¡Qué días fantásticos, ayer y hoy, para ir a la playa en Barcelona! –sólo que no llueve, para desesperación de pantanos y políticos locales. He visto a mis amigos futurólogos y se han despachado a gusto despotricando sobre las actuales problemáticas políticas referentes al agua.
Decía Mercadal:
- Rumbau, nosotros que postulamos salir ya de una puñetera vez del Neolítico, es decir, de la sociedad agraria a la cual todavía pertenecemos, y estos políticos “ombliguistas” (nombre con el que suele llamar Mercadal a los nacionalistas) nos están anclando en el más puro Neolítico. Realmente, estoy a punto de hacer una huelga de periódico, pues ya no aguanto más los dimes y diretes sobre este tema, ni siquiera los chistes.
- ¿Por qué estás tan enfadado? –le pregunto sorprendido, pues Mercadal suele ser una persona ponderada y además comprensiva con la clase política.
- ¡Hombre, es que es para darles a todos de bastonazos! ¡Y eso ocurre en Cataluña y en España, dónde se alardea de vanguardismo y se quiere dar lecciones morales al mundo entero! Los problemas del agua no son problemas locales, pues es de cajón que estamos ante una situación de emergencia peninsular, continental y planetaria que tan sólo acaba de empezar y que irá a más de un modo galopante e imparable. Querer enfrentarse a estos temas desde los intereses vecinales, comarcales, provinciales o regionales, indica una cortedad de miras digna de la más atrasada Edad de la Piedra, cuando las tribus guerreaban para poder lavar la ropa en una fuente o en un mismo río.
- Tienes razón, Mercadal –interviene Bastides–, aquí sólo habría que escuchar y hacer caso al gobierno, bien asesorado por las comisiones que hicieran falta con representación local, eso sí, pero obligados todos a alcanzar un único y común acuerdo. Pero todavía falta mucho para llegar a este punto. La Generalitat queriendo actuar por su cuenta, los partidos tomando posiciones oportunistas, los vecinos del Ebro y los regantes mostrando actitudes irracionales, todos tiran de la cuerda hacia su lado propio, realmente deplorable.
- ¡Pues no veas cuando los problemas empiecen de verdad! Porque según se dice por ahí, estamos entrando en una fase irremediable de escaseces de todo tipo.
- ¿Pensáis que los partidos deberían hacer más? –les pregunto.
- Por supuesto. Aquí sólo valen planteamientos racionales vistos desde perpectivas globales y aceptando todas las complejidades del caso –responde Mercadal. – Y creo que ningún partido lo ha hecho. Desde luego, hay matices y matices. Escalofriante es ver a Esquerra Republicana aliarse con los intereses más tribales del terruño para afianzarse en las zonas rurales y agudizar así las contradicciones de Iniciativa, muy bien implantada, creo, en el sur. Interesante también ver el desgarro de Iniciativa que, tras sus etapas de defensa ecológica a ultranza de lo local, de pronto se ve confrontada a los problemas de la realidad global que requiere soluciones y perspectivas globales. Los socialistas del PSC, que la saben más larga, han intentado estar por encima de los opuestos tácticos, pero olvidándose que esta realidad encaja con otra más global que afecta a otras comunidades y, por lo tanto, que requiere de posturas globales del país. Y patético ver a CiU desentenderse de la realidad de los problemas, interesada sólo en descubrir el flanco más débil, para pegar allí dónde más duele. Lo mismo que el PP, ansioso de repescar el tema del Ebro con el que ya tropezó en su día, no para buscar soluciones de futuro, sino para meter el dedo en el ojo socialista.
- Bueno –les digo–, tampoco hay para extrañarse tanto. Los partidos se han movido siempre por oportunismo e intereses particulares y a corto plazo, y ya se sabe que el objetivo principal es el Poder.
- Sí, pero luego que no se quejen –contesta Mercadal muy serio– si el público les da la espalda. Hoy en día no está el horno para bollos, y empieza a ser capital darse cuenta que estamos todos en un mismo barco, que el mundo entero es un mismo barco, y que ya no hay enemigos y “otros” a los que atacar porque todos somos los pilotos y navegantes de esta misma nave, la Tierra. ¿Dónde está el partido capaz de situarse en esa posición? No lo hay. Parece una utopía, pero te aseguro que no tardaremos en obligar a los partidos a tomar posturas de este tipo. ¡O nos vamos rápido al carajo!
- Bueno, es fácil criticar cuando se está fuera pero seguro que desde dentro, las soluciones no están tan claras ni es tan sencillo compaginar los intereses de unos y de otros –les digo.– Por otra parte, hay que decir que la ciudadanía barcelonesa ha demostrado una cierta madurez: por un lado, calladita sin decir ni mú, y por el otro lado, ahorrando agua en casa. ¿No os parece curioso? En Valencia o Madrid ya se habrían despachado con alguna que otra manifestación.
