Estábamos el otro día con Mercadal y Bastides en la playa, y se había sumado al grupo Salvador Corominas, periodista veterano ya a punto de jubilarse de uno de los periódicos más insignes de Barcelona. Estaba éste entusiasmado con José Tomás, la nueva revelación taurina del momento. Decía Corominas:
- ¿Pero habéis visto a este genio? Por lo visto, Madrid entero se volcó el otro día, en una faena que quedará marcada con letras de fuego para siempre, según dicen los cronistas. ¡Increíble!
(se refería Corominas a la primera Corrida de José Tomás en las Ventas, antes de las graves cogidas que sufrió en un domingo posterior)
- Sin duda, Corominas, aunque hoy en día a mi ésto no me sorprende –dijo enigmático Mercadal.
- ¿Pero qué dices? –exclamó el periodista- ¡Si hace siglos que no vemos un fenómeno parejo!
- Y no te contradigo, yo mismo lo he visto torear en Barcelona, impresionante, único, genial, y aquí está el quid de la cuestión: nos hallamos ante una fenomenología nueva, Corominas. Eso que antes ocurría pero menos, y que atribuíamos a una naturaleza de carácter excepcional, entre trágica y heroica, hoy se produce por decisión personal de individuos anodinos que simplemente hacen lo que quieren hacer. Fíjate en el mismo José Tomás: su aspecto es de lo más normal, se prepara como un deportista, enfoca la Corrida se diría casi con racionalidad, o al menos desde un laicismo que tiene más de profesional que de héroe, y contra todo pronóstico, entusiasma y arrebata. ¿Por qué? Pues simplemente porque sabe lo que busca y hace todo lo necesario para alcanzarlo. Y cómo el toreo es lucha con la muerte, pues el asunto se sigue a rajatabla, cómo debe ser.
- Pero bueno… -replico yo atónito-, es verdad lo que dices, incluso obvio, pero eso no le quita mérito ni genialidad a su figura…
- Desde luego, lejos de mi tal intención, muy al contrario, lo que digo es que no estamos ante un héroe de los de antes, sino ante alguien normal que simplemente ha tomado una decisión. Te parece poco, pero no lo es. Incluso diría que lo es muy poco. No es fácil tomar decisiones, y menos en una época como la nuestra, tan cargada de tentaciones y fuerzas que nos tiran de uno u otro lado. Hoy lo propio es ser muchas cosas sin ser nada de verdad, probar como las abejas de todas las flores un poquito… Eso no es malo, por supuesto, forma parte de nuestro tiempo, mediocratiza el conjunto y banaliza a los individuos, nada que decir. Pero de pronto, surge uno que decide ser el mejor torero y torero de verdad, y lo es. Pasa también en otros campos y no le damos ninguna importancia, pues la lucha con la muerte no es tan a las bravas como en los Toros. Pero en si, poca diferencia hay. Se trata de inclinarse por algo e ir a por ello, haya o no pitones por en medio. Y cada día más se atreven…
- ¿Quieres decir que cualquiera puede levantarse a semejantes alturas? –le pregunto cada vez más extrañado de las palabras de Mercadal.
- Exacto, cada uno según su locura, por supuesto, pues aquí reina la variedad y además no todos llevan el toreo en la sangre. Pero el salto a la genialidad, hoy, está asegurado, bueno, no para nosotros, que ya somos viejos, sino para la juventud sin distinción de género, pues las mujeres están cada día con mayor incumbencia.
Intervino en aquel momento Bastides, que escuchaba muy serio a su amigo:
- Lo que quiere decir Mercadal es que el laicismo y los poderes de la economía nos han hecho a todos iguales, en nuestra condición de seres desvalidos y precarios, reduciéndonos a un mínimo común denominador de la especie, a un cero cada día más cero y vacío. Y eso, que parece muy trágico, es en realidad una ventaja, pues nada hay como estar en el cero para llegar al todo, quiero decir, para alzarse a las cumbres de la realización en la materia que sea. Pues cuando se está en el 1, el dos o el tres, uno ya se conforma de lo que es y no siente deseos de saltar más arriba, mientras que desde el puro cero, el trampolín nos viene dado.
- ¿Quieres decir que ésto explica que José Tomás se suba a las nubes en cada una de sus faenas? –preguntó incrédulo Corominas, con la boca abierta por el asombro.
- Así es. Y por eso los genios y los grandes vencedores de ahora nos son y parecen tan cercanos, pues están hechos de la misma banalidad de todos nosotros, sólo que un día deciden saltar y alzarse dónde nadie se atreve. Pero el trampolín está ahí, y sólo hace falta la decisión del atrevido.
