Comprendo perfectamente que a más de algún lector le sorprenda el título que encabeza esta entrada. También yo lo encuentro caprichoso e incluso anodino, pues ¿a quién le importa que unos supuestos futurólogos se vayan o no de vacaciones? A nadie, desde luego. Pero si me he atrevido a ponerlo, es porque así me lo pide la larga charla que ayer tuve con mis amigos, los dos futurólogos de la playa, cuando les alcancé para tratar de nuestros temas habituales.
Fue un día magnífico, de sol espléndido y con un mar de los que Mercadal califica de "Costa Brava", transparente e insólitamente limpio de residuos, algo que suele ocurrir cada vez menos en pleno agosto, cuando el viento que aquí llamamos de "garbí" agasaja generosamente a los bañistas. En estos días especiales, solemos bañarnos más de lo habitual, pues sabemos bien que estos azares de la climatología son un regalo de los que nuestro estimadísimo Mar Mediterráneo cada vez es más tacaño.
Cuando nos encontramos, y tras los saludos habituales, les pregunté -sólo por cortesía, pues bien sabía la respuesta- si se iban de vacaciones.
- Por supuesto -me contestó muy solícito Bastides, lo que me sorprendió no sólo porque nunca los he visto irse de vacaciones sino porque al ser más bien parco en palabras, suele ser su amigo Mercadal quien responde el primero a mis preguntas-, por supuesto que nos tomamos vacaciones, pero ¡cuidado!, no lo vayas a entender mal, nuestras vacaciones o más bien diría yo, mis vacaciones -y lo dijo con una mirada de respeto a su amigo astrólogo, al que no quería incluir en ningún "nosotros" que pudiera ofenderle- no tienen nada que ver con esta idea de no hacer nada y de cambiar de hábitos, todo lo contrario, mis vacaciones consisten en seguir haciendo lo mismo de cada día, sin la menor alteración, paseando por la playa y dejando caer las interrogaciones en la línea del horizonte, pues ¿qué sentido tendría dejar de hacerlo? Para mí, ninguno.
- Ni para mí, Rumbau -añadió Mercadal, muy atento a las palabras de su amigo zapatero. Comprendí que su afirmación tenía más de cortesía que de verdadero convencimiento, y se le notaba que ardía en deseos de saber por dónde acabarían los razonamientos de Bastides.
- Pero bueno, ¿de qué tipo son entonces tus vacaciones? -le pregunto muy divertido ante el derrotero de su respuesta.
- Fíjate que si el Futuro es mi mayor preocupación, mal haría yo en despreocuparme del mismo, ni que sea por un día. No, Rumbau. Pero ¿significa eso que no paramos? En absoluto. En estos días de tanto calor nos tomamos ciertas licencias vacacionales en un detalle aparentemente nimio, pero para mí muy importante: ese apremio de la presión diaria del acontecer es detenido por la atención, que de pronto se vuelve entre perezosa e indiferente. Quiero decir: las visiones vienen, pues mal haría en no dejarlas venir, pero llegan y son recibidas sin entusiasmo aparente, con actitud vacacional, es decir, con una cierta desidia o llámalo indiferencia si quieres. Lo que me permite detener si no la óptica, sí las mecánicas reflexivas, las cuales se toman en efecto unas merecidas vacaciones. Ese relajo puede llegar a durar meses, fíjate si se alarga mi período vacacional, sin que importe que los aconteceres se sucedan con frenesí desmedido, da igual, lo que suele suceder, como si los acontecimientos esperaran mi indolencia para precipitarse en la locura del día a día, pero yo sigo con mi óptica relajada, dejando pasar al tiempo de las prisas, hasta que el mío, me refiero al tiempo mío, se cansa de no hacer nada y de vacacionarse, y decide sumarse a la marcha del que pasa por la calle, lo que de inmediato se traduce en un raudo encendido de motores.
