lunes, agosto 21, 2006

El Rey León.


Cuando lo ves en el Zoo, parece un rey destronado. Y sin embargo, ¡qué porte! ¡Qué rostro de majestad e imperio! ¡Qué serenidad dura e indiferente! ¡Qué anchura de frente regia y magna!

Encerrado en su espacio, a una distancia considerable del público, lejos de los cacahuetes y de las burlas humanas, el León parece aburrido. En efecto, su máxima actividad es el bostezo, que practica constantemente en cuanto abre los ojos. Duerme casi todo el día y sólo se digna levantar la cabeza en contadas excepciones. Ése es el momento esperado por padres, madres y niños, o mejor dicho, por sus cámaras, que se ponen en guardia en cuanto ven el menor movimiento. Los más listos lo intuyen, y disparan al acto, pues adivinan que las ocasiones son pocas.

Sin embargo, y a pesar de esta apariencia de languidez y aburrimiento, sospecho que el León es el más feliz de los habitantes del Parque. De entrada, no tiene que ir a cazar –le dan la comida dos veces al día–, lo que ya es un primer alivio para él. Todo el mundo sabe que es la Leona la encargada de buscar alimento, y que el macho participa casi a regañadientes. ¿Por qué tiene que hacerlo? ¿No es el Rey? ¿Acaso no basta con el porte, con disponer de una melena tan vistosa? No, el León ejerce su cargo con vocación, y es en el Zoo dónde mejor se expresa su leonidad regia.

Además, de todos los animales, creo que es el León el que tiene más justificado su encierre. No por haber hecho nada malo en concreto, pues la mayoría de los leones que habitan en los parques zoológicos de las ciudades suelen ser buenas personas y no tienen cuentas pendientes con la justicia, ni la divina, ni la humana ni la animal. No, su castigo, si de castigo se puede hablar, es por el símbolo que representan: el poder regio, la monarquía. Ponerlo en el Zoo es encajarlo en una constitución. ¿Les molesta eso? No lo creo: se vive bien, el suelto no es malo, no se pega golpe y se mantienen las distinciones. Es desde el lado del Símbolo dónde pueden sentir escozor, o mejor dicho, nostalgia. Pero los humanos han aprendido, a lo largo de los siglos, que mejor es tenerlo en una jaula, aunque ésa sea dorada. Qué luzca su porte, sí, entre cuatro paredes.

Por último, y para acabar de ensalzar la figura del Rey León, nada mejor que ver lo que ocurre cuando se la exhibe –o se la exhibía, pues creo que ya no está permitido– en el circo. Lo he visto varias veces, en directo y por la televisión. El domador, disfrazado de Tarzán, busca siempre lo imposible: ser él el Rey, destronando al que por ley natural lo es. Recuerdo que su figura, heroica entre las fieras, jamás alcanzaba la realeza que pretendía. Era como si un domador simio pretendiera ser hombre domando a los humanos. Podía alardear de valentía, y eso nadie se lo discute, y de aún muchos más atributos todos ellos dignos y meritorios (gracia, maña, arte, astucia, picardía, tesón, mano izquierda, voluntad, heroísmo, elegancia, etc) pero jamás el brillo de la corona pasaba del león a su cabeza. Daba la sensación de que las fieras obedecían por educación, como lo hacen los reyes coronados cuando asisten a desfiles, bodas e inauguraciones, para no dejar en ridículo a quiénes les dan de comer, actuando con cariño incluso hacia el domador, por ejemplo dejándole poner la cabeza en su boca, sin comérsela, pues si algo sabe el león es que por mucho que el otro lo pretenda, la corona no se la quita nadie. Pues la corona es él.

1 comentario:

jaume dijo...

Hablando de leones, ayer alguien comentó, ante la disyuntiva de ser cola de león, o cabeza de ratón, que evidentemente prefería ser cola de león: almenos, así, a levantarse siendo la cola de tal animal, vería puros leones, y no cabezas de ratones por todos lados...en esto estamos desde hace ya más de 9 meses, y aún no hemos llegado a ninguna conclusión...