lunes, junio 25, 2007

Blair se hace católico y la Otan mata civiles en Afganistán.

Querido bloguero, te parecerán dos noticias extravagantes y sin relación entre si. En lo primero has acertado, en lo segundo no.

Desde luego, que Blair, a su edad y después de haber sido durante tantos años líder mundial con responsabilidades de altura, diga ahora que abraza el catolicismo, no sólo es extravagante sino sumamente preocupante.

Al leer que su primer acto visible de católico sería una visita al Papa, pensé: lógico, al retirarse de la política de primer plano, quiere pasar a la de segundo plano, ésa que se hace desde la sombra, amparado en instituciones, think tanks y otros inventos, como hace su colega Aznar desde la FAES. Y qué más apropiado que aliarse al poder papal, uno de los lobbies conservadores más influyentes, sobretodo tras haber manifestado sus ganas de pasar a la acción militante.

Aunque luego recapacité: ese Blair es capaz de hacerse católico por vocación, fe y convencimiento. Tal vez le corroen las culpas y sabe que los católicos lavan mejor que nadie sus pecados. O simplemente, chochea o, lo que es peor, siempre ha chocheado con sus creencias religiosas disimuladas, y ahora las saca a relucir, en un acto de venganza sutil contra la mayoría anglicana del país que le ha echado por artero y mentiroso.

O sea, que el mundo, en una de sus etapas más complejas y de difíciles transiciones, ha estado en manos de dos creyentes de los de verdad, Bush con sus visiones infantiles de Dios y Blair con su fe oculta sometida al Papa. Se comprende que las cosas vayan como van. En una época en la que los grandes monoteísmos están de capa caída y sólo persisten a base de impostaciones histéricas y saltitos al vacío, es sumamente preocupante que los líderes mundiales comulguen con uno u otro de estos monoteísmos. En este sentido, los líderes chinos e indios están a años luz de los líderes occidentales, al menos respecto a este estadio concreto de evolución mental.

La segunda noticia, las matanzas accidentales y sistemáticas de civiles a cargo de la Otan en Afganistán, noticia que gotea semanalmente en los periódicos, tiene que ver desde luego con lo de la súbita conversión de Blair, en el sentido de que es propio del fanatismo monoteísta supeditar los medios a los fines, no sólo porque la voluntad de cada Dios en particular exige sacrificios especialmente de los que no creen en él, sino porque la consecución de los fines, que es el deseo teleológico de sus planes estratégicos, está por encima de cualquier impedimento. Son los “daños colaterales” de las guerras modernas, que los americanos han puesto de moda, al resolver con bonbardeos los pequeños problemas locales –el alcalde de un pueblo que a lo mejor se resiste a no dejar de pagar a tal o cual señor de la guerra, o tal vez el soplo vago de un confidente profesional que vive de la delación...

Dicen los expertos que son “bombas inteligentes”, y así se quedan tan anchos, ellos y las opiniones públicas, pero su inteligencia debe ser del mismo tipo de la de sus líderes, incapaz de distinguir el matiz y la complejidad de lo local, obsesionados por lo global, que se ve mejor, sobretodo desde lejos, de modo que al bombardear a unos insurgentes, irremediablemente se bombardea a una aldea entera, con sus niños, mujeres y ancianos, sin que ello importe demasiado, pues se ve sólo en vídeo y desde lejos, y además los muertos pertenecen al grupo de los sacrificables. Lástima que luego algunos periódicos y periodistas nos recuerden que son seres humanos machacados impunemente por nuestros aviones y generales. En fin, es la guerra moderna, nos dirán los tecnócratas globalistas.

Yo considero que Occidente debe estar en Afganistán, y que si hay que enfrentarse a enemigos armados, sería ilógico no hacerlo. Pero en estas guerras dónde se mezcla lo antiguo con lo moderno, los medios y las formas son tanto o más importantes que los resultados estadísticos globales. El palo y la zanahoria deberían andar juntos, y la zanahoria, mimada y trabajada con el máximo detalle. Parece ser que el contingente español trabaja en esta línea. Pero si sólo habla el palo, y la zanahoria se la quedan los de siempre, es decir, los líderes locales corruptos, podrán tirar muchas bombas, pero la guerra estará perdida de antemano. Y más en un país como Afganistán, cuya población ha demostrado ser guerrera y alérgica a la sumisión.

O acaso hoy en día se crean los conflictos sin buscar su solución, y la guerra moderna sea aquélla que ni se gana ni se pierde, para no hallar jamás su fin. Lo que sin duda va de perlas a la industria de las armas. ¿Será ésa la estrategia neoconservadora? Peligrosas paradojas del presente que creo merecen ser tratadas en el Retablo de este Blog.

jueves, junio 21, 2007

¡VIVA LA FIESTA DE LOS TOROS!

En efecto, querido bloguero, soy un defensor de los toros. No sé si lo sería tan ardientemente si viviera en Madrid, Sevilla o Valencia, ciudades taurinas sin tacha, pero viviendo en Barcelona, que presume de ecologista y bienpensante y, además, se ha declarado oficialmente “antitaurina”, la verdad, sólo puedo defender a los que acuden a la Monumental para asistir a los toros.

Todo eso viene a cuento a raíz de la gran fiesta taurina del pasado domingo, en la que José Tomás volvió a los ruedos y llenó la Plaza de la Monumental de Barcelona hasta la bandera.

