domingo, enero 13, 2019

Fuera de los nacionalismos y de las ideologías: un marco para las diferencias




Cuando la confusión aprieta, suelo acudir a la playa para ver a mis amigos futurólogos. Lo hago a pesar del frío que estos días ha ocupado la Península, pues ya habrá comprendido el amable lector que esta manera tan curiosa de ver el futuro, paseando por la orilla del mar para situarse lo más cerca posible de la línea del horizonte, lo practican mis amigos haga el tiempo que haga, aunque a veces, en días de lluvia, el doctor Mercadal obliga a Bastides a quedarse en casa.

Frío en la atmósfera pero calor en la contienda; así podríamos definir la realidad política de nuestro país. Parece que los que viven de ella hayan abrazado la  condición de púgiles, pues estén donde estén, para ellos el lugar siempre es un ring. Se usa la palabra, desde luego, pero desde la razón verdadera e irreductible de cada uno, es decir, enfrentada a la del otro. ¿Y hay algo más cansado y aburrido que ver discutir a los políticos con las mismas palabras y la misma ambición de  someter al rival, no por convencimiento ni por el arte del raciocinio, sino por la fuerza de la potencia de voz o de las exiguas mayorías que da hoy el voto?

- Nosotros estamos ya en otro capítulo, Rumbau -me suelta Mercadal, nada más empezar a comentar esta saturación de la política.

- ¿Qué quieres decir?

- Pues que cuando se llega a estos niveles de colapso y de repetición, hay que dar un salto y situarse en otra fase, a poder ser un poco más avanzada en el calendario.

- ¿Y en qué fase os habéis colocado?

- Hace falta distancia y tiempo para llegar a entender lo que ocurre y relativizar las oposiciones que tan irresolubles parecen hoy. Y nosotros, al ser ya unos vejestorios, no podemos cruzarnos de brazos y esperar que el tiempo pase. Debemos adelantarnos y situarnos en un futuro avanzado, para analizar desde allí la situación.

A eso se dedican mis amigos en el día a día de sus paseos por la playa.

- ¿Y qué os dice esta posición avanzada?

- Que hay una enorme confusión en nuestros días, a causa de la poca claridad que existe sobre el quehacer político. Fíjate que vivimos en una época que podríamos llamar de 'libertades' que sin embargo no son reconocidas. Me refiero a la libertad de aceptar las diferencias y de dejarlas vivir y respirar a su aire, sin pretender homogeneizar lo que es diferente. El problema es que cada uno ve su propia diferencia, que busca afirmarse, pero no ve las que están a su alrededor, que tienen igual derecho a serlo. Pero para que unos y otros acepten las diferencias ajenas, debe ensancharse el marco de convivencia, capaz de garantizarlas. Pero también exige un cierto cambio de mentalidad, desde luego.

- Recuerdo que el otro día ya hablabais de esto, cuando postulabas la nueva tríada de Libertad, Diferencia y Fraternidad.

- Exacto. Y esto tiene más que ver con lo de la mentalidad que con la política. En lo social, el viejo lema de la Revolución Francesa, Libertad, Igualdad y Fraternidad, sigue vigente, cuando la igualdad se refiere a que la ley es igual para todos. Pero a lo que nosotros nos referimos es a algo más profundo, una nueva tríada que haga referencia no sólo a lo social sino también a lo personal. Y aquí se impone substituir la igualdad por la diferencia. Cambia de un modo radical el contexto. Hay que leerlo así: la Libertad de ser diferentes conlleva a la Fraternidad, algo nuevo, pues hasta ahora, lo diferente ha llevado a la separación. Mientras que en el viejo lema, la Fraternidad llega desde la igualdad: la libertad de los que son iguales es la base de la Fraternidad. Fíjate que así podríamos definir a los nacionalismos, hijos precisamente de la Revolución Francesa: fuera de los que somos iguales y por lo tanto fraternales entre nosotros, hay confrontación. Pues las igualdades comunes se enfrentan a las que son diferentes. De ahí la importancia y la necesidad de asociar la Libertad no a la igualdad sino a la Diferencia.

- Sí, en esto tienes razón, pues ser fraternales entre los que se sienten iguales no cuesta demasiado, es lo común, mientras que ser fraternales entre los que son diferentes, eso ya escuece más.

- Aquí en España, el problema se presenta en una doble vertiente: los nacionalismos por un lado, y las convicciones ideológicas por el otro lado. Ambas enardecen las diferencias sin aceptar la libertad de las ajenas, buscan la igualdad de ideas o de sentimientos para crear así sus fraternidades que sólo pueden ser parciales. Las defienden a capa y espada, con el enardecimiento de los poseídos por la verdad, sin aceptar la pluralidad de ideas y de sentimientos de pertenencia. Te dirán los convencidos de las ideas de que las suyas son las más avanzadas en relación al progreso  y que las otras a las que combaten son, por ejemplo, retrógradas, caducas, ancladas en decrépitas tradiciones, o al revés, demasiado avanzadas, extrañas, elitistas, etc. Los nacionalistas te hablarán de la patria, de la lengua, de la historia, palabras que pondrán en mayúscula, indicando así su singularidad (¡de Patria, de Lengua y de Historia sólo hay una!, exclamarán enardecidos), motivo por el que buscarán chocar contra las demás exaltaciones singulares. En ambos casos, estas fraternidades igualitarias se manifiestan como impostaciones que tienen su razón de ser en la Victoria Final, por la que luchan sin cuartel. Y cómo sucede en estos casos, los objetivos siempre justifican los medios empleados. De ahí la tentación totalitaria que se esconde en las pulsiones ideológicas o nacionalistas.

- Tienes razón, Mercadal, pero los convencidos te dirán que lo tuyo es un relativismo exagerado, incluso te lo tildarán de totalitario, pues es imposible aceptar tantas diferencias si no es por imposición.

