Esta pregunta me la voy haciendo día tras día sin encontrar
a nadie con una respuesta convincente. La situación sigue tan complicada o más
que nunca, según se mire, pues con los resultados de las elecciones en Andalucía
se introducen nuevas variables que tienden a echar más leña al fuego. Y
mientras todo el mundo se desgarra las vestiduras con la entrada de Vox en el
tablero español, los nacionalistas catalanes más convencidos parecen estar
encantados, pues ahora por fin podrán esgrimir razones de peso, según ellos creen,
sin darse cuenta de que no están más que cavando su propia tumba.
Voy a la playa, pues necesito hablar con mis amigos
futurólogos, que suelen ver las cosas con distancia y sus ideas siempre son un
alivio de relatividad y sosiego.
Los encuentro frente al Club Natación Barcelona. Veo a Mercadal
y a su lado a Bastides metido en uno de sus silencios contumaces. Con ellos van
también Corominas y Paquito, los dos muy preocupados, caminando descalzos por
la orilla del mar.
- Buenas tardes a todos. ¿Qué os pasa que os veo tan
cejijuntos?
- Bueno, la situación está muy complicada… -dice Paquito,
profesor de historia en un instituto y independentista moderado. Parece
asustado…
Mercadal me aclara la situación:
- Están preocupados por lo del viernes 21. Pero yo les digo
que de nada sirve preocuparse, pues lo que tenga que pasar pasará, como siempre
ocurre, y sanseacabó.
- Pues yo no lo veo tan claro, Mercadal –dice Corominas–,
por primera vez veo peligros que antes no existían, y el ambiente está muy
caldeado…
- Y tienes razón, ¿pero qué le vamos a hacer? Fijaros que el
momento es francamente divertido, si le sacamos todo el dramatismo escénico.
Pedro Sánchez se la juega con su apuesta de venir a Barcelona, pero están más
preocupados todos los demás que él mismo, lo que es un punto a su favor. Los de
la ceba, quiero decir los
independentistas, no saben muy bien qué hacer. Por un lado el cuerpo les pide
guerra pero el cerebro y el canguelo les sugieren que no conviene excitarse
demasiado. Los callejeros están eufóricos y en estado de exaltación máxima,
esperando el cuerpo a cuerpo con los policías, con la esperanza de recibir
muchos palos de los nacionales, a ver si consiguen revivir un poco de 1-O. Los del
PP y Ciutadans se mofan de Sánchez y de su apuesta, pero saben que si le sale
mínimamente bien, se asegura el futuro, pues el pueblo español prefiere llegar
a acuerdos que a las manos. Todos gesticulan con muchas razones de peso pero
quién parece estar más tranquilo es Sánchez, como si no tuviera nada que
perder. Y en verdad que tiene poco que perder, pues ya lo perdió todo en
Andalucía y sólo le queda salir airoso de Cataluña con los mínimos rasguños.
¿Se saldrá con la suya? He aquí la cuestión. No lo tiene fácil, desde luego…
- Todo el mundo dice que son días decisivos…
- Sí y no, Rumbau. Siempre se dice lo mismo, pero en
realidad todo sigue su curso inalterable y predecible, pues son tan lamentables
los posicionamientos de unos y de otros, que van al enconamiento sin remisión
alguna, convencidos de tener la razón, y con ganas de conseguir la victoria
final sobre el enemigo. Como si ello fuera posible…
- ¿Qué quieres decir? –le pincho–, ¿que nadie puede ganar?
- Exactamente. Y por eso se siguen peleando, porque saben que
en el fondo nadie puede ganar y como se vive muy bien en el encono, pues siguen
en ello a ver si les dura el chollo…
- Caramba, no lo había pensado así…
- Pero algún poco de razón tendrán unos más que otros…
-protesta tímidamente Paquito, que no acaba de entender este relativismo del
futurólogo…
- Que tengan o no razón es lo de menos, sin duda cada
contrincante tiene la suya, de razón, todas ellas están muy bien sustentadas y son
de peso, con mucho márketing por detrás las apoya, pero al tener la razón todos,
no hay solución.
- Pues entonces se impondrá la ley del más fuerte, ¿no?
- Sí y no. Hoy en día, ¿dónde está la fuerza? No, Corominas,
el empate es mayúsculo y pétreo, un tapón más que peligroso, pues si sale
disparado, la explosión afectará a todos…
- Entonces, ¿no ves la solusión por ninguna parte? Estamos
condenados a este bucle de absurda irracionalidad?
- Sí, pues la salida evidente no puede venir de ellos, sino
de otra parte. Mira hacia el sur y fíjate en los valencianos. A la chita
callando, van mostrando el camino. Por ahora, son los más inteligentes del
ruedo ibérico. Y mira también a Aragón y Zaragoza. Están aprendiendo lo que
debería haber defendido el catalanismo, cuando aún tenía posibilidades…
- A qué te refieres…
- Pues a esa obviedad de que las diferencias, hoy en día, ya
no son un motivo de separación sino que, por el contrario, son un evidente estímulo
para la colaboración y la confraternización. Esta era la posición del
catalanismo sano del primer Maragall y de cuando se hizo la Transición, cuando
se veían las diferencias hispánicas como grandes acicates para la colaboración
y el apoyo en aras de un desarrollo común basado en estas diferencias. Pujol
rompió con esta idea al imponer el clásico nacionalismo del yo contra tú, de
buscar en los demás el enemigo para afianzar así su sueño romántico de una
Cataluña pura e independiente. Pero es de cajón: la solución está en este
pequeño cambio de chip: exaltar las diferencias no para separarse, sino para
unirse en el mutuo provecho.
Bastides, que se había detenido y miraba fijamente al mar,
arrancó a hablar con voz inspirada:
- ¡En verdad en verdad os digo, que veo en el futuro una
nueva revolución mundial que substituirá los tres principios de Libertad,
Igualdad, Fraternidad, por la nueva tríada Libertad, Alteridad, Fraternidad!
Fijaros cómo la Revolución Francesa, al imponer estos principios, impuso la
fraternidad entre los que se sienten iguales, es decir, entre los que pertenecen
a un mismo bando o nación, una igualdad de parte que les enfrenta a los que se
sienten pertenecer a la otra parte, con lo que delimita la fraternidad al grupo
o a la tribu. De aquí nacieron todas las guerras del siglo XX. Hoy hemos
comprendido que la libertad, aplicada a la persona, debe aplicarse a su
diferencia, pues todos tenemos derecho a ser diferentes, el uno catalán, el
otro español, el otro gallego o valenciano, cada uno con su singularidad a
cuestas y con ganas de exaltarla a sus máximos exponentes, y es en estas
diferencias donde cabe aplicar la Fraternidad. La fraternidad entre iguales no
tiene ni mérito ni sentido, pues no hay personas iguales, todos somos
diferentes, de ahí que la base de todo es la Alteridad, que substituye a la
falsa Igualdad, un concepto que sólo sirve para someter a los diferentes y
hacerles creer que son iguales.
Nos quedamos anonadados ante las palabras visionarias de
Bastides, que parecía estar bebiéndolas del mismo horizonte, como si alguien se
las estuviera dictando desde la lejanía, quizás algún dios de esos
mediterráneos que ayudan a ver el futuro y que por lo visto se asoman a algunas
playas, como la de la Barceloneta.
- ¿Y crees que esto cambiaría las cosas?... –preguntó
tímidamente Paquito, que no entendía nada.
- ¡Por Ra! –saltó Mercadal, a quien las palabras de su amigo
lo habían excitado sobremanera–, ¡lo cambia todo! Este nuevo concepto abre las
puertas del futuro como pocas veces lo había visto. ¿Quieres una política de
acorde con esta nueva idea? Pues sólo tienes que desarrollar las tres palabras
conjugadas entre sí, y tendrás todas las líneas tácticas y estratégicas a
seguir.
- Algo que los nacionalistas, sean del signo que sean, jamás
podrán hacer, de ahí el parón en el que se encuentran. El tapón es la palabra
Igualdad metida entre la Libertad y la Fraternidad. Sacarla y poner Alteridad
permite que fluyan las diferencias y que Libertad y Fraternidad circulen y se
apliquen universalmente. ¡Más claro el agua!
- Substituir el odio al diferente por la fraternidad y
sacarle todo el rendimiento a la nueva situación. Y desde la libertad de poder
ser diferente. Los independentistas coaccionan la libertad de los que no lo
son, quieren imponer su igualdad de lengua y pensamiento, y la fraternidad sólo
es aplicable a los del clan, a los del lazo amarillo, los demás son los
enemigos a batir. He aquí su perversión: han traicionado al catalanismo, que sí
entendía la suma de Libertad, Diferencia y Fraternidad.
Los dejé al pasar de nuevo por el Club, aturdido por sus
palabras. Y mientras me dirigía a las duchas, no podía dejar de pensar en lo
que nos había revelado Bastides. ¿Acaso tenía razón y la nueva fórmula de la
vieja tríada revolucionaria tenía que pasar a Liberté, Altérité, Fraternité?...
1 comentario:
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