martes, enero 09, 2007

2006-2007


Querido bloguero,

me ha parecido oportuno, por no decir obligatorio, sumarme a los millones de comentarios que estos días se acumulan en periódicos, blogs i webs del mundo en los que se habla del año que se va y del que llega. Reconozco que se trata de un impulso harto irracional, un gesto casi se diría “tirado a la papelera”, pero que a pesar de ello y tal vez por ello mismo, me anima y me excita por motivos, desde luego, poco convincentes. No los voy a enumerar, para no hacerme pesado, pues ya bastante incordio resulta la temática escogida, pero así es ese mundo en el que vivimos, paradójico a más no poder, en el que las razones habituales son substituídas por razones contradictorias cuando no aleatorias o directamente irracionales. He pensando que lo mejor es irse adaptando a los tiempos que se acercan, aprendiendo a ser contradictorio y paradójico, antes de que la realidad, que ya lo es bastante, me coja desprevenido.

Una imagen que me gusta es la que sitúa el cambio de año en una especie de montículo o promontorio desde dónde puede verse a un lado el año que nos deja, y al otro el que llega. Creo que uno puede instalarse en esta atalaia al menos durante unos cuantos días, diez aproximadamente por detrás y por delante del día uno. Eso permite acostumbrarse a la visión y observar el paisaje a ambos lados.

Y la verdad es que el 2006 aparece bastante encrespado, cómo si los vientos desatados al inicio del siglo hubieran alcanzado grados de huracán, utilizando términos del cambio climático de tanta actualidad. Vientos huracanados son los provocados por la intervención americana en Irak, por los afanes belicistas de Israel, por el rencor y el orgullo herido de Aznar y del PP, o por la estupidez victimista y paleonacionalista de Esquerra Republicana y su voto negativo al Estatut.

Pero bueno, ¿acaso tienen todos estos “vientos” relación alguna entre si? Ninguna seguro que no. En los casos citados, se observa un impulso que tiene la unilateralidad como punto de partida. Unilateralidad que significa estrechez de miras, monovisión obsesiva del mundo y absolutismo de las razones. En este sentido, todas estas posturas representarían una expresión residual propia del pasado, que sigue despertando odios seculares y tempestades globales, pero que a pesar de sus magnitudes catastróficas, deben ser consideradas en fase de declive. Un declive que puede tardar décadas en hacerse notar, desde luego, pero que tarde o temprano, lo veamos o no lo veamos, acabará por hacerse patente.

Lo que me lleva a afirmar esta opinión es que el futuro, como el presente se obstina en decirnos, se dirige hacia la globalización, la interdependencia de los fenómenos, de los problemas y de sus soluciones, y por lo tanto, hacia el relativismo de las verdades y de las grandes afirmaciones, que quedarán reducidas a criterios de supervivencia, de bien común, de lógicas de bienestar y de pura funcionalidad. Creo que estas características son incontestables, como todos los especialistas se encargan de recordarnos estos días. La globalización del mundo, que apenas está empezando, irá a más y acentuará estas pulsiones relativistas e intersecccionistas, a medida que los nuevos sistemas de vida y de comunicación se vayan implantando por el mundo.

El 2006 ha sido, pues, un año de muchas crestas de lo viejo, tanto en la política internacional (dominada por el conflicto de Oriente Medio) como en la doméstica, gracias a los empeños del PP y de ER, amén de las otras fuerzas políticas, que a modo de coro de borregos, han secundado las encrestaciones paleoburras de los primeros.

