El Marionetàrium se ha renovado. La compañía de marionetas de Herta Frankel del Tibidabo de Barcelona estrena nuevo teatro y nuevo espectáculo: “En algún lugar de este mundo”.
Coincidiendo con el veinteycinco aniversario de la compañía dirigida por Ferrán Gómez y Pilar Gálvez, y con el décimocuarto de su presencia constante en el Parque de Atracciones del Tibidabo, la Compañía de Marionetas de Herta Frankel “Marionetàrium” presentó el dia 1 de julio su último espectáculo en el nuevo teatro dónde desde esta pasada primavera se pueden ver sus espectáculos.
Se trata de un espacio situado al lado mismo de su antigua ubicación, con una capacidad para setenta espectadores y un buen escenario perfectamente adaptado a las necesidades de la compleja escenografía que precisan las marionetas de hilo. La compañía ha intervenido en los planes de adaptación del espacio, asistida por su escenógrafo habitual, el artista leonés José Menchero, lo que ha permitido que las marionetas puedan ser manipuladas con comocidad y lucir sus sofisticados movimientos.
El espectáculo presentado la noche del estreno está compuesto de una sucesión de esqueches protagonizados por algunas de las marionetas más llamativas de Herta Frankel, convenientemente restauradas y con nuevos mandos yo diría que muy perfeccionados. Para la presentación de cada número, se acompañan de unos decorados que en si constituyen pequeñas joyas escenográficas y todos ellos diferentes, de modo que la sorpresa del público está asegurada. Son números clásicos pero exquisitamente manipulados así como hilvanados por una banda sonora bella y eficaz.
Don Pedro o El Payaso del Saxofón, una joya de marioneta que sale de una bañera y que parece sacada del túnel del tiempo, tocando un instrumento de latón hecho con soldaduras de los años cincuenta que sorprende por su impecable acabado y refinamiento. Una divertidísima Lola Flores que canta en un típico carro de Feria de Abril, con gestos que nos transportan a los mismísimos tiempos de la Niña de la Venta. Chiquitín, el niño ensimismado al que una chica salida de la oscuridad le pincha el globo que acaba de hinchar. Triste, se va con lágrimas en los ojos. Maisha, la bailarina africana que baila con maravillosos e increíbles giros de pechos y cadera los ritmos de una canción selvática, mientras a lo lejos vemos un desfile de elefantes en el horizonte. El mudo y filarmónico Harpo Marx y la bailarina indiferente, que acaba cediendo al encanto seductor de una de las más bellas y logradas marionetas de la compañía. O el genio Nina que baja de los cielos sobre el globo terráqueo…
He aquí las marionetas que los marionetistas del Marionetàrium manipulan con un exquisito y refinado virtuosismo: Óscar Gallart, Valentina Raposo, Glòria Arrufat, Josep Milán, Miren Larrea y Paulette San Martin asistidos por Oriol Pont, responsable también, junto con Ferrán Gómez, de la restauración y del perfeccionamiento técnico de los mandos y muñecos. Vale la pena visitar la parte trasera del escenario: ver las marionetas colgadas con sus mandos que parecen aeroplanos de una sofisticada tecnología del siglo XIX es una verdadera gozada. Y ver el mimo y la delicadeza con los que sus manipuladores mueven los hilos, otro espectáculo que debería mostrarse también al público. ¿Cómo? No lo sé, pero sin duda sería un complemento de lo más interesante.
El precioso acabado de cada uno de los números y la perfecta hilvanación de los mismos ilustran el alto grado de profesionalidad y virtuosismo que el Marionetàrium ha alcanzado tras sus veinteycinco años de experiencia y sus catorce de permanencia en el Tibidabo. Un espectáculo que el público, mayoritariamente adulto la otra noche, disfrutó y aplaudió con entusiasmo. Un lujo que el Parque de Atracciones del Tibidabo ofrece a sus visitantes cada día durante todo el verano.
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