martes, julio 12, 2011

Las trompetas de Cronos

Reloj suizo
Con este título pretendo subrayar uno de los temas con el que mis amigos de la playa se sienten tan a gusto, cuando insisten en filosofar sobre el Tiempo y los futuros que nos acechan. Los encontré hoy paseando como siempre por la orilla del mar, en la playa que va de la Barceloneta hasta dónde acaba, en el Hotel Vela.

- No os podréis quejar, la situación está cada día más caliente y todo indica que estamos viviendo momentos históricos de cambio.

Así les interpelé para provocarles como suelo hacer afín de que me cuenten sus ideas y visiones del futuro.

- Buena razón tienes, Rumbau, de hablar de Historia. No sé si los cambios que se avecinan serán buenos o malos para la mayoría, pero lo que sí es seguro es que haberlos, los habrá.

Habla Mercadal, el médico jubilado y astrólogo aficionado quién, junto con Romà Bastides, zapatero remendón y propietario de un “rápido” en la Barceloneta, gusta hablar largo y tendido sobre los acontecimientos del mundo.

- ¿No veis Europa acabada, a punto de derrumbarse?

- Mira, Rumbau, la situación es grave, qué duda cabe, pero no hay que precipitarse. Fíjate como a la hora de la verdad nadie se precipita. Las crisis hoy se alargan porque no tienen solución, esto es cierto, lo cual no significa que un día no acabe petando todo. Pero yo no estaría tan seguro. Hoy Europa es un coloso débil y llorón, de poca altura e inseguro de si mismo, pero esta debilidad constituye precisamente su fuerza. Fíjate cómo se ceban en ella y en lo mal que se defiende, incapaz de responder con voz única. Pero ahí está su fortaleza, pues es como pegar a un pelele gordo y fofo: encaja todos los golpes y nunca se rompe. Lo que sí puede suceder es que se estropee, por supuesto. Fíjate como la multiplicidad fragmentada de la que está hecha, causa de tanta nulidad política, constituye su mejor garantía de permanencia, pues lo que está muy unido a base de pocos vínculos resiste mucho mejor los embistes de las tormentas desestabilizadoras que las uniones pétreas, que se imponen a la fuerza y se resquebrajan en un instante. La inercia europea es más fuerte de lo que nos pensamos, y aunque entremos ahora en un deshilachamiento del sentido unitario, todavía le queda mucho por correr, al Viejo Continente.

- Tienes razón, Mercadal, no veo yo a Europa prostrada todavía, aunque sí bastante tocada. La fragmentación irá a más. No sé si Italia aguantará unida su quiebra económica, el reino de Berlusconi la ha dejado hecha un estropajo. España misma, con el PP, puede iniciar su carrera desmembradora a pesar de los intentos neocentralizadores de los socialistas y de los ideólogos de la FAES. Piensa que a los barones autonómicos les va de perlas tener soberanía, sobretodo jurídica, y si la crisis sigue cebándose en el sur de Europa, la pelea de gallos será monumental. ¿Significa eso que Europa se vaya a paseo? No lo creo, al revés, se mantendrá impávida, sobretodo porque a las industrias sureñas del turismo, el euro les es muy útil, mientras que los países del norte siguen sacando buenos jugos de la moneda. Las nuevas generaciones de emprendedores que sucederán a las actuales, muy desmoralizadas éstas, reinventarán sus regiones y países para atraer a más turistas, en una guerra competitiva que despertará las alicaídas economías basadas en la industria del sol. Respecto a Grecia, no me extrañaría que el país tuviera que vender todas sus islas, lo que sería una oportunidad histórica para Turquía: en vez de humillar al viejo enemigo y dejar que todo caiga en manos alemanas y holandesas, las inteligentes élites turcas propondrán soluciones mixtas de soberanías compartidas, de modo que habrá negocio y felicidad asegurada para todos.

- ¿Y el sur del Mediterráneo? ¿Cómo ves los casos de Egipto, Libia y los países del Magreb? –les pregunto, atónito por su retahíla de predicciones futuristas.

