Barcelona. |
Al constatar hasta qué
punto la política catalana sigue tan enrocada como siempre, acudo a la cita con
mis amigos, los futurólogos de la playa, con la esperanza de que me aporten
ideas nuevas y una perspectiva más optimista. Los encuentro cuando se dirigen
en dirección al Hotel Vela, paseando como siempre por la arena mojada, y entro
raudo en materia:
- ¿Cómo veis la situación? Yo, francamente, cada día soy más pesimista.
- Rumbau, tienes toda la razón y motivos sobrados para serlo, de pesimista, pero a la vez, déjame decirte que nosotros, al enfocar el tema desde una perspectiva de futuro, no podemos dejar de ser optimistas al cien por cien.
- ¡Caramba, Bastides, me dejas patitieso! ¿Y se puede saber en qué se basa tu optimismo?
- Sólo hay que cambiar el enfoque de las cosas y ver cómo vamos directos a una mutación que no tardará mucho en producirse ante las narices de todos y que sólo captaremos cuando haya ocurrido.
- ¿A qué te refieres?
- A la irrupción de las ciudades como nuevas entidades colectivas en sustitución de los viejos estados y de las viejas ideas de nación.
- Pero si estamos en pleno resurgimiento de los nacionalismos un poco por todas partes...
- Es lo viejo que se resiste a morir. Lógico que se exciten asustados ante los nuevos aires que se acercan.
- Creo que has leído demasiado los periódicos estos días. He visto muchos artículos que hablan de este asunto, sobre todo al comentar esta ocurrencia de Tabarnia que han hecho los no independentistas.
- Y La Vanguardia ha sacado un magnífico suplemento sobre el tema de las ciudades, esto es cierto. Pero así son las cosas de este mundo, que a veces los periódicos también aciertan y dan en el clavo.
- ¿Lo podéis explicar un poco más?
Mercadal, que escuchaba y callaba, decidió intervenir para ayudar a su colega futurista:
- Me permito ir un poco hacia atrás. Fíjate como los nacionalismos fueron la expresión social y colectiva correspondiente a la nueva clase burguesa que nació en el siglo XIX, que necesitaba sentimientos de pertenencia para alcanzar sus objetivos de dominio, expansión y negocio. Los estados nación, entre otras cosas, permitieron el control de las masas, aglutinadas en torno a los sentimientos patrióticos, necesario para ejecutar las políticas de las élites industriales en expansión. El siglo XX ha vivido los momentos álgidos de estos fenómenos sociales, con las guerras correspondientes, y todavía estamos de lleno en ello con la sociedad dicha del bienestar y del consumo. Ahora bien, ya sabemos cómo han cambiado las cosas en los últimos años, a una velocidad de espanto, con la irrupción de las nuevas economías digitales y de la comunicación, que lo han revolucionado todo. Los grandes poderes económicos se han desentendido de la idea de los estados nación, que les molesta y encorseta, y se ha implantado el nuevo modelo de la globalización con los conflictos que lo acompañan. De estos, yo diría que hay de dos tipos: por un lado, la homogeneización resultante de sincronizar los tiempos mundiales y, por otro lado, a modo de reactivo a la uniformización, la necesidad local de singularizarse.
Atenas. |
- Y precisamente por eso los nacionalismos vuelven a estar en alza, para
fomentar esta necesidad de singularización ...
- Es verdad, pero ya no son los nacionalismos de antes. Lo que se impone es una necesidad de huir de la uniformidad, por razones de reacción cultural pero también por razones de competitividad económica del mercado. Es decir, hay intereses de las élites locales que chocan con los intereses de las élites económicas mundiales pero también con las locales que quieren jugar en el mercado global. Y cuando hay esta fragmentación de los intereses económicos y de las élites, los nacionalismos pueden convertirse en culturales pero es más difícil que se alcen con la fuerza que sólo puede dar el aliento de los grandes poderes económicos.
-
El problema es que los intereses globales también están fragmentados, y allí
donde unos no ven ningún interés otros sí lo ven. Mira el caso de Cataluña y la
atención que de pronto han mostrado los rusos, que ven una posibilidad de
desestabilización europea.
-
Cierto. Pero sea como sea, estamos hablando de un nuevo tipo de dinamismo
social. Y aquí es donde los independentistas están más equivocados, al querer
convertir la singularidad catalana, que siempre ha tenido una fuerza creadora
extraordinaria, en nacionalismo del viejo, del ramplón y romántico basado en
los sentimientos y que necesita un enemigo exterior para separarse y
convertirse en un país. No han comprendido que hoy en día, las pulsiones de
fragmentación y de singularidad diferenciadora no necesitan la independencia ni
la separación, y menos aún cargarse en las espaldas un enemigo que es el que
tienes al lado y dentro, sino todo lo contrario, hoy los procesos de
singularización deben basarse en la complicidad entre las diferencias y en la
estructura de red, la cual permite colaborar y competir a la vez. Porque esta
es la clave del asunto: colaborar y competir, cumplir la paradoja principal del
futuro: hacer que la distancia y la diferencia precipiten la unión. Todo lo
contrario del independentismo, que para singularizarse, separa. Cae en la
tautología de la separación=singularización, cuando lo que interesa es realizar
la paradoja: singularidad=unión.
-
Caramba, Mercadal, este pensamiento gustaría a la gente de Ciudadanos, que
fueron a las elecciones con la imagen de un corazón que junta las banderas
catalana, española y europea.
-
Creo que dieron en el clavo con este corazón. Dicen los independentistas que es
una consigna falsa, que los de Ciudadanos no se la creen, lo que indica la
dificultad que tienen en criticarla. Yo no sé si se la creen o no, pero en todo
caso acertaron al concentrar en una sola imagen un mensaje claro y rotundo, que
expresa la paradoja del catalanismo abierto de siempre, capaz de incluir
identidades diferentes y hasta opuestas.
- En
eso tienes razón.
-
Y te diría que aquí se esconde una de las cuestiones más importantes del
momento catalán: ver cuál es la fuerza que logra articular y desarrollar lo que
abre las puertas del futuro: las identidades múltiples y superpuestas, que
pueden competir pero desde la unión. Esto empieza por las personas, que hoy se
sienten de muchos lugares diferentes, ya que la movilidad de la gente superpone
orígenes y sentimientos de pertenencia. El independentismo ha apostado por el
sentimiento único que se excluye con el español: necesita al enemigo España y
por mucho que diga que no es exclusivo, cae de cuatro patas en ello. Sólo hay
que ver los odios que se han despertado contra España y todo lo que huele a
español. Es evidente que el nacionalismo español se aprovecha y apuesta por lo
mismo, pero no es la opción mayoritaria, como tampoco lo es en Cataluña, por
suerte. La jugada de Ciudadanos es hoy por hoy la que más ha acertado en esta
aceptación de la multiplicidad interior: definirse como catalán, español y
europeo. Y se abren las puertas para que a la larga te sientas también
ciudadano del mundo, que es la última instancia a la que tenemos que llegar.
-
También lo dicen los socialistas y los Comunes. Yo voté al Iceta por eso ...
-
Sí y no. Creo que si han bajado tanto en las últimas elecciones es por esta
razón: para evitar caer en extremos, han apostado por una indefinición que
termina inclinándose hacia el lado catalán en detrimento del español. Es como
si tuvieran vergüenza de llamarse españoles y de considerar que España es
también su país. Hablan del estado español, pero en cambio no dudan en hablar
de Cataluña y mientras la bandera catalana es correcta para ellos y la ponen en
todas partes, la española no les gusta. Los de Ciudadanos han roto con todos
estos complejos y se han atrevido a proclamar su dualidad básica, sin rodeos:
somos catalanes y españoles, y también europeos. Y de esta manera han conectado
con la mayoría de catalanes que están en esta onda. Por eso digo que han
enlazado con unos vectores de futuro que, si saben desarrollarlos, les
permitirán gobernar a la larga.
-
La verdad es que no sé si están en esta línea.
-
Habrá que verlo en los próximos meses. Pero en todo caso, hoy por hoy, son los
únicos que tienen el discurso adecuado.
-
Me ha gustado la idea de que antes has dicho de colaborar y competir.
