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Por fin ha sucedido lo que todo el mundo esperaba: la
declaración de independencia de Cataluña. Ocurrió el viernes 27 de octubre, y la
noticia estalló en medio de la sociedad catalana como una bomba de incalculables
consecuencias: como si de un hachazo se tratara, partió el país en dos. A
continuación, llegó la votación del famoso 155 en el Senado, y una nueva bomba,
que Rajoy tenía escondida en el bolsillo, estalló: convocatoria inmediata, para
el 21 de diciembre, de elecciones autonómicas. ¡Inaudito! Han pasado apenas dos
días de estos sucesos, y Cataluña ha recobrado de pronto la calma que muchos
ansiábamos, después de haber sido prisioneros de un Procés decidido a llevar al
abismo la convivencia entre los catalanes. Es como si sobre Cataluña hubiera
caído de pronto el pesado manto de la ley tapando el incendio de la nonata
República Catalana. Atónito y aún en estado de shock por los tremendos vaivenes
emocionales que hemos vivido unos y otros, acudo a la playa a encontrarme con
mis amigos los futurólogos de la Barceloneta, siempre atentos aunque indiferentes
a la actualidad, volcados como están en el futuro.
- ¿Pero habéis visto todo lo que ha pasado?
- ¿El qué?, pregunta Bastides con la expresión de quién
acaba de bajar del huerto.
- Hombre, ¡se declara la República Catalana, se suspende al
Govern y se convocan elecciones al Parlament para el 21 de diciembre! ¿Te
parece poco?
Ambos, Bastides y Mercadal, se miraron con misteriosa
complicidad.
- Debes comprender, Rumbau, que al estar inmersos en los
cruciales acontecimientos de principios del siglo XXII, lo de estos días nos
queda muy lejano. Pero si regresamos a la actualidad, yo diría que, en efecto, el
Tiempo ha tomado como siempre las riendas del devenir y que los desenlaces se
precipitan. Creo que estamos a punto de cruzar umbrales importantes.
Junto a los dos futurólogos, estaban en esta ocasión sus
amigos del lunes, Paquito, profesor de historia en un instituto, Corominas,
periodista jubilado aunque medio en activo, y Conchita, una estudiante de
antropología fascinada por los debates de aquel grupo de viejos eruditos de sus
cosas. Todos ellos muy interesados en el tema del futuro, por supuesto.
- ¿A qué te refieres, Bastides, con eso de los umbrales? -preguntó
Conchita.
- Hace tiempo que intuimos que nos estamos acercando a
aceleraciones históricas importantes. Momentos que son como nudos del tiempo en
el que líneas diversas y contrapuestas del devenir se lían y se enzarzan entre
sí como si quisieran pararlo, al tiempo, y elevarse hacia absolutos para los
que necesitan satisfacerse con esta exaltación de la conflictividad emocional a
modo de catarsis de la Historia, bajo la forma de grandes fuegos purificadores
que sin embargo, en su pequeñez humana,
no dejan de ser fuegos fatuos que como todos los fuegos, queman, consumen
y se apagan. Y es que al tiempo no hay quién lo pare ni quién lo pueda
domesticar, por mucho que se insista, sobre todo si quién lo pretende es una
fuerza colectiva muy bien compactada. Y éste es uno de sus misterios más bien
guardados, pues se ignora a veces que el devenir sólo se deja aprehender y
cabalgar cuando quién lo acosa es un individuo, pues el carácter libertario del
tiempo, que necesita siempre tener al azar a su lado y gusta de hacer lo que le
da la gana, sólo se entiende con la persona individual que también es libre y actúa
en consecuencia. Entonces, ambos, persona y tiempo, se compenetran y avanzan
aunque sea sin avanzar, al unísono y con total entendimiento.
- ¡De cajón! -afirmó Mercadal que no se perdía una palabra
de su amigo.
