jueves, septiembre 28, 2006

Éxito titiritero de las Fiestas de la Mercè (Gigantes, Correfoc, Putxinel.lis i La Divina Comedia).

Querido Bloguero, me gustaría referirme en este texto a las Fiestas de la Mercè desde el punto de vista de los títeres, pues me da la impresión, creo que acertada, de que la Fiesta Mayor de Barcelona es una fiesta altamente titiritera, por las siguientes razones que voy a ir desglosando a continuación.

Los Gigantes.


El Gegant del Pi i su esposa paseando por la Rambla.

Son estos inmensos muñecos que llevan un portador dentro y que suelen pasearse por la calle acompañados de tambores y chirimías, y en algunos casos con auténticas bandas musicales. En Barcelona, el desfile de los Gigantes, junto con los Cabezudos más otras figuras alegóricas, es uno de los actos más importantes de su Fiesta Mayor, muy esperado por los niños, los visitantes y las familias en general.

Fueron más de cien los Gigantes que desfilaron el otro día por las calles de la ciudad, casi tres horas largas de inacabable pasacalle, para tortura de los padres que debían sostener a sus hijos en los hombros, pero una gozada para los pequeños y los no tan pequeños que se dejaron impresionar por la altura de estos señores de cartón, algo rígidos y de mirada severa.

En esta rara modalidad titiritesca, ya no es la mano quién se mete en el "alma" del títere, sino que es el mismo titiritero quién debe meterse en las entrañas del muñeco, como si éste se lo tragara, para levantarlo desde dentro y llevarlo en volandas. Ser víctima de la digestión del títere gigante es una experiencia que nunca he vivido pero que me imagino fuerte y agotadora. Estos sufridos titiriteros suelen actuar con un equipo de cómplices siempre a su lado, tocando música y animándolo con gritos de apoyo, mientras de vez en cuando le pasan una bota de vino como quién pone gasolina al coche.

Tal vez lo más duro sea que los Gigantes sólo necesitan el cuerpo y la vitalidad del titiritero, pero muy poco de su inteligencia y nada de su sutileza, de modo que la experiencia debe ser básicamente del tipo catártico-sudoro, algo parecido a los portadores que llevan los pasos de la Semana Santa. Aunque también es verdad que cuando ves a un par de Gigantes bailar con gracia, correr, pararse, dar alguna vuelta significativa, y otros mil detalles más, los Gigantes cogen vida y acaban excitando increíblemente al público.

La ley del titiritismo se cumple pues también en los Gigantes, esa ley que dice que la vida del muñeco es la proyección y el desdoblamiento de su manipulador. Sólo que aquí, la personalidad del Gigante es tan fuerte, que más que del titiritero, cabría hablar de un desdoblamiento del Gigante, que se multiplica en sus distintos portadores titiriteros –pues los hay varios, que se van cambiando, para aguantar las horas de pasacalle.

Aunque lo más sensato sea pensar que esos gigantes son el desdoblamiento de los mismos ciudadanes de la ciudad y sus barrios, que con sus impuestos pagan a los artesanos y a los titiriteros para que muevan y construyan a sus proyecciones o dobles colectivos. De ahí las exageradas dimensiones y su porte hiératico y severo, de títeres que se saben portadores de esencias superiores a la de los pobres titiriteros, simples peones de su altanera majestad.


El Correfoc.

































Se llama así uno de los eventos más impresionantes de las Fiestas de la Mercè: el pasacalle loco y desmadrado de las decenas de dragones, águilas y otros monstruos mitológicos que, en compañía de los Diablos que les acompañan, con sus correspondientes bandas musicales, básicamente de tambores, se desplazan por determinadas calles de Barcelona lanzando fuego por doquier, en una orgía increíble de pólvora, explosiones de petardos de todo tipo, fuego y quemaduras.

Quién nunca ha visto el Correfoc, realmente le aconsejo que venga un día a a Barcelona para verlo, pues es una de las experiencias más tremendas e impactantes que pueden vivirse en una ciudad.

El elemento titiritil de este evento debe buscarse en los muñecones, monstruos horrendos algunos, simpáticos y divertidos la mayoría, que llevan uno, dos o tres portadores titiriteros en su interior, y que van cargados de bengalas, petardos y otros dispositivos de fuego como si fueran tanques que se mezclan y arremeten contra el público mientras van disparando sus cargas explosivas, chamuscando a todo lo que encuentran a su paso. Se hace de noche, como es lógico, y la edad media de los participantes suele ser más bien baja, aunque no demasiada. Los quinceañeros se lo pasan pipa y los jóvenes que gustan de emociones fuertes sin pasarse demasiado de la raya, encuentran en el Correfoc una buena ocasión para lucir sus gallardías.

A esta especie de titiriteros se la podría denominar como la rama “piromaníaca” y “petardera” del titiritismo, más empeñada en conseguir efectos pirocatárticos y piroespectaculares que teatrales propiamente dicho. Aunque ha habido grupos, como Els Comediants, que a partir de esa tradición popular han creado obras de gran éxito y calado, como “Dimonis”, verdadera obra de culto para muchos espectadores, un espectáculo que ha recorrido medio mundo siempre con la polémica encima, pues no en todas partes se acepta el fuego tan alegremente como en España.


