tener la mayoría de las cosmogonías existentes a la serpiente colocada en el origen del mundo y de los primeros dioses. Asociada a las Aguas del Caos, de la serpiente proviene del Huevo primigenio o simplemente vomita las primeras divinidades que acabarán sus días engullidas por la misma serpiente. Origen y fin del mundo, principio por tanto de vida y de muerte, de regeneración, de cambio y de mutación, se comprende que la encontremos enroscada en el bastón del caduceo, símbolo de la medicina, o que se la represente comiéndose su propia cola en la figura del uróboros, símbolo de la circularidad temporal y del eterno retorno. Para los psicoanalíticos modernos, representa la libido y los principios más básicos del instinto animal que nos conforma.
Uróboro como símbolo alquímico. Wikipedia. |
Busco por entre las ventanas del Terrario del Zoo y finalmente la encuentro. En realidad, lo que encuentro es el nombre, ya que me cuesta descubrir dónde se esconde el ofidio. Por fin la veo en un rincón. Una especie de cuerda hecha de una piel adornada de preciosas simetrías de colores apagados que yace enroscada, aparentemente inmóvil. Pero cuando me fijo un poco, me doy cuenta de que en realidad su cuerpo grueso y plegado se infla y se desinfla, casi imperceptiblemente, como una especie de ensaimada que se dilata y se encoge. ¿Respira o sólo está haciendo la digestión? Todo es un misterio en el animal que contemplo. Su indiferencia respecto a nosotros, los que la observamos, es fantástica y desconcertante. A su lado, las iguanas son animales histéricos que no paran de bailar y de charlar con nosotros. Lentitud y sinuosidad. Y una majestad insondable, al menos en los ejemplares más grandes. Supongo que en su existencia diaria y salvaje deben mostrar más actividad, pero aquí encerrados en la jaula de cristal del Zoológico, manifiestan el más profundo desprecio hacia la civilización de los humanos, de la que siempre han sido simbólicos saboteadores.
Estos reptiles del suborden de los ofidios provienen de épocas inmemoriales, cuando todavía los mamíferos eran un proyecto a medias de los primeros sinápsidos, de donde salieron tanto los reptiles como nuestros más antiguos antepasados de sangre caliente. Los científicos fechan la aparición de los ofidios hacia el Cretáceo, en una época en la que ya había un buen muestrario de dinosaurios esparcidos por los continentes que comenzaban a separarse. ¡Qué maravilla sería dar un vistazo a aquellas épocas arcaicas, de plantas exuberantes y de animales que parecen surgidos de una imaginación enloquecida y truculenta, pero inagotable. Fíjense en la increíble variedad de formas que los resucitadores oficiales de especies extinguidas nos dibujan o incluso dan vida a través de simulaciones o de los efectos especiales: ¡son de una originalidad abrumadora! ¿Pero quién lo ha inventado todo esto?, me pregunto asustado. No es el dibujante que lee la morfología de los huesos u otros restos fósiles, sino la misma naturaleza, pletórica de creatividad, la que nos maravilla por la riqueza de una tal diversidad de formas y estilos de vida.
Ahora sabemos que todo ello es fruto de una agitada y competitiva combinatoria de los genes más aptos para imponerse y establecer nuevos rumbos de vida, a través de procesos complejísimos de interacción entre los mismos miembros de la especie, y con el entorno botánico, climatológico, geográfico y zoológico. Así la vida sobre el planeta y su expresión, la naturaleza, se ha ido desarrollando a través de millones de años, hasta llegar a la Cocacola, a los Cuatro-Cuatro Todo Terreno y al suculento negocio de los móviles y Smarphones. Cuando pensamos que esta fabulosa creatividad del Tiempo en mayúscula se ve hoy en día brutalmente escarnecida y saboteada por quien se supone es su máxima realización, el Ser Humano, no podemos más que lanzar un grito al cielo, tal es nuestra indignación. ¿Tan "poco animales" somos que no comprendemos que somos animales que procedemos y dependemos de los otros animales? Preguntas que muchos se deben hacer como yo pero que tienen poca respuesta.
Regresemos a las serpientes, y maravillémonos ante sus sistemas extraños de locomoción. Disponen de cuatro: el serpentín, hecho de movimientos ondulatorios que la hacen avanzar empujando las partes posteriores de cada una de las curvaturas; el rectilíneo, propio de las grandes serpientes de escamas abdominales que se aferran a la tierra y así avanzan como los gusanos; el acordeón, mediante contracciones y estiramientos de los músculos que lo rodean como un muelle; y el de lado, el menos común, propio de algunas serpientes del desierto, por el que levanta el cuerpo formando una espiral que se mueve de lado. Se dice que algunas de Asia y de Nueva Guinea incluso pueden volar. En realidad, lo que hacen es planear para dejarse caer con un buen aterrizaje. Claro, no tienen patas ni brazos, ni alas, ni plumas, ni orejas. Sí que tienen nariz, unos orificios para escuchar y una lengua bífida algo inquietante e impertinente. También algunas tienen veneno, que esconden detrás de los dientes, para inocularlo cuando muerden a su víctima.
