Querido bloguero, Turquía acaba de dar una lección de democracia en estas últimas elecciones ganadas tan limpiamente por Erdogan. Creo que estamos ante unos momentos decisivos en la historia de este país, al resolverse de un modo civilizado y democrático el contencioso planteado por el ejército y unos partidos laicos cada vez más inclinados hacia la derecha nacionalista, y el partido islamista moderado de Erdogan, que representa a las nuevas clases populares emergentes que quieren acercarse a Europa y cambiar a este gran país.
La paradoja de que sea un partido supuestamente islámico el encargado de hacer las reformas necesarias para convertir a Turquía en un país moderno ha vuelto a hacerse evidente. Curiosa paradoja que no lo es tanto si se entiende lo que representa en realidad el partido de Erdogan: el fenómeno emergente de las nuevas clases emprendedoras turcas, lanzadas al mundo de los negocios, cuyas raíces populares han conseguido atraer el voto de unas masas que ansían convertirse en una nueva clase media entregada al consumo y a las promesas de bienestar social y económico. Unas enormes clases medias que, de vencer en la actual coyuntura política, podrían convertirse en el gran flotador que permita a Europa mantenerse a flote en su precario flanco sudeste, en peligro constante de desestabilización.
En efecto, las maniobras estratégicas de los EEUU e Israel respecto a Irak, Siria, Líbano e Irán –maniobras que buscan descaradamente la desestabilización– convierten a Turquía en un país al borde del abismo. Una situación que podría convertirse en explosiva si la derecha nacionalista turca, con la ayuda del ejército kemalista, consiguiera imponerse: intervención armada en el Kurdistán, crisis democrática y, consiguientemente, económica, con la caída de la lira turca y de las esperanzas de biesnestar y recuperación económica del país, etc. Un cuadro que la victoria de Erdogan debería poder evitar.
La ceguera de Europa de insistir en cerrar las puertas a la esperanza turca de poder entrar un día en Europa es, desde luego, altamente suicida. Curioso que países como Francia y Alemania, tradicionalmente poseedores de potentes visiones estratégicas, se dejen arrastrar por el ombliguismo nacionalista que impide ver más allá de sus narices. La “Grandeur” de unos y el “gigantismo” de otros deben ser las causas de esta infausta ceguera. Más el virus ideológico del vaticanismo papal, que intenta por todos los medios convertir Europa en un bastión cristiano.
Creo que Zapatero debería aquí aliarse con ingleses e italianos para crear una estrategia europeísta abierta a Turquía. Si Sarkozy no se priva de decir lo que piensa con tanto descaro, ¿por qué los que opinan lo contrario se callan? Quién calla, otorga y, en este caso, se corre el peligro de rendirse a un discurso que va contra una concepción abierta y laica de Europa.
De momento, bienvenida sea la victoria de Erdogan en Turquía.
2 comentarios:
Good post.
Sólo pensaba que iba a comentar y decir que gran tema, ¿lo de código por sí mismo? Realmente parece excelente!
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