jueves, febrero 09, 2006

Época de cambios

Querido bloguero, ante la actual situación de época de cambio que según parece estamos viviendo (no me lo invento, nos lo dice la tele a diario, y los periódicos parecen todos insistir en lo mismo) veo dos posibles posiciones: 1- la que dice que vivimos cambios más o menos normales, tal vez un poco más acentuados y en algunos aspectos profundos, pero sin representar ningún salto cualitativo en cuanto a los aspectos básicos de la vida, y 2- la que dice que son tan radicales, que más que un cambio de época, nos hallamos ante un cambio de cultura o incluso de civilización, lo que explica la espectacular y compleja tumultuosidad del momento.

Mi tendencia es inclinarme por la segunda opción, apoyando a los que sostienen que dichos cambios tienen que ver con el final de un largo período cuyos inicios habría que buscarlos en... ¡el Neolítico!

¡Vaya por dónde!, dirá el bloguero, ¡y no es atrevida la opinión y gorda la palabra!.... Pero el principal atractivo de la idea es que, aparte de dejarse decir en un blog (a palabra gorda, brocha gorda), permite imaginar o soñar con la radicalidad de un final de época de importantes características: fin de los viejos sistemas de relación de los humanos consigo mismos y con el entorno (los propios instaurados por el Neolítico –valga la palabrota redundante–, basados en el sistema afirmativo-posesivo i conquistador) y nacimiento de un nuevo modelo de tipo interactivo, interdependiente e interseccionista entre los dos polos sujeto y objeto. ¿Sueño o realidad? That’s the question...

He aquí algunos síntomas de este colapso del Neolítico: a) la urbanización que nace con las primeras aldeas llega hoy a su paroxismo con la urbanización del planeta entero; b) al colapso ecológico que representó el final de las glaciaciones con el consiguiente cambio de formas de vida, le corresponde hoy el colapso provocado por el desarrollo humano que está derrumbando y transformando los entornos y sus equilibrios ecológicos; c) la carrera tecnológica que se inició con las nuevas formas de vida sedentaria, llega hoy también a su paroxismo, alcanzando cimas insospechadas de poderío y capacidad de transformación; d) la guerra como dinámica colectiva y estructurada de relación y conquista, y que nació con los primeros estados y civilizaciones, alcanza hoy un delirio catastrofista que pone a la misma humanidad contra las cuerdas; e) el sistema jerárquico piramidal que ordenó las primeras mitologías y estructuró lo social, ha alcanzado en la actualidad una altura de tales dimensiones que lo único que cabe esperar es: o su derrumbe por natural acoso y derribo de la realidad, o su disolución en una estructura compleja y reticular organizada jerárquicamente sólo en cuanto a su coordinación técnica, sapiencial y administrativa; f) desde el punto de vista individual y psicológico, la crisis del Neolítico sería la crisis del sujeto y del principio de identidad, carcomidos por el virus de la fragmentación, con el asalto de los ejércitos inconscientes a los baluartes del ego consciente (o del sujeto predicativo), cada día más incapaz de mantenerse en su centro de poder.

Estos colapsos, derrumbes y transformaciones, hacen pensar que en efecto nos hallamos ante una situación de crisis autodestructiva generalizada que sin embargo está asimismo afectada por los factores emergentes propios de un mundo cada vez más habitado, conectado, interdependiente y complejo.

Destrucción y creación serían las dos pulsiones unísonas y complementarias que inciden y hacen tambalear las estructuras hasta ahora vigentes. Lo viejo (el modelo monoteísta, afirmativo y unilateral) se cae, se tambalea, chilla de indignación ante su muerte anunciada, se resiste a morir o muere matando, acabaría con el mundo entero si se le dejara, ataca, guerrea... Muere, en fin, con las botas puestas. Lo nuevo (el modelo complejo, fragmentado, semi-inconsciente, contradictorio e interseccionista) hierve, burbujea, emerge sin emerger, se hace llamar y querer sin mostrarse jamás, aparece, observa, destruye y desaparece, y a lo mejor está ya ante nuestras narices y ni nos damos cuenta.

Lo viejo está archidefinido, se lo conoce de pé a pá, es gratis y no cuesta nada caer en él y dejarse arrastrar por su inercia, lo utilizan partidos, clubes de fútbol, nacionalistas, curas, sectas y religiones, tiene sus manuales, sus mitos y sus héroes. Su colapso, sin embargo, lo carcome por dentro, sus edificios y jerarquías se caen a trozos de viejo, y a su muerte se le dedican ensayos, novelas, óperas, películas y suicidios públicos. En cuanto a sus mitos y héroes, ya sólo se sostienen gracias a la impostación histérica.

Lo nuevo todavía no está definido, es caro y difícil, nadie sabe cómo formularlo y los intentos se quedan en meras palabras. Nadie ha construído sus edificios, sus modelos aún no se sostienen, no tiene novelas ni obras de teatro, y sus mitos están por llegar –y si acaso han nacido, nadie los conoce. Al carácter heroico de lo viejo le sucede el carácter no-heroico de lo nuevo. ¿Cómo serán entonces los héroes no-heroicos de lo nuevo por llegar? (o, lo que es lo mismo, ¿cómo será la fuerza de lo no-heroico?). Por cierto, si el Tardo-Neolítico se acaba, ¿cómo se llamará el nuevo período que le sigue? Buena pregunta..., para definirse como tal, tardó más de diez mil años..., ¿cuántos nos tocará esperar a nosotros? ¿Cinco mil, dos mil...? ¿Pero acaso habrá nuevo período?... ¿Se llamará Post-Neolítico?... ¿Cuánto durará la etapa intermediaria que lleva del uno al otro?... Preguntas y misterios, sonrisas, conjeturas, sueños y sospechas...

¿Será sensato lo que digo?...

1 comentario:

Anónimo dijo...

Insensato, completamente insensato! Pero sus razonamientos tienen algo de atractivo que me gusta, ¿será por su insensatez?...

Casiopiro