- ¡Pero si eso siempre ha sido así! –exclamó casi indignado Corominas ante las contundentes afirmaciones de Bastides.
- En absoluto, antes lo trascendente y lo colectivo ponían alas a los aspirantes a héroes, mientras que ahora nada ni nadie empuja por ninguna parte. La fuerza del empuje sólo viene de nosotros, de ahí que sorprenda tanto ver a alguien alzarse hacia la genialidad desde las mismas bases mediocres en las que estamos todos.
Corominas, poco acostumbrado a las extravagantes ideas de mis amigos de la playa, se quedó desconcertado, sin saber qué responder. Aproveché el silencio para cambiar de tercio, pues los vi muy metafísicos aquella tarde. Y para bajar a la realidad, pregunté a los adivinos sobre el candidato Obama, el demócrata que aspira llegar a la Casa Blanca.
- ¿Os parece que puede ganar?
Se quedaron un rato pensando mientras avanzábamos por la arena mojada en dirección al nuevo hotel que se construye allí dónde la playa de la Barceloneta acaba, cuando dijo Bastides:
- Mira, Rumbau, yo no sé si va a ganar, pero lo que sí te puedo asegurar es que si gana, será una demostración de que los Estados Unidos no están tan acabados cómo nos pensamos. Y por eso tengo mis dudas, pues ya sabes que nuestros pronósticos no son muy halagüeños para este gran país. Sin embargo, la juventud y el arrojo del candidato Obama me hacen pensar que en caso de victoria, no tardaría mucho en encarnar los anhelos bélicos que van asociados al cargo, pues no parece factible que esos servidores de Marte en que se han convertido los americanos se pasen tan alegremente al campo de Venus. Ya sabes que en el siglo XXI pintan bastos, y alguien los tiene que repartir. Y fíjate que las mejores intenciones producen muy a menudo los peores desastres, pues la buena fe ofusca la visión estratégica, obnubilada por el sentimentalismo de lo inmediato, excusa que tanto ha servido a los condicionados por el destino a ajustarse a su mandato, dando así a la conciencia tranquilidad y, a lo inevitable, franquicia.
- ¡Caramba, Bastides, me dejas impresionado! –exclamó divertido Corominas al escuchar al zapatero adivino de la Barceloneta– O sea que pase lo que pase, gane o no gane Obama, los Estados Unidos seguirán cómo hasta ahora, dándole al bastón de mando.
- Así es. Por supuesto, los matices pueden ser diferentes, y el estilo también. Que antes de un ataque haya diálogo y reuniones, no saca contundencia al ataque cuando éste se produce, con el añadido de otorgarle legitimidad, pues al menos se han guardado las formas, cosa que Bush despreció. Y la vocación militarista de los Estados Unidos necesita de alguien que asienta la autoridad y dé a la acción un mínimo de legalidad. No hacerlo es correr peligros innecesarios. Demasiados negocios están en juego como para dejar que unos inexpertos lo manden todo a paseo. Por eso pienso que lo más seguro es que gane Obama.
- O sea que ahora crees que sí que puede ganar… -apuntó Corominas cada vez más divertido.
- Tienes razón, Bastides –intervino Mercadal en defensa de su amigo–. Nuestros pronósticos son claros al respecto, y Obama puede insuflar nuevas energías a este país todavía joven que tanto gusta de exhibirlas. Bien harán los dirigentes iraníes a atenerse al diálogo previo que les van a ofrecer. Ignorarlo pensando que el enemigo se ha pasado al lado de la paz puede ser un grave error táctico que les haga perder la posición de fuerza alcanzada con tanto esfuerzo por los iraníes. El presidente descerebrado que tienen ahora los puede conducir al desastre si los más realistas del país no consiguen frenarlo y cambiarlo por alguien más estratégico. Y sería una pena, pues ya sabes que tenemos un gran aprecio a este gran país que es Irán.
- Y yo que pensaba que esta guerra ya estaba descartada… -dije.
- No lo está, por desgracia para todos. Y sino, pregúntale a Corominas, que por trabajar en un periódico está más enterado que nosotros.
El aludido sonrío sin decir nada. Nos acercábamos ya a las dos y el himno del Club no tardaría en sonar. Corominas, que también es socio del Natación cómo yo, consideró que ya tenía bastante de paseo. Y dejando a los dos adivinos con sus cavilaciones, nos fuímos lentamente hacia las duchas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario