lunes, julio 26, 2010

Hacia un nuevo Catalanismo


En estos días de grandes manifestaciones catalanistas, con el famoso tema del Estatut escapçat, como lo llaman algunos, vale la pena escuchar a ciertas voces que proponen otras maneras de defender lo local, lejos del viejo nacionalismo que sólo consigue derrotas y humillaciones. Me he acercado a la playa para visitar a mis dos amigos futurólogos, que saben de estos temas mucho más de lo que los bañistas que los ven pasar diariamente por la arena mojada pueden llegar a imaginar. Los encontré como siempre discurriendo sobre temas del futuro del mundo y, ansioso por saber su opinión sobre los últimos acontecimientos, les pregunté directamente sobre la masiva manifestación contra el dictámen del Tribunal Constitucional.

- Mira, Rumbau –me dice Bastides muy serio–, yo fui a la manifestación, ya sabes como se pondría mi sobrina si no fuera, dejaría de invitarme a comer los domingos y me haría mucha pena, pues es el único familiar que conservo. Fui con ella, su marido, la suegra y los cuatro críos, con sus banderitas, incluso pusieron un pañuelo con las cuatro barras al perro, fíjate si lo vivieron con frenesí. Y debo decirte que aquello no tiene futuro. Lamento decirlo, pues son muchos los sentimientos que allí se pusieron, pero de poco servirá la manifestación. No por ello hay que menospreciarla, por supuesto, habrá un antes y un después, como dijeron al unísono los comentaristas, pero si la cosa sigue por esos derroteros, el después será un déjà vu del antes de siempre.

- Pero si había más de un millón de personas… -le increpo para animar la conversación.

- Cierto, y es posible que la cifra sea realista o incluso más alta de lo que los aguafiestas pretenden reducirla, pero insisto: no se va a lograr nada.

- ¿Pero porqué estás tan seguro? – insisto yo.

- El nacionalismo ya no funciona, Rumbau, es algo del siglo XIX que se arrastró al XX y a lo que el mundo actual globalizado ha dejado con la pólvora mojada. Eso no quiere decir que no siga siendo peligrosa: insistirá en más de lo mismo durante este siglo nuestro, por supuesto. Ya sabes como somos de tozudos los humanos. Mercadal y yo hemos calculado en unos treinta o cincuenta los años que aún hacen faltan para que haya un cierto reflujo en el asunto. Décadas que serán de muchos sufrimientos y derrotas, de muchas guerras inútiles y fratricidas. Pero finalmente los pueblos con deseos de particularizarse entenderán que la solución no la tienen en este viejo nacionalismo basado en el pensamiento único, en el fundamentalismo identitario y en la exclusión del otro. No, Rumbau, eso ya no funciona en un mundo como el nuestro, en el que las identidades se superponen como las capas de una cebolla y en el que las dualidades y la distancia son los nuevos factores fundamentales que rigen nuestras vidas y sociedades.

Mercadal, que escuchaba con atención las palabras de su admirado amigo, quiso decir la suya:

- Es cierto lo que dices, Bastides, debo decir que yo también fui a la manifestación, más por deseos de observar a los participantes que por convencimiento, pues pocas son las ocasiones en las que tanta gente sale a la calle en apoyo de una u otra postura. Siempre me gusta y emociona ver a los manifestantes en la calle, aunque noto a faltar la presencia de bandas de música a la vieja usanza, como las que hay en el Delta y en Valencia, y me sobran los altavoces con consignas y músicas preseleccionadas. Y mientras veía a los enardecidos manifestantes, aunque por suerte no todos lo estaban tanto, hay que decirlo, pensé que ya era hora de que se empezara a plantear un nuevo catalanismo que precisamente evitara lo que antes tan bien contaba Bastides: un catalanismo capaz de incorporar formas duales de pensamiento y una perspectiva de complejidad que le permita organizarse en red con los vecinos. Algo que el Nacionalismo precisamente impide. Por eso era triste ver tanta energía condenada al fracaso, pues no otro será el desenlace de la pugna si no se le pone pronto remedio cambiando el pensamiento nacionalista por otro capaz de incorporar nuevos paradigmas de defensa de lo local.

- ¿Y cuáles son estos nuevos paradigmas?

- Hombre, es algo que cae por su propio peso, me refiero al racional. Nuestras sociedades son plurales y complejas y el problema del catalanismo político es que nunca aceptó su alteridad básica: lo español que hay en Cataluña. Hoy los nacionalistas se llenan la boca en defensa de la immigración y de la Alteridad, pero la verdadera alteridad de Cataluña no son los actuales immigrantes de África o de Latinoamérica, que también lo son, por supuesto, sino que nuestros verdaderos y eternos “otros” son los que hablan castellano aquí, van a los toros y se emocionan cuando gana la Roja. Y no son pocos, te lo aseguro, quizás la mitad de la población. Es obvio que sin incorporar a esta mitad, el catalanismo está condenado al fracaso. Su error ha sido basar toda su estrategia en el pensamiento nacionalista, que excluye absurdamente, impone un pensamiento único y niega la dualidad interior.

- Comprendo lo que dices, pero exageras con que la mitad de los catalanes apoyan los toros… -le digo sabiendo que ellos son unos consumados aficionados taurinos.

- Bueno, quizás exagero en este punto, pero se trata de una cuestión simbólica: ¿por qué el catalanismo se mete con este puñado de nostálgicos que gustan de una fiesta que se cae de vieja y que ha sido falsamente identificada con el nacionalismo español? ¿Acaso no vivimos aquí, votamos y pagamos nuestros impuestos en Cataluña? Pero dejemos este punto, que me saca de las casillas –Mercadal es un férreo militante protaurino aunque él casi nunca va a la Fiesta, pues su economía no se lo permite.– Yo soy catalán y siempre he defendido mi país y mi cultura, y por supuesto mi lengua, pero nunca he entendido esta manía que se tiene aquí a lo español. Bueno, comprendo a la generación de nuestros padres y hermanos mayores, que vivieron el desgarro y las humillaciones de la guerra civil, pero eso hoy es agua pasada. ¿Por qué no puede uno sentirse catalán y español a la vez? Yo siempre me he sentido las dos cosas. A mi me gustaba ir a Madrid cuando me lo podía permitir, y en Sevilla me encuentro como en casa, del mismo modo que Galicia o Asturias son uno de los mejores lugares para pasar las vacaciones. ¿Por qué hay que renunciar a esto? Yo no soy ni quiero ser un extranjero en Cáceres, Córdoba, Santander o Zaragoza. ¿Acaso restar es ganar en algo? No Rumbau, el nacionalismo ya ha caducado, si no se logró la independencia cuando tocaba hacerlo, en la época en la que las naciones nacían, pues a otra cosa, mariposa. ¿Significa eso que hay que renunciar a ser sujeto político? En absoluto, y menos en la actual España, sometida a una tutela madrileña humillante y barriobajera, pero la autonomía real, no la de boquilla, sólo se conseguirá con una buena estrategia. Y ésta pasa hoy por la aceptación de la dualidad y la expansión en red. Todo lo demás sirve a los políticos para llamar la atención del público y mantenerse en el poder, pero para nada más.

