domingo, junio 22, 2008

Entrevista al señor Wang Jing, director del Teatro de Marionetas de Quanzhou

(reunidos en la sala de A Tarumba)











Tuve la alegría de reencontrarme
en Lisboa, durante la celebración del Festival de Títeres FIMFA8, con la compañía china de marionetas de Quanzhou, procedente de la rica región de Fujian, frente a las costas de Taiwán. Y digo reencuentro porque ya en 1990 estuve en esta ciudad para participar en un memorable festival del que guardo los mejores recuerdos. Fuímos los tres de La Fanfarra más mi hijo Octavi, que cumplió allí los diez años, en uno de los viajes de la compañía más interesantes y nutritivos.

Ya el primer día asistimos a una representación de la compañía, con marionetas de hilo manipuladas desde lo alto de un sofisticado puente, con un equipo de unos diez o quince manipuladores, y, situados en los laterales del teatro, ¡una orquesta de unos quince músicos que acompañaban las palabras cantadas o habladas en directo! ¡Qué alarde de imaginación y de fineza en el arte del hilo! Aquellas marionetas hacían lo que querían sus manipuladores: bailaban, peleaban, eran extraordinarios malabaristas, servían el te, fumaban en pipa… Quedamos realmente impresionados.

Entrevistamos entonces al señor Huang Yi-Que, director artístico y afamado maestro titiritero, muy reconocido en el mundo entero por su refinada técnica constructora y manipuladora –su actuación estelar con el Rei Mono montado en una bicicleta de la que subía, saltaba, hacía la vertical, corría de lado, sin detenerse nunca, fue increíble. La entrevista se publicó en el número 2 de la revista Malic. Lamentablemente, el señor Huang, que desde 1952 era miembro de la compañía, ha muerto. Pero su legado sigue vigente y muy vivo, cómo se irá desvelando a lo largo de esta charla.

Han pasado desde aquella visita 18 años, y consideré que sería muy interesante volver a entrevistar a la compañía, concretamente a su actual director, el señor Wang Jing, asistido por su joven colaborador e intérprete, el señor David Zeng –miembro de una conocida familia de artistas de Quanzhou. El encuentro tuvo lugar en los despachos del Festival, sede del C.A.MA y de la Tarumba, con la asistencia también de Rute Ribeiro y Luis Vieira, directores ambos del Festival de Lisboa, quiénes grabaron en video la charla, que duró toda la mañana.

(El señor Huang Yi-Que manipulando el mono en bicicleta en 1990)

Muy bien atend
idos por el simpático señor Wang Jing, quién nos ofreció un magnífico té que iba sirviendo a medida que nos lo bebíamos, entramos muy rápidamente en materia. Cómo es lógico, mi interés se centraba sobretodo en saber cómo las formas tradicionales del teatro popular, del que la compañía de marionetas era un perfecto exponente, se habían adaptado y evolucionado en un país inmerso en un galopante proceso de crecimiento económico. Dicho en otras palabras, cómo un grupo de marionetas vivía el tremendo cambio que estaba teniendo lugar en China. El señor Wang, consciente del interés que su país despierta en Occidente, dosificó sus respuestas a través de un clarificador y pormenorizado relato de la historia de la compañía, mientras, entre té y té, se desplegaba ante nosotros la del país entero.

Dejemos al señor Wuang hablar:

(Imagen del puerto antiguo de Quanzhou)

“Ante todo, quiero hablarles de la ciudad de Quanzhou, excepcional en muchos sentidos, con unos 1.500 años de antigüedad, ciudad abierta y dotada de un puerto que durante 900 años fue uno de los principales centros de comercio de China. Esta realidad histórica marcó Quanzhou para siempre, al hacerla multicultural y cosmopolita, con una importante comunidad musulmana que todavía persiste. Esta prosperidad acabó doscientos años atrás, y desde entonces hasta la Revolución, la decadencia fue lenta pero inexorable.”

