domingo, noviembre 26, 2006

Montilla

De pequeño, insulso y ninguneado por todo el mundo, ha pasado a ser el nuevo flamante presidente de la Generalitat. Día de gloria para este político de oficio. Creo que es una garantía para Cataluña, en el sentido de que por primera vez no se trata de alguien relacionado con los poderes estándares fácticos. Ni los de Madrid ni los de Barcelona están contentos: todos preferían la tranquilidad convergente que tanto satisface a los capitales y a las grandes empresas y grupos de presión.

De pronto, un administrativo que presume de serlo, que sólo quiere gobernar según las normas de la gestión pública, sin presumir de original ni de salvapatrias. Si se le pregunta por el catalán, dice que lo protegerá. Si es sobre el castellano, dice que es su propia lengua, que nadie tema por ella. A los que quieren una Cataluña Gran Nación, responde que de eso nanay, que lo que ahora toca es ser una región española competitiva y amable, ocupando su puesto en la casilla de las autonomías. ¿Quieren muchas banderas catalanas? Ningún problema. ¿Que ondee también la española? Por qué no. A él todo eso le importa un pito, mientras se ajuste a la legalidad. Su referente básico es la del inmigrante: convertir la sociedad catalana en un buen colchón de llegada, de modo que todos se sientan cómodos y con ganas de integrarse. ¿No es eso una ganga?

Los críticos dirán que detrás de figura tan perfecta está el tripartito, con sus tirones, sus delirios y sus flaquezas. Y razón tienen. No hay por qué fiarse demasiado. Pero así y todo, sigue siendo el mal menor. El pragmatismo de la coalición gobernante creo que está garantizado al menos por unos cuantos años.

Creo que es el momento ideal para que, desde abajo, desde dentro o desde las esquinas, los interesados en lograr una Cataluña diferente, abierta, plural y cosmopolita, empiecen a elaborar sus discursos y sus utopías. Es decir, crear un nuevo imaginario tan enardecedor como realista, mirando al presente con perspectivas históricas de largo plazo, o sea, de futuro. A ello deberían sumarse partidos como los Verdes de Iniciativa o los mismos Ciutadans. Pero el articulador de este discurso debería ser el propio Montilla y su partido, el PSC. Con un poco de suerte, la puja que antes era siempre entre nacionalistas, ahora lo puede ser entre no nacionalistas. Incluso el PP puede jugar su pequeño rol en ello. ¿Conseguirá el PSC hacer entrar en esta dinámica a los de Esquerra? Sería el gran logro de esta legislatura. Eso aseguraría un gobierno largo de izquierdas y un cambio radical del panorama ideológico. Los de Convergencia se verían solos en su puja hacia el delirio nacionalista y, a muy corto plazo, se les obligaría a cambiar de estrategia.

No hay que hacerse muchas esperanzas, pero de lo que no cabe duda es que la situación ha dado un vuelco, y que las condiciones son ahora mejores que nunca.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Sí, un presidente de esos de los que se puede hablar poco. Curiosamente, ha bajado el tono de sus compañeros de viaje: Carod casi ni piula y Saura parece tranquilo. Claro, si se ponen a hacer el payaso a su lado, cantarían demasiado. Eso es una ventaja. Ya veremos si hay otras...

Anónimo dijo...

Visca en Montilla!
Visca Catalunya!
Visca Espanya!