Me reuní con los adivinos de la playa este sábado, aprovechando que hacía un sol increíble. Los llamé antes y quedamos en vernos al mediodía, antes de comer.
Bastides y Mercadal llegaron como siempre puntuales. Ante todo, hablamos del libro que le acaban de publicar a Bastides (“La Colla de la Platja i el Futur de Catalunya”, en Arola Editors), con una introducción mía. Les dije que por lo visto las librerías lo estaban reclamando, lo que era una buena señal. El libro había provocado un cierto interés, aunque no había que hacerse demasiadas expectativas, dada la avalancha de títulos que se avecinan con el Sant Jordi a dos meses. La edición es pequeña y la editorial también. Difícil competir con los grandes. Dijo Bastides:
- Ya sabes, Rumbau, que este tema me interesa poco. Incluso te diré que cuando menos ruido, mejor para mi. A veces pienso si he hecho bien en publicar las Cartas. Más que nada para que no provoque interferencias en nuestro trabajo de futurología, aunque no lo creo. En todo caso, lo hecho hecho está. Del entusiasmo inicial hemos pasado al día a día de nuestras labores y eso es lo mejor. Además, ahora estamos en época de elecciones, y ya sabes que en estos períodos nuestro trabajo aumenta, pues las variables de pronto se disparan al alza. Aunque a la larga, el cómputo global de los eventos rebaja enormemente estos factores de desvío.
- ¿Crees que habrá cambios significativos el 9 de marzo?
- Lo dudo, más bien pienso que avanzaremos en la línea marcada por nuestros pronósticos, ya sabes, esa tendencia a una mayor fragmentación de los territorios, fenómeno imparable que nadie va a detener.
Con ánimos de excitarle a seguir hablando del tema, le comento la reciente declaración de independencia de Kosovo.
- Sí, lo hemos seguido con lupa. Y se le está dando más importancia de la que tiene. Para mi, no deja de ser un lógico y ciertamente traumático resultado de las guerras que provocó el fin del comunismo en Yugoslavia. Lo de Kosovo no responde tanto al actual impulso fragmentario que subyace en las sociedades modernas, sino que forma parte todavía de la vieja geopolítica europea, la relacionada con el acabamiento del imperio austrohúngaro que sigue dando coletazos aún en el siglo XXI. Lo hablamos el otro día con Mercadal…
Intervino al acto el exdoctor astrólogo, que se moría de ganas de hablar:
- Es verdad, y coincidimos en que no hay que mezclar la velocidad con el tocino. El nacionalismo es algo que viene del pasado, una ideología que se nutre todavía de las épocas colectivistas y que tuvo su zénit en la primera mitad del siglo XX. De aquellas aguas podridas beben todavía la mayoría de los nacionalismos residuales que pululan por Europa, incluyendo los peninsulares que tanto nos atañen. Y es que la tendencia a la fragmentación de la que hablamos Bastides y yo, no parte del nacionalismo, sino de un impulso que procede de otras fuentes. Es un fenómeno moderno, relacionado con nuestras actuales sociedades laicas y de masas, movidas por el consumo y el hedonismo individualista. Y el nacionalismo ya sabes que de laico no tiene nada…
- Pues lo de Kosovo ha provocado no pocos resquemores -les digo.
- Creo que España ha hecho mal en no reconocerlo. Pero se entiende por la poca claridad que hay en estas cuestiones. Lo de Kosovo no hay quién lo cambie. Lo quieran o no lo quieran serbios y rusos, no hay vuelta de hoja a una situación que ha sido provocada directamente por ellos mismos. Los serbios han conseguido lo que buscaban: naciones étnicas. Pues ya la tienen. Pero esos disparates pertenecen a épocas periclitadas. Lo malo será si Rusia se empeña en desestabilizar la zona, jugando a la geoestrategia en plan americano, es decir, con cínico intervencionismo oculto o descarado. Pero todo hace pensar que las poblaciones, tanto rusas como serbias, lo que buscan es el acomodo burgués que les da la vecindad europea. Hay que dejar pasar unos años y ver si los coches y electrodomésticos holandeses y alemanes empiezan a venderse bien en Belgrado. Con un poquito de progreso en el consumo interior, muy pronto se van a olvidar de sus “madres patrias”.
- Es cierto, Mercadal –repuso Bastides–, y éste será el reto de Europa: ver si consiguen integrar esta zona a las dinámicas del progreso consumista. Y aquí es dónde puede jugar un rol relevantísimo Turquía: su entrada en la Unión crearía una pinza de la que ya sería muy difícil escapar. Los sarpullidos nacional-étnicos de la zona quedarían en lo que son, granos de pus local, a los que hay que tratar médicamente con la pomada y el desinfectante adecuados. Estoy seguro que la necesidad estratégica que tenemos del gigante turco será entendida rápidamente por los países europeos hasta ahora reticentes, sobretodo si lo de Kosovo se pone feo.