“Una característica, sin embargo, distingue Quanzhou y la región de Fujian del resto del país: en nuestra región, la tradición del teatro de marionetas, especialmente en sus formas de hilo y guante, de unos mil trescientos años de antigüedad, no ha sufrido interrupción alguna. Traumas y cambios los hay y los hubo, especialmente durante la Revolución Cultural, pero jamás una desaparición total. Es decir, mil años de continuidad en las formas, estilos y repertorio, un caso único en toda China, lo que ha dado a nuestra compañía un valor histórico-artístico de excepción.”

(La Fanfarra con el señor Huang y otros dos miembros de la compañía en 1990. En primer término, mi hijo Octavi.)

“Tal vez los años más difíciles fueron entre la Segunda Guerra Mundial y la Guerra Civil, cuando el país vivió uno de sus momentos históricos más dramáticos. Hasta que en 1952, una vez pacificado el país, se creó la Compañía de Marionetas con un estatus especial por el que recibía protección directa del Estado. Se puede decir que de 1952 a 1966, año en el que empezó la Revolución Cultural, se vivió una época feliz, que nosotros llamamos nuestra Edad de Oro, quince años que sirvieron para consolidar un equipo y una profesión, la de titiritero, hasta entonces sujeta a los caprichos y los azares de una vida precaria, y que de pronto se convirtió en prestigiosa y bien pagada, algo insólito. Eso permitió a los nuevos marionetistas una dedicación exclusiva, y el nivel de los espectáculos creció de un modo espectacular.”

“En esta época se mantuvo el repertorio tradicional, podado del espíritu feudal que siempre había caracterizado al teatro de marionetas, y muy cuidado en todos los aspectos relativos a la técnica y la presentación. El señor Huang tuvo un papel principal en este proceso, al ser uno de los jóvenes marionetistas que entonces tomó las riendas del grupo.”

“Saben, yo distingo varias etapas en la historia de nuestra compañía, cuatro concretamente. La citada Edad de Oro, que va de 1952 a 1966, fue la primera, en la que se sentaron las bases para llegar a la actualidad. La segunda de las etapas, empezó en 1966…”

Hizo una pausa retórica el señor Wang, que aprovechó para servirnos una nueva tanda de tés y, así preparados para los siguientes episodios, en este caso traumáticos, continuó:

“Entre 1966 y 1976 tuvo lugar la Revolución Cultural, un desastre para el país, al pretender los jóvenes revolucionarios borrar cualquier atisbo de originalidad diferencial y por supuesto suprimir todas las tradiciones artísticas y teatrales. En muchos lugares, representó la muerte de legados riquísimos de miles de años de antigüedad. En el caso de nuestra compañía, tuvimos la suerte de no desaparecer del todo. Sí perdió a bastantes miembros de la compañía, pero no al núcleo principal y más experimentado. Por supuesto, el repertorio cambió completamente: el tradicional quedó prohibido, y las historias tenían que ceñirse a las indicaciones del momento. Los vestuarios pasaron de los vivos colores habituales a un gris frío y aburrido. Pero el trabajo, a pesar de las dificultades, continuó con un factor que fue definitivo para el futuro de la compañía: al no poder recrearse en los repertorios clásicos, y para salir de la rutina de la censura, nuestros marionetistas se dedicaron a perfeccionar las técnicas de construcción y manipulación. Eso hizo que al terminar la Revolución Cultural, el nuevo período de abertura se iniciara con una base muy sólida desde el punto de vista artístico y técnico.”