- ¡Admirativo al cien por cien!`-exclamó Mercadal, atónito y maravillado por las explicaciones tan sutiles de su amigo.- Me sumo a tu perspectiva, aunque debo decir que al proceder mis visiones de una realidad de dos dimensiones, pues las cartas astrales que uso para mis interpretaciones son planas, varía también la dimensión temporal de las mismas, de modo que lo que para ti son vacaciones de atención lenta, para mí lo son al revés, de atención desmesurada, pues bien sabido es que la disminución de las dimensiones visuales aumenta la imaginación que provoca en nuestra mente, para así remediar la carencia. Dicho en otras palabras, la actitud vacacional en la práctica astrológica no hace más que multiplicar la imaginación visionaria, como si la atención esperara estos momentos de silencio y de descanso para aumentar el volumen y la amplitud de sus visiones. ¿No es eso increíble?
- ¡Lo es, Mercadal, lo es, y por eso podemos decir al cien por cien que ambos nos vamos de vacaciones cuando llega agosto, aunque sea para hacer más de lo mismo, tú en un sentido aumentativo y yo disminuido, lo que se traduce en una compensación y en unos resultados a veces bien paradójicos, pues bien sabido es que la intensidad visionaria, por muy buena que sea, nubla la claridad de las imágenes, mientras que en una situación de lentitud receptiva, se suple la carencia con la claridad, con lo que en el fondo nada cambia. ¿No es esto extraordinario?
Realmente, estaba admirado de cómo aquellos dos viejos le estaban dando la vuelta a mi pregunta, sin saber a ciencia cierta si en el fondo no se estarían divirtiendo a mi costa. Pero no era éste el talante de mis amigos, educados y solícitos "al cien por cien", como ellos mismos dirían. No, simplemente mi pregunta les había despertado una interrogación a la que gustosos se habían entregado, dando con respuestas a cuál más curiosa y bizantina.
- Las vacaciones, Rumbau, son importantes, qué duda cabe, incluso diría mucho, pero para las personas que trabajamos en cosas propias, quiero decir, en cosas que no nos son ajenas, el detenimiento de la actividad se traduce en una disminución del ruido ambiental, como si bajara el tráfico de la ciudad, como en efecto ocurre, lo que en mi caso permite bajar el ajetreo visionario y así gozar de una óptica mucho más refinada, de una nitidez escalofriante, y, en el caso de Mercadal, al revés, aumentar este ajetreo hasta cotas que jamás alcanzarían las dos dimensiones de los planos astrales bajo el acopio de la polución pluridimensional de las épocas no vacacionales. Nuestras vacaciones se comportan al modo de la naturaleza más elemental, cual es la parasitación de las demás vacaciones, pues así es como actuamos, del mismo modo que los camareros y los empleados de los hoteles se suben a lomos del turismo, para hacer ellos su propia temporada vacacional a base de trabajar, para luego invertir los turnos y dejar de hacerlo al llegar la época del paro estacional. ¿Lo entiendes?
- ¡De cajón, Bastides, de cajón! -exclamó Mercadal, asombrado de los arranques de su amigo, normalmente parco en palabras.- Se nota que estás de vacaciones y que gozas de una visión clara y limpia, como el día de hoy que nos regala con este mar tan transparente, y te doy la razón en todo aunque en mi caso suceda al revés, y la intensidad de mis visiones me esté dejando casi sin habla...
Desconcertado con sus palabras, me quedé yo también sin saber qué decir, como parecía haberle ocurrido al doctor astrólogo, aquejado por lo que él llamaba el "asalto imaginativo" de las dos dimensiones. Pensé entonces si acaso no vivíamos todos inmersos en un mundo de tres dimensiones reducidas a dos, viendo la realidad en un plano, motivo por el que nos pasamos el día delirando e inventando lo que vemos, metidos en trabajos que nos son ajenos y por ello mismo perdidos en un galimatías de puntos, rectas y círculos del que no entendemos nada. Mientras que si viéramos la realidad con sus tres dimensiones, quizás gozáramos de más tranquilidad y nitidez, lo que nos abriría los horizontes de otras dimensiones ocultas y aun más ricas, y de las que quizás fuéramos más dueños...
Me alejé de la playa más pensativo que nunca y con ganas de volver a encontrarme con estos dos tan entrañables como delirantes amigos.
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