
Esta definición explica que desde los albores de la cultura humana encontremos testimonios de este empeño desdoblador: máscaras, figuras, estatuas y muñecos. El meollo del teatro de marionetas se encuentra pues en la misma esencia del fenómeno de la conciencia y de su despliegue en la cultura. Una manera de ver la historia de las sociedades y sus culturas, es observar la forma como en cada época nos hemos desdoblado: dime con quién vas y te diré quién eres. A la mono-identidad le buscamos siempre un socio con el que discutir y pelearnos. Este salir de si mismo se ha hecho desde siempre proyectándonos en lo de afuera: plantas, animales, espíritus, héroes, dioses, diablos y enemigos. Para ello se ha inventado el Otro, la Metafísica y el Más Allá, un espacio dónde ubicar a estas figuras que nos representan fuera de nosotros.
En la época del individualismo, lo que se lleva es el desdoblamiento dentro de uno mismo: aceptar que la conciencia es algo de dos. Pero esta obviedad no es tan fácil de asumir como parece. Un truco sería aplicar la imagen del teatro de marionetas: nuestra conciencia individual no sería más que un teatrillo desde dónde títere y manipulador se comunican con el exterior. Lo normal es que pongamos el teatro afuera y consideremos a los demás como nuestras marionetas: hechas para ser manipuladas, para satisfacer nuestros deseos, necesidades, etc (de ahí que se hable de Gran Teatro del Mundo). Lo difícil, en cambio, es meter la marioneta adentro, y aceptar que somos títere y titiritero a la vez. Dicho en otras palabras, yo y mi máscara. Pero hablar de marionetas en vez de máscara es más dinámico y esclarecedeor: requiere aprender un oficio, tanto para la creación de los títeres como para su manipulación, y las relaciones entre ambos son mucho más complejas e interesantes.
Ser títere y titiritero al mismo tiempo tiene otra consecuencia: permite responder con corrección a aquella típica pregunta que surge siempre cuando se habla de marionetas: ¿quién manipula a quién? La respuesta correcta (el títere manipula al manipulador) sólo se permite como metáfora. En cambio, cuando el teatrillo está dentro de nosotros y no sacamos a nuestros personajes dobles del espacio de las interioridades subjetivas, podemos afirmar con corrección que ambos, títere y titiritero, son categorías intercambiables: tanto monta monta tanto, el muñeco como el titireando.

De igual manera, la responsabilidad de lo que somos y hacemos está más cerca de lo que parece. En realidad, la tenemos en nosotros mismos: si somos títere y manipulador a la vez, no hay que echar la culpa ni pedir explicaciones a nadie. Ya se encargará de ello nuestro Observador que somos nosotros mismos convertidos en nuestro Espectador. Y como la gracia es hacer una función buena y original, tampoco se trata de ir copiando a los demás. De ahí que el titiritismo sea tan útil para estos menesteres del arte individual. Una disciplina y metáfora ideal para la comunicación creativa –ese gran tópico del siglo XXI sólo concebido hasta ahora como márketing. El títere-titiritero que lo desmarketingzará, buen titiritero-títere será.
1 comentario:
Un blog que habla de marionetas, una sorpresa! No le he entendido muy bien, pero las fotos son preciosas y lo que dice suena a inteligente. Un descubrimiento que pienso frecuentar.
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