Imaginemos por un momento que Israel siga con sus trece, Siria acabe entrando en el conflicto y tras ella lo haga Irán. Es de suponer que la táctica utilizada en Líbano debe ser un ensayo general para lo que les gustaría hacer en esos otros dos países. Supongamos ahora que lo hagan. ¿Cuál sería el resuiltado? La destrucción de estos países y el desplome de sus gobiernos, incapaces de sobrevivir al caos consecuente. Sería una situación como la que se vive en Irak, pero multiplicada por tres y por cuatro, dadas las dimensiones de los dos países afectados.
¿Sería esto un escenario ideal para Israel? Tal vez sus estrategas piensan que si. Pero lo que está demostrando Irak es que los países árabes son unos volcanes sólo mantenidos a raya por sus respectivos gobiernos corruptos, encargados de reprimir cualquier atisbo de rebelión o independencia. Caídos estos gobiernos, se disparan las energías contenidas y el país explota. Al principio, la anarquía se neutraliza a si misma, pero a la larga, encuentra su propia dirección, se canalizan las dinámicas y emerge una nueva fuerza muy superior a la anterior, curtida por la muerte y la experiencia guerrera. Estas fuerzas rápidamente dirigirían su atención al origen de sus desgracias: Israel. Puede incluso que entonces, otro tipo de empuje haya substituído al religioso, aunque lo más propio es pensar que éste seguirá: el fanatismo sigue siendo la mejor arma guerrera.
Veamos qué pasa en Líbano una vez acabe la oleada de destrucción. Es un misterio saber como reaccionarán sus pobladores. Desde luego, el odio a Israel, que les ha destruído su país y sus esperanzas de recuperación, será mayoritario, incluso entre sus antiguos aliados. Ya durante las manifestaciones antisirias, sorprendió a todo el mundo el repentino sentimento patrio de muchos libaneses, algo nuevo en este país fragmentado como la piel de un cocodrilo. Podría ser que la agresión israelí acentuara esa identificación colectiva. El problema estará en como encaja Herzbolá en el conjunto –en el caso de que sobrevivan como formación política. Supongo que los estrategas del Partido de Dios piensan que los libaneses, admirados por su resistencia y compasivos con las muertes cosechadas, se pondrán a su lado. Podría ser que hubiera algo de eso. Pero las fidelidades en Líbano son muy sólidas en sus distintas comunidades, y las pendencias de siempre entre las facciones volverán a emerger, con más virulencia si cabe, ante la rabia del entorno desolado y en ruinas. Por lo tanto, lo más seguro es que haya petición de responsabilidades. Dudo que Herzbola haga un mea culpa y pida excusas a los libaneses. Más bien cabe esperar enfrentamientos. Si se quedan en el parlamento y se llega a acuerdos, perfecto. Pero cuesta imaginarlo. Difícil imaginar en un mismo gobierno partidos unos en estado de guerra y otros que sólo quieren vivir tranquilos y dedicarse a los negocios.
Sin embargo, también es posible que la larga experiencia de los libaneses en guerras civiles les haya vacunado en este tema, y que se resistan a caer de nuevo en la querella armada. Eso sería lo mejor que le podría pasar al país de los cedros. Lo que hace verosímil esta posibilidad es el hecho de que sus pueblos ya están acostumbrados a vivir juntos siendo todos diferentes. Hay que pensar que los mismos contendientes que lucharon entre si durante la guerra civil, luego ocuparon sus puestos en el parlamento cuando llegó la paz. O sea que aparentemente, no hubo ni vencidos ni vencedores, lo que lleva a pensar en la inutilidad de tantas muertes. ¿Conseguirá ese logro el Líbano?
Si el incendio se ha extendido a Siria e Irán, sumándose al de Irak, lo más probable es que el estado de guerra en la región se generalice y se enquiste, lo que no sólo daría al traste con las posibilidades antes apuntadas, sino que inlcuso podría borrar del mapa a los mismos países de la zona. Sería difícil para el Líbano sobrevivir metido en el medio de todo este conflicto. Seguramente, eso es lo que buscan los partidos de la guerra: incendios globales. Los del bando islámico, pensarán que con el fervor y el odio pueden aguantar y vencer. Los del bando israelí y americano, pensarán que la superioridad militar es lo decisivo, y que ante las nuevas tecnologías de la destrucción, no hay fervores que valgan. Los grandes perdedores de tan “inteligentes” estrategias no sólo serán los libaneses y todas las poblaciones tranquilas y pacíficas de la zona, que son la inmensa mayoría, sino los propios europeos.
Aunque tal vez entonces surja una nueva generación de políticos capaces de anteponer la valentía y el ardor de la razón compleja al simplicismo retrógrada y suicida de los monoteísmos nacionales, imperiales y militaristas. ¡Ojalá!
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