- Más que madurez –contesta Mercadal–, yo diría que es desconcierto: recuerdo que cuando hubo el conflicto del Ebro, Barcelona se volcó en defensa del Delta y aquí tuvieron lugar varias manifestaciones dónde los vecinos y regantes del río fueron muy bien recibidos y aplaudidos. Y ahora, estos mismos barceloneses no saben qué decir cuando aquellos vecinos y regantes no sólo rechazan el mini-falso-elíptico-o yo qué sé trasvase de aguas sobrantes, sino que incluso se dedican a criticar a los de Barcelona, tachándolos de insaciables bebedores y malgastadores de agua… Se entiende que la ciudadanía de aquí se haya quedado sin habla, o dicho con otras palabras, sin saber cuáles son sus enemigos. Eso, más que madurez, es objetividad, pues la verdad es que no hay enemigo alguno contra el que pelear, sino decisiones a tomar, desde una racionalidad que, repito, sólo puede ser global y a la vez compleja.
- Vosotros que sois futurólogos, ¿cómo creéis que van a evolucionar estos temas en los próximos decenios? –les pregunto, siempre ansioso de escuchar sus orginales propuestas de futuro.
- Mira, Rumbau –contesta Bastides remojándose la cara con un poco de agua del mar–, ya sabes que nuestras tesis indican un futuro inmediato de fragmentación y, por lo tanto, de una cierta confrontación de territorios y posturas. La tensión entre el centro y la periferia será una constante al menos durante los próximos 10 años. Ya veis que incluso dentro del PP empieza a haber tendencias de dispersión. La oposición que encuentra Esperanza Aguirre por imponerse no es más que la de los territorios periféricos, que se resisten a pasar por el tubo madrileño. En el PSOE también existe la misma tensión, y sabido es que Zapatero ha empezado su segunda legislatura con sonoros clarines centrípetos, frente a la centrifugación de su etapa anterior. Estos vaivenes indican claramente que dicha tensión está viva y bien viva y que va a condicionar sin duda la política de los próximos años.
Se detuvo un momento para mirar el cielo, dónde una bandada de gaviotas se despachaba a gusto sobrevolando y comiendo de un banco de boquerones muertos, que las olas iban depositando sobre la arena cuál brillantes y tristes hojitas de mar.
- Esto quiere decir que durante un largo período, actitudes irracionales y ombliguistas seguirán en el orden del día, hasta que los consumidores se cansen y manden a todos estos políticos a paseo. Se impondrá entonces el principio del Consenso Contradictorio, que ya sabes hemos postulado en varias ocasiones, en el que las contradicciones entre lo global y lo local, siempre irresolubles, se aceptarán como tales, sacando de la tensión de dichos opuestos la fuerza necesaria para la toma de decisiones plurales y contradictorias, pero a la vez operativas desde el punto de vista de la defensa de ambos extremos. Pero ya te digo, faltan unos 10 o 20 años para llegar a ello.
- Bueno, entretanto algo habá que hacer… Diez o veinte años son muchos años -digo yo.
- Sí, y tal vez me equivoque al dar estos plazos, y los cambios lleguen más temprano. Lo más seguro es que el tema del agua, al implicar a tantas personas pertenecientes al ámbito de lo rural-neolítico, se mantenga insoluble y con parecidos términos durante largos años, sin que nadie baje del burro. Mientras, tendrán lugar en paralelo cambios importantísimos en las sociedades más dinámicas del mundo y de las ciudades, cambios que forzarán la aparición de nuevas organizaciones y modos de enfoque, los cuales, en un momento determinado, pondrán fin a los viejos contenciosos por la vía expeditiva y sin contemplación alguna, dejando a los ombliguistas neolíticos con su azada en la cuneta. Y eso, que dicho así suena a ciencia ficción, está más cerca de lo que nos pensamos. Los cambios se aceleran y ya no hay tiempo para las adaptaciones. Y quiénes se resistan a ellos, corren un gran peligro. Esos serán los dramas del futuro, Rumbau, esa falta de espacio y de tiempo para encajar los enormes cambios que se están incubando. Transformaciones que según pensamos Mercadal y yo mismo, no están tan lejos como nos imaginamos.
Palabras con las que nos despedimos, querido bloguero, tras sonar el himno e ir tirando yo, no sin un cierto atisbo de ecológica mala conciencia, hacia las chorreantes duchas del Club.
1 comentario:
Que llueva, que llueva, la virgen de la cueva...
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