viernes, agosto 18, 2006

Visita al Zoo


He aprovechado que estoy en Barcelona durante el mes de agosto para visitar un lugar entrañable de la ciudad: el Zoo. Un lugar que conozco desde niño y que con una cierta regularidad he ido visitando, de modo que los cambios y tranformaciones que ha sufrido con los años, no constituyen para mi una excesiva novedad. Y, sin embargo, cada vez que voy lo encuentro cambiado y, sobretodo, más “deshumanizado” o, dicho en otras palabras, más “animalizado”. Me explico.

Sabido es que cualquier Zoo en cualquier ciudad del mundo se configura como un espacio limítrofe donde la especie humana es puesta lado a lado con algunas de las demás especies animales del planeta. Cuando empezó esta costumbre, por allá el siglo XVIII y XIX, supongo, la distancia que había entre uno y otro lado era abismal: los humanos, con sus vestidos elegantes de la época, pasaban con una altanería irreductible junto a las jaulas donde las fieras salvajes eran exhibidas como una atracción singular de exotismo existencial sobre la Tierra. En esta línea hay que situar la exhibición de algunos indígenes humanos “cazados” en países no civilizados (indios de la Patagonia, negros de Africa, etc) expuestos en los zoos junto a las fieras habituales. Es decir, la distancia civilizacional entre los visitantes y los seres expuestos era grande, al menos visto desde la perspectiva de cualquier observador imparcial perteneciente, como es lógico, a la especie humana del bando de los civilizados.

El darwinismo creó cierta confusión y hubo muchos chistes y juegos de imágenes sobre la cercanía entre nosotros y los simios. Pero por mucho que en algunos lugares pusieran sombreros, pantalones y falditas a los monos, la distancia entre unos y otros siguió siendo grande.

Pues bien, es esta distancia, que durante todo el siglo XX se ha mantenido más o menos inmutable, la que he visto tambalearse en mis últimas visitas al Zoo. Y no porque de pronto se haya expandido una conciencia de aproximación humana hacia las otras especies, en absoluto, sino por un simple fenómeno de “nivelación de las diferencias” o de “eliminación de las distancias” que se ha producido de un modo espontáneo y natural.

Tiene que ver, desde luego y en primer lugar, con la masificacion global de nuestras actuales culturas urbanas, que ha rebajado hasta límites increíbles los atributos de distinción de los humanos en general: atuendos cada vez más deshinibidos, pantalón corto generalizado, calzado playero, lenguaje desacomplejado, marcada impudicia, convivencia familiar relajada y, sobretodo, esa gran novedad que constituye la incorporación de un tercer ojo captador de imágenes, fijas o móviles, que se encarga de retener en sus retinas digitales lo que se visita, aliviando así a los dos ojos habituales de la cara, los cuales se contentan en ver, con perezosa indiferencia, lo secundario y anecdótico del lugar.

El segundo factor de deshumanización o animalización de los Zoos debe buscarse en este tremendo laminado que la cultura de la masificación ha hecho y sigue haciendo con éxito creciente sobre la identidad de las personas, cuyos yoes o egos quedan reducidos a un mínimo común denominador bastante estándar de la especie, muy lejos de los fatuos y engreídos egos antiguos, los que se paseaban con sombrero de copa y largos vestidos vistosos, cada uno de los cuales se creía o era portador de grandísimos atributos. Incluso el peso y el grosor de los egos de los ricos y poderosos actuales no difieren demasiado de los de la media estándar mundial, pues todos ellos han vivido y se han alimentado, y aun más que otros, de la televisión y otras chucherías acanallantes, bollicaos y donuts incluídos.

La forma por un lado (atuendos, zapatillas, gorras deportivas, lenguaje parco, convivencia deshinibida, familia relajada….) y el contenido por el otro (egos laminados y miniaturizados por la modernidad) constituyen, creo yo, la causa de una deshumanización galopante que en las calles no siempre es fácil de advertir, pero que en un lugar como el Zoo, destaca con flagrante evidencia. En los actuales Parques Zoológicos, la distancia entre animales humanos y otros animales queda reducida de una manera drástica como jamás lo había visto yo en ningún otro lugar. Por eso, en la euforia de esta constatación tan extraordinaria, me he atrevido a hablar de una “animalización creciente” de los Zoos, no porque los animales habituales sean más animales, sino porque los humanos se han acercado a sus hermanos planetarios a grados increíbles de cercanía. Es decir, se han “animalizado” en un claro proceso de acercamiento y de hermandad, desde luego inconsciente, que auguro como uno de los cambios más importantes del próximo siglo.