-
Es lo que permite la asociación en red. Y es por donde el catalanismo debería
ir o haber ido, me refiero a un catalanismo que se sepa sacar de encima la
degeneración independentista y se articule en la aceptación de sus identidades
múltiples. Fíjate en los potenciales que habría si se buscaran complicidades de
red con ciudades como Zaragoza, Madrid, Valencia, Castellón, Palma, Albacete,
Alicante ... La red no sólo permite sino que excita la competitividad, mientras
a la vez potencia las diferencias y ayuda a singularizarse. En vez del recelo y
la enemistad que ahora existen contra Cataluña, ganados a pulso por los
independentistas, habría confianza y complicidad, el mejor cojín para los
intercambios y el negocio. Y por supuesto, con las ciudades del sur de Francia,
y pienso en la potente Lyon y en la emergente Toulouse, sin olvidarse del arco
mediterráneo que llega hasta Marsella y Génova, ya en Italia.
-
Caray, Mercadal, esto es todo un programa ...
-
Nada de original, ya Maragall lo había expuesto. Fíjate en el vergonzoso
episodio de la disputa con Aragón por las obras compradas a las monjas de
Sijena. Aquí el gobierno catalán tocó fondo en la vergüenza y la ignominia de
su política de vecindad. ¿Tú crees que un gobierno puede permitirse este tipo
de relaciones? Por muchos argumentos que hubiera sobre la mesa, nunca se
debería haber llegado adonde se llegó, con una disputa más de patio de escuela
que de políticos del siglo XXI.
-
Seguían la lógica independentista: para separarse, necesitan al enemigo
exterior que es España, empezando por los vecinos donde limitan: Aragón al
oeste y Valencia al sur. Enemistarse con Aragón ya les iba bien: siempre pueden
decir que la Virgen del Pilar es la patrona de España y la virgen de la
Hispanidad, y con ello calientan la clientela propia y levantan un poco más de
frontera.
-
Tienes toda la razón, Rumbau. Un disparate y una vergüenza. Fíjate que cuando
hablamos de complicidades, sobre todo nos referimos a ciudades. Y es aquí donde
queríamos llegar con Bastides: ver cómo las ciudades son los espacios y las
entidades principales del futuro, no porque nos lo inventamos nosotros sino
porque así nos lo dice la realidad. Gestionar las ciudades es gestionar la
complejidad de las identidades múltiples, de las diferencias que conviven y se
oponen, los negocios que compiten entre sí y con los intereses ciudadanos. Las
ciudades piden una gestión que sepa combinar complicidad y diferencia, que
permita el funcionamiento del conjunto mientras respeta las singularidades más
acusadas de sus inquilinos. Todo esto está muy estudiado y es una evidencia
como una catedral. Basta con mirar el último suplemento de La Vanguardia, que
habla de esto.
-
Es verdad, lo he leído y me ha parecido muy interesante.
-
Pero atención, estamos hablando de un nuevo concepto de ciudad, que incluye
también las áreas rurales circundantes. Cataluña es un buen ejemplo, podríamos
decir que toda la región es una red de ciudades conectadas entre sí, ciudades
que han ido creciendo y madurando y que explica en parte esta emergencia
independentista, que deberíamos ver como una afirmación de las nuevas élites
que quieren sustituir a las de siempre. Lo que pasa es que lo han hecho desde
la posición errónea del separatismo, que rompe los vínculos con las otras
ciudades y poblaciones de la Península. Han caído en el pensamiento único de la
identidad catalana que excluye a la española, y por carambola, la europea.
Cuando lo importante habría sido articular esta afirmación de energías
creadoras en la dirección de las identidades múltiples y de la apertura en red
que puede competir todo lo que quieras desde la complicidad y la unión de base,
es decir, con las herramientas de las sociedades del futuro.
-
¡Caracoles, Mercadal, deberías ser político!
-
No creas, Rumbau, las ideas de futuro deben sonar y alguien las tiene que
plantear, pero la política hoy por hoy está condenada al día a día de la acción
y la reacción, es decir, a la inopia y al corto plazo. No sé si hay espacio
mental para las visiones de futuro.
-
Pues pienso que en su defecto, deberían empezar a abrirse. Creo que estas ideas
son lo suficientemente importantes como para que se empiecen a aplicar.
-
Tienes razón, pero piensa que los cambios de verdad ocurren sin que la gente lo
sepa y te los encuentras en la sopa el día más inesperado. Hay que dejar al
tiempo trabajar y a los humanos pasturar, porque hoy por hoy todavía somos
animalitos que vivimos en rebaño y debemos esperar que, con los años y una
caña, eso sí, las cosas evolucionen hacia donde parece que tienen que ir o
hacia donde nos gustaría que fueran.
'Amen
', pensé mientras dejaba a mis amigos de la playa rumiar sus ideas de futuro.
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