Habría que decir aquí que si miramos bien el paisaje del año que ha pasado, no sólo de huracanes ha vivido, sino que entre cresta y cresta están los correspondientes valles, algunos de grandes extensiones. En estos valles y latitudes no encrestadas, los perspicaces verían otro tipo de crestas, no levantadas por los furores emotivos de los grandes huracanes, sino por la pujante fuerza de las imaginaciones y de las mentes más desarrolladas del planeta. Son las llamadas “crestas creativas”, dónde se realizan nuevos descubrimientos, se inventan nuevos paisajes, y dónde se fraguan los mitos del futuro. Al ser su sustancia mental, pasan desapercibidos por los observadores habituales, que sólo responden a los estímulos más groseros, los producidos por los decibelios emocionales, allí dónde las cámaras del mundo suelen fijar sus objetivos. Las crestas de sustancia mental cuestan más de verse y por ello aparecen poco en las televisiones. Pero por el hecho de ser casi invisibles, no significa que no existan. En este sentido, el año 2006 puede haber sido un buen año si como parece ser por fin se ha asentado la conciencia de la crisis climática del planeta, que por primera vez ha sido tomada en serio por unos y por otros. También el fiasco de EEUU en Irak debe considerarse un signo positivo en cuanto representa la entrada en crisis de los delirios unilateralistas, paso indispensable para que se abran camino las perspectivas multilateralistas que aceptan los patrones de interdependencia y de la creatividad interseccionista de las diferencias.

Mirando hacia el 2007, el año parece de momento un calco del 2006. Es lógico que así ocurra, pues lo propio de mirar el tiempo dividido en dos, es que aparezcan simetrías en ambos lados. Y al no haber en el futuro todavía nada, es normal ver reflejado en sus espejos el panorama del anterior. Ésta sería una primera impresión: más de lo mismo, o el eterno déjà vu de lo idéntico. Pero no hay que dejarse engañar por la inercia de las simetrías, que aún siendo muy importante, no puede obviar el paso del tiempo, el cual, como muy bien anunció Heráclito, no deja que nada se repita.

Afirmar la fuerza creativa del tiempo no significa que su creación sea necesariamente beneficiosa para nosotros, la especie humana. Lo más probable es que el tiempo nos empuje a mayores catástrofes, a choques con realidades insalvables, a crisis planetarias de imposible solución a día de hoy. Bueno, pues que lo haga. Las crisis han sido siempre los motores de la historia. Y parece que las sociedades solo mueven el culo un poquito y en serio cuando las amenazas son de verdad. El problema es que los mecanismos productores de bienestar, que tan bien funcionan, en su proceso de autorregulación social nos oculten la gravedad de las crisis y la urgencia de ponerles remedio. Todo depende pues de la magnitud espectacular de dichas crisis y de sus efetos devastadores: cuanto mayor sea la magnitud, más posibilidades tendrá de despertar reacciones.

Uno diría que ante este negro panorama, lo mejor es quedarse en las zonas de valle entre las crestas de las grandes olas, para gozar desde allí de un mínimo de bienestar mientras se participa en los procesos silenciosos de la creación del tiempo. Pero el problema es que al estar el mar tan encrespado, las olas caen por todas partes y cada día respetan menos los valles de tranquilidad, los cuales se ven profundamente removidos por el temporal.

El 2007 puede ser pues un año de mucha encrestación, al igual que lo fue el 2006, e incluso aún más, según como deriven algunos de los temas que han quedado pendientes. El actual declive de Israel y su delirium belicista, constituyen sin duda uno de los mayores peligros del momento. Irak sigue siendo una bomba en estado perpetuo de explosión –fiel imagen de lo que nos espera a todos si los neocons consiguen sus objetivos. Impedir que estas patologías de otros tiempos, residuos mal hilvanados de las peores enfermedades del siglo XX, se desarrollen y se impongan, es la tarea urgente del año que empieza.

¿Conseguiremos que el 2007 sea aún peor que el 2006 y conseguir así reaccionar ante la hecatombe mayúscula de nos espera, o bien mejoraremos las apariencias generales, mantendremos las guerras “under control” y en sus espacios naturales, la bolsa seguirá subiendo y la venta de coches aumentará espectacularmente con la entrada en el mercado de China e India, aumentando el bienestar y la felicidad de las clases medio-altas del mundo entero, mientras las bajas siguen descendiendo los peldaños de la infelicidad?

El próximo fin de año lo sabremos. Entre tanto, y mientras pasan los días y los meses asoman en el horizonte, aprovecho para desearte, querido bloguero, un buen año 2007.

No hay comentarios: