jueves, noviembre 14, 2019

Polarización autodestructiva versus el triunfo de las diferencias



Atónito ante el desarrollo de los acontecimientos en Cataluña, con esta mística del altercado que se ha desatado en las huestes nacionalistas, con la subsiguiente contaminación de las franjas universitarias más sensibles al jolgorio ácrata de la calle, me pregunto si hemos llegado a algún punto y aparte, y sin retorno, en la cuestión planteada por los independentistas. 

Acudo raudo a la playa para charlar con mis amigos futurólogos, que siempre me ayudan a relativizar los hechos, por muy excitados que se presenten. 

- ¿Habéis visto hasta dónde hemos llegado? -les increpo nada más verlos. 

- Rumbau, comprendo que estés preocupado y, en cierto modo, es evidente que también nosotros lo estemos, y, sin embargo, nada de esto es relevante en el contexto de futuro con el que estamos trabajando. 

- Pero, ¿cómo puedes decir eso, Bastides? -le pregunto al zapatero futurólogo de la Barceloneta. 

- Ya hemos dicho muchas veces que España es el país europeo por excelencia condenado a vivir los procesos de fragmentación a los que nuestra civilización nos conduce de un modo inexorable. Una tendencia que a la larga deberá llevarnos al Mosaico Ibérico. Pero por el momento, lo que se impone es la entrada a marchas forzadas en esta etapa de la historia en la que lo importante es el desacuerdo. 

- Vaya, ¡pues si qué vamos bien!

- Es interesante ver los esfuerzos de quienes piensan que es posible frenar esta deriva fatídica y que por el momento se manifiesta a modo de polarización entre posturas opuestas e irreconciliables. Poco hay que hacer, pues la polarización extrema ha llegado para quedarse. Ya pueden buscar acuerdos los hombres de buena fe, están buscando un imposible. Y no porque la polarización de los opuestos sea la solución de nada, al revés, es la peor degradación de lo humano, lo que podría llevarnos a la hecatombe si nos descuidamos. Pero lo que nosotros vemos es como, para salir de este embrollo, es necesario mantenerse en las diferencias comprendiendo que todas ellas tienen un parecido por no decir igual grado de legitimidad. Hasta que no aceptemos las diferencias de nuestros semejantes, por obtusas, obcecadas y absurdas que sean, procurando que no se salgan demasiado de los códigos penales, no habrá solución a los problemas que nos acosan. 

- Pues lo veo muy difícil, francamente.

- Y lo es, por eso somos pesimistas en el corto plazo, aunque muy optimistas en el largo, como bien sabes. Es posible que este proceso de alcanzar los extremos más incendiarios de las polarizaciones, que estallan hoy en día un poco por todo el mundo, se lleve a una o dos generaciones por delante, tragadas por el fuego de las mutuas destrucciones. Nada podrá impedirlo. Así es la condición humana, que sólo aprende a porrazos y con las lecciones aprendidas a fuego y martillo. 

- Pero Bastides, Cataluña siempre ha sido una región sensata y culta, me extrañaría que se dejara llevar por estos vientos tan apocalípticos que dices que soplan. 

- Ojalá tengas razón y me equivoque. Pero muy me temo que vamos directamente a la boca del lobo. Y lo haremos con ganas, cantando himnos patrióticos y la Estaca de Luís Llach los unos, y los himnos de la Legión los otros, pues así se comportan los poseídos por las verdades polarizadas. 

- Pero el acuerdo entre el PSOE y Podemos no deja de ser una noticia tranquilizadora, en el sentido de que propicia una desinflamación en busca de concordia.

Mercadal, que escuchaba con atención, quiso intervenir entonces: 

- Quizás lo sea, Rumbau, quizás lo sea, pero lo que dice Bastides es que se trata de una misión casi imposible. Fíjate que lo moderado y sensato que queda en este país se encuentra atrapado como en un sándwich por los dos muros que claman con creciente excitación sus verdades absolutas. Los nacionalistas catalanes buscan el incendio hispánico y el triunfo de Vox, que para ellos sería un éxito, pues demostraría de una vez por todas que España es un país derechista y opresor, con tendencias al fascismo. Y los de Vox, esperan que los insurrectos catalanes sigan en sus trece cada vez más recalcitrantes y subidos de tono, para así armarse de razones y convencer a los que aún piensan en componendas. Las filigranas negociadoras que intentan socialistas y podemitas parecen ejercicios de funambulista sin red, en medio de una atmósfera de tempestades, tornados y empujones traicioneros de todo tipo. Es una misión casi imposible. Pero ya te digo, ojalá me equivoque y el sándwich engorde su parte central, los del PP se sumen a él, y acabe sacándose de encima a los que se lo quieren comer desde los extremos. 