¿Para bien o para mal? Dado mi natural optimismo y mi fe incondicional en el futuro de la especie humana, sin duda para bien, mal pese a los agoreros. He aquí alguna de las razones:

- una miniaturización de los egos no deja de ser un requisito indispensable para poder pasar de una cultura de la Afirmación Impositiva de grandes egos a otra de Abertura al Otro, a base de egos más pequeños. Si, ya sé que entonces está el peligro del populismo, pues la teoría dice que egos pequeños son fáciles de manipular, pero últimamente me estoy dando cuenta de que esto no tiene por qué ser así: la masa de egos empequeñecidos es capaz de poner más sentido común, en sus decisiones colectivas, que minorías selectas de grandes yoes hiperdesarrollados. Pero en fin, me limito a una primera constatación, sin entrar en las disquisiciones resultantes.

- la “animalización” de la especie humana es un primer paso indispensable para que, de una vez por todas, reconozcamos nuestra condición animal, es decir, que somos básicamente animales, ocupando un lugar en este planeta muy cercano al de los demás animales que son nuestros hermanos biológicos. Creo que esta conciencia de animalidad es indispensable para llegar a alcanzar un día una conciencia planetaria, que nos permita desarrollar procesos de gobierno mundial, políticas de sostenibilidad, etc.

Para hoy, bastan estas dos razones. Suficientes, creo, para justificar mi optimismo así como mi empeño por acudir al Zoológico de vez en cuando. Tanta es mi ilusión al respecto, que no he dudado en sacarme el carnet de socio del Zoo de mi ciudad, de modo que tengo acceso gratuito durante un año al mismo. Un privilegio que espero hacer partícipe a los queridos blogueros que siguen, con fidelidad inquebrantable, las páginas de este blog.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Qurido señor Rumbau,
me alegro que haya tenido esta ocurrencia de ir al zoo. Siempre he pensado que es un lugar donde se puede aprender mucho. Ver a los monos en el foso ha sido siempre un placer, aunque luego los camellos, osos y elefantes dan un poco de pena con sus pieles hecho trizas. Luego estan estas escenas intimas de las cuidadoras dando el biberón a los cachorros gorila o chimpancés... muy entrañable. Creo que aqui encontrará muchos temas de interés. por cierto, los pobres rinocerontes de la foto paracen algo acabados. aunque bien pensado, no sér qué más pueden hacer en el parque, sino dormir...
Bueno, un placer leerlo de nuevo
Cordialmente
J.P.

jaume dijo...

Querido Rumbau, el otro dia, en el sur de Chile tuve la oportunidad de ver en acción a una família de campesinos espantando gallinas para meterlas en el corral, y constaté que el gesto con las rodillas flexionadas, los brazos extendidos y un ademán como de ventear el aire del campesino en su empeño de hacer retroceder a las gallinas asustadas es un gesto que nos iguala a todos los humanos. Delante de una gallina, instintivamente y como un bebé delante de un pezón, agachamos las rodillas y con las manos intentamos imponernos al nervio huidizo de las aves. Bueno, una reflexión que no se si viene a cuento, pero que almenos cconcorda en el tema zoológico.

Anónimo dijo...

Gracias por su comentario, querido Don jaume, sin duda me será de utilidad en mi investigación sobre tema zoológico que llevo entre manos. Debe saber que con el fotógrafo Fortuny nos hemos embarcado en un nuevo proyecto de libro mixto fotos/texto sobre el tema de... los animales y el zoo! De ahí mi interés. Pero no es algo gratuito, sino el resultado de profundas reflexiones acerca de la vida animal, que según parece también nos concierne a nosotros, los humanos. En fin, cualquier aportación será bienvenida.
Los payeses, en especial, por su cercanía con los animales (es como si vivieran siempre en un parque zoológico) conocen bien el tema y nos pueden ilustrar en muchas cosas. El tema de las gallinas, por ejemplo, que cita, su caza y captura, y sobretodo el trato con el gallo del gallinero. Eso son palabras mayores. Ver al gallo pavonearse ante las gallinas es una verdadera delicia. Realmente, en estas escenas granjeras se encierra el noventa por ciento de los argumentos culebronistas del mundo entero, es el lugar ideal para que los guionistas vayan, estudien y se inspiren. Lo comentaré con más detalle un día de esos.
Con un fuerte abrazo
Don Toni de la Rumba