martes, diciembre 30, 2008

Desastre en Gaza.

Comí el otro día con mis amigos futurólogos –el temporal sufrido en las costas de Barcelona los ha apartado momentáneamente de la playa- y los vi absortos en los sucesos de Palestina. Normal, me dije, sabiendo como sé que el tema de Oriente Medio es uno de los que más han tratado estos dos adivinos del futuro.


- Ya lo decíamos hace tiempo, Israel lo tiene peliagudo.


- ¡Pero si son ellos los que atacan! ¡Yo más bien diría que son los palestinos los que lo tienen peliagudo! –exclamo.


- En el corto plazo, por supuesto. Pero nosotros vamos más allá, y el futuro lo tienen mal. Se trata de una obviedad que sorprende y extraña, en un pueblo tan inteligente como es el judío.


- Insisto en que la fuerza está de su parte.


- ¿Y quién lo duda? Pero la fuerza no es lo que importa aquí. Están minando su relato. De ser los perseguidos, se han convertido en los perseguidores. Esto no casa con su mito. En cambio, los palestinos cada vez tienen su historia más asegurada. Sus muertos son las semillas de los mitos que les acabarán dando la victoria. Y que eso no lo comprendan los israelitas, que han vivido durante miles de años sostenidos por mitos, es de lo más extraño.


Les pregunto que aclaren más este punto, algo oscuro según mi parecer.


- El mito del Judío Errante y de la Tierra Prometida es lo que ha mantenido a este pueblo vivo, unido y compacto, mientras cruzaba los siglos enfrentándose a cuántas diásporas y persecuciones encontraba por el camino. Alcanzar por fin un suelo e instalarse en Palestina era en si ya un peligro, pero hacerlo sobre la base de la expulsión del otro, el que vivía allí desde siempre, es un error mitológico de lo más garrafal. Sólo tiene una explicación: que busquen indirectamente ser de nuevo expulsados del territorio, para volver a la itinerancia originaria. Lo que a todas luces están buscando, como los acontecimientos indican.


- ¿Así que piensas que lo que en realidad quieren los israelitas es ser expulsados?... Me parece un poco exagerado.


- Hombre, no lo confesarán porque no lo saben. Pero si preguntas a los que entienden de estas cosas, verás como no lo dudan ni un momento. Y los palestinos, aunque tampoco lo saben, en realidad lo intuyen y por eso se dejan matar: no importa el número de muertos, al final acabarán ganando.


- Pero el presente lo tienen muy negro…


- ¿Que son veinte, treinta o cincuenta años en la historia de estos pueblos? Cuando se entra en episodios de guerra fratricida y total, el tiempo deja de importar, se contrae y fíjate en lo que te digo, lo nuevo e inesperado puede surgir cuando menos uno se lo espera. La lógica de la guerra ya no es la que era antes, cuando había una cierta racionalidad lineal en las batallas y los planteamientos estratégicos. Ahora se ataca por motivos raros e insólitos, sin estrategia alguna, por ejemplo para ganar unas elecciones, o mantener ciertos poderes de compra, o para satisfacer delirios inexplicables. Y la dinámica militarista, con sus poderosos efectos de destrucción masiva, explota por todas partes, especialmente por dónde menos te lo esperas. Aquí pueden surgir muchas paradojas y, en este escenario tan condicionado por la globalización del mundo, los resultados pueden ser muy sorprendentes.


Mercadal, que hasta el momento no había intervenido, tomó raudo la palabra para comentar lo siguiente:


- Lo que Bastides quiere decir es que las apariencias engañan y que las victorias de las modernas guerras cada vez son más pírricas. Mira cómo fue lo de Irak, o cómo está yendo lo de Afganistán, cada día más negro. El tema es que en estas batallas los militares no saben muy bien lo que están haciendo. Preparados para matar y destruir con extraordinaria sofisticación, algo que los americanos saben hacer muy bien, son incapaces en cambio de controlar el territorio, que se les escapa porque jamás supieron verlo como lo que es: un lugar dónde viven personas normales y corrientes. Para esos guerreros modernos, cualquier terreno es un campo de batalla, un escenario de operaciones, como lo llaman ahora, y los civiles que hay por allí sobran o son el cojín indispensable de las guerrillas a las que combaten. Metidos en este delirio tecnológico totalmente analfabeto, es lógico que tropiecen con la realidad una y otra vez.


- En eso tienes razón… -le digo, sorprendido de la fineza del doctor retirado.