Quise apartarles un poco del tema turco, al que eran tan aficionados mis amigos, y les pregunté sobre los nacionalismos locales y sus pretensiones electorales. Contestó Mercadal, el más dicharachero de los dos:
- Rumbau, creo que Zapatero va a ganar, no por goleada, pero si con una cierta holganza. Y la goleada se la van impedir precisamente los viejos nacionalismos, tanto el español, que le restará votos de los suyos, como el catalán, que le rebajará el granero de Cataluña. Y precisamente por ser los nacionalismos el escollo, estoy convencido de que ganará, por la simple razón de que el nacionalismo, entendido a la vieja usanza, que es como lo siguen considerando los políticos locales, está de capa caída y bastante herido de muerte. En este sentido, Zapatero se ha colocado en una posición de futuro, al ser sus adversarios representantes tan genuinos de lo viejo.
- Pero entonces, ¿dónde ubicáis esa tendencia a la fragmentación de la que tanto habáis?... –les pregunto.
- Se trata de algo diferente. Las autonomías no nacionalistas lo han entendido a la perfección, y fíjate como espabilan y se separan cada día más del centro, sin perder la conexión con éste. Valencia es el caso más sonado, lo leí el otro día en uno de esos periódicos de lengua extranjera que se hacen en España, para franceses creo que era. Decía que existe en Valencia una entidad centralizada exclusivamente dedicada a atraer, organizar y asesorar al capital internacional, especialmente americano, con ganas de invertir en España. Les dicen qué subvenciones pueden solicitar, cómo hacerlo, qué tramites se piden…, ¡y eso desde la misma Generalitat valenciana! El resultado es que en el 2007, han superado a Cataluña en capital captado. Lo mismo cabe decir de las demás autonomías, como Andalucía, región muy española pero cada vez dotada de mayor entidad, peso y presencia, sobretodo en Marruecos. Eso es fragmentación, disgregación laica según intereses comunes y particulares con un juego de oposición/seducción muy estudiado y simbiótico respecto a los centros de poder político y financiero, como Madrid, Barcelona o la misma Bruselas. En esta realidad se sitúa Zapatero. El nacionalismo catalán quiso arrastrarlo a su deriva con la trampa que le tendieron mediante el Estatut de pretensiones soberanistas (especialmente exigido por CiU), pero reaccionó a tiempo y puso las cosas en su lugar. Por eso están tan dolidos los nacionalistas con él: no lo ven como a uno de los suyos. Por la simple razón de que no lo es. Y hace bien en no serlo. Y eso es lo que le dará la victoria.
- Pero los nacionalistas aquí arrastran a mucha gente… -le increpo.
- No te creas. Tienen su clientela, pero está cansada y su cantidad se reduce. Una de las causas es precisamente la histerización de la que son víctimas. Es un proceso que tardará años, pero poco a poco se irán quedando solos. Todavía no lo han entendido: a las personas les gusta la histeria, pero consideran que es algo propio y que no debe estar sometida a un dictado único. Por eso el catolicismo está también que trina: se van quedando sin terreno. No, Rumbau, las histerias uno se las busca a su aire y conveniencia y hoy en día hay muchas ofertas para histerizarse y viscerizarse, me refiero a pensar con las vísceras, que es desde dónde se piensa en estos dominios. Y eso crea fragmentación, sana fragmentación de la gente que quiere decidir por su cuenta, pues comprenden que lo de las vísceras es un asunto particular.
Me quedé de piedra escuchando al futurólogo. Continuó del siguiente modo:
- Y eso, Rumbau, tiene que ver con los llamados “derechos de las minorías”, a los que con tanto afán ha defendido la actual legislatura, con sus leyes sobre las parejas gays y todo eso. ¡Lógico que moleste a los religiosos, sean papistas o nacionalistas! Y en estos últimos hay que meter a los de la España Eterna, que se han adueñado del PP, apartando a este partido de la modernidad con la que algunos de sus dirigentes soñaban. Conclusión: Zapatero tiene el terreno despejado, no excento de obstáculos, ciertamente, pero con la sociología y el tiempo histórico a su favor. Y fíjate lo que te digo, si perdiera, que no creo, no tardaríamos mucho en ver al PP olvidarse del nacionalismo español y entrar en la misma senda del fragmentacionismo autonómico y social. Aunque sin duda lo haría a otra velocidad –¡quizás incluso más rápido, mira qué te digo!– y sin duda representaría un retraso considerable en el avance de España hacia sus futuros lógicos y previsibles.
Me dejó admirado Mercadal de su alambicada visión estratégica. Y sobretodo, del poco por no decir nulo entusiasmo o nerviosismo por los posibles resultados electorales. Dudé incluso si ellos mismos irían a votar. Decidí preguntárselo sin más:
- ¿Pero iréis a votar vosotros?
- Claro que sí. No faltaría más. Me gusta mucho participar con mi granito de arena en el futuro del mundo. Luego es más estimulante seguir los resultados. Mi voto es siempre pragmático y sobretodo estratégico desde el punto de vista de la historia. Por eso votaré a Zapatero. Respecto a Bastides, ya sabes que por deferencia a su sobrina, que le invita a comer los domingos, dice siempre que vota a CiU, pero estoy seguro que en realidad votará como yo, aunque no lo confiese.
Calló Bastides con una sonrisa al escuchar las palabras de su íntimo amigo. Continué con ellos un rato más hablando de cuestiones relacionadas con el tiempo y la época de playa, que parecía empezar este año con mucha premura. A las dos, oí el himno del Club y me fui hacia las duchas. Siempre es un placer charlar con los dos futurólogos de la playa, me dije satisfecho.
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