sábado, abril 15, 2006

Viernes Santo

Hoy toca celebrar la muerte de Cristo. Murió en la cruz, a las tres de la tarde, creo, y así nos lo recuerda la Iglesia Católica cada año por estas fechas, con procesiones y otras ceremonias de los curas. Antes eran más coloristas. En Barcelona se hacía una procesión muy grande, con participación de las autoridades, el Obispo, etc. Pasaba por el centro de la ciudad, con mucho fasto, caballos, soldados, pasos… Por las mañanas había Viva Crucis en las calles, con toques de trompeta, algún tambor, y mucho silencio, pues el tráfico estaba prohibido. Desde luego, aunque no fueras creyente, tenía su atractivo. Claro que muchos lo asociaban a la España negra, no sin razón. Luego, la Iglesia quiso modernizarse, retiraron las procesiones y los Via Crucis se hicieron interiores –yo creo que por pereza y comodismo. Menos en los lugares dónde la tradición pesaba más que los mandatos religiosos. Una tradición que se mide en fervor participativo y número de visitantes. El auge de la industria turística ha reforzado estas tradiciones en España, que gozan actualmente de una salud de hierro. Conocida es la importancia del tema en Andalucia, o en sitios como Calanda (una atracción mundial), etc.

En Barcelona ciudad, sólo quedan la Hermandad dedicada al Cristo y a la Macarena, en la Iglesia de Sant Agustí (en la plaza del mismo nombre, entrando por la calle Hospital, muy cerca de la Rambla), y la cofradía de la Virgen de las Angustias, en la iglesia de Sant Jaume (calle Fernando). Durante un tiempo, las autoridades locales intentaron acabar con estas reliquias que no encajaban con la imagen de catalanidad que han querido imponer en los últimos años. De momento, todavía no han podido acabar con los toros. Con las procesiones oficiales sí acabaron, pero desde hace ya bastantes años, las de las cofradías citadas no cesan de crecer y consolidarse.

Cómo es lógico, la Macarena es la más popular. Para festejarla, vienen de todos los barrios miles de andaluces que se amontonan en la calle para aplaudir y aclamar a la Virgen. Su figura es muy vistosa, con un manto larguísimo bordado de oro, y muchas velas encendidas a su alrededor. Para contentar a las autoridades y a modo de salvoconducto, ponen una pequeña Virgen de Montserrat en la parte delantera. Con este inteligente gancho simbólico, no hacen más que aumentar la entrega del público. Es curioso ver como alrededor de este culto se congregan todos los pobres del barrio sin excepción, como si un imán los atrajera cogiéndolos por el pescuezo. Los encuentras en la plaza de San Agustín, antes, durante y, sobretodo, al regreso de los pasos. A veces pueden incluso molestar a los mismos Macarenos, pues algunos de ellos, hartamente conocidos en el barrio, se empeñan en querer cantar saetas a la Virgen, interrumpiendo la procesión, para martirio de los porteadores, que conocen muy bien a esos pesados cantaores, pero que el público de los barrios acoge con silencioso arrebato, exigiendo silencio a todo el mundo. Situaciones así las he visto algunas veces y otorgan un tremendo valor añadido de alto patetismo a estas solemnes ceremonias.

Hoy han pasado por delante de mi casa como cada año, marcando el paso de los tambores, algunos con los pies descalzos, aunque ya quedan muy pocos con cadenas en los tobillos. Los tambores y la banda tocando marchas solemnes impresionan, sobretodo cuando pasan por la calle Hospital, estrecha y antigua, al salir de San Agustín. Esta iglesia es muy curiosa: su párroco, hombre nacido en el barrio, listo, buena persona y amigo de mi madre, lleva a cabo una política de relaciones públicas altamente eficaz. Tras darse cuenta de que las misas en catalán atraían a un público cada vez más exiguo de cuatro señoras mayores y algunos jóvenes devotos, no duda en combinar el castellano, acogiendo y mimando al sector de los “Macarenos”, es decir, a los andaluces y feligreses que sobretodo están interesados por el tema de la Macarena y la Semana Santa. Estos tienen un peso importante en la vida social de la iglesia: de los autóctonos, son los más numerosos. Luego están los sudamericanos, de Ecuador mayormente, personas de mucha devoción, que tienen sus propios capellanes, cánticos especiales, etc. Pero los que más llenan son los filipinos, con misas también dedicadas a ellos, canciones en su lengua vernácula, etc. No me extrañaría que cualquier día entraran los mahometanos, necesitados como están de lugares de culto. Creo que el párroco ya lo ha intentado, no para los rezos (no se lo permitirían) sino para otras cuestiones de tipo social, pero por lo visto con poco éxito. No entiendo porque siendo todos monoteístas no pueden compartir techo. Desde el punto de vista de los no creyentes, sería muy lógico y altamente edificante: a ver si rezando juntos dejan un día de competir y pelearse. Además, combinar las campanas con el canto del almuacín sería de los más atractivo, algo nunca visto, digno de admiración y capaz de atraer a mucho público. Y Barcelona, cada vez más saturada de turistas, necesita nuevos alicientes. Claro que siempre es mejor tener a los monoteísmos separados que juntos: el día que se les ocurra juntar sus energías e instituciones, los no creyentes ya podemos prepararnos. “Divide et vinces”, ya lo dijo julio César.

