Parece ser que es éste un verano de campañas: la militar en Líbano, la de los incendios forestales en Galicia, la de los trabajadores de Iberia en el aeropuerto de Barcelona, y ahora la de los terroristas que iban a explotar líquidos en unos aviones que volaban de Gran Bretaña a Estados Unidos.
De todas ellas hay de qué ocuparse y preocuparse, pero sobre la última me gustaría explayarme ante el tamaño de la misma.
Sorprende precisamente el tamaño de la campaña, pues por suerte pudo detenerse el cometido terrorista de la misma, que no hubiera sido de menor envergadura. ¿Por qué precisamente en pleno mes de agosto, cuando los aviones y los aeropuertos están en sus máximos, los poderes policiales, bien aconsejados por sus gobiernos correspondientes, han lanzado esta campaña de pánico, proclamanado a viento y platillo los peligros de los que nos han salvado? ¿No es propio de los servicios secretos de inteligencia actuar desde el secreto y la inteligencia? Podrían haber atajado el problema y resolver el asunto con más discreción y diligencia. Así se hizo en otras ocasiones, por ejemplo cuando lo del famoso zapato explosivo.
Resulta muy sospechoso que justo en el momento en que las opiniones públicas occidentales empiezan a enfrentarse a sus gobiernos por el bochornoso apoyo a la campaña estival israelita en Líbano y Gaza, lancen su campaña de acoso al terrorista, lo que permite al gran estratega Bush extrapolar los hechos y hablar de la lucha contra los ”fascistas islámicos”, guiñando un ojo a sus amigos de Israel, quiénes por elemental regla de tres deben enfrentarse también a los mismos fascismos.
¿Pero de qué fascismos habla Bush? Aquí los únicos fascistas son los que pueden permitírselo, es decir, los que disponen del poderío para serlo. Pues por muy democrático que sea Israel, su guerra contra los Palestinos es una guerra fascista, y a su ataque al Líbano le corresponde el mismo nombre.
Esta campaña mediática contra el terrorismo huele a chamusquina. No digo que no existan unos locos capaces de hacer las barbaridades publicitadas por la prensa del mundo (por cierto, que con tanta publicidad, los voluntarios a mezclar líquidos van a multiplicarse como ratas), pero una operación mediática tan bien concertada sobre la desactivación de los líquidos hace pensar que hay mucho “márketing fascista” por en medio.
Ya sabemos la propensión al márketing que tienen hoy los actuales gobernantes mundiales. Los de Al Queda, que estudiaron en la misma escuela, son también unos expertos en el tema. Ambos extremos se apoyan y se necesitan, y ambos lo saben perfectamente. De modo que si una operación de unos sale mal, los otros ya se encargan de publicitarla aunque sea en negativo, recalcando el fracaso de la misma. Así ambos avanzan y se sustentan mútuamente en sus tácticas de márketing, a costa de la vida de unos cuantos miles de civiles que para los dos bandos no valen nada.
Por eso huele a chamusquina la actual campaña antiterrorista, pues ayuda por un igual a los dos bandos a sustentar sus posiciones extremas y nihilistas.
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