- Pero cuando quién busca cabalgar al Tiempo es un colectivo
compactado, cargado de una emoción doctrinal, el Tiempo se lo saca de encima,
si no a la primera, a la segunda o a la de tres. Y es posible que haya ocurrido
algo parecido con el movimiento independentista, que se ha configurado como una
aglomeración compacta de individuos muy orquestados en una única voz, algo muy
poderoso, especialmente en épocas anteriores, cuando estas fuerzas colectivas
se imponían en el mundo. Pero hoy, cuando pretenden cabalgar al Tiempo y
subirse a su ola, éste se los saca de encima con la violencia del équido que
rechaza al jinete que no es uno sino muchos. Es un drama cósmico, Conchita, lo
que está ocurriendo estos días en Cataluña, por mucho que lo veamos como una
batalla de emociones y de sentimientos patrios. El Tiempo manifiesta así su
naturaleza ácrata y libertaria, ignora las banderas y se ríe de quiénes quieren
maniatarlo según sus intereses.
- Cósmico o cómico, Bastides, pues la cosa, si no fuera tan
dramática, muchas veces es de risa -interrumpe Corominas, siempre atento a los
lados jocosos de sus amigos futurólogos.
- El Tiempo... Es curioso eso que dices, Bastides, cuando
siempre se ha considerado a Saturno el dios maléfico de los impedimentos, de la
lentitud y de la ley -dijo entonces Mercadal, gran amante de la astrología-. Y
aquí me atrevería a hablar de dos maneras diferentes de ver al Tiempo, una desde
la óptica del individuo que es capaz de percibir, conectar y entenderse
directamente con él, como tú has explicado, y otra desde la óptica de las
comunidades que lo viven como la imposición de lo inevitable, del destino al
que no podemos escapar. Un tiempo libertario y creador, el de los artistas,
aventureros y de los que van a su aire, en un caso, y un tiempo de disciplina y
rigidez, que impone la ley, en el otro caso. Y fijaros que estas elecciones
catalanas se han convocado para el día 21 de diciembre, que es justo el día
después en que el planeta Saturno entra
en el signo de Capricornio, es decir, cuando entra en su casa natural,
de modo que sus rasgos disciplinarios e impositivos van a manifestarse sin
resistencia alguna.
- ¿Significa eso que aquí se acaba el proceso de la
Independencia? -preguntó Paquito, inclinado sentimentalmente al independentismo
aunque él lo sitúa en un futuro lejano.
- Eso no lo sabe nadie, Paquito, aunque todo apunta a que
las ilusiones sin fundamento lo tendrán difícil para sostenerse, pues Saturno
no lo va a permitir. Y sería el momento para sentar unas bases sólidas a la
idea catalanista, ajustadas a la realidad, pues el momento en el que nos
encontramos quiere ir al grano y tocar de pies al suelo.
Bastides, que escuchaba con atención y sumo respeto a su
amigo astrólogo, intervino entonces.
- En verdad en verdad os digo que los tiempos que se avecinan
deben encajar dos necesidades perentorias: de un lado, si no queremos irnos al
carajo pronto, hay que encontrar nuevas ideas distintas a las actuales para que
las sociedades evolucionen a estados más avanzados de lo que hoy se llama sostenibilidad
y gobernanza; pero del otro lado, estas ideas deben asentarse sobre bases
sólidas para que puedan enraizarse en la realidad. Y eso afecta de lleno al
catalanismo, hoy desvirtuado al estar sometido a la idea separadora del
independentismo, y afecta también a la idea de España, que no puede continuar
negando su realidad diversa y periférica. Y aquí es donde podríamos estar
cruzando los umbrales que antes hemos comentado con Mercadal: el inicio de una
nueva fase histórica del país en la que se vaya de verdad a una
descentralización acordada e inteligente, capaz de alcanzar los nuevos
paradigmas de las identidades múltiples.
- ¿Te refieres a este tema eterno de confundir las partes
por el todo? -pregunté, interesado como estoy por este asunto.- Eso es lo que
hacen los nacionalismos, que siendo una parte de la sociedad, consideran que
son el todo que debe imponerse.