Y es que lo que más me indigna es la falta de respeto de los antitaurinos hacia los aficionados. ¿Por qué ese odio visceral, capaz de movilizar a gente con pancartas y de manifestarse con exabruptos e improperios? Pues porque para esos detractores de la Corrida, la Fiesta de los Toros es sinónimo de españolidad.

Yo me pregunto, ¿cuántos serán los aficionados que quedan? ¿Quizás unos veinte mil asiduos posibles en Barcelona más otros muchos miles en potencia? Personas barcelonesas como las que más, aunque algunas hayan llegado del sur o de otros lares de España, y representen en general unos estilos de vida antiguos, alejados de la modernidad. ¡Pero si ésa es una de sus grandes virtudes! ¿Y por qué no tienen derecho a disfrutar de una de las costumbres más antiguas y arraigadas del país, aunque sólo sean veinte mil y no llenen un estadio de fútbol?

No se olviden que Barcelona fue una ciudad taurina de gran categoría, con tres plazas en pleno funcionamiento, algo insólito en España. Sólo tras el franquismo, y a causa del abuso que Franco hizo de los toros al identificar la Corrida con la Fiesta Nacional por excelencia, el catalanismo pasó a considerarla como lo más rancio de la vieja cultura española que, llegada la democracia, había que eliminar.

Muchas son las razones para defender la Corrida de Toros. En otro texto publicado en este blog expuse ya 10 razones, creo yo harto convincentes (ver “Defensa raonada de la Corrida de Toros”, enero 2006). De todas ellas, me quedo con la número 10, que decía así (me traduzco del catalán):

RAZÓN 10: Si la libertad sigue siendo uno de los principios básicos de nuestra cultura, no veo porqué se tiene que prohibir esta práctica defendida, practicada y gozada por miles de personas. De la misma manera que hay libertad para jugar al fútbol, para poner una “casa de señoritas”, para importar y exportar vinos, tabacos y camisetas, para comprar y vender coches, para abrir supermercados y grandes superficies, para cazar, comerse un buen pollo o beberse una cervesa, no veo porqué no puede existir el derecho a torear o a gozar de una buena o mala Corrida de Toros, existiendo como existe la correspondiente regulación legal consensuada sobre este tema.

Tal vez el día que se haya establecido un nuevo código de relación de los humanos con los demás animales, código que se enfrente a los temas de verdad, cogiendo cómo quién dice “el toro por los cuernos”, sólo entonces, ya sin mataderos y todos vegetarianos, podríamos empezar a aceptar la renuncia a la Fiesta. Entretanto, debemos ser coherentes y aceptar el principio básico de la libertad humana, patrimonio de todos.


No sé si habré convencido al lector. Supongo que no. En todo caso, ésta es mi sincera y modesta opinión.

domingo, junio 17, 2007

FESTIVAL DE MARIONETAS EN LISBOA

(cartel del Festival)

Tuve la oportunidad de estar en Lisboa del 7 al 11 de junio para participar en el Festival Internacional de Marionetas e Formas Animadas (FIMFA LX), que organizan los dos incansables titiriteros Luis Vieira y Rute Ribeiro, del grupo A Tarumba, con la ayuda en logística y producción de la eficiente Dora Nobre, y en colaboración con el Museu da Marioneta.

Hice el viaje en compañía del artista pintor y dramaturgo de carrera Jorge Raedó (ver blog), quién aprovechó para tomar algunas imágenes de la ciudad así como en recorrer sus lugares más emblemáticos. El sábado 9 se sumó al equipo la dramaturga catalana Anaïs Schafft, buena amiga de Jorge, con ganas también de conocer Lisboa.

Hacía unos tres años que no estaba en esta ciudad que conozco bien, pues viví en ella año y medio durante los insólitos meses que duró la Revolución de los Claveles, en los años 1974 y 75. No hay que decir que desde aquel lejano entonces hasta hoy, la ciudad ha cambiado mucho, para bien y para mal, como sucede con todas las ciudades europeas entregadas a las inevitables metamorfosis de la modernidad.

Mejora del transporte y new look.


(estación de metro del Chiado, de Alvaro de Siza. Foto Jorge Raedó)

En la actualidad, Lisboa ofrece unos servicios al cliente –me refiero al cliente turístico– realmente excelentes. De entrada, los medios de transporte han mejorado mucho –como el flamante nuevo metro con estaciones y vagones de diseño muy bien iluminados (lo que no ocurre en otras ciudades como Barcelona, siempre tan exagerada en watios subterráneos), con sistemas de entrada y salida eficientes, precios asequibles y opciones variables de billete según la duración de la estancia, etc. A destacar la nueva estación del Chiado con sus largas escaleras y túneles rampantes, por lo visto obra del arquitecto Álvaro Siza, provista de una iluminación excelente y de un techo abovedado maravillosamente cubierto de pequeñas piezas blancas de cerámica, imitando creo las primeras estaciones del metro de París.


(pase del metro comprado para 5 días)

Me sorprendió que la tarjetita que sirve para entrar y salir automáticamente del metro, de color azul y muy manejable, llevara la silueta del poeta Pessoa, con su nombre escrito, y que el rectangulito dónde se hallan inscritos los datos digitalizados fuera una etiqueta con el nombre de la Rua Garret, la famosa callecita del Chiado en cuyo extremo final se encuentra el Café Brasileira. Es decir, las autoridades han optado por el reclamo turístico literario, al convertir a Fernando Pessoa en una figura-icono con la que identificar Lisboa. Una idea para algunos quizás detestable, pero que yo considero inteligente y muy saludable, pues amplía el campo del abanico turístico, hasta hace poco centrado exclusivamente en el Fado, el Gallo portugués, el Porto y el Vinho Verde, y en la Virgen de Fátima.

