Querido bloguero, me ha parecido interesante tratar este tema de la relación del todo y las partes que ha centrado últimamente la información política de España. Ya sé que es una temática algo sobada, pero no he podido evitar que en el retablo de este blog salgan a relucir estas observaciones. En fin, me acojo a mi condición titiritera para darme el permiso a manipular títeres e ideas con un mínimo indispensable de sonrojo.
Parte esta reflexión de un primer abordaje sobre los caminos de la globalización, que me parecen ser dos: los que buscan la uniformización de las partes en aras a una mayor interconexión para la fluidez de los negocios, y los que buscan dicha interconexión desde una relativa aceptación de las diferencias en las partes. No entramos aquí en si ambas son buenas o malas –en todo caso, sí parecen inevitables.
Creo que el camino de la uniformización es el defendido por los Bush, Blair, Aznar, etc, que intentan laminar las diferencias para imponer un modelo único que uniformice las formas sociales y culturales del mundo. La Guerra de Irak es un claro ejemplo de imposición de unos estándares desde la fuerza. Se ha visto lo complicado del caso. Tampoco es tan mal sistema, visto a la larga: la guerra siempre ha sido lo que más ha unificado en el mundo. Pero si se gana sin ganar, como allí ha ocurrido, es que se está perdiendo, de modo que en vez de avanzar, se retrasa el proceso. Digamos que la intención de los EEUU incluso podría objetivamente considerarse buena (extender la globalización, el proceso de interconexión e interdependencia de las poblaciones, etc), pero el método y la estrategia son rematadamente malos. Aunque el problema principal es el simplicismo de la perspectiva americana, consistente en una estrategia cuyos intereses son demasiado estrechos. Para los neocons del mundo, la globalización es extender la interconexión y la interdependencia bajo la tutela y al servicio de unos intereses concretísimos y muy particulares: los de la gran industria y los grandes polos de poder. Así jamás conseguirán objetivos válidos, pues su necesidad de uniformización es únicamente de los sistemas de organización política y económica que sirven a estos intereses. Lo demás les importa un rábano: que no se respeten los derechos humanos, que la interconexión sea deficitària y haga aguas por todas partes, que haya religiones medievales tiranizando a las poblaciones, etc. Mientras haya orden y se cumplan sus requisitos de rendimiento político, logístico y económico, para los neocons todo va bien.
La postura europea va por otro camino. Claro que también hay unos intereses particulares, los de las potencias europeas, pero al estar más divididos quedan diluídos en un conglomerado más amplio de intereses y perspectivas. Su postura es la de uniformizar los aspectos relativos a los derechos humanos, a los derechos democráticos de los ciudadanos, y a ciertos requisitos de tipo logístico y económico que permitan la circulación de los capitales y de los negocios. En este sentido, no debería bajar la guardia en el tema de los recortes de las libertades por motivos religiosos, etc. Pero en cambio, la vía europea tiene más manga ancha respecto a la variedad e independenccia de las sociedades, la cultura y la política, siempre y cuando se respeten los derechos consensuados generales. Un ejemplo es la misma Europa, unidad política contradictoria, en cuanto pretende tener una dirección única y poderosa, y a la vez mantiene vigentes los poderes estatales de todos sus miembros, con importantísimas capacidades de veto y de decisión particular. Claro, la voz con la que habla el conjunto no tiene mucha fuerza “dura”, pero en cambio, su “poder blando” es alto –un tipo de poder que cada vez tiene más fuerza.
El caso español
En este sentido, España es un banco de pruebas dónde en pequeño se está dirimiendo la misma problemática: ¿serán capaces las regiones que buscan todas ellas más independencia y capacidad de decisión y maniobra, de mantenerse unidas en la organización supraregional que es el Estado, haciendo posible el Consenso Contradictorio del gobierno de lo plural? He aquí el gran reto y la clave del éxito del proceso.
De alguna manera, se repite aquí la misma doble opción antes apuntada en el tema de la globalización. Zapatero (que correspondería a la opción europea) es una esperanza de que este Consenso Contradictorio de las partes entre si, articuladas y asentadas en el Todo que es el Estado, se pueda realizar. La otra vía, la escogida por Aznar y Rajoy, busca solucionar el tema recurriendo al centralismo y a la uniformización, enfrentándose a los particularismos desde posiciones de fuerza, mientras defiende los polos de poder fuertes del centro (los cuales, al igual que ocurre en la periferia, se maquillan de nacionalismo). Su estrategia es de confrontación y lleva consigo el germen de la destrucción del estado, pues la historia contemporanea ha demostrado suficientes veces que la fuerza es incapaz de asegurar la convivencia de las partes díscolas cuando esta fuerza no se puede aplicar de verdad. En efecto, la política de ocupaciones y cañones es inviable hoy en día. Además, la política de confrontación excita aún más la discordia de las partes. Por otro lado, la represión en la época moderna no favorece el desarrollo sino que suele arruinar los países. El caso de Serbia es paradigmático. Y la insatisfacción de las partes puede hacer inviable el sueño de un desarrollo poderoso del estado. Tal vez se pueda conseguir la unidad por este camino (con traumas desde luego importantes), pero será la unidad de un todo pobre, sin fuerzas para competir en el mundo moderno.