- Exactamente, Rumbau, eso que tú llamas la alteridad y que
te gusta tanto relacionar con el teatro de títeres, es uno de los puntos clave.
De hecho, el catalanismo nace y se sitúa en el corazón de esta temática, pues
su lucha ha sido siempre la de afirmarse como diferencia en la España igualitaria.
De ahí que en su actual deriva independentista, al negar la alteridad interior
de Cataluña, que es su parte española, y al tomar la parte por el todo, buscando
imponer la independencia sin tener una mayoría suficiente para ello, ha
desvirtuado el sentido más profundo del catalanismo, que no es otro que la
defensa y el respeto de las alteridades dentro de un todo. Por eso lo urgente
en este momento sería elaborar las bases de un nuevo catalanismo que aceptara las
diferencias del todo que es Cataluña, buscando los denominadores comunes de la
convivencia en su seno, sin despreciar sus partes complementarias aparentemente
contradictorias.
- Ese fue el catalanismo de Tarradellas, y también el del
primer Maragall -indico yo, muy interesado en las ideas de Bastides-. Él propuso
un catalanismo abierto a todas las culturas dentro de Cataluña y también fue amigo
de España, buscando complicidades con
otras regiones, o elaborando proyectos como el de la euro-región que cosía acuerdos
con Valencia, Aragón, Baleares y el sur de Francia. Era un catalanismo que no
buscaba crear nuevas fronteras sino al revés, eliminar las existentes, y que
profundizaba en la idea europea con fecundas visiones de futuro. Pero ya sabemos
cómo acabó, atacado por los nacionalistas y por todo el mundo, incluyendo a los
mismos socialistas...
Corominas, que conoció bien al malogrado ex-presidente,
intervino entonces:
- En eso tienes toda la razón, Rumbau. Maragall encarnó un
catalanismo sano y abierto al futuro, y fruto del mismo es su gran logro, esas
Olimpiadas del 92 que con el espíritu tolerante, de colaboración y de abertura
que mostraron los barceloneses hacia los visitantes, conquistaron al mundo,
situando Barcelona en el palmarés de las ciudades que cuentan.
- Es también el catalanismo de los grandes artistas geniales
que ha dado este país, capaces de crear obras muy singulares pero que interesan a todo el
mundo. El caso de Gaudí es el ejemplo clásico, con una Sagrada Familia que es
uno de los edificios más visitados del mundo, o el caso de Dalí, de Miró y de
tantos otros artistas creadores que han modelado la cultura de Cataluña. Todos
ellos únicos y profundamente contradictorios. El pujolismo arrasó con este
catalanismo abierto, al crear separaciones donde no debería haberlas: el buen
catalán del mal catalán, la lengua catalana enfrentada a la española, el
nosotros frente a ellos..., mientras él iba haciendo su dinerito. Un desastre
que nos ha llevado a la situación actual.
Bastides, que escuchaba con atención, dijo:
- Por eso es importante ahora elaborar un nuevo catalanismo
que recupere aquellas virtudes de la época de Maragall así como de las épocas
más fecundas que ha dado la creatividad catalana.
Conchita, que al ser estudiante de antropología se hallaba
realizando un trabajo de investigación sobre el independentismo, añadió:
- Pues no sé si será fácil lo que dices, Bastides. El
Independentismo parece muy fuerte y consolidado.