La Festa Popular de Putxinel.lis al carrer.

Esta iniciativa tiene un lugar de origen concreto, el teatrillo La Puntual de la calle Allada-Vermell, y un titiritero emprendedor que la empuja: Eugenio Navarro.

Tras abrir su pequeño teatro en pleno centro de Barcelona, muy cerca del Museo Picasso, ya el año pasado ofreció a los del Ayuntamiento organizar unas funciones en la gran plaza que da el teatrillo. Para el siguiente, o sea éste, les convenció para que asumieran un mayor compromiso respecto a la programación. El resultad ha sido esta Festa Popular que ha conseguido reunir, durante tres días, a varios grupos de títeres catalanes y uno colombiano, así como a una ingente cantidad de público que ha llenado la plaza con una afluencia sin precedentes en este lugar.

El secreto es fácil: calidad de los grupos programados, centralidad topográfica, buena disposición horaria de las funciones, y estar bien visibles en el programa general de la Mercè.

Creo que la afirmación antes apuntada de que estas fiestas son, por naturaleza propia y en su esencia más íntima, eminentemente titiriteras, obliga a que en el programa haya también el apartado de los títeres con sus titiriteros de verdad, y que éstos se desparramen y exhiban sus retablos y teatrillos por toda una zona concreta de la ciudad. Que la escogida sea la calle Allada Vermell y la Plaça de les Olles, en el mismo barrio dónde antiguamente se ubicaba la Barcelona bulliciosa y medieval, muy cerca del céntrico Born, y dónde actualmente se encuentra La Puntual junto con el Espai Brossa, me parece de una lógica aplastante.


El grupo Pa Sucat con ·Les Maravelles de l'Orient".

Actuaron compañías como Pa Sucat –toda una revelación la de este grupo que pesentó un espectáculo muy bien ejecutado de títere tradicional catalán–, Toni Zafra, conocido marionetista de hilo que se estrenó con títeres tradicionales, o el delicioso “Per lo rector”, espectáculo de la compañía Ne Me Títere Pas hecho a la manera de los “Bonecos de Santo Aleixo” con una gracia infinita. A añadir las actaciones de la compañía La Fanfarria de Colombia, con el espectáculo “Huevos de Picaflor”, que encantó a niños y mayores, dentro de una operación festivalera de hermanamiento entre Barcelona y Medellín.

En La Puntual (es decir, en su propia casa) actuó Eugenio Navarro con su “Rutinas”, un clásico ya del titiritismo catalán de profundas raíces anglo-canarias, que se despidió del público de Barcelona después de haberse prodigado durante los fines de semana de la anterior temporada. Para la presente, Eugenio está preparando una nueva versión del espectáculo de sombras Caramante, uno de sus éxitos más notorios.

Esperemos que la Festa Popular de Putxinel.lis consiga consolidarse para las próximas Festes de la Mercè, pues no sólo ofrece una imagen francamente agradable e inédita de estos nuevos espacios barceloneses, sino que da también un sentido a la misma Festa de la Mercè, al establecer, como antes se ha dicho, y de un modo nítido y sin confusión alguna, el eje titiritesco de su esencialidad simbólica más profunda, marcada por los Gigantes y Cabezudos, y los bichos mitológicos del Correfoc.


Viaje al Infierno en el Ateneu del Chino de la calle Robadors, con Pepe Otal y Pep Gómez.


Pep Gómez y Pepe Otal antes de bajar a los infiernos, en el Ateneu del Xino.

Quedaba pendiente, en este recorrido panorámico por la Barcelona titiritera de la Mercè, la función realizada en uno de los lugares más “undergrounds” de la ciudad –por no decir “el que más”– situado en la famosa calle Robadors, centro neurálgico de la prostitución barcelonesa de toda la vida hasta los años ochenta, cuando los afeites olímpicos empezaron a cambiar esta parte vieja de la ciudad.

Daba la casualidad que Pep Gómez, famoso titiritero y papirofléxico, nació precisamente en esta misma calle Robadors, por lo que esta función representaba el cierre de un ciclo geográfico en su larga carrera profesional, después de haber deambulado por Mallorca (yo siempre creí que era mallorquín) y otros lugares del mundo.

Respecto a Pepe Otal, tampoco era para él este escenario un lugar demasiado distante a sus propios lares, instalado como está en su taller de la calle Guardia, ubicado en el corazón del llamado Barrio Chino.
Una calle, la de Robadors (cuya etimología hay que suponer que proviene del verbo “robare”, o sea robar, por lo tanto, una calle dónde se robaba mucho), que ya no es lo que era, por suerte o mala suerte, pues también es verdad que la anterior tenía su gracia, como muchos estetas de la ciudad se empeñan en recordar, con grandes críticas al saneamiento urbanístico hecho por el Ayuntamiento, críticas que desde luego no comparto, aunque sí comprendo.