Los pasos que salen de las iglesias de San Agustín y de Sant Jaume se encuentran, ya pasadas las nueve de la noche, en la Plaza de la Catedral. Se viven allí momentos muy emocionantes, cuando las dos Vírgenes y el Cristo celebran su encuentro bailando al ritmo de las marchas solemnes de la banda. El público aplaude enfervorizado, y los porteadores se lucen sudando la camiseta. Lástima que el Arzobispo de Barcelona, aprovechando la gran asistencia y la espontánea devoción de los asistentes, se liara en un discurso proselitista de muy baja categoría, exigiendo a los presentes acudir a sus respectivas parroquias los domingo y días de guardar, según él para cumplir con los deseos de las dos vírgenes y del Cristo sufriente, con los que por lo visto mantiene un íntimo contacto. Los interpelados aplaudieron por cortesía, pero viendo sus caras comprobé que muy pocos le harían caso.

Me gustó mucho el esfuerzo de la Banda de Música Popular Sansense, que acompañaba a la Virgen de las Angustias: no paró nunca de tocar, y eso que sus componentes eran la mayoría señores ya de una cierta edad. Realmente, es una pena que a los barceloneses se nos castigue con la no presencia de bandas musicales. No entiendo como teniendo una Banda Municipal, ésta no desfila los domingos por las calles principales de la ciudad alegrando a la ciudadanía. Aunque la verdad es que una sería insuficiente: en una ciudad como Barcelona, ¡deberían haber tres, cuatro o cinco!... Cuando pienso en ello, me entran unas ganas locas de hacerme valenciano. ¡Allí sí que son sensibles a este tema! ¡Cómo si en Cataluña no existiera una larga tradición en esta materia! Pero por lo visto, ahora a nadie le interesa. Lástima...

Lo que más me impresionó fue el ritmo de los pasos, tan ajeno a las velocidades modernas, tambaleándose cual gigantescos monstruos arrastrados por un mar de cabezas. Alguien me dijo que en Sevilla parecen barcos navegando al vaivén de las olas de la muchedumbre. Aquí parecían las últimas tres barcas de un muelle pobre de pescadores, medio perdidas en las aguas revueltas del puerto. Maravillosa imagen. Por cierto, había bastantes familias ecuatorianas, lo que significa que se encuentran muy cómodas con estos festejos. En cambio, pocos filipinos. Tal vez les recuerden las ceremonias de los politeísmos hindús, propios de algunas islas de la zona, con sus procesiones de dioses yendo de un templo al otro. Comparación que no tiene nada de incorrecta, pues el barroquismo andaluz de los retablos portados en ombros seguramente es un último vestigio de viejas divinidades precristianas, mal desaparecidas en los extremos del imperio romano. Un tema, por supuesto, con abundante bibliografía a la que remitirse.

Bueno, he aquí un botón de muestra de lo que se masca estos días de Semana Santa en Barcelona.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

¡Diga que sí,coño!
¡Viva la Fiesta Nacional, las procesiones de Semana Santa, las tonadilleras, el PP y Boadella!
España Una Grande y Libre.

Un patriota

Anónimo dijo...

Querido usuario anónimo, tras alabar el tono airoso de su misiva, con unos buenos puntos de exclamación correctamente puntuados, y celebrando el ardor juvenil que emana de sus palabras, querría precisar la adjetivación del vocablo España, que aún siendo correcta, creo necesita las siguientes matizaciones:
1- "Una", sí, y "Plural", también, pues ambos estados juntos definen mejor que separados la realidad del país. Sólo Plural sin Una sería propiciar la dispersión, sólo Una sin Plural sería primar la uniformización (¿acaso vamos a derspreciar los valores del "pa amb tomàquet"?), por lo tanto, los dos a la vez;
2- "Grande", por supuesto, pero también "Pequeña", pues dejarse llevar por la ilusión no es bueno para la salud de ningún país. Los delirios de grandeza (como los de pequeñez) se pagan caros en la historia;
3- "Libre", claro que sí, pero no nos olvidemos que estamos en la UE, y que las empresas entran y salen como Pepe por su casa, y que hoy en día los conceptos de "grandeza" se aplican más según criterios subjetivos que objetivos, es decir, más según "virtualidades" que según "realidades", etc.
Por lo tanto, "Una Grande y Libre", con sus complementos "Muchas/Pequeña/y más o menos libre..." Ya se que suena menos contundente, pero eso se soluciona con unos buenos puntos de exclamación, más el énfasis en la lectura.
Agradeciendo su participación, le saluda su viejo amigo
T.R.