Otra innovación, a mi entender afortunada, es la incorporación del Tranvía como icono turístico: se le ve reproducido de muy distintas formas y tamaños, y aparece en camisetas, copas, vasos, ceniceros, bolitas de cristal con nieve, pañuelos, bandejas, azulejos y cuadros (tengo que reconocer que compré bastantes de estos objetos, ante el reclamo de tan magníficos souvenirs). Creo que la combinación Tranvía-Pessoa ilustra perfectamente el nuevo perfil turístico escogido por los responsables lisboetas, en su afán por colocar la ciudad en el ránking de las ciudades más visitadas de Europa. Si Barcelona optó en su día por el eje arquitectónico constituído por Gaudí al frente y los nuevos diseñadores urbanísticos en la cola, Lisboa ha optado por el eje Fados-Tranvía-Pessoa-Siza, no tan llamativo desde el punto de vista de la atracción de masas (especialmente chino-japonesas), pero sí más elegante, en busca quizás de un perfil de turista más culto y refinado, que sin duda debe existir.

La explotación turística del Tranvía no sólo consiste en su reproducción fetichista sino también en su uso directo como medio de transporte: en efecto, se mantienen las líneas clásicas –aunque han desaparecido muchas, todo hay que decirlo– , como la que parte de Martin Moniz, sube a Graça, bordea Alfama, baja por la Sé, cruza la Baixa, sube hasta Praça Comoes, sigue por Bairro Alto, se acerca a San Bento y aterriza en el magnífico Parque da Estrela, o los que van en línea recta de Praça do Comerço hasta Belém. Es posible incluso alquilar un Tranvía para grupos: los ves pasar llenos de turistas y no se detienen en las paradas, lo que produce un cierto desasosiego a los que esperan pacientemente la llegada del de verdad. Esto ha creado una nueva generación de conductores jóvenes que substituyen a los viejos de antes y que porporcionan una imagen de juventud y colorido al Tranvía (pues muchos de los conductores suelen ser inmigrantes de color) muy atractiva.

Vitalidad del Chiado, Bairro Alto, Alfama y Castelo.

Se puede decir que desde el Rossio y Praça Figueira, con sus extensiones naturales hacia el Tajo (las ruas perpendiculares de la Baixa establecidas por el Marqués de Pombal después del terremoto de 1755) y hacia la Avenida da Libertade, las zonas más vitales (y turísticas) de Lisboa parten precisamente de dicho centro nuclear hacia las alturas: unas hacia el Chiado y Bairro Alto, otras hacia Alfama, Castelo y Graça.

(estatua de Fernando Pessoa en la terraza del Brasileira)

El Chiado es el paraíso del turista tranquilo y burgués que sólo busca tranquilidad, buenas fotografías, un adecuado surtido de tiendas y terrazas concurridas. Todo aquí es ejemplar y equilibrado, desde la magnífica reconstrucción de los famosos Almacenes do Chiado (obra de Alvaro Siza), la discreta peatonización de la calle Garret, la subida por el ascensor que te lleva directamente desde la Baixa al Convento do Carmo, el perfumado y tranquilo Largo do Carmo, el concurrido Largo do Chiado dónde se encuentra el Café Brasileira con la estatua de Fernando Pessoa compartiendo una “bica” (nombre popular del café) con los demás clientes de la terraza (y dónde los forofos del poeta pueden fotografiarse sentados en su falda), la Praça Camoes, etc.

De allí se extiende el Bairro Alto, lugar emblemático de la noche lisboeta, en el que se encuentran los bebederos para la juventud, la cual suele ocupar las calles llenándolas de jolgorio y de un fuerte olor a cerveza. Hay bastantes Casas de Fados en esas callecitas, muy turísticas aunque con artistas siempre correctos y recomendables, en las que los incautos suelen dejarse desplumar por los avispados camareros –cómo nos ocurrió a Jorge y a mi, atrapados por la euforia del vino sumado al Fado, tras la primera noche de función.

Subiendo de la Baixa hacia el otro lado, llegamos a la Sé, la vieja catedral lisboeta. Por cierto, que descubrimos allí un pequeño restaurante, bastante conocido por lo visto, llamado “Estrela da Sé”, muy recomendable por sus precios, su fantástico plato de bacalao asado (a tiras, sin pizca de espinas y nada aceitoso, con huevo, patatas y perejil todo troceado), su postre “do convento” hecho con cabello de ángel, sus reservados antiguos de madera y una decoración que no ha cambiado para nada en los últimos cien años.

Allí empieza el barrio de Alfama, que por las noches se llena de amantes del Fado y de noctámbulos ansiosos de encontrar rincones poéticos y “típicos”. Conozco dos lugares recomendables: El Clube do Fado y A Parreirinha de Alfama, ambos excelentes para escuchar a buenos cantantes de Fados. No los visité en esta ocasión, pues mi acompañante tuvo suficiente con una única sesión en el Bairro Alto.

