La “ayuda” brindada por Herbolá a los Palestinos de abrir un segundo frente en el Líbano, además de hundir a este país en la ruina, me parece que será igualmente nefasta para los propios Palestinos. Así parecen haberlo visto los israelitas, que de inmediato se han agarrado al ataque chiíta para extender el conflicto palestino hacia unos parámetros más clásicos de “guerra entre naciones”, dónde por lo visto “no hay porqué avergonzarse de nada” y tienen, como siempre, todas las de ganar. De paso, al asociar la resistencia palestina al ataque de países extranjeros, tienen las manos libres para actuar con doble impunidad y ya sin reparo alguno en el patio trasero de Gaza y Cisjordania.
Que el resultado de esta jugada israelita sea la destrucción del Líbano, el peligro (para ellos irrisorio) de una extensión del conflicto a Siria e Irán (qué oportunidad más buena para la “cirujía militar” que tanto ansían hacer en estos países) y el derrumbe definitivo de lo poco que queda del incipiente estado palestino, poco importa. Lo importante es el objetivo número uno: la supervivencia de Israel y su creciente acomodo en las tierras ocupadas. Con la destrucción del Líbano, y si se tercia, de Siria e Irán, se ganan unos diez o veinte años de retraso en el rearme de sus enemigos. Y de paso, se sigue machacando a los Palestinos.
La intervención de Irán en el conflicto palestino, que sirve únicamente a los intereses de los mandatarios de este país en su forcejeo por el tema nuclear y en su posicionamiento en la región, muestra el grado de acanallamiento de la política en esta parte del mundo, que tanto EEUU como Israel han procurado excitar al máximo, elevándolo al paroxismo. El régimen de los Ayatolás busca lo mismo que Israel: su supervivencia. Pero mientras en Israel es todo el país el que se identifica con los deseos de supervivencia, en el caso de Irán es sólo el gobierno, pues la gente en general no se siente amenazada por ningún peligro exterior. Tal es el problema de los gobiernos despóticos, y la desventaja que tiene respecto a Israel. Por eso sus dirigentes buscan como sea el conflicto, para ver si así el pueblo les sigue en su huída hacia adelante. Una huída que, como la historia demuestra, acaba siempre en desastre, pagando las poblaciones los delirios y las ansias de poder de sus gobernantes.
Es curioso que Herbolá se haya dejado arrastrar por Irán. Por un lado, entra en la lógica de los hechos pues es una creación suya, pero por el otro, la singularidad de los chiítas libaneses, que habían entrado en el gobierno y parecían dispuestos a aceptar las reglas normales de juego, con estudiadas políticas de imagen y cierta implicación en el negocio turístico, hacía pensar que serían más sensatos. Su acción es en realidad un suicidio político: tal vez los libaneses arrimen hoy el ombro todos con todos ante la agresión israelita, pero tras los bombardeos, llegará el ajuste de cuentas. Y los platos rotos serán tantos, que se les pedirá explicaciones. Si ellos empezaron la juerga, que la paguen. Cómo mínimo, deberán entregar las armas, y sin ellas, se deshincharán sus humos. Aunque lo más probable es que no quieran, arrastrando al país a nuevas querellas interiores.
Para concluir, de todo lo dicho se infiere que pueda hablarse de “calvario” para los Palestinos: caídos en la trampa de la ayuda iraní, condenados por unos y mal utilizados por otros, se hallan sin escapatoria alguna, pues mientras antes todavía tenían la opción de poder marcar una cierta agenda de los hechos (al ser ellos el “único enemigo”), ahora ya no tendrán ninguna, arrastrados como estarán por el ciclón de la guerra, ajena y lejana, que sin embargo se seguirá cebando en ellos con el descaro y la criminalidad de siempre.
Sin duda Europa tiene una gran parte de responsabilidad en ello: ¿por qué se negó la victoria electoral de Hamás, abandonando a los Palestinos a su suerte y echándolos, como quién dice, a los brazos de los iranís? Pero los errores de Europa son tántos, que ya no viene al caso. Se explica por la ausencia de una política común. Aunque luego el resultado sea el incendio de la región. Ésa podría ser la gran oportunidad de Turquía: a cambio de ser los bomberos del incendio, poder entrar en la Unión Europea. Falta que quieran serlo y prefieran optar por la piromanía, alegando que “en aguas revueltas, ganancia de pescadores”. Tal vez entonces Francia recapacite y se avenga a la razón geoestratégica. Pero tal vez entonces ya sea demasiado tarde...
Por cierto, el gesto de Solana viajando a Beirut en plena crisis es lo único bueno que ha hecho Europa en todo este asunto. Ojalá sea el inicio de un cambio de rumbo y de una implicación mayor en la región. Por ejemplo, haciendo de la reconstrucción del Líbano una causa común europea –y exigiendo a Israel que asume los estropicios. Aunque ello sólo es posible si se combina con propuestas fuertes y serias de arreglo al problema palestino.
6 comentarios:
Me parecen bastante acertados los análisis que propone, pero en todos sus escritos advierto un lapsus: quién ha iniciado esta crisis no es Israel sino Hirbolá. Suponer, como dice usted, que Israel se aprovecha de ello para castigar a unos y a otros, no deja de responder a cierta logica: si son sus enemigos, es normal que los castigue.El porqué de la magnitud destructora de Israel respecto al Líbano sería el tema a poner en cuestión. La respuesta es el escarmiento. Pero claro, a coste de pagar un precio alto: el odio que crece en todas partes contra Israel.
Aun sin estar de acuerdo, le agradezco sus agudos comentarios
José
Le agradezco su comentario, sr. José. El problema en lo que dice es el doble rasero que existe en todo lo que se refiere al problema de Israel. ¿Por qué cuando Israel mata y destruye en sus políticas de represión se le permite todo, sin poner en cuestión que se ceben en civiles inocentes? ¿Por qué no se le llama a esto terrorismo, y en cambio todo lo que hacen los palestinos es tachado de terrorismo? ¿Por qué unos países deben cumplir las resoluciones de la ONU y otros no? Creo que son muchos los ejemplos de doble rasero que se podrían citar. Para completar esta respuesta, recomiendo un artículo de Georges Corm, reconocido escritor y economista libanés, aparecido en la Vanguardia el sábado 15 de julio. Si lo encuentro, lo pondré en el blog. Saludos
Adjunto artículo de Georges Corm (La Vanguardia, 15 de julio 2006, pág.6):
ABANDONADOS POR LA ONU
Con el fracaso en Oriente Medio nos espera un futuro sombrío
Las violencias que golpean de nuevo la Palestina ocupada y Líbano y que provocan tantas víctimas inocentes son el resultado del abandono por parte de la comunidad internacional de los principios clásicos de derecho internacional. En efecto, si el Estado de Israel respetara esos principios y todo el corpus de las resoluciones de las Naciones Unidas relativas a la solución del contencioso árabe-israelí, no tendríamos este estado de guerra casi permanente que devasta Oriente Medio desde hace 50 años. Recordemos que esos principios estipulan la prohibición de anexionarse territorios por la fuerza, la prohibición en los territorios ocupados de cambiar las estructuras demográficas y colonizar esos territorios, la obligación de permitir a las poblaciones expulsadas por las operaciones militares el regreso a sus pueblos y la recuperación de sus bienes, y la obligación por parte del ocupante de proteger a las poblaciones civiles.
El Tribunal Internacional de Justicia ha recordado recientemente todos estos principios en un fallo que condena la construcción por parte del Estado de Israel en la Cisjordania ocupada de un muro destinado a encarcelar a los palestinos hasta el final de los tiempos. También ha recordado la obligación que tiene el Estado de Israel de respetar las convenciones de Ginebra relativas a la protección de las poblaciones civiles por parte de un ejército ocupante.