- Volviendo a Israel, sorprende que el ejército de este país haya caído en el mismo delirio de los americanos. Se entiende porque son aliados y les compran las armas con sus correspondientes manuales de funcionamiento, pero extraña que traten el territorio con la misma desidia que los americanos han hecho gala en sus hazañas bélicas. Sobretodo porque Israel es un país pequeño y al fin y al cabo no hacen más que compartir suelo con los palestinos. Todo eso del muro y de las humillaciones diarias que infringen a los palestinos es de lo más extraño. Y si ahora le suman matanzas descomunales, la cosa irá a peor. Sabes, lo que les puede pasar a los israelitas es que de tanto atacar y bombardear el suelo palestino, acaben convirtiéndolo en extranjero para ellos mismos. ¿Cómo pueden matar en su propia tierra? Jamás podrían vivir sobre un suelo tan empapado de sangre…


- Bueno, eso es lo que hacen los colonos que se instalan día sí y día también en sus territorios…


- Sí, pero rodeados de alambradas, en constante estado de excepción. Los palestinos no son como los indios Apache, que pueden ser reducidos a campamentos testimoniales. Por de pronto, se multiplican a velocidades muy superiores a las de sus enemigos. Y pertenecen al mundo árabe, que es grande y ocupa toda la región. Este empecinamiento militarista de Israel no tiene futuro alguno: o paran y se toman en serio la convivencia con los palestinos, o acabarán de patitas en el mar, expulsados por sus propios errores y ondas bélicas.


- Veo difícil que alguien los pueda parar ahora…


- Todavía no hemos visto nada de las crisis que están por llegar. Las líneas estratégicas del mundo cambiarán sin duda los próximos años, y lo que ahora todo el mundo acepta como un dogma – el mantenimiento de Israel caiga quién caiga– podría dejar de serlo en otras circunstancias. Entonces, si no espabilan, podría ser demasiado tarde para ellos…


Los dejé impresionado por sus enigmáticas palabras, mientras en las televisiones del mundo resuenan los siniestros bombardeos de los aviones israelitas.

domingo, diciembre 21, 2008

El Teatro de Anita Maravilla.

Empezó anteayer el festival que organiza Eugenio Navarro en La Puntual por Navidades: dos estrenos mundiales y tres espectáculos de alta calidad. Para ver la programación, pinchen en la puntual

La primera obra fue “Sarean Sun Sun”, de Anita Maravillas Teatre. Precisamente uno de los estrenos mundiales a cargo de estas tres titiriteras instaladas en Barcelona que ya admiré en el marco del Animata Cabaret presentado hace meses también en La Puntual. La expectación era alta, pues el recuerdo de sus intervenciones en el citado cabaret era imborrable, por su altísima calidad en todos los sentidos.

Pues bien, debo decir, como viejo titiritero que soy, que las expectativas fueron colmadas con creces. Fue un verdadero placer disfrutar del aire fresco y de la buena labor creativa de unas titiriteras que saben alternar el trabajo actoral con la manipulación, pasando por las diferentes técnicas del género sin dificultad alguna. Lo dicho no es pan mojado: ser buen actor y buen titiritero no es algo que todos gocemos a partes iguales. Hartos estamos de ver a buenos titiriteros que no se resignan en ser lo que son sino que además quieren lucir sobre las tablas sin dar la talla. No es el caso de las tres jóvenes de Anita Maravillas: Miren Larrea, Mireia Nogueras y Valentina Raposo, cada una según su estilo, saben estar en el escenario con gracia y mediante una presencia muy adecuada en su relación con las marionetas. Sin duda este factor es uno de los que más pesan a la hora de elevar la obra hacia cotas de agradable receptividad, allanando el camino a la función de las marionetas, que encuentran así un espacio cómodo y adecuado.

La historia es sencilla y se deja explicar sin apenas palabras: las tres manipuladoras son tres aprendices de bruja que aprenden de la abuela, una magnífica bruja aún más grande en tamaño que las tres jóvenes que la mueven. En este aprendizaje irán mostrando sus habilidades demiúrgicas. Lo bueno de este argumento es que los personajes encajan a la perfección con el de marionetista (¿pues no es el titiritero una especie de aprendiz de brujo que se multiplica en máscaras y otros seres salidos de la nada?). Esta coincidencia de función y personaje da alas y cuerda a la obra, cuyos sucesivos esqueches se hilvanan con naturalidad entre si.

La palabra mágica que aparece en el título, Sarean Sun Sun, es la llave brujeril que abre las distintas secuencias de las marionetas y su desenlace. La representación se estructura así a modo de un rito mágico del que las tres jóvenes brujas hacen partícipes a los espectadores. Hadas, duendes, demonios, seres dobles y la misma muerte son los personajes que van apareciendo, surgidos de misteriosas cajas, de un tiesto mágico o de la negra oscuridad del escenario. Marionetas de hilo y títeres movidos con la mano, una variedad controlada y bien hilvanada por las propias manipuladoras en sus papeles de aprendices de bruja.