¡Caray!, pensé al escuchar a aquel viejo setentón, doctor jubilado, fumador de puros y astrólogo en la actualidad. Consideré que era una pena que no se escucharan sus opiniones en los foros correspondientes, aunque también era cierto que carecía del bagaje necesario para enfrentarse a los profesionales, que se lo cepillarían en cinco minutos. O tal vez no…

- Tendrías que exponer tus ideas al público, Mercadal…

- Tonterías, Rumbau. Esto no lo arregla una voz predicando en el desierto, aunque eso no significa que hayamos claudicado, Bastides y yo, pues nuestras investigaciones tienen un alcance mayor de lo que puedas imaginar… -dijo crípticamente, mientras lanzaba una mirada de complicidad a su compañero de paseo de la playa.– Hoy en día, una voz sola, aunque sea única y discreta, tiene más fuerza que miles de bocas chillando al unísono consignas en la calle. Pero no te preocupes, que no tenemos pretensiones al respecto. Lo importante es el pensar recto, o más bien con realismo y sensatez lógica, que es lo que intentamos Bastides y yo. Simples y modestos observadores del presente con la mirada puesta en el futuro, pues por mucho que la historia sea importante, de poco sirve quedarse anclado en el pasado. Futuremos, Rumbau, pensemos en términos de futuro, y verás como los problemas se arreglan.

- Cierto, Mercadal –añade Bastides muy serio tras escuchar la larga perorata de su amigo–, si pensamos en Cataluña, pensemos en su futuro y verás como todo se aclara. Por de pronto, recuperar las viejas relaciones de la Corona de Aragón. Mucho hablar de los Països Catalans, que nunca han existido como tal, cuando ya tenemos la vieja Corona de Aragón que nos unía a unos cuantos. Demos a Aragón el protagonismo que busca, y sumémosla al carro de lo particular, para desde aquí recuperar las relaciones con Valencia pensando siempre en Murcia y más al sur, en Andalucía. Y vayamos hacia el norte dónde las ricas ciudades del Ródano esperan socios serios que no les hablen de patrias o naciones. Maragall tuvo la visión pero se perdió luego con la hojarasca y su proyecto se quedó en nada. La liturgia nacionalista lo ofuscó. Y el Estatut lo noqueó. Busquemos en la España periférica a nuestros aliados e impongamos su realidad a la inercia centralista del Estado. Fíjate que cuando se habla de la Corona de Aragón, por ninguna parte asoma nación alguna. Claro, cómo que todavía no habían nacido… Esta jugarreta del pasado permite que nos abrarnos al futuro con más inteligencia estratégica, qué duda cabe. ¡Y los maños la saben muy larga! Fíjate en el señor Labordeta, una sola voz y ¡cómo tronaba en el Parlamento! Contra la España del centralismo madrileño, la España en red cuyas regiones se unen y se apoyan entre si. Hoy en día las llamadas Comunidades Autónomas tienen más poder que nunca y sería absurdo no aprovecharlo y pretender ser más que ellos: ¡seamos todos independistas, o mejor, fieros autonomistas con ansias grandes de poder, y verás como los distintos barones se suman entusiastas al proyecto. Pero si hablamos de que som una nació, ja l’hem cagat, como se dice en catalán.

Miro a los alrededores, pues las ideas de Bastides son tan incorrectas que uno teme siempre reacciones airadas en su contra. Pero los bañistas que nos rodean tienen su mente colocada a mucha distancia de allí, muy lejos del Estatut y de Cataluña, pues la mayoría son immigrantes de países muy lejanos y lo más probable es que estén pensando en sus playas americanas o asiáticas, y en los familiares lejanos que allí se bañan. Aunque mirándolos, parecen muy felicies de hallarse dónde se hallan, bañándose en las playas de la ciudad de Barcelona con sus mujeres e hijos.