Pero si se sigue la ruta del tranvia, llega uno al Largo de Santa Luzia y al Largo das Portas do Sol, buenos miradores para el Tajo y la misma Alfama que se desparrama hacia abajo como un tapiz urbano suspendido sobre el río. Desde allí, sólo hay que subir un poco por las empinadas callejuelas hasta llegar al Castelo. Fantásticas vistas de Lisboa le esperan al visitante. Y un lugar tranquilo, muy bien ajardinado, dónde reposar, hacer buenas fotografías, tomar el sol o esconderse bajo la sombra de un árbol. Pero lo más interesante sin duda alguna son las pequeñas tiendas más algun restaurante que se encuentran antes de entrar en el Castelo. Tiendas magníficas repletas de objetos que sintetizan las quintaesencias más entrañables y horteras de Lisboa y de lo portugués, los cuales le atraerán y le obligarán a gastar su dinero, si sufre, como yo, de este gusto por la extravagancia sintética del souvenir.

Los más atrevidos, tras visitar el Castelo, subirán por la Calçada de Graça y alcanzarán la terraza que hay delante de la iglesia del mismo nombre (muy recomendable su visita): un lugar ideal para descansar, tomar un café en la terraza de un chiringuito muy bien surtido, o simplemente sentarse en un banco y contemplar la vista de otras zonas de Lisboa, como la que se extiende por encima de Martin Moniz y que está dominada por la gran superficie del Hospital de Sao José.

Estas rutas, que he descrito con un cierto aire displicente, tienen para mi un profundo significado sentimental, pues en todos estos lugares he vivido momentos mágicos, tremendos y dramáticos en distintas fases de mi vida, los cuales están inscritos en las piedras, los adoquines y en las paredes de sus casas y edificios emblemáticos, algunos caídos, otros iguales que siempre. Momentos que durante esta visita de junio han revivido en mi memoria e imaginación, duplicando y triplicando los distintos planos visuales de la ciudad, de modo que en vez de cinco días, en realidad me parece haber estado una o dos semanas, aunque esta ilusión, bonita pero falsa, sólo sea eso, una mera ilusión.

Lo que más he añorado son los cafés que ya no existen y en los que tantas horas consumí, como el magnífico Café de Lisboa, en la Baixa, o el Café Palladium, al inicio de la Avenida da Libertade. Pero no soy yo persona que se deje llevar por la nostalgia. He quedado satisfecho con pasar unas cuantas horas en el Café Nicola del Rossio, visitar el Brasileira ni que sea como pequeña obligación impulsiva e irreprimible, o desayunar en la inevitable Suiça. Pero la terraza del Largo do Carmo ha sido un descubrimiento que desconocía, y sentarme en el café que hay en el Parque da Estrela fue una maravilla de paz e inspiración.

Lo más negativo: el Largo do Intendente, esta pequeña placita que está a la altura de la parada de metro Intendente en Almirante Reis. Allí está la mejor tienda de cerámica de Lisboa (todavía en pie, pero con las paredes algo carcomidas por el tiempo). La placita y sus alrededores eran antiguamente un lugar de nobles prostíbulos populares, poblados por señoras y señoritas muchas de ellas provistas de gafas (detalle curioso que pudimos comprobar en una visita que hicimos en 1974 Rafael Sender, Mariona Masgrau y yo mismo), todas muy entrañables y portuguesas de antes. Pues bien, el Largo do Intendente es hoy en día un lugar extremadamente degradado y casi diría que peligroso, ocupado por personajes depauperados, muchos en estado de deshaucio humano, carne prostibularia minada por la pobreza y la enfermedad.

Los antiguos barrios populares da Moureria y Costa do Castelo, situados en la zona popularmente llamada de Socorro (¡qué nombre más afortunado!) tienen hoy un aspecto cutre y abandonado, que contrasta con la imagen turística de sus barrios vecinos alrededor del castillo. Todavía no han llegado en ellos los nuevos “buscadores de oro” urbanos, con sus inversiones, sus compras y restauraciones. Son las dos caras de la moneda: junto a la imagen rica y risueña, la depauperada y tristona del subdesarrollo. Con ello Lisboa se pone al día y prefigura uno de los futuros posibles (o más bien, presentes) de Europa.

Las funciones y el Festival.

Debo decir que fui invitado para hacer dos funciones del espectáculo “A Dos Manos” (un clásico mío que llevo desde hace años y que me ha permitido viajar por todo el mundo –menos por Latinoamérica–, motivo por el cual a veces lo llamo mi “pasaporte”) en el Teatro Trinidade.

(montando " A dos Manos" en el Teatro Trinidade. Foto Jorge Raedó)

Todo un lujo, pues este teatro es uno de los más nobles y emblemáticos de Lisboa, situado a dos pasos del Largo do Carmo y del Chiado, muy cerca de dónde debería estar el legendario Teatro do Bairro Alto, dónde Antonio José da Silva, más conocido como O Judeu, estrenó sus óperas de marionetas en el siglo XVIII, antes de que el terremoto de 1755 destruyera el teatro y todo vestigio de sus títeres y máquinas teatrales –y antes de que la Inquisición quemara vivo a O Judeu en uno de sus últimos Autos de Fe.

Claro que las actuaciones no eran en el escenario grande del Trinidade sino en su Sala Estudio, situada en las alturas del teatro, con una capacidad para sesenta espectadores aunque muy bien acondicionada para el tipo de espectáculo que es “A Dos Manos”.

