(Kairos y Cronos, foto de Kairos in Samsara)
Nos encontramos ya en 2010 y las reflexiones sobre el año que se deja y el nuevo que empieza están al orden del día. Sabido es que los especialistas en futurismos pesimistas consideran que dejar atrás el 2009 no es más que acercarnos un año al desastre al cual nos dirigimos. La razón acompaña a estos trompeteros del mal agüero, sobretodo después de la cumbre sobre el cambio climático celebrado en Copenhague, en la que todo el mundo coincide que ha sido nefasta. Por no hablar de la crisis económica, de los flujos migratorios, etc, etc...
Ante tan tremendo panorama, decidí acercarme a mis dos amigos futurólogos, los señores Romà Bastides i Roger Mercadal, quiénes desde hace años indagan el porvenir con mucha seriedad y competencia desde la playa de la Barceloneta, por la que pasean a diario mojando sus pies por las aguas, en estos momentos heladas, del Mar Mediterráneo.
Cabe decir que ellos siempre se han mostrado optimistas pues, según dicen, sus pespectivas son tan a largo plazo, que sólo ven lo positivo del futuro que nos espera. Respecto al futuro cercano, sus opiniones se acercan más a las de los prospectivistas profesionales que trabajan en radios, periódicos y televisiones, es decir, admiten el desastre al cual nos dirigimos sin remisión. Pero, cómo digo, ellos prefieren mirar hacia el futuro lejano, motivo por el que siempre están tan contentos y ufanos.
Los encontré ante el monumento de cubos superpuestos que hay en la playa y los vi preocupados. Tras los saludos, les pregunté cómo andaban sus pesquisas y si había tantos motivos para sentirnos pesimistas como decían los entendidos. Contestó Mercadal:
- Mira, Rumbau, nos encontramos en unos momentos críticos, cruciales, excepcionales, diría incluso.
¡Caramba!, pensé al escuchar sus palabras. Vi que la cosa iba en serio y que mis amigos se hallaban realmente preocupados.
- ¿Tan negro lo veis?
- No, no se trata de que lo veamos negro o blanco, es que estamos en unos momentos dónde importantísimos cambios están sucediendo, y todo sin que nos percatemos de ello, porque ya sabes que las novedades importantes en materia civilizatoria jamás son vistas por los observadores, y menos por los entendidos. Pero los cambios están ahí, debajo de nuestros pies, moviendo el suelo que pisamos… -y lo decía mientras movía los pies con energía sobre la arena mojada.
No quise interrumpirle, pues me di cuenta que estaba muy inspirado y con ganas de hablar. Continuó el doctor jubilado:
- Con Bastides llevamos tiempo observando algunos síntomas que nos parecen elocuentes y otros alarmantes, aunque previsibles. Por ejemplo, la respuesta de los políticos europeos y de los españoles en particular a la crisis económica. Curioso que no se hayan salido del guión ni se hayan atrevido a saltarse la más mínima norma de la ortodoxia financiera que se ha desmoronado tan alegremente ante nuestros ojos. Mucha retórica de nuevas economías y cambios de modelo, pero ni han invertido en ello ni se han desviado en el apoyo a lo viejo. ¡Increíble! ¡Cómo si los banqueros siguieran siendo los jefes y los entendidos! ¡Pero si lo único que hacen es defender lo suyo, es decir, que no les bajen el sueldo ni les saquen privilegios y sobretodo que no les quiten del mando! Los poderes…
- Sí, tienes razón, Mercadal –repuso Bastides que escuchaba muy atento–, esta crisis se ha cerrado en falso, como era de esperar. Ahora parece que todo va bien, que los motores financieros están de nuevo en marcha y que no tardaremos en volver a vivir las alegrías de antaño. Los políticos se agarran a esta letanía convencidos de que los votantes sólo les van a votar si salimos de la crisis… Permite que me ría, Rumbau, ante semejante absurdo. Vaya, como si la gente fuera tan tonta…
- Pues yo creo que sí lo debe ser, de tonta, porque eso es lo que todos dicen … -les increpo poco convencido de sus risas y palabras.
- No niego que las personas prefieran bonanza, por supuesto, pero de ahí a creer que nadie se haya dado cuenta de que ha empezado una nueva época, hay un trecho. No se trata de decir que a una época de vacas gordas sucede otra de vacas flacas, lo que ahora ocurre es que las vacas se alimentan de otra manera, y si las queremos gordas, ya no sirven los sistemas de antes. Hay que inventarse nuevas formas de alimentación, y eso es lo que no hacen nuestros políticos.
- Tienes razón Bastides –interrumpe Mercadal–, aunque me atrevería a puntualizar que la respuesta de los políticos varía según la extensión de sus poderes. Quiero decir que los más cercanos a lo local, éstos están más capacitados en ver la realidad, por obvias razones de cercanía, lo que explica que algunas de las medidas adoptadas por los gobiernos regionales sean correctas. Pero a medida que se alejan de lo local y entran en esferas de poder más amplio, se alejan de la realidad y convierten sus deseos y sus necesidades electorales en los principales temas de la política. Eso es lo que le ha ocurrido a Zapatero y a la mayoría de los políticos nacionales europeos, que procuran sólo seguir en sus puestos y ganar elecciones. Y ésta es una de las razones por las que a la larga se está imponiendo la descentralización de la que tanto hemos hablado, pues los ciudadanos comprenden que sólo desde lo local se puede solucionar una parte importante de sus problemas.
