Reloj del Ayuntamiento de Praga |
Una temporada, la presente, muy salteada de eventos políticos y sociales de profundo calado y aún mayores consecuencias. Véanse sino las transformaciones habidas en el norte de África y los vientos que soplan en todo el mundo árabe. Una ola que parece de pronto irrumpir también en Europa y especialmente en España, con este alud de concentraciones en las plazas públicas de jóvenes al parecer “indignados”. Por todo ello me moría de ganas de regresar a mis habituales paseos por la playa y charlar con mis dos amigos futurólogos, Romà Bastides y Roger Mercadal, a los que imaginaba discutiendo los acontecimientos mientras se remojaban los pies en la orilla del mar.
Los encontré como siempre frente a los Baños de San Sebastián y nos saludamos efusivamente tras tanto tiempo de ausencia mía. Les conté algo sobre mis viajes y quedaron muy impresionados de algunas de las cosas relatadas. Pero lo que me interesaba era conocer sus opiniones sobre los hechos acontecidos en los últimos meses. Rápidamente entró en materia Mercadal, contento de poder explayarse en asuntos a los que daban tanta importancia.
- En verdad, Rumbau, que los últimos meses han sido increíbles. Jamás pensamos llegar a ver tantos cambios en tan pocos días. Doy gracias a Dios y a Cronos de habernos regalado este momento histórico, que confirma a su vez tantas predicciones nuestras. Pero lo importante aquí no es tener o no razón, sino que la simple observación de los aconteceres nos permite desarrollar con mayor profundidad algunos de nuestros análisis que se proyectan como nunca hacia el futuro.
- Los motores del tiempo se han disparado –interviene Bastides que llevaba la pipa encendida, algo absolutamente inusual en él, lo que indicaba que se encontraba en estado de pensamiento profundo–, ya lo decíamos la última vez que nos vimos y lo vuelvo a repetir hoy. La aceleración ha sido tremenda y no parece que vaya a decaer.
- Razones las hay y objetivas, al menos desde la perspectiva astrológica, que es la que yo más conozco –dice Mercadal, muy aficionado en efecto a la ciencia de los astros–. Fíjate, la entrada de Plutón en Capricornio lo ha puesto todo patas arriba. Pero no es necesario saber astrología para entender este momento. Los cambios están servidos desde hace tiempo y el mundo ha entrado en una fase al parecer irreversible.
- ¿A qué te refieres?...
- Bueno, yo no soy ningún académico y los sociólogos saben muy bien por dónde van los tiros. Pero parece evidente que la densidad y la proliferación de los nuevos sistemas de comunicación están transformando la sociedad. Los saberes también están cambiando y el pensamiento funciona ya de otra manera. Son momentos muy peligrosos, pues el vacío es abrumador y los desmoronamientos, tanto psíquicos y personales como sociales, descomunales.
- Tienes razón en lo que dices, constantemente me encuentro con personas que viven situaciones de vacío y de pérdida total de referentes.
Colgados del Tiempo |
¡Caramba con Mercadal! Su discurso, que me ha lanzado de un tirón, tiene una lógica aplastante. Su amigo Bastides, más modesto en sus razonamientos aunque más agudo en la capacidad visionaria, escuchaba atento sin soltar palabra.
- ¿Cómo crees entonces que hay que gobernar este caos?
- No lo sé, pero seguro que no hay una única manera. A realidades complejas, soluciones complejas. Que la complejidad sea caótica nos obliga a buscar soluciones complejas y cambiables, jamás rígidas ni únicas. Pero la sociedad no está aún preparada para la complejidad. Por eso todos votan a la derecha, que ofrece soluciones populistas, es decir, simplistas y estúpidamente reduccionistas. La izquierda, por su parte, no ha comprendido aún la dimensión de los cambios habidos, y se agarra a los mismos simplicismos de la derecha pero con edulcoraciones moralistas y pensamientos buenistas. Creo que tardaremos aún en disponer de políticas y de discursos capaces de enfrentarse a la complejidad con planteamientos de complejidad. Según nuestras previsiones, faltan unas décadas para el desarrollo de las herramientas necesarias, que tienen que ver con las matemáticas, por un lado, y con nuevas formulaciones artísticas de otro lado.