Al final reciben el premio a sus labores: la abuela les da a cada una, a modo título y de premio póstumo, una escoba mágica. Se la han ganado. Sus maravillas han embelesado a la abuela y al público, y éste les premia a su modo, con fuertes aplausos.

Una obra que para las tres componentes de Anita Maravillas será sin duda la escoba que las llevará de bolos por los caminos titiritiles del mundo.

sábado, diciembre 20, 2008

La crisis continúa.

Hace días que tenía ganas de ver a mis amigos futurólogos para comentar los últimos acontecimientos del mundo. Por fin ayer pude escaparme y, a pesar del frío, fui a la playa dónde encontré a Bastides y a Mercadal como siempre paseando por la arena mojada.

- Parece que la crisis no arrecia, al revés, que gusta de instalarse bien repantigada sobre bancos, tiendas y gobiernos… -les dije para animarlos a dar su opinión.

- Ya lo anunciaron los analistas, y la verdad es que no se han equivocado: esta crisis es una suma de crisis. Y quién no lo quiera ver, ciego está –contestó Mercadal muy contento.- Nosotros lo tenemos clarísimo: estamos al principio de una cascada de acontecimientos destinados a cambiar el mundo. Y fíjate que digo al principio, pues la cosa va para largo. Que luego el tema acabe mal es una posibilidad y, desde luego, muchos agoreros así lo pronostican. Pero ya sabes que nosotros preferimos ser optimistas, aunque no haya motivos objetivos para serlo.

- ¡Desde luego, cuesta ser optimista hoy en día! –les digo admirado de la capacidad de sobreponerse a los acontecimientos de mis dos viejos amigos.- Sobretodo cuando vemos que las soluciones a la crisis provienen de las mismas grandes corporaciones, cuyos intereses nada tienen que ver con el común de los mortales.

- Aquí está el problema. Las reacciones no están a la altura de las circunstancias. Pero, por otra parte, no debería extrañarnos que los políticos obedezcan a bancos y empresas, cuyos poderes son hoy por hoy incuestionables. Mira, Rumbau, parece evidente que esta crisis, por muy importante que sea, no va a cambiar en demasía el estado general de las cosas. Al revés, creo que lo va a empeorar. Aunque mi olfato me indica que faltan todavía unos años para lo peor. Y ya sabes que las personas no reaccionamos hasta no ver al mismísimo lobo en nuestras narices.

- ¿Quieres decir que vamos hacia crisis aún peores?

- Por supuesto –contesta Mercadal, que parece hallarse muy a gusto en esta temática–, y quién no lo quiera ver, ciego está. Los disparates se acumulan y aquí está el peligro de la situación: una suma de factores capaz de alterar los resultados habituales. Piensa en los disparates y en sus consecuencias: cuando se cometen a escalas globales y desde la masificación, entran en dinámicas de aceleración exponencial, como bien indican los estudiosos de la complejidad. Todo el mundo habla de eso y los más entendidos, exponen la situación con grandes luces de alarma. Pero nadie hace caso.

- ¿Pero a qué te refieres exactamente?

- Los escenarios son complicados. Por ejemplo, nadie parece asustarse de que la producción decaiga tan rápidamente en todo el mundo, generando paletadas de parados abandonados a su suerte. Eso ocurre aquí, en la China y en Honolulú. Pero fíjate que la filosofía que impera en el mundo de la industria es la reducción sistemática de la mano de obra. De modo, que sólo hay una solución a la crisis de las empresas: el despido. Hasta ahora, esas cosas ocurrían en un único país, o en una región de países, pero cuando ello ocurre en todo el mundo, las consecuencias son impredecibles. Los estados dicen que van a invertir para dar trabajo a estos ejércitos de parados, pero ¿cómo lo van a hacer con eficacia, cuando desde sus puestos mismos de mando no creen en una política de intervención estatal sino en la simple libertad de mercado y laboral? Curioso, ves a los funcionarios con sueldos asegurados predicando a sus conciudadanos desprotegidos de que deben espabilarse, que ya no hay seguridad en el trabajo, que monte cada uno su propia empresa, etc. Si predicaran con el ejemplo, serían más creíbles. Todo eso huele a chamusquina, y la gente no es tonta –aunque bastante sí lo es.

