jueves, noviembre 29, 2007

Eugenio y Néstor Navarro presentan: LA HISTORIA DE LI O MALIC EN LA CHINA

Querido bloguero,
me encuentro en una difícil situación, de la que soy el único culpable, consistente en tener que hacer la crítica de una obra que en su origen fue escrita por mi. La primera condición que se exige a la crítica -¡objetividad!- rueda aquí por los suelos, al ser literalmente el crítico parte implicada de la parte ejecutante. Pero fíjate que he dicho “en su origen”, que se refiere sobretodo al tiempo transcurrido desde que ello sucedió, exactamente 27 años (se estrenó en 1980), de modo que no sólo ha llovido mucho desde entonces, sino que tanto los textos como las personas cambian con el paso del tiempo más de lo que nos pensamos. Además, la obra tiene también una parte muy importante de autoría colectiva, la constituída por los tres de La Fanfarra, que dieron forma a las palabras iniciales, lo que rebaja el subjetivismo de la autoría única. Conclusión: el tiempo pasado, con sus elixires alquímicos transformadores, más la distancia de lo colectivo, ha puesto objetividad dónde no la había, y es normal que ahora, al contemplar la criatura desde las alturas que otorga la edad, pueda cumplir sin reparos con mis deberes de “crítico residente de La Puntual”.

En efecto, desde hace unas semanas se representa en las sesiones habituales del teatro de Eugenio Navarro “La Historia de Li o Malic en la China”, obra emblemática de La Fanfarra, estrenada en una versión con marionetas de hilo y sombras (1980), para luego ser retomada (1983) en una versión corta y sólo con sombras. La que ofrecen los Navarro Néstor y Eugenio, es una mezcla de ambas presentada a través del lenguaje de las sombras.

Cuando lo supe, pensé que no era poca la dificultad del empeño. Sabido es que el teatro de sombras chinescas, para ser llevadero más de veinte minutos seguidos, requiere de una afilada dramaturgia amén de un estudiado ritmo antibostezo. Y si en la época de La Fanfarra reducimos su duración a veinte minutos, fue precisamente para ponerle ritmo. Pues bien, creo que el nuevo espectáculo de los residentes de La Puntual logra salvar con rotundo éxito el escollo y que la obra les ha salido a los dos titiriteros más que redonda.

Para ello, los Navarro no han dudado en reducir tanto como han podido pero menos de lo que esperaba, las largas frases del texto original para marionetas, lo que tanto es de agradecer en el teatro. Siempre he tenido una debilidad por la frase larga y la redundancia calificativa, vicio que he intentado corregir con los años, y por eso un buen afeite del texto era condición indispensable para conseguir lo que han logrado: que la obra fluya desde el principio hasta el final sin contratiempos y con estudiadas y medidas dosis de humor, gracia y poesía.

Dos son, creo, las razones de este fluir elegante y acompasado de la obra: la elección de las escenas y de los personajes más adecuados, con el acierto de haber repescado la figura de Tul’alí, el hermano poeta de Champú; y la riqueza de matices y el buen hacer de las dos voces que se reparten los personajes de la obra. En este sentido, Néstor Navarro se ha revelado como un titiritero con gancho, al hacer las voces de Malic y de Champú con una gracia extraordinaria, mientras Eugenio se encarga de las más vetustas de Fumanchú y de Tul’alí, a los que da vida con su característica ironía que tan bien sabe combinar el canallismo de corte popular-callejero con una dulce ingenuidad de canarias raíces.

Pero hora es de hablar de la obra y de su argumento, para que el lector profano sepa de qué estamos hablando. Malic, el aventurero ibérico (personaje creado por La Fanfarra en 1976, cuya cabeza de cerámica fue modelada por Mariona Masgrau en Copenhague, su cuerpo hecho en Perpiñán, sus hilos puesto en Lisboa por Eugenio Navarro, bautizado en Barcelona por Toni Rumbau, y puesto a andar como protagonista de la obra “Malic en Babilonia”, en noviembre de 1976), llega a una China imperial de fábula dónde tropieza con la historia de Li, una niña recogida y criada por un Dragón de la raza de los buenos.

Después de encontrarse con un viejo moribundo a punto de ser recogido por la Muerte, se dirige a la cueva del dragón para rescatar a Li. Allí debe pasar por unas pruebas que supera con facilidad y consigue que Li vuelva a la sociedad humana. Pero al llegar al palacio del emperador, deberá enfrentarse a las maniobras del malvado Fumanchú, dispuesto a casarse con la Li, y ser así el futuro emperador...

