martes, febrero 15, 2011

El vendaval de Egipto

Vientos de cambio se han levantado en las tierras cálidas del Nilo. El dictador Mubacak, con patéticas pretensiones de “padre de la patria”, se ha derrumbado como una estatua tumbada por el pueblo. Su figura autoritaria y paternalista se ha hecho añicos. La juventud de las ciudades egipcias ha arrastrado consigo a toda la población de este superpoblado país. Millones se han lanzado a la calle en una demostración de fuerza, coraje e inteligencia colectiva. Europa se ha quedado en babia y muchos gobiernos despóticos empiezan a preocuparse. Las tiranías están a la defensiva –prohiben Internet, limitan las redes sociales, encarcelan a simples opositores pacíficos, cargan contra los manifestantes– y el miedo parece que ya no cunde como antes.

Entusiasmado por los acontecimientos, me dirijo a la playa para charlar con mis amigos futurólogos. Sin duda ellos sabrán más cosas que yo y espero que me aclaren algunas dudas.

- ¿Habéis visto lo de Egipto? ¿No es increíble?

Encuentro a Bastides y a Mercadal paseando como suelen hacer al mediodía por la arena mojada, aprovechando el poco sol que la polución desbordante de estos días deja pasar. Mercadal, siempre con ganas de hablar pero también de llevar la contraria, responde:

- Desde luego, nos ha sorprendido. Ya decíamos el otro día que la velocidad de los acontecimientos era insólita. ¡Pero jamás hubiéramos sospechado que lo fuera tánto! Fíjate que en apenas dos semanas, han hecho caer al dictador. Todo es muy extraño. Creo que la historia ha tenido algunos empujoncitos que nadie se esperaba.

- ¿Qué quieres decir?...

- Me refiero a los americanos. El ejército egipcio depende del americano como pocos en el mundo. Creo que los deseos de Mubarak de involucrar al ejército para reprimir la revuelta se han visto frustrados por la negativa de Obama. Y mira que la presión era grande: todos los regímenes de los países árabes se morían de ganas de que una matanza escarmentara para unos cuantos años a las poblaciones díscolas. Seguro que Arabia Saudita, por ejemplo, soñaba con un Tiananmen árabe, para imponer el fatalismo de la represión a las juventudes soñadoras.

- Tal vez tengas razón en lo que dices, pero eso no saca mérito a lo que ha hecho el pueblo egipcio.

- Desde luego, el mérito es enorme. Pero regresando al asunto, diría que los americanos han tomado una decisión arriesgada e inteligente, siguiendo la estela del discurso de Obama en Cairo hace un par de años. Por suerte se ha impuesto la sensatez. Pero tienes razón en alabar al pueblo egipcio y a sus juventudes. Rumbau, lo que hemos visto estos días va a tener consecuencias muy importantes.

Contento de escuchar lo que quería oir, atiendo a las razones siempre cargadas de sentido común de mis amigos. Es Bastides ahora quién interviene.

- En verdad, en verdad os digo que tenéis toda la razón del mundo. La inteligencia ancestral del pueblo egipcio ha salido a flote estos días de gran inspiración histórica. Pues eso es lo que ha ocurrido, Historia de la grande, con mayúscula.

- Pero ya antes Túnez indicó el camino…

- Cierto, pero Túnez es un país pequeño y su población muy cercana a Europa y a la convulsa Francia. Mientras que Egipto es enorme, con ochenta millones de habitantes, el mayor de los países árabes, y un alto porcentaje de pobreza y analfabetismo. Allí coexiste el primer mundo con una Edad Media anclada en el pasado remoto. Y eso es lo que ha convertido el caso en asombroso y memorable. Y muy emocionante. Ver a un pueblo alzarse con una determinación a prueba de balas, pedradas y mil y una canalladas, es algo que no sucede cada día. Y demostrar además sensibilidad, inteligencia táctica y una tranquilidad que sólo da la sabiduría, ¡asombroso! Permitidme que insista aquí de nuevo en el elemento velocidad: creo que ha sido el quid del asunto, crecer exponencialmente en poquísimos días. Podríamos decir aquí aquello tan viejo y manido de que “las condiciones objetivas estaban en efecto maduras”, ¿no es cierto, Mercadal?

Con una sonrisa, contesta el doctor jubilado :

- Siempre recordaré lo que me dijo un viejo amigo alemán, director de una agencia de ayuda al desarrollo en Egipto. Me lo contaba mientras comíamos en un restaurante sobre una barcaza del Nilo. Le habían encargado de joven un trabajo de análisis para el gobierno egipcio sobre la realidad del país. Se trataba de diagnosticar carencias, peligros y la realidad económica y social. Eso fue por los años sesenta y la conclusión fue estremecedora: o cambiaban radicalmente el sistema, o el país estallaba en una imparable revuelta social. Pues bien, pasó el tiempo, cinco, diez, treinta, cuarenta años, y todo lo que había predicho el estudio se cumplió con creces: los desastres ecológicos, los desequilibrios sociales, la urbanización salvaje y galopante, el deterioro de los servicios…, todo menos una cosa: la explosión social. Y es que el pueblo egipcio lo ha aguantado todo, y sobre este tópico se ha basado no poca parte de las políticas occidentales de apoyo a la dictadura. Pero claro, llegados a un extremo límite de insostenibilidad, al final la cuerda se acaba rompiendo. Pero la singularidad del caso es que cuando decide explotar, lo hace con medida e inteligencia tácticas, dando muestras de un altísimo grado de civilización humana que sólo cabe explicar por la larga historia que tiene este pueblo, uno de los más viejos del mundo, pegado durante milenios al río que le da vida.