- ¿El arte? Pero si todos lo dan por acabado.
- El viejo arte, el que sirve para embellecer, adornar o entretener, aunque siga produciendo millones de cuadros y de obras como jamás se habían elaborado, éste, está rematadamente muerto. Pero yo me refiero a otras formas de arte que empiezan a surgir y del que aún sabemos muy poco, que se está situando a la misma altura que la ciencia, pero desde la otra orilla. Quiero decir, prácticas y disciplinas de creación comprometidas tan profundamente con el conocimiento como puede estarlo la ciencia, pero operando desde bases de racionalidad caótica y subjetiva, es decir, desde lo simbólico que ofrecen las geografías de la subjetividad.
- ¿Y por qué le das tanta importancia a la subjetividad? Si precisamente la ciencia se ha afirmado en el mundo a base de negar lo subjetivo.
- Pues porque constituye la dimensión oculta que requerimos para poder gobernar el caos con eficacia. La complejidad en la que vivimos sólo es abordable si nos enfrentamos a ella desde fuera y desde dentro. Fíjate que la ciencia ya empieza a bucear por esos caminos. La física cuántica y las matemáticas de la Teoría de Cuerdas están introduciendo, desde el lenguaje matemático, realidades inexistentes que sólo adquieren realidad cuando las fijamos con el pensamiento, es decir, desde la subjetividad del conocimiento. Las dimensiones plegadas y ocultas de la realidad sólo pueden desplegarse desde un abordaje subjetivo, interior, de esta misma realidad. La visión interior y la exterior, antes separadas y excluyentes, se están postulando como una dualidad de brutales contradicciones que debemos aceptar y entender. Algo impensable en la antigüedad. Esas paradojas constituyen la base de los nuevos sistemas de encajar la realidad. Fórmulas como “lo que separa, une”, “la diferencia es necesaria para la unión social y la convivencia”, etc, constituyen los nuevos mantras de lo que nos está llegando.
Impresionado por sus atrevidos planteamientos, me lanzo a uno de los temas del momento:
- ¿Y qué opinas de las ocupaciones de plazas y de los “indignados”?
- Bueno, bueno, de entrada me parece muy bien, muy saludable, quiero decir eso de pretender salir del sistema de los partidos actuales y de los esquemas políticos establecidos, condición indispensable para encontrar soluciones. El problema es generacional, me refiero a mi capacidad de entenderlo y de opinar sobre ello. El activismo juvenil es un acné que el cuerpo agradece y exige incluso, de ahí que pueda decirse que al cuerpo social que empuja para emerger le están saliendo granos en cada plaza de cada una de sus ciudades. El acné siempre es sinónimo de algo nuevo, como lo es la fiebre o el pus que sale de las infecciones. Pero debe ser vivido por el cuerpo social joven. Nosotros los viejos podemos imaginar sus efectos, sus dolores y sus euforias, pero es difícil vivirlos. De modo que mi posición es la del testigo que observa con respeto pero con la mirada del anciano escéptico. Son posiciones que considero saludables, pues ambas son complementarias en cierto modo. El problema del activismo de la calle es que la cercanía de las cosas impide ver el conjunto. Pero a su vez, sólo con la carne de cañón de los activismos jóvenes, lo nuevo rompe con el pasado y se abre al futuro. Las generaciones se sacrifican en el empeño, y mientras ellas rompen los hielos, nosotros miramos atónitos el acontecer mismo del Tiempo. Cómo te decía: la visión interior y la exterior son hoy el pan de cada día, necesarias e indispensables.
¡Demonios de futurólogos! Cada vez que charlo con ellos, me dejan en ascuas y con la cabeza hirviendo de ideas locas y atrevidas. ¡Y eso que Bastides, el más visionario de los dos, ha permanecido callado como un muerto! ¿En qué secuencias del futuro se encontraría?...
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