- Mira, lo ideal sería que el desacuerdo se quedara en desacuerdo y que poco a poco empezáramos a convivir sin necesidad de avanzar ni hacia una opción ni hacia la otra, con alternancias periódicos en el poder ejecutivo para ir equilibrando la situación. Así lo hemos hecho en los últimos años. Ahora tocaría que gobernaran durante un tiempo los que se oponen a la Independencia, afín de consolidar sus posiciones, y al cabo de unos años, volver de nuevo a las andadas con otro cambio de gobierno, y así sucesivamente. Este camino, que sería el mejor para todos, permitiría que, con el tiempo y una caña, los contendientes y bandos opuestos, además de multiplicarse y fragmentarse entre sí, se fueran acostumbrando a convivir, aunque sea de espaldas y a regañadientes, con los que son y piensan deferente. Hasta que, pasados una, dos o tres generaciones, surja por fin la perspectiva liberadora de la comprensión, un Entremedio o Between, como decía esta amiga tuya de la danza Butoh, entre los opuestos, en cuyos meandros se abrirían nuevos espacios de libertad que dieran alas a la creación de algo nuevo. Y para llegar aquí, es necesario explorar las propias diferencias que nos conforman, nuestras polaridades irreconciliables que vivimos interiormente y que solemos proyectar a los terceros, a esos con los que nunca nos ponemos de acuerdo. 

- ¡Ui, qué difícil y complicado lo veo, Mercadal! 


- Por eso te digo que la cosa pinta mal, pues se han abierto las compuertas y los demonios están saliendo con ganas de lanzarse los unos contra los otros. Pero ya te digo, a la larga, vamos por el buen camino, pues la fragmentación es el paso previo a una nueva etapa en que las polarizaciones sean más un juego del conocimiento que una maldición hereditaria. Y España es el lugar idóneo donde este cambio deberá producirse, según nuestras predicciones. Faltan todavía unos cuarenta o cincuenta años, siendo optimistas, pero consideramos que las semillas del Mosaico Ibérico, que también podríamos llamar el Jardín Ibérico de los Diferencias, ya están echadas y enraizadas en las tierras peninsulares, como lo demuestran las posiciones irreconciliables de ahora. El fuego destructor de las actuales polarizaciones servirá para limpiar los terrenos de las malas hierbas que impiden a estas semillas crecer, pero a la larga, germinarán y darán sus frutos, que nosotros hemos visto como una explosión insólita del concepto monárquico que se individualizará hasta extremos inauditos, y cuya aplicación temática se extenderá como un virus pr las sociedades ibéricas, hartas de pelear por nada. Puestos a pelear, ¡pelear por algo, dirán! 

-¿Te refieres al Polimonarquismo?

- Claro, con el Polimonarquismo todo el mundo podrá competir pero con ideas creativas y planes diferentes de desarrollo y explotación comercial e industrial. El furor competitivo será tremendo, pero en vez de propiciar la eliminación de los contrarios, al revés, excitará la multiplicación de las diferencias, siendo el único denominador común del conjunto el hecho de ser todos y cada uno radicalmente diferentes, con derecho a competir sin frenos, aceptando, eso sí, las regulaciones necesarias que surgirán en el seno de la nueva estructura del conjunto del país, que entonces se llamará la FEAA – Federación Española de Autonomías Autodeterminadas (aunque quizás el nombre sea otro, por supuesto)–, regulaciones que los nuevos adalides de la ingeniería social, salidos casi todos de las escuelas de Reus y de Alcañiz –los famosos Llampecs de Reus– extenderán por todo el suelo peninsular y poco a poco por toda Europa y el mundo entero. ¡He aquí nuestro futuro, Rumbau!

Asombrado de tanto entusiasmo a pesar del pesimismo ambiental que nos rodea, tuve que dejarlos, pues ya había sonado el himno del Club y me esperaban para comer. Fui a las duchas con las ideas de mis amigos hirviendo en mi cabeza. ¿Será verdad que a la polarización irreductible le deberá seguir el jardín creativo de las diferencias? ¿Y no podría llegar un poquito antes una idea tan buena y excitante?...