Ahora bien, no sólo consideran Estados Unidos y en gran medida muchos países europeos que Israel no tiene que someterse a las leyes internacionales y a las resoluciones de las Naciones Unidas, sino que consideran también que la responsabilidad de las violencias en Oriente Medio es debida de forma exclusiva a los terroristas.A los ojos de Occidente, sólo los países árabes deben aplicar sin rechistar las resoluciones de las Naciones Unidas tomadas contra ellos, como en el caso de Iraq, Siria, Libia y Líbano; es más, "la comunidad internacional, en esos casos, para hacer aplicar esas resoluciones", considera legítimo utilizar la fuerza o establecer embargos económicos que sólo afectan a las poblaciones civiles.
Desde los atentados del 11 de septiembre del 2001 contra Estados Unidos, el término terrorista designa indistintamente a quienes cometen tales atrocidades en el extranjero o en su propio país y a quienes luchan por liberar los territorios ocupados. En el mejor de los casos, en la cuestión de Palestina, los medios de comunicación y los políticos occidentales sitúan en un mismo nivel a ocupantes y ocupados cuando condenan las violencias que se ejercen contra los ocupados. Sin embargo, por regla general - y como colmo de la aberración-, la lógica implícita a lo que ocurre en Oriente Medio es que ahora los ocupados deben velar por la seguridad de los soldados ocupantes o de los colonos que se apropian de las tierras infringiendo las convenciones de Ginebra. Si unos soldados del ejército ocupante son secuestrados con la intención de intercambiarlos por prisioneros que se pudren - a veces, desde hace más de treinta años- en las cárceles del ocupante, éste puede ejercer todas las represalias posibles e imaginables sin recibir condena alguna de las Naciones Unidas.
Con tales reglas nuevas de inmoralidad internacional,nos espera un futuro bastante sombrío. El fracaso de la Sociedad de Naciones en la primera mitad del siglo XX a la hora de garantizar la aplicación de los principios del derecho internacional aceleró el estallido de la Segunda Guerra Mundial y la aparición de las violencias más innobles. Es probable que el fracaso de las Naciones Unidas en este principio del siglo XXI a la hora de hacer respetar los principios elementales del derecho y la moral comporte consecuencias no menos graves para el destino de la humanidad.
GEORGES CORM, profesor de la Universidad Saint-Joseph, Beirut; antiguo ministro de Finanzas de Líbano y autor de ´La fractura imaginaria. Las falsas raíces del enfrentamiento entre Oriente y Occidente´, Tusquets, 2004. Traducción: Juan Gabriel López Guix
Francamente, le veo a todos ustedes muy sensibles con las legalidades que dice defender Israel. Este país hace tiempo que rompió todas las barreras de la legalidad, hundiéndose en la miseria moral. Que sean judíos precisamente los que así obren es lo que más debería chocarnos. ¿Acaso no saben lo que es ser tratados como bestias? ¿No debería su experiencia haberles vacunado de caer en tales bajezas? Dudo que denuncias de este tipo sirvan para algo, pero me parece necesario decir las cosas por su nombre y dejarse de tanta educación cuando se trata de vidas humanas inocentes masacradas por principios logísticos de alta política estratégica. ¡Una vergüenza!
Muy bueno el artículo del señor Corm.
P.L.
Si la guerra hoy en día es castigar a la población civil, matando inocentes y destruyendo todos los puentes de un país, entonces habrá que abolir de una vez por todas la guerra. Absurdo dirán algunos, la guerra es la guerra. Pues ya saben lo que les espera a los israelitas, si siguen por este camino: al actuar como actúan, abren la veda a las matanzas indiscriminadas, sin principios amoriguadores.Si ellos lo hacen, ¿por qué no sus enemigos? Con su comportamiento, están legitimando el terrorismo contra ellos. Un suicidio, pues es evidente que el tiro en estos casos acaba saliendo por la culata.¿Tan ciegos son que no lo ven?
Es extraño que Israel no entienda que creando más odio a su alrededor se está desestabilizando. Su extremismo lo está alejando de la familia democrática y pacífica, que considera que la historia debe resolver las diferencias sin destrucción mutua. Así lo ha hecho Europa, tras siglos de guerra. Pero creo que el problema es más de fondo...
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