- Cómo te decía antes, aquí nos falla la liturgia. Somos demasiado emocionales, pero a la vez demasiado calculadores, y esa combinación a veces nos hace malas jugarretas, pues calculamos mal al no percatarnos de las emociones puestas en juego. La solución sería redirigir estas emociones hacia nuevos rumbos de dualidad interior, y de vecindad periférica, algo muy difícil. Para lograrlo habría que inventar nuevas liturgias. Maragall lo intentó pero se quedó a medio camino. La inercia del nacionalismo monolítico pesaba demasiado, y con los socios del Tripartit, lo tenía aún más difícil. Luego, con Montilla de President, se podría haber avanzado en esta dirección, pues un cordobés en el Palau de la Generalitat daba mucho de si, pero tras ceder cultura a los de Esquerra Republicana, se acabó el asunto. ¡Qué ocasión más buena tuvieron con lo de la Feria de Frankfurt! Podrían haber dado al traste con la vieja liturgia de exclusión y sentar unas nuevas bases de catalanismo amplio y dual, ¡y cayeron como tontos en la trampa nacionalista!

- Pero el PSC lo ha intentado, eso es indudable –les digo.

- Sí, pero se les ha difuminado el discurso. O más bien diría que lo han perdido, por el simple hecho de no haberlo desplegado en ningún momento con determinación. Se han abandonado a la inercia del poder. Pensaron que con mantenerse arriba ya hacían bastante, y seguro que debe ser muy complicado, pero se olvidaron de lo importante. Se quedaron sin liturgias y abandonaron lo simbólico a los de Esquerra.

- Aquí ha influído mucho ese complejo que siempre han tenido los socialistas de poco catalanistas –añade Mercadal–. En vez de afirmar su propio catalanismo, diferente del proclamado por los naconalistas, han caído en la trampa de la mala conciencia ante los ataques constantes sufridos. Se ve aquí la dificultad que existe hoy en defender posturas duales frente al acoso del fundamentalismo de lo unitario y lo absoluto. Se considera la dualidad como una posición débil, cuando en realidad es la fuerte, pues es mucho más duro y difícil estar en dos sitios a la vez. O bien se la trata como una traición, pues si estás en dos lugares, a uno de los dos estás haciendo trampa, piensan los puristas. En según qué asuntos es así, claro, pero no en los temas más básicos de la identidad. ¡Que se lo pregunten a los físicos cuánticos! Sobre este tema nos falta aún mucha experiencia y deberán pasar unas cuantas décadas para que nuevas generaciones que hayan mutado hacia el pensamiento complejo, capaces de tratar con la dualidad y la multiplicidad sin complejo alguno, impongan sus nuevos paradigmas. Entretanto, los que no somos monolíticos tendremos que tener paciencia y ver como se las dan entre si los que sí lo son.

- Fíjate en unos amigos de mi sobrina que conocí el otro día: un matrimonio que vive en Francia, él es inglés, ella belga pero de Flandes, sus hijos hablan francés, flamenco, inglés y alemán, pues tienen un abuelo alemán y pasan temporadas en Alemania. ¿Qué se sentirán esos niños cuando se les pregunte por su identidad nacional? Serán franceses por el pasaporte y por nacimiento, eso para empezar, pero también flamencos por la madre y por lo tanto belgas, e ingleses por el padre, y alemanes por el abuelo... Luego, si se casan con una americana de origen chino y se van a vivir a Australia, ya me dirás como la cosa se complica. Son identidades cebolla, como yo las llamo, y cada vez hay más. Y tendrán mucho que decir en el futuro.

- Tienes el caso de los judíos –añade Mercadal, lanzado a la pontificación tras escuchar las palabras de su compañero de paseo–, un pueblo dual por excelencia. Siempre tuvieron doble identidad, fueron judíos y a la vez de dónde vivían: españoles, franceses, alemanes, rusos… Y vivieron ambas identidades con profundidad, como lo demuestra la pervivencia de los Sefarditas, que tras varios siglos de haber sido expulsados de España, conservan la lengua y sus viejas costumbres ibéricas como el más preciado de los tesoros. ¡Increíbles los Sefarditas, con sus triples y cuadruples identidades acumuladas: turcos, búlgaros, griegos…! He aquí la razón, sin duda, de que los judíos fueran el chivo expiatorio ideal para los pueblos que entonces asentaban sus identificaciones nacionales y para todos los fanáticos del pensamiento único: la dualidad judía les era insoportable. Pues bien, este pueblo dual, a la que empezó a vivir en la abundancia, como pasó con las burgesías y clases medias judías de Centroeuropa, dio al mundo los cerebros más avanzados del pensamiento moderno y contemporáneo. ¡Qué duda cabe de que tanta creatividad proviene de estas dualidades identitarias interiores, por las que tanto sufrieron pero que tantos réditos espirituales y creativos les dieron! Ahora está ocurriendo lo mismo pero extensivo al mundo entero, las dualidades se multiplican en progresión geométrica, un fenómeno imparable pues el cosmopolitismo que la globalización impone no va a detenerse sino todo lo contrario.

- Por eso se hace tan difícil predecir hoy en día el futuro con claridad –dice Bastides, siempre preocupado por su oficio de la adivinación–. Como historiadores del futuro que somos, comprendemos que los cambios se van a suceder a trompicones y a velocidades de vértigo, y hacia direcciones completamente desconocidas, tales son las variables puestas en juego. Por eso nos fijamos mucho en cómo los distintos pueblos encaran estos temas. Según se posicionen respecto a ellos, mejor o peor inversión habrán hecho para el futuro. Cataluña tiene dos opciones: o continúa por la senda de un nacionalismo de exclusión condenado al fracaso, o se inventa un nuevo catalanismo abierto y dual con visión de futuro. Si optara por lo segundo, podría ocurrir que de pronto nos convirtiéramos en los adalides de una nueva forma de entender y defender lo local, algo que podría ser útil y exportable a Europa, y a todo el mundo, pues la mayoría de los conflictos tienen que ver con este encaje del todo con las partes, entre lo local y lo global, y las tensiones que genera.

Veo que mis amigos se van excitando con sus ideas y es ahora Mercadal quién interviene con vehemencia:

- ¡Qué gran idea! Claro que sí, ¡Cataluña podría ser la vanguardia de un nuevo localismo de puertas abiertas y que por primera vez acepta la complejidad propia y ajena! Fijaros en una cosa: España se inventó el Estado de las Autonomías, que solucionó en parte el problema que hasta ahora había tenido de encajar en un todo las partes, incluyendo las díscolas. Un invento que muchos otros países han mirado con atención e incluso han intentado copiar. Pero faltaba la reacción de las partes en el tiempo, para que el invento tuviera éxito de verdad. Éstas, me refiero a las distintas Comunidades Autonómicas, reaccionaron positivamente en principio, aunque las llamadas históricas lanzaron sus previsibles espirales nacionalistas. La derrota del Estatut es el fracaso de esta estrategia de confrontación “nacional”. Se impone ahora reconducir esta dinámica de las espirales localistas con ansias de destacarse, de un modo que permita articular las partes, cada vez más autónomas, con el todo al que pertenecen. Un todo que es España, pero que también es Europa, y que todavía puede generar otros “todos” intermedios, como son las euroregiones puestas en marcha. Esta invención no vendrá del Todo, es decir del Estado, interesado siempre en mantener las riendas de su control. Deberán ser las partes las que propongan. Y si Cataluña inventara ahora un nuevo catalanismo, es decir, una nueva manera de desarrollar lo particular desde lo dual, lo múltiple y la complejidad, estaría realmente creando algo inédito, un paso de enorme trascendencia para la gobernación del mundo –por no hablar de la gobernación de España y de la misma Europa.

Se quedaron en silencio, impresionados por las altisonantes palabras proferidas por Mercadal, inspiradas y de aliento casi profético.

- ¡Has dado en el clavo, Mercadal, has dado en el clavo!

Nos quedamos callados mientras seguimos caminando por la orilla del mar. Las olas de nuestro querido Mar Mediterráneo nos refrescaban plácidamente los cuerpos, algo aturdidos por el sol y por las visionarias imágenes de mis dos amigos de la playa.

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