Encantadores de serpientes del siglo XIX, en Marruecos. Wikipedia. |
Los encantadores de serpientes saben mucho de estas cosas: parece ser que les extraen el veneno para poder jugar con ellas. Qué trabajo más arquetípico es el de los que profesan este oficio, sin duda uno de los más antiguos del mundo: con su flauta, encantan nuestra libido profunda, representada por la serpiente, como actualmente se encargan de hacer la publicidad y los discursos políticos, que nos quieren bien sometidos a los hechizos del consumo y de la obediencia. Tenemos por suerte las serpientes siempre a mano, para recordarnos que tal vez la música nos puede amansar a veces, pero que los principios de vida son tan insondables y indómitos como lo son estas sierpes de sangre fría y movimientos rápidos. Sí, por mucho que se las quiera domesticar, mantienen la distancia y una indiferencia absoluta.
Las tenemos en el Parque Zoológico para podernos inspirar y aprender de sus sutiles y refinadas emociones, aunque cuesta verlas en acción, como antes he dicho. Pero quizás todavía es más útil observarlas en su estado de quietud, inmersas en profundidades insondables de pensamiento. Y es que a pesar de tener un cerebro en la zona de la cabeza, se diría que su inteligencia y su sensibilidad se esparcen y se identifican con el cuerpo entero, lo que justifica la lentitud de sus movimientos.
Muchas culturas han asociado las serpientes a las artes de la adivinación, como los mismos griegos. Sabido es que Apolo tuvo que matar a la serpiente Pitón para apoderarse de su sabiduría y presidir así el Oráculo. De ahí la palabra Pitonisa, la encargada de emitir el oráculo. Por otra parte, la palabra Delfos proviene de Delfine, que era el nombre del dragón mitológico que guardaba el Oráculo antes de la llegada de Apolo. Más tarde se le puso el nombre de Pitón, lo que indica que eran de hecho la misma divinidad.
Podemos decir, por lo tanto, que la serpiente habla y ha hablado a lo largo de la Historia más de lo que nos podemos imaginar, aunque lo hace con palabras herméticas y casi siempre referidas al futuro, mediante un procedimiento de transmisión mental o telepatía, por regla general a través de una pitonisa o de un intermediario capaz de captar sus ideas. Esta especialización a adivinar el futuro convierte a estos animales en francamente útiles para nuestra época, tan inmersos como estamos en el riesgo y la indeterminación. Tener una serpiente en casa y aprender a captar sus predicciones nos puede ayudar mucho a la hora de saber si hay o no que salir con paraguas, si tenemos que viajar en avión, tren o por carretera, o si nos hemos de creer a tal o que vendedor de maravillas. Creo que el futuro reservará a estos animales un lugar destacado en la topología global de nuestra breve e indispensable convivencia con los animales. Cada uno tendrá a su serpiente en casa, bien enroscada en su rincón, paseará por el jardín y por la noche vendrá a hablar contigo cuando te sientes en el sillón para descansar o cuando te tumbes en la cama para ver en la oscuridad las imágenes del devenir. Entonces se acercará a tu oreja y palabra a palabra, irá desgranando las complejas imágenes del destino de cada uno, nunca claras pero sí concisas y bien vestidas de múltiples significaciones, de modo que cuando la desazón nos apriete, podamos adaptarlas a las necesidades de cada momento.
Como puede verse, una gran responsabilidad es la que les espera de estos animaluchos milenarios que arrastran una exuberante carga simbólica que en muchas culturas antiguas se asociaba a la muerte, por lo que muchos romanos, como explica Ovidio, creían que la espina dorsal de las personas se convertía en serpiente dentro del sepulcro.
Esta ambigüedad de animal
asociado a la muerte pero también a la vida, a la adivinación y a un sinfín de
capacidades mágicas y curativas, hace que veamos a la serpiente con una mezcla
de maravilla y de circunspección. Se trata de un ser que hipnotiza y despierta
el éxtasis a sus víctimas, antes de clavarle la dentellada. Se entiende que
cuando contemplaba los diferentes ejemplares que viven en el Terrario del Zoo
de Barcelona, los mirara con una cierta aprensión, consciente de que detrás de
aquella inmovilidad aparente -la mayoría permanecían en la conocida posición de
cuerda enroscada- escondían particularidades ocultas y misteriosas, pero que a
la vez las viera con la excitación de
intuir sus poderosas aplicaciones simbólicas de futuro.
Pensé entonces que tantas simbologías asociadas a los inquilinos del Zoo otorgan a las sierpes unas características de seres que habitan en el mundo exterior, por supuesto, pero también en el mundo interior de nuestras imaginaciones inconscientes. Es decir, ver el espectáculo de los animales que nos rodean es también dar un vistazo a las profundidades abismales del psiquismo humano, que como es sabido se caracteriza por su capacidad de reflexión o de mirarse a sí mismo . De alguna manera, la entrada al Zoo abarata y ahorra a sus usuarios la necesidad de ir al psicoanalista, algo realmente positivo en mi opinión. Aquí sí que podríamos hablar de "inconsciente colectivo", el constituido por la fauna entera del planeta, nosotros incluidos, es decir, el constituido por el conjunto de otras formas posibles de crecer y ser. Dicho en otras palabras, los 'alocados sueños genéticos de nuestras células '...
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