Querido bloguero,
están sonando estos días todas las alarmas en Oriente Medio, y el mundo parece estar tan tranquilo, sobretodo ahora que llega Navidad y la gente sólo piensa en la familia y los regalos. De ningún modo es mi intención distraer a nadie de tan importantes preocupaciones y tareas, pero si me permito poner por escrito algunas reflexiones rápidas para que salgan a la luz pública, aunque sea en el modesto retablo de este blog.
Y es que realmente la zona está que arde. El Líbano se ha estancado en la dura pugna interior entre los dos bandos enfrentados. Parece que la manifestación callejera de los prosirios continúa, aunque ha dejado de ser noticia diaria en los periódicos. Esto podría ser buena señal, índice de que tal vez se está negociando y se pueda llegar a constituir un gobierno de unidad nacional, como propugna Herzbolá, Amal y otros partidos aliados, aceptando determinadas condiciones. También podría ser la calma que precede a la batalla, claro está, dada la tensa situación del país. Si acaso llegaran a un acuerdo, sería un alarde de pragmatismo por ambas partes. Parece ser que la mayoría de los partidos libaneses no quieren repetir una guerra civil que ya se conocen de memoria, pero no es fácil escapar a las presiones desestabilizadoras de Isreal, Siria, Irán, Francia, EEUU...
Y mientras en Beirut se discute y presiona en la calle sin recurrir de momento a las armas, en Palestina las partes se han lanzado a una escalada que conduce directamente a la guerra civil. El sueño de Israel hecho realidad: que sean ellos los que se matan. Realmente, la situación ha llegado a un callejón sin salida, a causa seguramente de la creciente internacionalización del conflicto. En efecto, parece que las potencias, al encontrar a los libaneses poco predispuestos a matarse otra vez entre si, hayan decidido bajar más al sur e intervenir en Palestina, dónde los ánimos están más exacerbados y no tienen tradición aún de guerra civil. Irán apretando por el lado de Hamás, e Israel y EEUU por el lado de Al Fatah, el encontronazo fratricida está servido. Y en vez de llegar a un acuerdo de gobierno, al presidente Mahmud Abás no se le ocurre otra cosa que convocar elecciones. Más leña al fuego, sin duda.
Entretanto, no lejos de allí, en la histórica región de Mesopotamia, los irakís siguen empantanados en lo que Kofi Annan ha definido como “peor que una guerra civil”. La gente se pregunta, ¿pero cómo se financia la insurgencia? Parece que tienen mucho dinero, al ser capaces de pagar a tantos y tantos suicidas, de entrenarlos, sufragar estancias y viajes, satisfacer a sus familias, etc. Pues bien, ayer salió un artículo de Ángeles Espinosa, el corresponsal de El País en Teherán, dónde se explica muy bien la lucha entre Arabia Saudí e Irán por el control político de Irak, y dónde se proclama en voz alta lo que todo el mundo suponia pero nadie decía: que el dinero de la insurgencia sale del gran aliado americano, Arabia Saudita. Según indican los mismos americanos en la ponencia del Grupo de Estudios recién presentada: “La financiación de los insurgentes suníes procede de personas privadas de Arabia Saudí y los Estados del Golfo, a pesar de que estos gobiernos facilitan las operaciones militares de EEUU en Irak”.
El rompecabezas geoestratégico de la región se aclara así con los intereses enfrentados de Irán y la mayoría chií de Irak por un lado, y los países suníes de la zona que financian a los insurrectos suníes, por el otro lado.
Fíjense en la paradoja de que los EEUU están sosteniendo a un gobierno chií en Irak quién a su vez está apoyado por su gran enemigo Irán, mientras es combatido con las armas y el dinero de su gran amigo saudí. Parece de chiste si no fuera tan trágico.
Se entiende que los expertos americanos aconsejen la retirada gradual. Algo de lo que los chiíes irakís no quieren ni oir hablar, pues si se van los americanos, llegarán los saudíes, cómo ya han advertido ellos mismos claramente, pero no para ayudarles sino para combatirlos y someterlos.
No sería extraño que el cinismo imperial decidiera sacrificar de nuevo a los chiíes irakís para dar satisfacción a sus aliados petrolíferos de Arabia, mientras de paso se fastidia al enemigo número uno, Irán.
Una estrategia perfecta para Israel: entretrenidos los Palestinos en su querella interna, los libaneses y los sirios metidos en el cruce bélico entre chiíes y suníes, los irakís colapsados en su guerra civil, y obligados los iraníes a intervenir y seguramente a entrar en guerra, podrían los israelitas seguir promoviendo sus políticas belicistas, lanzando sus aviones contra Irán y Siria (pues empiezan a sentir envidia de las potencialidades turísticas sirias, aún no tocadas por la guerra), mientras consolidan sus posiciones y asentamientos en una Palestina exhausta y desangrada. Respecto a los neocons americanos, perderían las próximas elecciones pero ganarían en su empeño incendiario y armamentístico.
Malos augurios para la región. A no ser que Europa imponga el sentido común e Irán cambie de línea, mandando a su actual presidente al frenopático o al reformatorio. Sólo con estos actores asentados en posturas de sentido común, más una Turquía colaboradora haciendo de colchón estratégico (aún con la ilusión y las esperanzas reales de un día entrar en Europa), podría Oriente Medio entrar en razón.
Lo que, dadas las circunstancias, parece más que dudoso.
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