Pude ver allí al grupo francés OM PRODUCK con el robot-espectáculo o el espectáculo-robot “Ça vous regarde”, de Michel Ozeray y Kamal Hamadache. Ideal para el espacio, pues sólo requería de un círculo de unos veinte o treinta espectadores en cuyo centro el personaje robot se movía e interactuaba con el público. Y la verdad es que el espectáculo me gustó y gustó mucho a los presentes: no todos los días es posible ver un títere abstracto tan magistralmente articulado por medios mecánicos a través de ordenadores, y que con la ayuda de una inteligente banda sonora y un delicado juego de luces, sorprende, maravilla e interactúa con los espectadores que lo rodean. ¿Títere, robot, máquina, juguete…? Qué importa lo que era si tenía vida y los allí presentes proyectábamos en él nuestras dudas, suposiciones, imágenes e interrogantes. Cosechó muchos aplausos y el respetable se fue con ojos brillantes y soñadores.

Las funciones de “A Dos Manos” salieron redondas las dos que estaban programadas en el Trinidade y en ambas se llenó la sala hasta la bandera –o sea, las sesenta sillas. Recibí muchos aplausos y parabienes, vino la crítica, y asistió también en la segunda el música Joao Torre do Valle, intérprete de guitarra portuguesa que conocí en Macao y que estuvo actuando junto con Fernando Alvim en el Teatro Malic un par de veces con dos cantantes de Fados. Fue un placer saludarle. Mi amigo Fernando Alvim no pudo asistir por problemas de salud.

Del Festival, pocas cosas más pude presenciar, pero las que vi (dos) me gustaron ambas.

Para empezar, la rusa de origen siberiano Olga Alexandrova, que actuó en la sala capilla del Museo de la Marioneta (después hablaré de este magnífico Museo, pues merece un capítulo aparte). Su espectáculo reproducía en realidad el espíritu de viejos ritos siberianos de raíces milenarias, relacionados con la cultura chamánica. Consistía en la escenificación de tres momentos de la vida humana tratados como bodas: el nacer, el aparejamiento y el morir. Con el recurso de un vestido que sintetizaba y reunía elementos simbólicos y tradicionales del folclor Udmurt, más el uso de un tambor, dos muñecos y algunos pocos elementos naturales más (arena, una madera...), Olga Alexandrova consiguió hacernos entrar en un mundo exótico aunque lejanamente conocido, al ser el propio de las culturas humanas preneolíticas, cuando nuestros ancestros viajaban en grandes grupos unidos a los rebaños de renos y dibujaban en las cuevas imágenes de mamuts, bisontes, caballos, osos... El espectáculo, de una ingenuidad desarmante y a la vez teatralmente muy elaborado, consiguió cautivar al público y hacernos partícipes de su espíritu iniciático y lleno de simbología, extraordinaria síntesis depurada de miles de años de historia humana.

El otro espectáculo fue más bien un divertimento de calle a cargo del actor francés Serge Boulier, miembro solista del grupo Bouffou Théâtre. Presentó su Kitch Club, un cabaret sofisticadísimo hecho de pequeños gags y sostenido únicamente por las expertas manos del manipulador, por sus juegos gestuales y de palabras, y por pequeños personajillos definidos por un subido Kitch estilístico. El strip-tease de una cursi pero muy sensual muñequita Barbie (cuyas braguitas eran extraídas con suma delicadeza mediante unas pequeñas pinzas), los perritos sabios, o el coro final de Cancán, fueron algunos de sus números más brillantes. Serge Boulier mantuvo siempre al público entregado a sus labores y cosechó abundantes bravos y aplausos de los allí reunidos.

Los interesados en saber más del Festival, pueden consultar la página web http://www.tarumba.org/internat.htm, dónde hallarán el programa completo.

El C.A.Ma y A Tarumba.

(fachada del C.A.Ma)

Toca ahora hablar de los dos titiriteros que dirigen el Festival y que son asimismo artífices directos del denominado C.A.Ma o Centro das Artes da Marioneta, e, indirectamente, del Museu da Marioneta.

Con las siglas C.A.Ma se define el proyecto que Luis Vieira y Rute Ribeiro, fundadores y directores del grupo A Tarumba, están desarrollando para la creación de un Centro dedicado a las Artes de la Marioneta. Instalado junto al Museu da Marioneta –de hecho, ocupa partes del mismo edificio del Convento das Bernardas, sede del Museu–, el C.A.Ma consiste en un pequeño e íntimo espacio de exhibición, más otro local dónde se ubica un fondo de documentación y de programación abierto al público y desde dónde piensan editar publicaciones periódicas relacionadas con el tema. Busca también desarrollar nuevas acciones artísticas y despertar el interés de los artistas contemporáneos por el mundo interdisciplinar y creativo de la marioneta, lo que repercutiría también en la captación de un público nuevo y joven.

En realidad, Luís Vieira y Rute Ribeiro persiguen, con A Tarumba, dotarse de tres herramientas básicas que permitan consolidar su proyecto y asentarse en el tejido artístico y cultural de la ciudad:

1- la misma compañía con sus espectáculos de creación, que presentan tanto en Portugal como en los Festivales Internacionales de Marionetas del Mundo,

2- el FIMFA Lx o Festival Internacional de Marionetas e Formas Animadas, que tiene lugar durante el mes de mayo y junio en Lisboa, y del que son directores artísticos,

3- y el C.A.Ma, dedicado a la formación e investigación, amén de funcionar como Centro de Documentación y Difusión.

Objetivos que gracias a sus altas dosis de voluntad y a un “savoir faire” fruto de la humildad, del trabajo silencioso del creador y de una inteligente visión estratégica, sin duda están en camino de realizarse. La cercanía y la complicidad que tienen con el Museu da Marioneta garantizan por otro lado la viabilidad del proyecto, al estar sustentado por una institución oficial, abierta, original y creativa.

El Museu da Marioneta.

(fachada del Museo)

Ha sido una total sorpresa para mi visitar este museo que ha encontrado en el Convento das Bernardas (un viejo y maravilloso convento recién restaurado por el Ayuntamiento de Lisboa) el lugar ideal para exhibir sus magníficas colecciones y desarrollar elaborados programas de talleres, funciones y visitas.

El artífice de este pequeño milagro –tener un museo moderno, dinámico y bien organizado– es su actual directora, Maria José Machado Santos, quién se ha tomado muy en serio el proyecto del mismo. Para ello se ha rodeado de un equipo consistente en ocho mujeres y un único representante del género masculino –tal vez para las labores de carga y arrastre del material–, lo que demuestra su inteligencia y explica que todo funcione tan bien. Y lo digo por experiencia: a causa de una desafortunada pérdida de una maleta del grupo danés Sofie Krog Teater, y ante la necesidad de cubrir un hueco en la programación del Festival, tuve la oportunidad de realizar una tercera actuación en la sede del Museo, una magnífica capilla convertida en teatro. Y la verdad es que todo funcionó tan a la perfección y con un trato tan exquisito, que sólo pueden salir de mi boca palabras de elogio y sinceros parabienes.

(la capilla teatro del Museo)

Cabe decir que este museo nace de un primer impulso desarrollado por la compañía Os Bonecos de Sao Lorenzo e o Diabo, creada por la constructora de títeres Helena Vaz y el músico José Alberto Gil, quiénes abrieron con anterioridad una primera versión del museo en la zona do Castelo, al que llamaron Museo Nacional da Marioneta. De hecho, las marionetas de este grupo constituyen uno de los platos fuertes de la colección del actual museo, pues Helena Vaz es una constructora que elabora cada marioneta como si fuera una obra de arte en si, como muy bien puede apreciarse en las salas que se le dedican.

El otro plato fuerte de la colección son los títeres y retablos de varios marionetistas portugueses de los que, si no fuera por el museo, se sabría bien poco: Henrique Delgado, la familia Duarte, Joaquim Pinto, Manuel Rosado y Antonio Dias. Entregadas generaciones de titiriteros que llegaron a disponer de compañías compuestas por varios titiriteros y ¡orquestas de hasta cinco y seis músicos! Tampoco podían faltar los internacionalmente conocidos Bonecos de Santo Aleixo, hoy puestos en escena por los actores del Centro Cultural de Évora. Igualmente importante es la presencia del Teatro de Mestre Gil, creado por Augusto de Santa Rita, poeta y hermano de quién fue uno de los grandes pintores futuristas de Portugal, Santa Rita pintor, gran amigo de Fernando Pessoa.

Y para acabar con las marionetas portuguesas, dos figuras femeninas que marcaron el teatro de títeres de los años cincuenta y sesenta: Lilia da Fonseca, artífice del conocido Teatro de Branca-Flor, y Lena Perestrelo con su Teatro de Bonifrates.

Completan estas colecciones otras de marionetas y siluetas procedentes de la China, la India, Indonesia, Birmania, el Bunraku japonés, los Pupi sicilianos, los Mamulengos de Brasil, el Punch and Judy, varios magníficos Polichinelas franceses...

Como puede apreciarse, está lo esencial para entender la evolución y la realidad de un género que cabe situar en los orígenes del teatro y cuyos inicios se confunden con los primeros pasos de las más señeras civilizaciones humanas.

A Igreja e Convento de Sao Domingos de Lisboa.

(interior de la Iglesia de Sao Domingos. Foto de Jorge Raedó)

Y termino mi crónica lisboeta con la mención de esta iglesia situada en el centro de Lisboa, es decir, en el mismo Rossio, cuya visita impresiona a quienquiera se digne entrar en ella. La causa de esta tremenda impresión es de orden estético, y consiste básicamente en la restauración que se hizo hace pocos años de su interior, tras un incendio ocurrido en 1959 (de hecho, una primera versión de la iglesia ya fue destruída en 1755 por el terremoto y reconstruída años después). Tras quedar terriblemente afectada, con las piedras y las hermosas columnas carcomidas por las llamas, hubo una primera reacción restauratoria en taparlo todo, de modo que no se viera la acción del fuego, que para los católicos huele siempre a azufre. Pero cuando hace unos años se decidió restaurarla de nuevo, se tomó la sabia e insólita decisión de dejar a la vista la estructura pétrea del edificio tal como había quedado, y el resultado es realmente deslumbrante.

No sólo se ve en toda su magnitud el efecto devastador de las llamas en la sólida piedra, sino que se consigue la imagen impactante de un interior de iglesia vista como si se hallara sumergida bajo el mar, pues la erosión del fuego recuerda a veces la del agua, ambos elementos tan diferentes pero tan parecidos en su acción destructora: el primero por el ardor de sus prisas infernales, el segundo por el paciente pero implacable paso del tiempo. El barroco desnudado de sus adornos típicos de madera y oropel, se hace mil veces más barroco en la iglesia de Sao Domingos de Lisboa, gracias a las ondulaciones de sus columnas carcomidas, a los lametones de las llamas en las altas paredes de piedra o a las negruras todavía visibles en algunas partes por la acción del fuego. Curioso saber que en esta iglesia se reunía el tribunal de la Inquisición para mandar al fuego a herejes y judíos...

(Igreja do Carmo)

De alguna manera, se ha seguido aquí el mismo criterio que el aplicado en el Convento do Carmo, junto al Chiado, cuando su magnífica iglesia fue devastada por el terremoto de 1755: en vez de reconstruirla, se prefirió dejarla tal como estaba, con sus nervios, columnas y arcos todavía en pie, pero sin techo alguno. Tal vez la inclinación portuguesa por el elemento nostálgico y la melancolía, tópico parece ser bastante ajustado a la realidad –y del que tanto jugo turístico le saben extraer los naturales del país–, explique esa tendencia a la timidez restauratoria, como si la capital del Fado, además de los clubes y restaurantes destinados a su culto, necesitara el añadido de importantes monumentos de piedra consagrados a la Saudade.

Quién quiera anticiparse a la Historia y ver una imagen simbólica y post-apocalíptica del futuro de la Religión Católica, nada mejor que acudir a la susodicha iglesia de Sao Domingos y dejarse llevar por la doble visión de los tiempos superpuestos. Para mi, uno de los más atractivos e impactantes rincones de lisboa.

viernes, junio 15, 2007

TEATRO TINGLADO, de México, en La Puntual


Los tres miembros del Tinglado delante de La Puntual.

Cumpliendo con mis deberes de “crítico residente” de La Puntual, puntualmente acudí al teatro de Eugenio Navarro a mediados del pasado mes de mayo para ver el espectáculo “Informe Negro” del grupo mejicano TEATRO TINGLADO, un “Thriller cómico de teatro de guiñol para adultos” de Francisco Hinojosa.

Había oído hablar de este grupo, formado por los titiriteros Rolando García y Pablo Cueto, conocido en los circuitos de los Festivales de Títeres de España y europeos, pero nunca tuve la oportunidad de ver sus espectáculos. Y la verdad es que agradecí esta ignorancia, pues así tuve la suerte de disfrutar por primera vez de un magnífico espectáculo, nuevo para mi, aunque lleve ya varios años en cartel.

INFORME NEGRO es uno de estos espectáculos de títeres dotados de una acusada personalidad, felizmente logrado y que sin duda marcó para siempre el estilo y la trayectoria del grupo. También pienso que debe haber abierto e inspirado líneas de actuación en otros titiriteros, tal es la acumulación de recursos, trucos, gags y ocurrencias mil que posee la obra.

El protagonista es Tom, alias de Tomás Sanabria, típico detective urbano que vive solo en su apartamento aunque estrechamente atado al cordón umbilical de su madre –que en la obra se transforma en el cordón del hilo telefónico que mantiene a ambos unidos. Con lo dicho se adivina que entre madre e hijo existe una relación estrecha y no siempre demasiado sana, aunque muy normal por otro lado, pues es propio que en los pueblos de profundas tradiciones machistas, como lo son el mejicano y el español, los grandes machos suelan tener retorcidos asuntos pendientes con la madre que los parió.

El argumento, que se apoya básicamente en la susodicha relación umbilical, contiene otros elementos propios del género: asesinos, asesinatos, narcotraficantes, novias calenturientas y paisajes callejeros más los interiores cutres del mismo apartamento de Tom y otros de la historia. Pero lo importante de todo ello es, de entrada, el meneo intrigante a través del cual se mueve Tom, un exquisito ejercicio de manipulación que centra la obra y el personaje, y que constituye uno de los logros más aplaudidos del espectáculo. Luego, los constantes juegos de palabra que llevan al absurdo los tópicos del género y que son una auténtica delicia y un constante desternillarse de risa del público. El teléfono centra buena parte de la acción, recurso muy bien resuelto, así como el espejo ante el que Tom se acicala cada vez que entra en acción.

Creo que Rolando García y Pablo Cueto han conseguido en esta obra cumplir con los requisitos básicos del teatro de títeres de toda la vida: una síntesis acusada y altamente expresiva de la historia que se cuenta, síntesis que también se aplica los decorados y a la acción, así como un constante ir al grano, “entrando a matar” en cada escena. Pero si a esta síntesis le sumamos el regodeo de una manipulación detallista, minuciosa e impecable, todada de una gracia infinita, los personajes y con ellos las situaciones se llenan tanto de vida, que el espectáculo se dispara hacia las más altas cotas de lo genial disparatado. ¿Y acaso no son estos logros lo máximo que se puede pedir a un espectáculo de títeres?

Se nota aquí una cierta “exquisitez latinoamericana”, creo yo que ausente en otras geografías (al menos en la España actual, de tiempos más agresivos), en el gusto por una manipulación de delicado y minucioso gesto, que vi en su tiempo a Javier Villafañe, al gran titiritero argentino Guaira Castilla, y a los no menos grandes Carlos y Miguel del Chon Chon, buenos amigos también de La Puntual. En esta familia de Maestros cabe situar a Pablo y Rolando del Tinglado de México, que con su actuación deslumbraron y destornillaron de risa al público de Barcelona.

jueves, junio 14, 2007

De políticos y Elecciones Municipales. Elogio de Montilla.

La verdad es que estas elecciones han pasado volando, sin llamar demasiado la atención. Al menos en los círculos en los que me muevo. Y no son círculos pasotiles, sino más bien todo lo contrario. Cabe decir que la clase política catalana está bastante de capa caída. Bueno, también la española en general –por no hablar de la mundial...

