viernes, agosto 10, 2007

La “Casa-Taller de Pepe Otal”.

Como todos sabemos, Pepe Otal ha muerto. El Capitán abandonó el barco y dejó a su tripulación huérfana. Yo debo confesar que nunca pertenecí a su tripulación, de modo que no me siento huérfano. Eso sí, pertenecí a su núcleo de amigos íntimos, de lo que me enorgullezco, pues tenía en una gran estima a este titiritero iconoclasta y original, que además de piloto de barco fue torero en una ocasión, le gustaba el boxeo y, que yo sepa, jamás fue al fútbol.

Dejó su taller repleto de títeres y marionetas, una especie de casa museo –casa porqué vivía allí– impresionante, único creo yo en su género. Quiénes lo han visitado saben de lo que hablo. Quiénes no, deberían hacerlo antes de que desaparezca.

¿Desaparecer? Ésta es la cuestión. La familia, propietaria legal de su patrimonio, ha indicado el deseo de que la colección entera permanezca en Barcelona. En consecuencia, algunos amigos suyos nos hemos reunido estos días para estudiar qué hacer con todo este legado.

Todos sabemos que Pepe Otal era un personaje especial en cuanto a su relación con el tema de los alquileres, contratos, etc. Es decir, no le gustaba para nada pagar alquiler.

Esto se lo podía permitir, en su primer taller de la Barceloneta porque simplemente lo “ocupó” (en una época en la que esta palabra aun no estaba de moda, o sea que, aun siendo un “ocupa”, no era un “okupa”), y en el segundo taller de la calle Guardia porque gracias a las instancias de algunos amigos suyos, el Ayuntamiento de Barcelona, a través del Distrito de Ciutat Vella y de la empresa Procivesa, le hizo un contrato de “precarista” sin alquiler alguno dándole un local muy grande aunque húmedo y no demasiado acondicionado.

Ahora el taller se ha quedado sin dueño. Pero es evidente que una labor continuada de cuarenta años dedicados a la creación titiritera y a la enseñanza del oficio a varias generaciones de titiriteros –enseñanza que no sólo continuaba sino que es de gran importancia que se siga impartiendo– no puede desaparecer así por las buenas. Barcelona, en este momento, no cuenta con ningún centro de enseñanza del oficio titiritesco, ya que el Instituto del Teatro, en su última etapa, ha eliminado las referencias artesanales de este oficio milenario en aras de la “visualidad” y otras concepciones y denominaciones más modernas y “juveniles” (como indica el mismo Festival de Títeres, que ha pasado a llamarse NEO).

El caso de Pepe Otal es un caso único, una seta milagrosa que surgió del humus putrefacto radical-alternativo de los setenta, esos que han alimentado a una cuantas generaciones de banqueros, ejecutivos, burócratas de la cultura y políticos. Y no lo digo para desprecio de estas profesiones, que me merecen el máximo respeto, sino para destacar la singularidad de Pepe Otal, que consiguió resistir y instituirse como un centro muy sui generis de artista, agitador cultural y maestro de titiriteros.

Todo esto viene a cuento a raíz del problema de qué hacer con su legado y su taller. Pues bien, ese grupo de amigos –al que hemos denominado “Consejo de Ancianos”, afín de que el peso de sus opiniones tenga el quilotaje necesario para doblegar la opinión de los responsables políticos– pretendemos que el taller y su legado titiritil (es decir, el patrimonio artístico de Pepe Otal) pueda continuar en el mismo local de la calle Guardia, con las necesarias obras de reacondicionamiento y con el apoyo del mismo Ayuntamiento propietario del local. Un legado que, según mi parecer, debería pertenecer a la ciudad que lo vio crecer y lo ubicó en su seno, es decir la ciudad de Barcelona.

Una cuestión es la del nombre. Podría llamarse “Museo-Taller de Pepe Otal”, pero la palabra “museo” choca con el ideario del piratesco titiritero, que más bien renegaba de las oficialidades mortuorias que se suelen asociar a los museos (aunque hoy en día ya sabemos que los museos se han convertido en parques temáticos de la cultura, lo que significa que tienen más vida o, al menos, más visitantes). Creo que a Pepe le hubiera gustado más la expresión “Casa-Taller”, simplemente porque responde a la realidad de lo que era: su casa y su taller.

Con esta denominación, se mantiene el lado activo y titiritil del local y, por otro lado, se incorpora el aspecto memorialístico, al indicar que fue la Casa de Pepe Otal. En este sentido, tendría gracia mantener intactas sus estancias privadas, para que las futuras generaciones vieran como vivía un titiritero-pirata de finales del siglo XX, siendo esta parte la más “museística” de la Casa-Taller, dónde los forofos del personaje podrían acudir para rendirle culto y charlar con su fantasma. Incluso se podría cobrar entrada para poder visitar este “sancta-santorum” de la intimidad Otalera…

Otro tema es el del “merchandising”, que debería explotar algunos de sus leitmotiv más recurrentes, como esqueletos, calaveras, pipas-calaveras, pomos-calaveras, anillos-calavera, payasos y otros personajes circenses. También se podrían vender marionetas, postales, camisetas, carteles, libros… Esto tendría ocupado a muchos de sus tripulantes huérfanos, y ayudaría a financiar el local.