Esta necesidad de satisfacer las partes no responde sólo a un deseo de solucionar los problemas del estado. Existe también porque la fragmentación y el deseo de diferenciarse es hoy una constante del mundo moderno. Que se vista casi siempre de nacionalismo (más fruto de la inercia y de la falta de imaginación que de un sentimiento realmente “nacionalista” en el sentido clásico del término) no significa que detrás no haya otras pulsiones de orden distinto que converjen en la misma línea. Lo vemos en todas partes: en el mundo de lo social, los grupos buscan diferenciarse entre si según hábitos, gustos y opiniones que no tienen nada que ver con la política ni con los sentimientos nacionales. En el mundo de los países con fronteras, sus principales problemas provienen del difícil y conflictivo anclaje de las partes con el todo. Hemos visto en los últimos veinte años casos impresiontes de descomposición del todo: Yugoslavia sería el más llamativo, e Irak en la actualidad corre raudo a su descomposición. Por su parte, el continente africano está lleno de países mal articulados que sufren dolorosamente la tensión de las partes con el todo.
Un caso paradigmático son los dos grandes países o imperios (Rusia y China) que todavía insisten en mantener su unidad a la fuerza, y que viven constantemente enfrentados al deseo de las regiones de independizarse u obtener más autonomía. Fíjense que los EEUU resolvieron desde un principio este problema, con una clara distibución federal de los poderes. Eso despejó el camino para que un país tan grande pudiera desplegar su potencialidad. Parece que la India también goza de un federalismo asentado de sus regiones. Y es que tarde o temprano, estos grandes países que buscan situarse en el tablero mundial deberán resolver el problema, cuya solución jamás será la represión. Imposible hoy en día.
Otro ejemplo sería Turquía: su dificultad en resolver el tema kurdo retrasa su acercamiento a Europa, entorpece la llegada de turistas y debilita en definitiva al país.
El mundo moderno se impone como una realidad que se resiste a dejar de ser múltiple y variada. Cada parte, por pequeña que sea, quiere tener su parte del todo, es decir, quiere poder y autonomía. En este sentido, lo humano participa del principio aplicado a la naturaleza, que dice que a más multiplicidad y variedad de las especies y de los nichos ecológicos, más riqueza y posibilidades de cambio, desarrollo y mutación evolutiva del conjunto.
¿Significa eso que el mundo es ingobernable? Si y no. Lo sería si se sigue manteniendo el principio de la autoridad centralista: su solución pasa únicamente por el régimen totalitario, abocada al fracaso. Ese es el camino sin salida en el que parece haberse instalado la Federación Rusa, o el caso de China si sigue en sus trece centralistas. Pero si se acepta la diversidad como base para la composición del todo, es perfectamente posible alcanzar acuerdos. No sólo posible, sino que será necesario. La interdependencia progresiva del mundo exige una mayor coordinación logística de las partes entre si y con el todo. Además, los más importantes problemas que afectan a las poblaciones del mundo moderno no tienen solución desde las partes sino desde el todo: me refiero a los problemas ambientales, climáticos, ecológicos, migratorios, del agua, etc, que ya están marcando los nuevos frentes de batalla. Por lo tanto, la solución de estos problemas exigirá un determinado tipo de gobierno mundial capaz de tomar decisiones en estos ámbitos, con la fuerza y la autoridad suficiente para que puedan ser aplicados.
Esa necesidad de llegar a “Consensos Contradictorios” de las partes con el todo implica un cambio importante de mentalidad: considerar que la variedad no es un impedimento sino una condición indispensable e incluso un estímulo para llegar a la totalidad. Cuanto más divergentes sean las partes, más posibles y fuertes serán los todos que integren estas partes. Esta premisa paradójica debería instalarse en el centro mismo del pensamiento de las poblaciones, pues es el único camino viable para la gobernación del mundo. Evidentemente, desde premisas básicas de consenso en lo que respecta a Derechos Humanos. La solución se sitúa pues en esta dialéctica y en este juego entre la aceptación de la variedad y el acuerdo sobre los derechos y deberes de las partes con el todo, y en el respeto básico a la libertad y a los derechos ciudadanos. Un terreno en el que Zapatero, para suerte de los españoles y venciendo todos los obstáculos, parece haberse instalado con relativa y esperanzadora comodidad.
1 comentario:
Claro, nítido y transparente. Deberíamos pasarselo a Zp, y de paso al señorito ese de la Cope que sigue berreando y clamando por el todo.Por cierto, Zapatero ya no tiene una flor en el culo, se la ha instalado un ramo entero, y tan pancho. A ver si Prodi aprende.
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