- Por cierto, que se me hace difícil entender cómo la gente, y especialmente los más jóvenes, no reaccionan ante el tamaño de los abusos. Me refiero a los llamados “contratos basura” que son una tomadura de pelo de mucho cuidado. ¿Pero qué autoriza a unos pocos a forrarse a costa de otros muchos que reciben sueldos de risa? Con las actuales condiciones de trabajo, estamos volviendo al siglo XIX. Creo que aquí la revolución conservadora de los Neocon debería empezar a plegar velas: su fracaso en los modelos económicos vigentes debería allanar el terreno a una revisión a fondo de todo lo que supuso de atraso civilizatorio.

Bastides habló con una seguridad tal que me dejó impresionado.

- Y lo mismo cabría decir sobre el tema del cambio climático –añadió Mercadal, muy excitado ante las palabras de su amigo zapatero–. Me sorprende que la solución a la crisis que proponen sea más de lo mismo: reactivar el consumo para que siga la producción… Nadie se atreve a romper la cadena y el desastre está asegurado. Como se dice, pan para hoy y hambre para mañana.

- ¡Pero hay que comer, Bastides! ¡La gente necesita trabajo, y las empresas dinamismo y el combustible necesario para seguir empleando a los trabajadores! Estas cadenas que tu quieres romper, son indispensables, la base de nuestras sociedades.

- El problema es que no tenemos ni idea de por dónde van los tiros. Algunos se atreven a proponer vías de desarrollo, pero nadie hace caso. Lo propio es seguir los caminos trilllados. Todo el mundo habla de creatividad y de innovación, pero a la hora de aplicarlos a los temas importantes, se recurre a lo caduco. Mentes abiertas, creativas y preparadas las hay, lo hemos visto estos días en los periódicos, con aportaciones algunas ricas y sugerentes, pero son voces clamando en el desierto. La apisonadora del desarrollo, con el peso implacable de la rutina, arrasa con todo.

- ¿Dónde está pues vuestro optimismo? –les pregunto, sorprendido por el cariz que ha tomado la conversación.

- En el futuro. El presente lo tenemos jodido, aunque nosotros lo veamos iluminado por las proyecciones del futuro que hay en él. Quiero decir que a la larga encontraremos las vías de escape a este callejón sin salida. Pero debemos aún tropezar con la misma piedra una y otra vez. Así es la condición humana, tan extraordinaria como burra. Aunque al final, acabe prevaleciendo el sentido común.

- Pues muchos lo dudan. Si de las emergencias os fiáis, la verdad es que los tiros pueden salir por la culata.

- Y saldrán por ella, sin duda, pero aquí hay unos factores sutiles a tener en cuenta. –Bastides, muy inspirado, se detuvo y habló con la mirada fija en el horizonte:– la capacidad de proyección de los idiotas, por muy estratégica que sea, se queda en el corto plazo ineludible, pues conservar el poder es lo que importa. Y es que el corto plazo no llega a ninguna parte, de ahí el colapso continuo al que estamos sometidos. En cambio, las proyecciones de los que miramos a largo plazo, porque el corto ya lo tenemos jodido, tiene más garantías de realización al asumir ritmos más largos y naturales de cambio y evolución, además de aceptar las interdependencias entre los distintos ámbitos y disciplinas, las cuales requieren más tiempo. Aquí se abren vías posibles, paisajes abiertos, espacios aptos dónde situarse. Para nosotros, se trata de simples ejercicios de imaginación que al estar basados en nuestra probada capacidad visionaria, adquieren veracidad y realismo.

- Comprendo… -contesté admirado del extraño raciocinio de mis amigos futurólogos.

- Lo que dice Bastides es muy importante –añadió Mercadal con mucha convicción.– Se trata de pensar con la imaginación, Rumbau, una facultad muy desarrollada pero cuyas aplicaciones se están desaprovechando. Y es que para que ser creativa, la imaginación requiere de espacios libres. ¿Lo entiendes? Sólo desde la libertad podremos pensar el futuro de acuerdo con los verdaderos intereses globales, locales e individuales. A eso se refería Bastides con sus palabras…

Eran ya las dos y media, y el sol otorgaba un agradable calorcito que amortiguaba el frío del agua de mar en los pies. Pensé que el ejemplo de mis amigos debería ser imitado por muchas más personas: otro gallo cantaría si la gente empleara su tiempo en analizar los problemas del mundo y en imaginar posibles vías de solución. Sin grandes palabras y con una modestia apabullante, aquellos dos ancianos sabios se inventaban el futuro, abrían espacios al presente y no se jactaban de ello.

Cómo siempre, salí caviloso hacia las duchas del Club Natación Barcelona, mientras Bastides y Mercadal seguían su paseo por la playa.