De la antigua versión, Eugenio y Néstor han sacado como 17 veces la palabra Muerte, unas cuantas frases, un par de escenas y el personaje de Agustinet, gran amigo de Malic. Han puesto algunas escenas nuevas, con bailes y momentos para la música. Y es que la música tiene en esta versión un papel destacado: una parte de ella está compuesta ex profeso por Octavi Rumbau (rica y sugerente con sus ondulaciones tímbricas de sutil sonoridad), otra pertenece al folclore chino, y el conjunto está punteado por instrumentos de percusión en directo a cargo de los manipuladores.

Con estos cambios y añadidos, la obra se enriquece para el teatro de sombras, las escenas se suceden con más ritmo, y se consigue mantener la atención del público durante los cincuenta minutos de la función.

Sin embargo, lo mejor del espectáculo es el tono entre irónico y dulcemente poético logrado por los dos titiriteros, tanto a través de las imágenes como de la voz hablada. En este sentido, la obra cobra un relieve de gran categoría, al combinar inteligencia, sensibilidad, humor, sorpresas, ráfagas de intenso lirismo, gags agradecidos, dosis altas de agradecida ingenuidad , y un ritmo humano y musical lleno de sutilezas y momentos mágicos.

Un placer para mi fue redescubrir esta obra que pertenece a la leyenda de la historia de La Fanfarra, con nuevas voces y figuras, que tanto hubiera deleitado a Mariona Masgrau de haberla visto. Los tres la representamos centenares de veces en los años ochenta. Que ahora se represente con participación además de los jóvenes Néstor y Octavi, es un plus añadido de satisfacción personal. Creo que haberle dado nueva vida metidos ya en el siglo XXI constituye un regalo y un lujo para el público de Barcelona, que recupera parte de su memoria teatral sin que le cueste un duro, gracias a la iniciativa de los dos titiriteros residentes de La Puntual: el Maestro Eugenio Navarro y el aprendiz de maestro Néstor Navarro.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

fantàstic!!

Darabuc dijo...

Primer, felicitacions per la nova adaptació. Per la part de les vacil·lacions que esmentes, a mi m'ha semblat una reflexió clara i amb autocrítica. Una salutació cordial.

Gonzalo
(Can Titella)

Anónimo dijo...

Me encanta que el teatro más pequeño de Barcelona tenga su crítico residente propio! Totalmente d acuerdo en todo, es una delicia de espectáculo, realmente para todos los públicos,
gracias. Micaela.

Anónimo dijo...

Vaig asistir a una representació d'aquest espectacle quan tenia 8 anys a la Fundació Miró a principis del 80. Ara he tornat amb els meus fills i nebots i tots esperem que la saga d'en Malic continuï. Com diu en el seu article " todo un lujo" . Enhorabona a tots els implicats i gràcies per aquest viatge en el temps. Trujillo.

Anónimo dijo...

CREO QUE NO SE PUEDE VIVIR DEL PASADO CONTINUADAMENTE.HAI LA NECESIDAD DE CREAR TEXTOS NUEVOS...ADEMAS UNA SALA DEBE PROGAMAR COMPAÑIAS VARIDAS,SINO ENVEZ DE UNA SALA ES UNA "AUTOPAJA"...DO YOU KNOW.

Redacción Blog dijo...

En respuesta al último comentario desdeñoso o más bien rencoroso, diré que sus opiniones no se aguantan por ningún lado. De entrada, cada uno es libre de recuperar lo que quiera, pues las obras son entes vivos que evolucionan y pueden resucitar en el momento justo y adecuado. Y en ciertos momentos, el artista se ve obligado a revisitar partes de su historia para seguir avanzando.
Respecto a la programación de la Puntual, la crítica me parece de una injusticia colosal, cuando es el único teatro de Barcelona que ofrece compañías de títeres de todo el mundo con una frecuencia más que notable.
Además, si alguien se queja de que no se le programe, yo siempre digo: "¡qué abra su propio teatro!" Así lo hicimos nosotros, La Fanfarra, cuando en 1984 abrimos el Malic, hartos de no estar dónde queríamos estar. Pues lo mismo digo al insatisfecho Anónimo o a cuántos se quejen de lo mismo:¡Qué se mojen y qué abran su propio teatro!

Toni Rumbau