La calle Robadors actual sigue siendo cutre, incluso más que antes (pues la prostitución de antaño era de mucha solera y pedigrí, de modo que tanto la calle como los infinitos bares que la poblaban estaban siempre y a todas horas repletos de gente). El cutrerío actual se explica por la escasa afluencia de público –se ha convertido en una calle oscura casi sin locales abiertos–, todavía con una presencia triste y esporádica de mujeres de la vida, y porque se halla en un estado deplorable de conservación. De ahí que la presencia de un Ateneu de los de estilo libertario sea de agradecer y constituya un pequeño resplandor diferencial y antidepresivo.

Sin embargo, no me extrañaría que en poco tiempo la calle cambiara, dadas las transformaciones que se están haciendo en las zonas adyacentes, con mucha construcción nueva, hoteles incluídos, y con la Rambla del Raval cada vez más afianzada como uno de los centros más atractivos y novedosos de la Barcelona vieja. ¿Se convertirá la calle Robadors en la “Moncada“ –nuestra calle medieval-comercial más emblemática– del Barrio Chino del futuro? Porqué no, cabría responder dadas las sorpresas que suelen dar las ciudades –y especialmente la nuestra.

Pero volvamos a los títeres y veamos como Pepe Otal y Pep Gómez, con la solemnidad que caracteriza a este par de titiriteros que lo son más por vocación que por otros afanes, representaron en dicho Ateneu su Bajada a los Infiernos, es decir, su visión particular de la Divina Comedia de Dante.

Con un teatrillo-mesa muy simple con decorado de fondo del tipo “rollo de papel-tela” pintado que se va desplegando con una manivela a medida que avanza la acción, los dos titiriteros se sitúan a ambos lados del mismo, Pepe Otal en el papel de Virgilio y Pep Gómez en el de Dante.

Cómo es lógico, que nadie espere oir la Divina Comedia entera. Como buenos titiriteros que son, la simplifican a sus máximos extremos. Para empezar, se limitan a la primera parte, la del Infierno. Y las sucesivas escenas del mismo van pasando a bastante velocidad. Pero la gracia del montaje es el tono que toman los dos personajes titiriteros, los cuales se van desdoblando en los muñecos y siluetas mientras a la vez ilustran la narración con sus gestos, sus gags y sus figuras y figuritas.


Mapa del infierno.

Dante (Pep Gómez) es un quejica poeta que no duda en llorar y en lamentarse ante las dificultades y los peligros con los que se enfrenta, a la par que expresa su asombro y admiración por los mismos, mientras que Virgilio (Pepe Otal) habla de ellos como si le importaran un pito, con un énfasis clásico y épico, pero con una actitud más propia de un Dios que está por encima de los humanos y de lo infernal. Esta mezcla de registros y actitudes es lo que provoca momentos unos hilarantes, otros poéticos y entrañables, disparatados las más de las veces, y siempre ocurrentes y con unas imágenes potentes gracias a los decorados, las máscaras y las pequeñas marionetas o figuras desplegadas. Una luz escasa y en general un cierto desorden evolutivo ayudaron a crear el ambiente “infernal” deseado, de modo que la informalidad característica de Pepe se puso a favor del espectáculo.

El público, que abarrotaba la sala, aplaudió con ganas y supo apreciar los esfuerzos de los dos titiriteros. El local ayudó también a crear el ambiente adecuado y salimos de la función sin duda más informados sobre los asuntos del más allá infernales que tanto tienen que ver con los del más aquí terrenales.

Felicitaciones pues a los dos valientes artistas, siempre al pie del cañón, sin miedo a atreverse con los más clásicos de los clásicos, y dispuestos a bajar a los humanos y entrañables infiernos de nuestras infernales ciudades.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Tienes razón en lo que dices, Barcelona es muy titiritera en sus fiestas, aunque no lo reconozca. Por eso encuentro muy oportuno esta presencia de los títeres en la calle, me refiero a los títeres de verdad, o a los entendidos como tales: nos reconcilian con una tradición milenaria que se halla detrás de tantas y tantas manifestaciones culturales modernas. A ver si esta Fiesta va a más y en años próximos veamos a los titiriteros ocupar las calles del centro de la ciudad.

Anónimo dijo...

la funcion fue hilarante lastima que pepe se olvidara del texto....jeje

Anónimo dijo...

La verdad es que me siento contento al saber que tan linda profesión es difundida tan masivamente en tierras, que para mí, se encuentran tan lejanas a la realidad de Santiago de Chile. Mas que un post al blogg, quiero crear un lazo de información, estoy recién volviendo a experimentar lo que es el mundo de los títeres. Hace un tiempo recibí instrucción de como hacer títeres de diferentes tipo, pero a mi corta edad no me sedujo como lo hace ahora la idea de crear una compañía de títeres que se acerque a lo popular y lo cotidiano, que no solo sea una bellísima estructura manejable, sino que transmita sentimientos y que sane a las personas con un arte ancestral. Es por esto que me atrevo a enviar este puente cruzando un mundo entristecido en un mar de problemas. Harto Cariño