- Es verdad, la revuelta ha sido pacífica, pero han respondido cuando les han atacado…

- Y con furia y convencimiento, lo que aumenta la singularidad del caso. Pero tiene razón Mercadal al hablar de la velocidad: ha sido clave para que triunfara la insurrección. Y es que lo más insólito ha sido ver como el movimiento inicial de los jóvenes se convertía en apenas unos días en una revuelta de masas a la que se sumaron millones. Que ello sucediera en tan poco tiempo ha sido determinante. Nadie puede adaptarse a este ritmo. Los manifestantes siempre han estado por delante de la represión. Pero lo más insólito es que ello sucediera sin liderazgos claros, a través de una inteligencia colectiva desconocida. Es como si hubiera actuada el alma de un pueblo, con una decisión y un discernimiento de largo alcance.

- ¿Veis claras las consecuencias?

- El acelerón es obvio –responde Bastides.– Me refiero al tiempo. Los que mandan intentan lidiar con estos arrebatos sin mucho éxito. Creo que esta revuelta en Egipto es el inicio de una época de desbarajuste de los viejos poderes: la realidad que se mueve bajo sus pies es demasiada veloz para que puedan mantener el equilibrio. Lo normal es que vayan cayendo uno tras otro, mientras se van consolidando los nuevos poderes que mandan de otro modo, a la chita callando y con el consentimiento de sus súbditos y vasallos. A la larga serán aún más peligrosos que los primeros, pero por ahora, al representar algo nuevo, lo tienen todo a favor.

- ¿Te refieres a los poderes más difusos de la tecnología y del control de la información y de los medias?

- Sí, son poderes que uniformizan a pesar de que aparentemente defienden la libertad y las diferencias. Fíjate en las juventudes del mundo: comparten mundos parecidos, para ellos no existen las fronteras, los mismos jóvenes que se han rebelado en Egipto comparten con los de otros países idénticos lenguajes, simbologías y gestualidades.

Bastides estaba cada vez más inspirado, dirigiéndose a nosotros pero también a otros oyentes que sólo pude ubicar en alguno de sus futuros posibles:

- En verdad en verdad os digo que las actitudes vistas durante estos días son y seguirán siendo básicamente revolucionarias, ahora y en las próximas décadas, al ser el motor principal de los cambios que están doblando la realidad caduca de tantos y tantos países. Son fuerzas que quieren acabar con dictaduras y con los gobiernos despóticos. A la larga, sin embargo, serán fuente de grandes problemas civilizacionales, cuando lo singular se enfrente en toda su radicalidad al consenso de lo común pragmático. Lo singular será creativo o no será. Pero aquí las palabras deben tomarse con mucha finura, pues en los tiempos próximos los aparentemente creadores serán muchos, por no decir todos, mientras que el verdadero creador será un bicho raro que deberá esconderse para sobrevivir.

- ¿Pero veis acaso lo de Egipto consolidado?

- En absoluto. Tu sabes muy bien los peligros de involución que hay allí si no espabilan los opositores. El cambio no ha hecho más que empezar. Es casi divertido ver la prisa de los mandamases militares en pedir el regreso a casa y al trabajo. ¡Cómo si hubiera tantos trabajos! Estoy seguro que muchos han encontrado en la revuelta protagonizada una casa verdadera en la Plaza de Tahir y en el mismo gentío, y una labor la revolución a la que dedicarse. El paro existente y los sueldos de miseria son la mejor garantía de que las peticiones no se van a detener aquí. Por supuesto que no hay nada seguro, pero me gusta sentirme optimista por una vez.

- Lo importante –remacha Bastides– es el tiempo. Esa velocidad de crucero de la historia. Fíjate que son arranques súbitos que desbordan todas las previsiones. Los consensos transversales entre las poblaciones se hacen al minuto, sin prolegómenos, discusiones ni asambleas. Emergen como chorros súbitos del fondo. Por eso son impredecibles y poco controlables. Lo peor que podría hacer la oposición es empatanarse en diferencias insalvables y discusiones sin fin. Si captan bien la oportunidad del momento, verán que deben actuar rápido para subirse a la ola de cambio. Con un buen consenso de base, pueden avanzar muy deprisa. El tiempo, Rumbau, el tiempo y los tiempos, eso es lo que importa.

- Veremos lo que ocurre en Irán. Parece que allí hay ganas de seguir el ejemplo egipcio. Y el pueblo iraní es tanto o más joven que el egipcio…

Momentos de cambio que mis amigos futurólogos de la playa disfrutan con glotonería histórica.

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