lunes, febrero 06, 2006

Maragall, político contradictorio.


La principal virtud de este político tan discutido como polémico es, a mi modo de ver, lo que molesta tanto a todo el mundo: su profundo carácter contradictorio. Sabido es que cuando dice alguna cosa, siempre hay alguien que se muestra ofendido hasta lo más profundo de su ser. Pero lo curioso es que los ofendidos se encuentran en toda la gama del espectro político, desde la derecha a la izquierda, y desde los nacionalistas de un signo a los del otro signo identitario. Si algo no soportan los políticos estándares de nuestro país es la posición contradictoria que se atreve a defender dos conceptos aparentemente opuestos. Un día se declara catalán empedernido, y el otro español hasta la médula. Dice amar Cataluña tanto como ama España. Claro, nadie se lo cree. Es federal y autonómico a la vez. Independentista y garante de la unidad de España. Y los defensores del orden monotemático se indignan ante lo que consideran inadmisible, infumable o incluso perverso. Pero insisto, el espíritu contradictorio de Maragall es lo que, a mi modo de ver, lo convierte en uno de los políticos más interesantes del país.

Si alguna cosa habría que reprocharle en los últimos tiempos, es que no insista tanto como antes en declarar su constante profesión de fe contradictoria. El cargo de Honorable lo ha inclinado claramente hacia el lado “nacionalista catalán”, como una barco escorado hacia estribor, olvidándose de que los de babor no pueden estar todo el día agarrados a la barandilla para no perder el equilibrio. Es lógico que los que se hallan en este lado muestren signos de enfado e impaciencia.

A mi modo de ver, el problema está en que Maragall no es realmente consciente de los altos valores que representa estar en perpetua contradicción. Incluso es posible que algunos consejeros le hayan aconsejado que centre sus planteamientos, aterrorizados por las reacciones que provoca. ¡Fatal error! Su misma situación de presidente de un gobierno tripartito cuyos socios están en clarísima oposición jugaría a su favor, si realmente se atreviera a defender a cara descubierta la cuadratura del círculo de la flagrante contradicción sobre la que se sustenta. Pero se equivoca cuando quiere contentar a los unos y se olvida de los otros. La contradicción es un valor al alza que sólo da sus frutos cuando se la reivindica sin recato alguno y se la exhibe con convencimiento y feroz orgullo -y, como és lógico, se responde consecuentemente a su doble compromiso. Es entonces cuando el espíritu contradictorio se revela no como una debilidad sino como lo que realmente es: la única manera de dar hoy en día en el clavo toreando a cara descubierta y con valentía la complejidad contradictoria del mundo.

Lástima que la blandenguería monotemática y mononacionalista de los unos y de los otros obligue a los políticos contradictorios a escorarse “como Dios manda”, siguiendo los dictados de las razones únicas...

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Demasiado contradictorio, para mi gusto...

Anónimo dijo...

No me acaban de convencer los bigotes contradictorios del señor Maragall. Según pienso, pertenecen a un pasado que molesta mucho a los españoles de hoy. ¿Un político que desdeña el pensamiento precavido? Sin parangón, luego, ¡al paredón! Su incorrección no tiene límites. Desatina que es un contento. ¿Se referirán a eso sus bigotes contradictorios? lle invito a que medite sobre este tema en su próximo texto, señor Rumbau. Atentamente
Carlitos de la Pluma Roja

Anónimo dijo...

Els bigotis de l’Honorable Maragall em ponen de pollaguera. Massa amor a Espanya li veig jo a aquest senyor que se les dóna de catalanista. Aquestes contradiccions tan alabades pel Rumbau no són més que incoherències d’un polític que s’adapta a qualsevol postura. Tot això de l’Estatut, a en Maragall li importa un cogombre. Sap què li dic? Que menys flamenc i menys Maragall i més Pujol i sardanes! I Visca Catalunya!

Un patriota de Mataró.

Anónimo dijo...

Doncs la meva opinió és que mai haviem tingut un president tan catxondo, tant desmemoriat i despistat i que aixó, lluny de ser una falla o una merma és una pura benedició. Amén