“Se inicia entonces el tercer período de la compañía que va de 1978 a 1990. Fue una época de renacimiento de las Artes Tradicionales y de un gran desarrollo de la cultura china. En esta época se hicieron nuevas obras, como la Historia del Rey Mono, adaptación de uno de los libros clásicos chinos, que recibió muchos premios. Pero quizás lo más impartante es que entran treinta nuevos marionetistas jóvenes, formados todos ellos en la Escuela de Artes de la ciudad. Eran treinta titiriteros graduados y con un buen sueldo. Ellos aprendieron de los viejos maestros y se aseguró la continuidad del arte de las marionetas. Se establecieron contactos con la comunidad mundial, y resultado de esta abertura fueron los dos primeros Festivales de Marionetas que la compañía organizó en la ciudad de Quanzhou, con la complicidad y ayuda de las autoridades locales: en 1986 y en 1990”.

(La Fanfarra en pleno frente al teatro del Festival de Quanzhou)

En 1990 fue cuando La Fanfarra viajó a Quanzhou. Y puedo decir que los espectáculos que vimos entonces de la compañía tenían un nivel de altísima calidad, lo que confirma las palabras del señor Wang.

- ¿Y no hubo más festivales después del año 90?

- Sí, en el 2000, pero debéis tener en cuenta que a principios de los noventa hubo cambios drásticos en China, que nos obligan a hablar de una cuarta etapa, de nuevo con dificultades para nosotros.

“Esta etapa la sitúo yo entre los años 1993 y 2005, durante los cuales el énfasis del país se centró en la economía. De pronto, toda la población, especialmente la que habitaba en las ciudades, sólo pensó en los negocios y en enriquecerse. Fue un cambio brusco y radical, y la administración se olvidó de las viejas artes tradicionales. Empezó un peligroso período de decadencia durante el que muchos marionetistas, de entre los jóvenes graduados que habían entrado en los ochenta, se fueron en busca de mejores horizontes económicos. El equilibrio entre Economía y Cultura es difícil en períodos así, marcados por el cambio y el dinero. La Modernidad técnica ataca las formas tradicionales de vida, el Mercado se impone y los presupuestos de cultura bajan o se paralizan….”

“El año 1992 fue el más difícil para nosotros. Durante cuatro meses, la compañía no pudo pagar los salarios de los más jóvenes, y mientras algunos se iban al sector privado, otros pensaban hacerlo lo antes posible. Fue un momento de gran peligro.”

Otra tanda de tés da un respiro a las palabras del señor Wang, dejándonos con el deseo de conocer el desenlace de aquel relato que subía y bajaba por los conflictos y los avatares de la historia.

“Fue entonces cuando yo entré en la compañía, en el año 1992. En el peor momento de su historia, cuando el futuro parecía negro y sin horizonte alguno. Fue una decisión muy arriesgada por mi parte, incluso poco comprendida por amigos y familiares, pero de la que no me arrepiento en absoluto…”

Y lo dice, el señor Wang, con un aplomo y una sonrisa entre pícara y modesta a la vez, consciente de que los años le han dado la razón y de que el reconocimiento internacional le ha hecho probar las mieles del éxito. Le pregunto si es el director gerente o artístico de la compañía.

- Las dos cosas –contesta-. Yo vengo del mundo del cine y de la televisión. He sido guionista y también he hecho obras para el teatro. Pero nunca he escrito nada para marionetas. La verdad es que cuando entré en 1992, a pesar del mal momento, en seguida vislumbré un futuro de enormes posibilidades.

(Estatua gigante de piedra de Lao Tse en Quanzhou)

“En 1993, los miembros de la compañía me dieron su confianza y la mayoría se quedó. Pasaron tres años de prueba, durante los que saldamos nuestras deudas. Me centré en conseguir tres objetivos: 1- persuadir a las autoridades de la importancia de las marionetas y de la excepcionalidad de la compañía; 2- realizar el máximo de funciones; y 3- abrirnos al mundo, estableciendo contactos internacionales. Estas medidas consolidaron la confianza de todos. También empezamos a colaborar con los media, y a presentarnos en otras partes de China. De 1993 a 2005, hicimos siete viajes internacionales, y puede decirse que hoy en día la compañía está considerada como una de las más pretigiosas de toda China. También recibimos numerosos premios nacionales. Este período de lucha en oposición al espíritu economicista y mercantil del país, duró de 1992 al año 2005, cuando fuímos invitados a actuar en Nueva York.”

“Se inicia entonces el quinto y último período, que considero empieza en el año 2006 y que es dónde nos encontramos actualmente, un período de nuevos retos y nuevas esperanzas. En 2006, el gobierno chino inicia una decidida política de preservación del patrimonio cultural. Hay una clara toma de responsabilidades y se vuelve a invertir en Teatro y Artes. Nuestra compañía consigue un estatuto especial y recibe por ley protección del Estado. También en 2006, el Gobierno Chino decide construir un nuevo edificio para la compañía, en unos terrenos de Quanzhou dedicados a una área cultural. Las obras se iniciarán en 2009 y deberán estar terminadas en 2010. Estamos también negociando un acuerdo con la Shangai Drama Academy para reclutar estudiantes y enviar allí a nuestros aprendices. Cómo pueden ver, el futuro es rico en posibilidades, tras las dificultades vividas en los últimos años.”

Le pregunto al señor Wang sobre el contenido de sus espectáculos. ¿Son siempre obras del repertorio tradicional?

“Para nosotros, el pasado es tan importante como el futuro. Para caminar, necesitamos las dos piernas: mientras una avanza, la otra se queda atrás, y así sucesivamente. Conservar el repertorio tradicional es básico para preservar un patrimonio de más de mil años y ofrecer a las nuevas generaciones un mundo riquísimo de sutilezas técnicas y poéticas. Pero crear obras nuevas adaptadas a las realidades del presente y pensando en el futuro, es también básico y una de nuestras preocupaciones. Por lo tanto, nuestra atención es doble: miramos al pasado, sí, pero sin olvidarnos del futuro…”

Sobre la cuestión del individualismo, contesta el señor Wang:

“Nosotros creemos en el poder creativo del individuo, indispensable para avanzar, pero también sabemos que sin el apoyo del colectivo, lo individual pierde fuerza y fuelle. Para hacer proyectos potentes, necesitamos conjuntos potentes, y lo que buscamos son individuos muy creativos capaces de trabajar en grupo. El Señor Huang, el maestro que ustedes conocieron y que lamentablemente murió, era un ejemplo de individualidad creativa, lleno de imaginación, y gracias a él, la compañía en su conjunto aprendió y mantiene los excelentes niveles técnicos de ahora.”

- ¿Es usted pues optimista respecto al futuro?

- Mucho. Hemos conseguido situar el arte de las marionetas en un lugar importante de reconocimiento estatal, y esto nos protege de los peligros de la Modernidad y de los cambio radicales que vive nuestro país. Pero para lograrlo, nos hemos abierto al presente y al futuro, así como al mundo entero. También los nuevos medios de comunicación son importantes para nosotros. Sin embargo, hasta que no hayan terminado las obras del nuevo teatro, no podremos desarrollar todas nuestras potencialidades. Piense que pronto China será una potencia turística, y debemos ofrecer a nuestros visitantes lo mejor de nuestra cultura. Sin duda, las marionetas de Quanzhou cumplirán con este objetivo, mostrando al mundo las riquezas de una de las tradiciones más ricas, sofisticadas y antiguas de nuestro país.

Agradecemos al señor Wang su atención y le deseamos que sus proyectos llenos de optimismo y esperanza se cumplan al pie de la letra.

Toni Rumbau
Lisboa, mayo 2008

2 comentarios:

Anónimo dijo...

China y marionetas...!!! parecen conceptos antagónicos con este país tan salvaje y capitalista...larga vida al mono!!

Anónimo dijo...

Vi a esta compañía en un Festival, creo que fue en Segovia, y me gustó mucho, aunque allí no había músicos y la música era enlatada.
Muy interesante su entrevista. Curioso saber que tras unas simples marionetas hay una historia tan larga y tormentosa.
Saludos
P.