A la expresión “le pesa demasiado el Ego”, usada para describir a ciertas personas de mucha enjundia afirmativa, le corresponde la expresión “le pesa demasiado la Patria”, usada para describir a ciertos políticos también de igual enjundia afirmativa. Y si aguantar a las personas de Egos plomizos es una tortura que no tenemos más remedio que soportar –quién no los tiene en su vecindario, en el trabajo, entre sus amigos o en la misma familia–, tener que aguantar a los políticos enfermos de Patria es una condena que además de pesada y agotadora, suele acabar en chascos, bochornos, fracasos cuando no en tontas tragedias colectivas.
España es un país tradicionalmente dado en generar políticos de esos que “llevan la patria dentro”. Se trata de un fenómeno de causas puramente físicas: al no tener en su interior nada capaz de despertar el interés de los demás, recurren a esa otra nada hinchada y vestida de oropeles a la que llamamos patria. Especialmente en los últimos lustros, el auge de los periferismos pátridos ha generado todo un cúmulo de políticos locales que han encontrado su vocación en llenarse la boca con el nombre de lo que consideran su patria. Se los reconoce en seguida porque en sus discursos suelen citarla a cada momento. Un ejemplo característico, casi se diría que de libro, es el de Carod Rovira, líder de Esquerra Republicana. En sus discursos, usa la palabra Catalunya casi en cada frase, y si alguna vez se olvida de citarla en algún trozo, la recupera inmediatamente para repetirla con un énfasis que acaba haciéndose sospechoso incluso al más pátrido de sus patriotas escuchantes. Los políticos más veteranos, aunque pequen del mismo vacío, suelen dosificar su mención, para disimular la oquedad del término. Carod Rovira no, su sinceridad es tal que no duda en servirse de Cataluña como un oblispo se sirve de Dios.
Un gran maestro tuvimos los españoles: Franco, nuestro Generalísimo, para quién discursear no era más que hilar un rosario cuyas bolitas eran una misma y sola palabra: España, a la que quería tanto que se la había hecho suya, de modo que era el único que mandaba en ella. Acabada la dictadura, pasamos una época de baja hinchazón pátrida, en la que el país avanzó como nunca aprovechando sin duda esa libertad pasajera de encontrarse sin dueño ni tutela. Pero el virus estaba en la sangre de los españoles, y el bicho salió por dónde suelen salir estas cosas, por allí dónde uno menos se lo espera: los que fueron víctimas “pátridas” del franquismo y por ello estaban más desacomplejados y menos vacunados del mal. Es decir, los citados periferismos de tradición pátrida. Cataluña y el País Vasco se hicieron más papistas que el papa: se llenaron la boca de Patria, la misma idea contra la que tanto habían luchado en los años de dominio de la Patria Española.
Actualmente, y tal como establece la ley de reflexión de la tontera –los necios se reconocen, afirman y crecen al verse reflejados en el espejo de los demás–, ha vuelto a resurgir la Patria España. Seguramente nunca había desaparecido del todo, pero se mantenía a raya. Aznar fue el primero al que le salió la joroba, y Rajoy la cultiva con esmero. Fíjense que los nuevos pátridos españoles alcanzaron sus máximos mirándose en el espejo catalán: su campaña contra Carod Rovira sirvió no sólo para crecerse en su hinchazón, sino para hacer crecer la de éste. En efecto, el gran salto de Esquerra Republicana fue resultado de un paradójico pacto Top Secret con el partido de Aznar (con espías incluídos), quién le otorgó una presencia mediática con la que aquel jamás soñara. Y cuando el PP busca afirmarse en su españolidad, la muela dónde sus voceros afilan las navajas siempre es Esquerra Republicana.
Gracias a dios, Zapatero ganó las elecciones y, tras el largo sainete del Estatut, con el que el torero leonés ha lidiado bravamente, se han puesto las cosas en su sitio: la realidad ha hecho bajar del burro a los de la Patria Catalunya, y el globo de los de España, a pesar de su histrionismo mediático, empieza a desinflarse que es un contento. Incluso el oligofrenismo pátrido vasco parece haber entrado en cintura: ETA declara una tregua y sus representantes ilegalizados claman por volver a la legalidad. Bajar a la realidad y gobernar con los pies en el suelo requiere de alguien que sepa de zapatos. En fin, sólo un buen Zapatero puede hacerse cargo de la situación. Que tenga mucha suerte en su despegue y, por si acaso, que se abroche los zapatos.
2 comentarios:
Tiene usted tda la razón el mundo
Este artículo, que en principio es viejo -quién da dos duros hoy por Zapatero...-, tiene mucha actualidad en todo lo que dice sobre la Patria y sus voceros. Da en el clavo cuando dice que a los catalanes y a todos los españoles nos pesa demasiado la patria que confundimos con el ego, o viceversa. Patria y ego, dos enfermedades parecidas a tumores del alma que cabalgan juntas. Y contra estos tumores, no hay medicinas que valgan. ¿Quizás el COVID, que nos obliga a bailar la inexorable Danza de la Muerte? Creo que ni con esas.
Felicidades por su blog
Natalio F.
9 de diciembre de 2020
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