Querido bloguero, han pasado varios días desde mi última aportación en este blog, y tras regresar a Barcelona después de un agradable viaje realizado por tierras griegas, constato lo siguiente:
1- el tema del Estatut ha desaparecido literalmente del mapa. Lo cual me alegra y no deja de maravillarme, dada la omnipresencia que tenía los días antes de mi partida. Viajar tiene estas ventajas: relativiza las “grandes cuestiones” y las muestra caídas de los pedestales tras su encumbramiento mediático. Creo que se trata de una gran ventaja de nuestra actual sociedad del espectáculo: por ejemplo, cuando murió el Papa, fue tal el estruendo mediático que uno pensaba que la religión católica regresaba sobre el mundo montada sobre el cadáver del polaco difunto. Un espejismo: a los cuatro días, ya nadie se acordaba de aquellas pompas. El viento que sopló sobre la Plaza de San Pedro, cerrando de golpe el Libro que había sobre el féretro, se llevó también todo lo que allí se representaba. “A por otra cosa, mariposa”, parece decir la pulsión informativa de la actualidad, que despacha los temas sin contemplación alguna. Ahora parece que se impone lo de la ETA, pero una vez el rodillo zapateriano, con su rutina mecanicista de los encuentros y los pequeños vaivenes de avance estratégico, haya dado los primeros pasos, contando además con la ayuda del sol de agosto, otro tema centrará la papelería de los quioscos. Las elecciones catalanas, por ejemplo, las cuales por cierto las veo ya como pasadas, al ser su pirotecnia mediática tan previsible… En fin, de algo tienen que vivir los periódicos. Además, qué sería de nuestra tan necesaria capacidad de indignación sin los avatares de la política, con sus números, sus afirmaciones categóricas, el repertorio de sus insultos y vejaciones, etc. Y, en este sentido, las elecciones catalanas no nos defraudarán. Aunque lo mejor es verlas como si ya hubieran pasado.
2- Durante mi estancia en Atenas, pude comprobar de nuevo las paradojas y las pequeñas sorpresas del fenómeno turístico, al ver como una ciudad y un país poco a poco se van especializando en antigüedad clásica y en arqueología, lo que les mueve a lanzar consignas publicitarias del tipo “Ven a Grecia, vive tu Mito”. Visité la Acrópolis y vi que los trabajos de reconstrucción del Partenón siguen a buen ritmo. El Erecteion también se va consolidando, aunque no sé si hay planes para devolverlo a su forma original. Es bonito e insólito ver por todas partes hileras de columnas, bases y capiteles, perfectamente ordenados y catalogados, esperando volver a ocupar el puesto que tenían. Se dice que la comisión encargada de estos trabajos tiene que negociar el regreso de muchas de las piezas que faltan con los miles de museos y museítos de toda Europa que en su día se hicieron con ellas, lo que no deja de ser una labor fascinante y agotadora. Lo más curioso es que se llegue a saber cuales son y dónde se encuentran dichas piezas, aunando la profesión de arqueólogo con la de detective.
Pensé que en cien años, la Acrópolis, si no lo estropean las guerras y los terremotos, volverá a brillar con su esplendor antiguo, aunque todo con el color de la piedra, sin las pinturas que por lo visto los griegos gustaban poner tan alegremente. Pienso que siendo Atenas la ciudad que dio a nacer la Democracia, sería bueno que llegara a especializarse en esta temática. Algo que parece a todas luces lógico y natural, aunque no sé si a los políticos griegos les seduce demasiado la idea, tan empapados como están de nacionalismo. Pues si así se hiciera, deberían practicar con el ejemplo, lo que les podría acarrear ciertos problemillas –al estar obligados a practicar la Democracia desde una “areté” puesta al día. Tal vez por este motivo la Grecia moderna ha tardado tanto en sacar brillo a sus tesoros arqueológicos, prefiriendo destacar los aspectos más bien mitológicos del asunto que los referentes al tema de la democracia. Aunque todo se andará, y el negocio turístico acabará imponiendo la razón y el sentido común, haciendo de la necesidad virtud.
3- El efecto de las últimas Olimpiadas en Atenas ha sido considerable, y es un gusto vagar por la noche por el magnífico paseo que envuelve la Acrópolis desde Monasteriko siguiendo la línea del metro hasta la zona del Keramicó. Un paseo muy bien urbanizado con luz agradable, bancos cómodos, multitud de bares, rastaurantes y terrazas, con bellísimos edificios del final de la época otomana y de principios del siglo XX magníficamente restaurados, mientras contemplamos sobre la Acrópolis las paredes ilumninadas de los templos y las murallas que la rodean. Un verdadero espectáculo visual realzado por las ruinas del Ágora con su impresionante Hephaisteion, el Templo de Hefesto, que surge de improviso junto al paseo. Por lo visto, este barrio se ha convertido en uno de los más “chics” de Atenas, y el jueves por la noche que estuve paseando por él se veía repleto de atenienses ansiosos de respirar el aire fresco de la noche, bajo la tutela mitológica de las piedras doradas de la Acrópolis. Una delicia, vaya, sobretodo después del bochorno del día. Y es que uno de los pejaes que hay que pagar en Atenas es el sofoco de un sol de justicia que cae sobre todos aquellos que insistimos en visitar sus piedras. Un peaje que, para suerte de los atenienses y maravilla mía, no amilana a los grupos de turistas de todos los continentes que son conducidos en autobuses y luego en tropel ordenado por entre las ruinas, en visitas que pueden durar de dos a tres horas…
En fin, he aquí unas cuantas reflexiones del humilde grafómano bloguero que firma estas líneas.
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