- Y tendrán toda la razón del mundo, pues es evidente que pretender imponer el relativismo sería absurdo e imposible, una idea sin duda totalitaria.

- Pues entonces, ¿cómo ves tú la acepción de unas posturas tan difíciles de aceptar?...

- El tiempo y la cachiporra de  la Historia se encargarán, usando palabras que a ti tanto te gustan. O con los años y una caña, como diríamos en tiempos pasados. Pero además, piensa, Rumbau, que las cosas son más complejas de lo que parecen. Fíjate que a estas realidades de los nacionalismos y de las ideologías se juntan otras más prosaicas: me refiero a las élites y a los grupos de presión y de intereses que se sitúan detrás de estas pulsiones, para manipularlas y servirse de ellas. Y aquí es donde se constata si una sociedad ha alcanzado grados elevados de complejidad y de futuro o aún se halla anclada en las viejas pendencias de toda la vida. Pues si las élites, los creativos sociales y los grupos de presión se limitan a las pulsiones típicas de las patrias y de las revoluciones, habrá que esperar a que se quemen estos cartuchos, que suelen consumirse con dramatismo. Pero si, en cambio, buscan otras formas de singularizarse, desarrollando nuevas diferencias capaces de satisfacer sus necesidades de creatividad personal, social, política y económica, entonces se implantará de un modo natural el anhelado relativismo liberador, que para que funcione y se acepte, debe ser dinámico y generador de riquezas y de nuevas ilusiones, vocaciones y querencias de las personas.

- Pues todavía lo veo más difícil...

- No creas, Rumbau. Nuestras sociedades  modernas ya están yendo poco a poco por estos caminos. Todo este mundo de las start-ups y del emprendimiento empresarial y económico  es un claro síntoma de estos apuntes de relativismo y de descentralización de los proyectos y de las ideas de producción y socialización. Pero todavía se mueven en las órbitas de los grandes intereses, de los tópicos de siempre y de los centros de poder, de modo que carecen de suficiente potencialidad innovadora. Nosotros nos inclinamos por la emergencia de los polimonarquismos que llegarán a la Península hacia los años sesenta de este siglo. 

- Muy convencidos estáis de esta emergencia, Mercadal, pero yo francamente no lo veo tan claro...

- Porque te limitas a ver el presente y el pasado, sin enfocar el futuro. Es como si caminaras mirando atrás y al suelo, para no caerte, pero sin jamás mirar hacia adelante. Y cuando se mira enfrente, el futuro aparece y se inventa. ¿Acaso piensas que esos futuros que Google y los grandes centros de poder nos ofrecen no han sido inventados? No veas el dinero que han invertido para pagar a los visionarios que tienen a sueldo. Con una ligera desventaja: sus pautas de futuro llegan marcadas por las líneas de intereses de las compañías, que saben muy bien lo que buscan. De ahí que el futuro que nos ofrecen sea tan poco interesante, pues está apañado por esos intereses y por el pensamiento tecnológico que sustenta a estas corporaciones.

-  Esto es verdad, todas sus inversiones están puestas en la Inteligencia Artificial, que debe ser la panacea del futuro.

- En cierto modo, buscan el relativismo de las diferencias, pero sólo las ofrecidas por ellos o bajo los impulsos de sus intereses. De ahí este halo de modernidad futurista que tienen sus inventos y sus profecías. Nos ofrecerán un infinito consumo de las diferencias al que podremos optar y acceder a través de sus mecanismos de participación tecnificada. Será un relativismo totalitario, como decíamos antes, impuesto por los centros mundiales de poder y de control, en el caso de que se pongan de acuerdo en unificar sus ofertas, en caso contrario se establecerá en base a bloques de confrontación provistos de diferentes modos de instaurar y garantizar las diferencias, algo así como lo pronosticado por Orwell en su famosa novela 1984. 

Bastides, que aún no había abierto la boca, intervino entonces poseído por alguna visión que le llegaba del horizonte: 

- ¡En verdad en verdad os digo, que tienes toda la razón del mundo, Mercadal! Los polimonarquismos que nosotros vemos con tanta claridad llegarán sin que nadie se dé cuenta de ello y por la puerta de atrás, como suele suceder cuando se filtran las novedades que llegan para quedarse. Será un despertar de la creatividad catalana que por fin podrá liberarse de sus cadenas procesistas, pues el Procés durará buena parte del siglo XXI para quedar finalmente cristalizado en pequeñas formas sociales de unidades diminutas aunque siempre muy activas, perfectamente integradas en el mapa neomonárquico que despertará el furor innovador de Cataluña a cotas jamás alcanzadas. Será una verdadera revolución silenciosa que emergerá a la chita callando y que cambiará para siempre el paisaje de la Península Ibérica, ya preparada entonces para acoger y desarrollar en su seno las nuevas ideas de excitación de lo particular. 

Siguió perorando Bastides con inspiradas palabras sobre Poli y Neomonarquismo, estos emergencias sociales que ellos ven en el futuro lejano de la Península y que están destinadas a cambiar Europa y el mundo entero. Lo hizo mientras avanzábamos hacia el Hotel Vela, los pies mojados por un mar de olas largas y frías que tanto ayuda a hacer volar la imaginación de los futurólogos. Pero dejaremos esta cuestión para otro día, necesitada como está de mayores extensiones. De hecho, podemos anunciar desde este blog la próxima publicación de un nuevo paquete de cartas escritas por Romà Bastides a sus conciudadanos, tras aquella primera entrega que hizo en 2005 (cartas publicadas en catalán por Arola Editors con el título de 'La Colla de la Platja i el Futur de Catalunya'). Lo anunciaremos en breve.

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