Hay que recordar que Bastides y Mercadal han profetizado la conversión de España en la FEAA (Federación Española de Autonomías Autodeterminadas).
- Tienes razón pero no te olvides, Mercadal, que muchos de los problemas más acuciantes de nuestro siglo sólo tienen solución global: el cambio climático, el flujo migracional, por sólo hablar de dos de ellos...
- Claro, y es por eso que sólo desde la descentralización puede lograrse la coordinación necesaria para enfrentarte a los problemas globales. Siempre hemos dicho que sólo cuando España se convierta en la FEAA, conseguirá resolver sus problemas nacionales más profundos a través de instituciones coordinativas que funcionarán mucho mejor que las actuales.
Quise desviar el foco de su atención, pues cuando mis amigos se meten en los asuntos de la FEAA, es difícil sacarlos de allí.
- ¿Y cuáles son esos cambios tan importantes de los que antes hablabais? –les pregunto.
- Se está desmoronando todo lo viejo, Rumbau, ya hace tiempo que sucede, por supuesto, pero ahora el espectáculo es brutal, grandioso. Nuestra sociedad neolítica ha entrado en su definitivo colapso.
- ¿Neolítica? ¿A qué te refieres?
- La urbanización galopante del planeta, la carrera tecnológica, la transformación de la naturaleza, el uso de los recursos naturales, la guerra como motor de la historia, la familia, las naciones, los estados, todo está en crisis y se cae en picado.
- Es verdad que muchos dicen que vivimos en una época de ruinas… Pero por el otro lado, también se levantan edificios modernos y seguro que surgen cosas nuevas…
- Claro, y de eso se trata, de captar lo nuevo que emerge por entre las ruinas de lo viejo. Es evidente que lo que se desmorona muta y adquiere perfiles nuevos que sin embargo no acabamo de ver claro, hipnotizados como estamos por el espectáculo del desastre. De ahí nuestra insistencia en no sucumbir al pesimismo, pues entonces nos privamos del estado de espíritu necesario para percibir y gozar de lo nuevo…
Pensé que en eso tenían toda la razón del mundo. Yo que vivo cerca del mundo del teatro, me doy cuenta hasta qué punto los autores y dramaturgos se sienten fascinados por un mundo en ruinas, al que gustan recrear en sus espectáculos considerados más avanzados y vanguardistas. Salirse de estas perspectivas está incluso mal visto y a uno lo pueden tildar de reaccionario.
- Hay que tener en cuenta que somos animales, sometidos a los ciclos biológicos y que vivimos el tiempo según ciclos de vida y muerte, motivo por el que solemos proyectar estos modelos en nuestras visiones de la realidad. Pero la misma biología nos indica que la muerte va siempre acompañada de un nuevo nacimiento, sólo que es otro quién nace, claro, de ahí nuestro enganche en lo viejo, que muere con nosotros... Es importante, pues, elevar nuestros puntos de vista y sobreponernos a la circularidad del tiempo. No se cansan de repetir los físicos que el tiempo es lineal, ¡pues a qué esperamos en hacerles caso! Claro que moriremos todos, pero así es el tiempo, circular y subjetivo en lo biológico, lineal para todos. ¡Curioso que lo abstracto sea lo que más se acerca a lo real! Aunque hay que entender esta linealidad, que no tiene nada que ver con los subjetivismos evolutivos o de progreso sino con algo más esencial. Y es que el tiempo avanza de muchas maneras diferentes, de modo que la famosa “cárcel temporal” en realidad no es tan cárcel sino algo mucho más libre de lo que nos pensamos: ¡puro vector libertario!
- ¡Tiempo libertario!… Caramba, Mercadal, ahora sí que me habéis sorprendido…
- ¿Acaso no es libre la creación? ¿Has visto algún árbol igual a otro? Incluso los animales de una misma especie, todos tan iguales, ¡son todos diferentes! Por supuesto que el tiempo es libertario… Mal andaríamos si no lo fuera…
Me callé admirado de las ideas de aquellos dos futurólogos independientes y anarquistas, que elaboraban sus atrevidas teorías en el mismo confín de los mundos, pues no otra cosa es la línea de playa en la que se junta la tierra con el mar, allí dónde la ciudad acaba y se encuentra con la naturaleza salvaje de las aguas… Aquéllos dos filósofos de la Barceloneta, por muy populares que fueran, daban a veces más en el clavo que muchos de sus colegas doctorados.
Los dejé con sus elucubraciones y regresé yo a la ciudad con la ilusión esperanzada de ver aparecer, entre las ruinas de lo viejo, algo de lo nuevo que surge y no vemos…
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