- Quizás en eso nos equivoquemos, Conchita -contestó
Bastides, siempre muy respetuoso con la única joven del grupo, a la que quería
mucho-. Fíjate que lo que aglutina a las masas que se han insurreccionado estos
meses son cuatro ideas muy simples. Una es la Independencia, idea que ellos ven
repleta de sentido, pero que en realidad está vacía por dentro, pues sólo se
sostiene por sus ropajes emocionales e ilusionantes, por una promesa de futuro
sin sostén real alguno, pues Europa no está hoy en día por estas labores de
crear nuevas fronteras interiores. Las otras ideas son todas de corte reactivo
y negativo: España nos roba, España es un país fascista, el PP es toda España,
nosotros somos más buenos y europeos que los españoles, etc. Lo cual nos indica
la fragilidad interior del movimiento: su principal idea es como un globo que se
alza triunfante pero que tarde o temprano va a reventar, como un Ícaro que volara
al sol de la Independencia. Y sus otras ideas de corte reactivo son
simplificaciones y falsedades huecas, que no sostienen el más mínimo análisis
objetivo. Y tienen en contra algo muy importante: para defender su idea, no les
importa envenenar la relación con la otra mitad de la población catalana que no
quiere dejar de ser española. Ésta es su gran debilidad, su "pecado
original" que mina el movimiento ética y jurídicamente, y que traiciona al
viejo catalanismo integrador de los años setenta. Estar dispuesto a romper la
convivencia de un país por un ideal que además no se sostiene por sí mismo, es
algo que no tiene futuro y que jamás obtendrá el reconocimiento que buscan, ni
local ni internacional. Por eso te digo que el Independentismo es muy fuerte
como movimiento de masas pero a la vez muy frágil en su consistencia. Se anima
y se hincha cuando el juego de acción y reacción se inclina a su favor, pero
eso conduce al victimismo, al que se puede recurrir durante un tiempo pero que
se gasta por cansancio.
- La "matraca independentista" que decía el
compañero de celda de uno de los Jordis -apuntó el irónico Corominas.
- Resumiendo, Bastides, ¿cómo veis entonces estas próximas
elecciones?
- Son un punto de inflexión, esto es seguro. Los resultados
estarán muy reñidos, pues la realidad es tozuda y las mayorías están repartidas
y el país dividido en dos. De modo que
nunca se sabe lo que puede pasar. Pero muy me temo que la balanza puede
inclinarse esta vez del otro lado, y que los independentistas pierdan el
espacio de confortabilidad que siempre han tenido. Provocaría una depresión
nacional, eso es seguro, pero sería la base para iniciar otros recorridos con
vistas al futuro mucho más interesantes. En el caso contrario, la victoria de
los independentistas sería un déjà vu
que por pura necesidad retórica, no podría reproducir el mismo discurso,
obligado a buscar otros caminos, al estar cerrado el de la confrontación con la
otra media parte del país.
Mercadal intervino entonces del siguiente modo:
- Para mí, que haya sido Rajoy el convocante de las
elecciones es un punto muy importante. Creo que Puigdemont se equivocó profundamente al no
hacerlo él cuando pudo, el día anterior al de la proclamación. Quién convoca
establece de algún modo las reglas de juego, aunque éstas deban adaptarse a la
legalidad. Los independentistas hubieran mantenido el gobierno en pie y desde
aquí podían controlar los tiempos y los contenidos a placer. Esta potestad la
perdieron absurdamente y se la sirvieron en bandeja a Rajoy. Y permitió una
justificación aún mayor al denostado 155, al satisfacer un deseo mayoritario en
Cataluña de rebajar la tensión y poner las urnas. Insisto, lo que se ha impuesto
y aún se impondrá más en estos meses que llegan, es el peso de la ley, un peso
al que será muy difícil que los independentistas puedan resistirse, al no
ofrecer a cambio ninguna otra ley capaz de generar orden, sino al revés, sólo pueden
ofrecer desorden. El victimismo subirá muchos enteros, pero de él no podrá salir
un programa electoral ni tampoco seguir entusiasmando más al grupo de los
convencidos. El pesado manto de la ley ha caído sobre Cataluña.
Palabras con las que acabo este paseo por la playa tras los
dramáticos días vividos en Barcelona, esta ciudad que gusta tanto de estar en
el centro de la atención mundial, para bien y para mal.
1 comentario:
artículo esclarecedor como pocos. De algún modo, permite ver la situación desde la distancia que la filosofía, o sabiduría popular ofrece. Me ha encantado Toni! Y qué envidia de amigos futurólogos !
Yo los pondría de presidentes ya! ;)
Gracias!
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