- Mal y bien. Ya sabes cómo nos hemos ilusionado con estos cambios y cómo lo seguimos estando, a pesar de los muchos contratiempos que están sufriendo estas revoluciones. Egipto no tardará mucho en iniciar un ciclo de renovación generacional que aportará vigor y entusiasmo al país, lo que acabará consolidando y disparando hacia nuevas metas por nosotros aún inimaginables el turismo de la zona, basado en la recuperación civilizatoria de la antigua cultura de los faraones. Nosotros no lo veremos, y creo que tú tampoco, pero nuestros nietos deberían empezar a acostumbrarse a ver cómo suben al trono nuevos Tutankámones y Ramseses, que orarán a Alá y a los viejos dioses del Nilo, sin que nadie se rasgue las vestiduras. También Túnez y Marruecos escalarán eslabones insospechados de originalidad civilizacional, lo que será un grave problema para las industrias solares de España e Italia, que deberán a su vez reinventarse afin de atraer a las opulentas poblaciones de viejos alemanes y holandes, más las nuevas hordas chinas e hindús que llegarán de Asia con ganas de tomar el sol. Un caso paradigmático de lo que es Europa sigue siendo la guerra de Libia, estancada y deshilachada a modo de fiel reflejo de las sociedades que la sustentan. Vemos a la dinastía creada por Gadafi reinar durante decenios en un pequeño enclave de la costa libia, con grandes lujos y muchos masajistas, mientras el resto del país se desarrollará siguiendo las estelas magrebís y egipcianas. Esta fragmentación, que se sumará al nuevo autonomismo del Magreb, será clave para la recuperación de la zona. Importante la nueva República del Rif, que nacerá sin nacer, pues se proclamará como tal para al instante siguiente retractarse y aceptar una cómoda posición subalterna bajo el paraguas autonómica de la monarquía alauí. Todos estos cambios darán un extarordinario vigor a la idea de Europa, que renacerá de sus cenizas a modo de articulación laxa de una multitud de diferencias cada día más diferenciadas y orgullosas de serlo, pero necesitadas de coordinación geográfica y logística, dada la complejidad que resultará de tal inmensa ola de fragmentación.

Estupefacto, escucho las palabras de Bastides quién ha hablado con la mirada fija en el horizonte, como si por allí desfilaran las imágenes de sus visiones una tras otra, a modo de caravanas del futuro.

- En verdad, en verdad, Rumbau, que todo ello sucederá de un modo parecido, pues otras posibilidades, que sepamos, no las hay. Claro que los matices pueden variar y podemos equivocarnos en la datación y aún en muchas cosas, pero lo que sí es seguro es que lo tiros van por ahí.

- ¿Y no veis tambores de guerra en este horizonte?

- En ningún momento han cesado sus ecos. Y es bien posible que haya estallidos y episodios bélicos en lugares puntuales, claro, pues la industria de las armas no cesa y exige sus partidas de sangre humana, pero creo que pesará más el ansia de negocios. Además, las nuevas sensibilidades ecológicas, que se irán imponiendo por necesidad obligatoria, limitarán mucho los escenarios de guerra, que deberán ser rápidas y regionalmente acotadas. Piensa que las crisis medioambientales, el deterioro de las centrales nucleares y los problemas convivenciales en las grandes urbes requerirán soluciones distintas a las bélicas, siempre útiles pero complicadas de hacer y, sobretodo, de acabar. Se recurrirá mucho a la provocación terrorista, que es fuente de legitimidad idónea para ejércitos y cuerpos policiales. Un cierto estado de guerra latente lo habrá siempre, pues, pero difuminado y esparcido a modo de riego bélico, indispensable para someter a las poblaciones y ordenar la convivencia de los estados de grandes dimensiones que aun queden.

- Un panorama bien sombrío…

"Cronos devorando a su hijo", de Goya
- Desde luego, pero en estos escenarios, lo importante será cabalgar a Cronos. Sólo los que sean conscientes del tiempo y sean capaces de cabalgarlo, podrán escapar a su control. Importante saber escuchar sus trompetas y ver por dónde ruge. Yo lo llamo Cronos, pero también podríamos llamarlo Saturno, un viejo dios que regresa triunfante al mundo. Fíjate como vivimos todos sometidos al reloj. Todo es tiempo ordenado, medido, cronometrado. Cabalgarlo no significa dominarlo, sino aceptarlo como fuerza que nos posee y aprender a jugar sus juegos. La libertad estará en este juego de conocer a Cronos, de aceptar sus envites y subírsele encima. La autoconciencia de saber que somos Tiempo será un requisito difícil pero imprescindible para la libertad. De ahí que nosotros nos esforcemos en aprender sus reglas y en ver los ritmos y vaivenes con los que se manifiesta, pues al ser ya viejos, poco podremos cabalgarlo, pero al menos, sí indagar sobre su naturaleza y ver de qué pie cojea. ¿No te parece?...

Y como si las palabras de Bastides tuvieran un eco lontano, siento las trompetas de Cronos sonar a lo lejos, sobre el cielo de Barcelona y sobre el mar que ruge al lado, ecos del Mediterráneo con sus islas y sus ciudades costeras, mientras oigo romper sus olas chispeantes e impertérritas a nuestros pies…