Antes que nada, debo decir que yo soy de las pocas personas que conozco de mi entorno que defienden y valoran a los políticos de profesión, por la simple razón de que su trabajo para nada es ni envidiable ni tampoco demasiado grato, en los tiempos que corren –al menos para mi.

Hoy en día, los políticos deben serlo por ambición y por vocación, ambas cosas en proporciones altas y combinadas. ¿Pero quién es el guapo que se presta a pasarse horas y horas de reuniones, de convencer a unos y a otros, de tratar con todo tipo de temáticas y de personas, la mayor parte de las veces anodinas, absurdas, pelotas y, sobretodo, aburridas? Yo, desde luego, no. De ahí mi respeto y admiración por los que escogen este camino profesional, de los más arduos que conozco, una profesión que sólo premia a los más esforzados con pequeños minutos de gloria y de poder, más simbólicos que reales, si acaso ganan elecciones y se aúpan en cargos de importancia. La mayoría de las veces, las medias tintas mandan, con sus largas sesiones parlamentarias, o con las interminables y laboriosas comisiones temáticas, en los que se tratan temas tan variopintos como bizantinos.

Todo esto viene a cuento a raíz del descrédito al que, según los medios y los entendidos, ha llegado la clase política en nuestro país. Parece ser que eso es así, y en el caso de Cataluña, todavía más, sobretodo a causa del famoso sainete del Estatut, que destruyó la credibilidad de los políticos implicados –y, de rebote, de los no implicados– para bastante tiempo.

Creo que esta apreciación es correcta, y que los realmente salpicados son los que en aquellas horas infaustas ocuparon los primeros titulares y las grandes fotos. Me refiero a los Mas, Maragall, Carod, Saura y compañía, que compitieron como locos para ver quién llegaba más lejos en sus delirios soberanistas, para luego bajar a la primera de cambio a la “realpolitik” de los intereses y los cambalaches más rastreros, y a los vaivenes y regateos partidistas de poco vuelo. Al otro lado, Zapatero, que partía con un extraordinario capital de esperanza y de ilusión respecto a una nueva manera de hacer política, cayó también en el show del regateo y de la “foto”, empujado por una oposición del PP perfectamente anclado en el neonacionalismo madrileño, mal llamado español.

La operación del Estatut ha sido una ruina para Cataluña, en un sentido sobretodo político y moral, y sorprende que su máximo adalid, el entonces President Maragall, ahora se retracte y critique lo que no fue más que una jugada suya, alejándose de los resultados como si no tuvieran nada que ver con él.

¡Vaya!, pienso, yo que siempre había defendido el carácter contradictorio del político Maragall, ahora nos sorprende con esta actitud de estar por encima de los demás. Para ser fiel a su espíritu paradójico y contradictorio, que lo hizo tan interesante en su momento, podría haber criticado todo lo que quisiera el Estatut que salió bajo su impulso pero a la vez lo debería haber defendido como el que más, apoyando a los que se quedaron con el mismo, y dispuesto a defenderlo aunque oliera a moho y a lotería navideña. Aquí creo que Maragall se traiciona a si mismo, al hacerse de pronto el “bueno”, sin admitir que él representa como nadie las dos caras de la moneda estatutaria.

El único que estuvo apartado y que se miró todo el jaleo estatutario con distancia y aprensión fue Montilla, y curioso que sea él quién ha acabado siendo President y el único que saca votos y gana elecciones en Cataluña, a pesar de la mala prensa que tiene y del acoso mediático y rastrero al que es sometido. Este inmigrante cordobés establecido en Cornellà es, según mi opinión, el único político digno de estar dónde está y el único que mantiene un nivel de crédito si no alto, al menos mediano. Los demás, lo tienen por los suelos.

Esto lastra, como és lógico, al Govern de Montilla. Este Tripartito ha nacido no cojo, pero sí patizambo. Sus miembros compiten por hacer las cosas bien, como si hacerlo así fuera algo excepcional, después de los desaguisados del anterior Tripartito, cuando lo propio sería que en efecto se gobernara bien y no mal. Pero ante este esfuerzo de buena voluntad, algunos consejeros no dejan de hacer el ridículo una y otra vez, como el mismo Saura en el empeño de demostrar sus altos niveles de honradez y transparencia en la dirección de los Mossos, los cuales están hasta el moño de ser tratados como niños malos. O los consejeros de Esquerra Republicana, los cuales en cualquier momento pueden darnos la sorpresa y subirse al monte. El govern es como un barco de bucaneros maldiestros gobernado por un timonel inmutable y competente, el impávido Montilla, que brilla poco pero conduce con rigor y profesionalidad a su tripulación indisciplinada, de la que uno puede esperar los peores desaguisados.

Pero alguien tiene que gobernar Cataluña. Y creo que Montilla es, a pesar de todos los pesares, la mejor solución. Su discreción y su realismo son tantos tanto como su honradez, y la escasa altura de sus opiniones y puntos de vista está en consonancia con la de los mismos catalanes y sus representantes políticos, aquejados éstos por patologías delirantes de difícil curación, pues suelen pensar más en sueños que en realidades. En este sentido, ser pilotados por el piloto Montilla es para mi no sólo una sólida garantía, sino también lo máximo a lo que Cataluña, en estos momentos, puede aspirar.