Tampoco habría que descartar que la “Casa-Taller de Pepe Otal” entrara en los circuitos turísticos de la ciudad: ahora que Barcelona busca un turismo más culto e inteligente, centrado en los temas de la cultura, al Ayuntamiento le vendría casi regalada esta rareza museística, y sacaría un beneficio a un local que hasta ahora sólo le ha dado dividendos artísticos: tras la inversión, recaudación de beneficios. ¿Por qué no pensarlo así? Mientras, profesores, alumnos y agitadores culturales podrían seguir con sus labores en la misma “Casa-Taller”.

En fin, he aquí algunas ideas propias alrededor de este tema que preocupa a la profesión titiritera catalana y española: que el legado de Pepe Otal no se pierda y que su labor pedagógica continúe.

sábado, agosto 04, 2007

Apuesta por el Rearme o el regreso de los Titanes.

Querido bloguero, en vez de ver en los periódicos que el mundo avanza hacia el Desarme, leo consternado que avanzamos hacia el Rearme. ¿Será posible?, me pregunto. La industria americana pisa el acelerador a fondo. Y todos nos quedamos tan tranquilos. Por si había pocas dudas, aquí tienen la respuesta: se pierde una guerra para asegurar el Rearme.

Si se ganara, ¿para qué rearmarse? Las guerras se hacían antes para conseguir períodos de paz más o menos prolongados, que sucedían a los estallidos bélicos. ¡Pero eso son cosas del pasado! Ahora lo importante es perderlas. Por eso deben hacerse lejos de casa, en las llamadas “zonas de conflicto” (por cierto, lejos de EEUU pero muy cerca de Europa). Al parecer, Oriente Medio cumple con los requisitos para eternizarse como “zona de conflicto”: regímenes corruptos, democracias frágiles, dictaduras declaradas o disfrazadas, países belicistas, guerras civiles declaradas, religiones incompatibles (los monoteísmos), paisajes desérticos, útiles para el uso de la aviación…

Y el Oro Negro como reclamo, el premio al vencedor, la excusa mayúscula. La energía que mueve el mundo. Locos todos por el petróleo. Chinos e indios con sus futuros de desarrollo insostenible. Y los de la zona, los que lo tienen, necesitan a veces comprarlo fuera, como Irán, cuya explotación no basta para satisfacer las necesidades propias. Inaudito.

Este Rearme anunciado a bombo y platillo por los gobiernos mundiales seguramente asegurará unos años más la zona de conflicto. O la “escalará”, como se dice en el argot estratégico. Por cierto, que España también participa en la puja, y eso mientras Moratinos intenta apaciguar las aguas en Líbano, como si ambas cosas fueran compatibles. Pero los negocios son los negocios, y los Ministerios, independientes. Parece que Arabia se convertirá en una gran potencia militar. Acaso los EEUU están preparando su Irak del futuro. Eso reforzará el militarismo iraní, y de rebote el turco y el egipcio, más Jordania, bien surtida por las potencias.

De Israel, mejor no hablar. Por lo visto, ahora todavía será más potente. Así podrá arrasar Gaza, que tal vez repoblará luego con judíos y palestinos de los buenos. Mientras, podrá vengarse de Herzbolá y de paso dañar la infrastructura turística de Siria, no sea que en el futuro les ganen en souvenirs y lugares visitables. En cuanto al Líbano, se potenciará el cainismo desatado que asola al país de los cedros. Para eso están los servicios secretos, con sus bombitas para calentar a unos y a otros.

Un programa especial ideado para este inicio del siglo XXI. Con el Rearme, además, las cuestiones de la sostenibilidad o del cambio climático pasan a segundo término. ¿Para qué perder el tiempo en sutilezas, cuando los poderosos hablan? Lo importante es que la bolsa suba, y los negocios se multipliquen.

La fuerza de los Titanes emerge poderosa sobre la Tierra. Cronos se levanta como en el cuadro de Goya, dispuesto a devorarnos a todos. Las bombas y los aviones son el esperma de Cronos fecundando al mundo. Los jefes y mandamases, sus esbirros imbecilizados, esclavos de su voluntad destructora.

¿Quién domará a Cronos? Zeus yace en su tumba, dormido como un oso. Imposible repetir la hazaña. La época de los Héroes caducó. En la época de las masas, somos débiles y frágiles –aunque muchos. Pero Cronos debe ser vencido, o controlado. O sometemos al Tiempo o él nos somete y devora. ¿Pero acaso es posible someterlo? Sin duda no. ¿Cómo someter lo que nos empuja y nos da vida? He aquí la gran paradoja del siglo XXI: vivir libres sometidos al Tiempo. ¿Cómo se hace? ¿Quién lo logrará? El logrador que lo logre, buen logrador será…